35 | refugio
Todo el equipo quedó conmocionado por lo sucedido, ya que todos habían tenido que enfrentar lo que yacía en las partes oscuras de sus mentes.
Steve ayudó a Freya a subir al jet, la sentó en el banco y, cuando se dio la vuelta para alejarse, Freya lo agarró por la muñeca.
—Quédate —dijo Freya—. Por favor, no me dejes sola.
Steve no tuvo valor para dejarla, así que se sentó a su lado mientras el resto del equipo se les unía. Clint y Natasha fueron los primeros, luego Thor y, finalmente, Tony regresó con Bruce, después de haber perseguido a Hulk por la mitad de la ciudad tratando de detener su alboroto. El equipo había sufrido una derrota, y todos estaban cosechando las consecuencias.
—Freya, ¿estás bien? —preguntó Clint, agachándose frente a ella.
Ella asintió, sus ojos vacíos—. Estoy bien.
Clint colocó sus manos sobre sus rodillas—. ¿Estás segura?
Ella asintió de nuevo—. Estoy bien.
Clint colocó una mano en su mejilla—. Estás bien. Te tenemos.
—Los programas de noticias los aman —dijo Hill por radio—. Pero son los únicos. No hubo pedido oficial para que arresten a Banner, pero lo debaten.
—¿El fondo de ayuda Stark? —preguntó Tony.
—Ya llegó —respondió Hill—. ¿Cómo está el equipo?
—Todos... fue un golpe duro. Pero lo superaremos.
—Por ahora, bajaría el perfil y me mantendría alejado de aquí —sugirió Hill.
—¿Entonces hay que esconderse? —respondió Tony.
—Hasta que hallemos a Ultron, no tengo mucho más que ofrecer —dijo Hill.
Tony suspiró—. Nosotros tampoco. Cuida de mis chicas, ¿de acuerdo?
Freya apoyó la cabeza en el hombro de Steve y sintió el calor de su brazo alrededor de ella, sosteniéndola cerca de él. Bostezó, pero le aterrorizaba dormir por temor a volver a hundirse en las pesadillas.
—¿Estás bien? —preguntó Steve suavemente.
—Estoy cansada —respondió Freya—. Pero tengo miedo de dormir.
Steve asintió con comprensión—. Está bien. Estaré aquí.
La besó suavemente en la sien y Freya sintió que una extraña sensación de seguridad la recorría. Sabía que estaba a salvo con Steve y, mientras se recostaba en el banco con la cabeza apoyada en su regazo, él apartó suavemente el pelo de su rostro. En cuestión de segundos, Freya estaba profundamente dormida.
Tony pasó junto a ellos, notando la forma en que la mano libre de Steve estaba agarrada a la de Freya—. Se los ve bien juntos, Capitán.
Steve miró a Freya y asintió—. Nunca pensé que encontraría el amor después de Peggy.
—Pero la amas, ¿verdad? —preguntó Tony pensando en su esposa en Nueva York.
—Sí, lo hago —respondió Steve—. Ella saca lo mejor de mí.
—Y tú sacas lo mejor de ella —dijo Clint desde el asiento del piloto—. Nunca la había visto tan feliz. Hasta hoy.
—Sea lo que sea que Maximoff le haya hecho, realmente la tiene conmocionada —dijo Steve—. Ojalá pudiera ayudarla.
—Puedes hacerlo —respondió Clint—. Solo no la dejes, y ella estará bien.
—No lo haré —dijo Steve—. Ella es especial
—Lo es —respondió Clint—. Deberían dormir un poco, aún faltan unas horas para llegar.
—¿Llegar a dónde? —preguntó Tony.
Clint casi sonrió—. Al refugio.
El amanecer había llegado cuando Clint aterrizó el jet, tiñendo el cielo de naranja y amarillo a medida que salía el sol. Freya se despertó cuando los motores se apagaron y miró alrededor confundida por un minuto. Cuando Clint le informó al equipo que estaban en el supuesto refugio, todos bajaron del jet.
