23 | quedarse sin tiempo

Una vez que Natasha y Steve se ducharon, Natasha ayudó a Freya a lavarse. Sam les prestó algo de ropa y se congregaron en la mesa de la cocina para discutir su próximo plan de ataque.

—Entonces, la pregunta es, ¿quién en S.H.I.E.L.D podría lanzar un misil doméstico? —preguntó Natasha.

—Pierce —respondió Steve.

—Quién resulta estar en lo más alto del edificio más seguro del mundo —respondió Freya—. Pero no está trabajando solo.

—El algoritmo de Zola estaba en la Lemurian Star —dijo Steve.

—Jasper Sitwell también —dijo Natasha.

—Entonces, la verdadera pregunta es, ¿cómo los tres más buscados en Washington secuestran a un oficial de S.H.I.E.L.D a plena luz del día?

—La respuesta es: no lo hacen —dijo Sam dejando caer un archivo sobre la mesa.

—¿Que es esto? —preguntó Steve mientras Freya alcanzaba el archivo.

—Puedes llamarlo currículum —respondió Sam.

Freya miró la fotografía en el frente del archivo—. ¿Esto es en Bakhmala?

—La misión Khalid Khandil, ¿fuiste tú? —preguntó Natasha, y luego miró a Steve—. No dijiste que era de Pararescate.

—¿Este es Riley? —preguntó Steve mirando al otro hombre en la fotografía, y Sam asintió.

—Escuché que no podían usar helicópteros por las granadas propulsadas —dijo Natasha—. ¿Qué usaste? ¿Un paracaídas furtivo?

—No —respondió Sam, entregándole a Steve otro archivo.

—Creí que eras piloto —dijo Steve.

—Nunca dije que era piloto —respondió Sam sonriendo.

Freya miró el archivo que Steve le entregó—. No podemos pedirte esto, Sam. Saliste por una buena razón.

—Oye, el Capitán América necesita mi ayuda —respondió Sam—. No hay mejor razón para regresar.

—¿Dónde podemos conseguir uno de estos? —preguntó Steve.

—El último está en Fort Meade —dijo Sam—. Detrás de tres puertas con guardias y una pared de acero de 30 cm.

—No debería ser un problema —dijo Steve. Luego miró a Freya—. Tú te quedas aquí.

—¿Qué? ¡No! —protestó Freya—. He llegado hasta aquí.

—Y te dispararon —respondió Steve.

—Apenas —dijo Freya, levantándose la camiseta—. Estoy bien, puedo hacer esto.

—En su defensa, la he visto pelear con un tobillo roto y una herida de bala —dijo Natasha, guiñándole