Freya tenía el brazo de Steve alrededor de su hombro mientras caminaban hacia una granja familiar. Ella sonrió levemente cuando se dio cuenta de dónde estaban, y se enderezó un poco.
—¿Conoces este lugar? —preguntó Steve.
Freya asintió—. Sí.
—¿Y esto qué es? —preguntó Thor mientras caminaban hacia la puerta.
—Un refugio —respondió Tony.
—Esperemos —dijo Clint abriendo la puerta y entrando—. ¿Cariño? ¡Ya llegué! —Laura Barton dobló la esquina y Clint sonrió tímidamente—. Hola. Tenemos compañía. Perdón por no avisar.
Mientras Clint y Laura se abrazaban, Tony parecía inseguro—. Tiene que ser una agente.
—Caballeros, esta es Laura —dijo Clint con un brazo alrededor de su esposa.
—Yo ya sé sus nombres —dijo Laura.
Los pasos resonaron por la casa y Clint sonrió—. Allí vienen.
—¡Papá! —exclamó una niña.
—Hola, cariño —saludó Clint recogiendo a su hija—. Hola, amiguito. ¿Cómo están?
—Tienen que ser agentes más chicos —dijo Tony.
—¿Trajiste a la tía Nat y a la tía Freya? —preguntó Lila.
Nat sonrió—. ¿Por qué no nos abrazas y lo averiguas?
Lila se rió y corrió hacia Natasha, quien la tomó en sus brazos cuando Freya se les acercó sonriendo por primera vez desde que Wanda Maximoff se metió en su cabeza. Lila extendió la mano y abrazó a Freya, todavía en los brazos de Natasha.
—Perdón por la interrupción —dijo Steve.
—Habríamos llamado, pero no sabíamos de su existencia —dijo Tony.
—Fury me ayudó con el lugar cuando me uní —explicó Clint—. Lo mantuvo fuera de los archivos de S.H.I.E.L.D. Me gustaría mantenerlo así. Es un buen lugar para pasar inadvertidos.
Thor se paró en una casa de juguete y él y Steve compartieron una mirada antes de apartarla de una patada como si nada hubiera pasado. Natasha le entregó a Lila a Freya antes de acercarse a Laura.
—¿Y la pequeña Natasha?
—Es... Nathaniel —dijo Laura.
La expresión de Natasha se transformó y se inclinó para mirar el estómago de Laura—. Traidor.
Laura miró a Freya—. ¿Cómo estas?
Freya sonrió—. Estoy bien. ¿Cómo has estado?
—Bien —respondió Laura.
Freya miró a Natasha antes de soltar una breve carcajada—. No puedo creer que sea un niño. Lo dije, ¿no?
—Sí, sí, cállate —respondió Natasha.
Thor salió abruptamente de la habitación y Steve lo siguió. Freya volvió a colocar a Lila en el suelo mientras seguía a Steve, caminando hacia afuera justo cuando Thor despegaba, volando por el aire.
—¿Estás bien? —preguntó Freya, poniendo una mano en su mejilla cuando lo alcanzó.
—Sí —dijo Steve.
—¿Qué viste cuando Wanda te tocó? —preguntó Freya—. Está bien si no quieres decírmelo.
—Vi a Peggy —respondió Steve y el aliento de Freya se atascó en su garganta. Sabía todo sobre Peggy, el primer amor de Steve—. Fue justo después de la guerra e ibamos a bailar.
—Steve —dijo Freya suavemente—. Lo siento.
—Pensé que había superado lo que pasó —dijo Steve—. Pero supongo que no. Me quitaron toda la vida.
Freya no sabía qué decir—. Steve...
—No puedo quejarme —dijo Steve—. Sé que no es justo, pero obtuve algo bueno de eso —miró a Freya y la abrazó—. Te tengo, y eso es más que suficiente para compensar la pérdida de una vida.
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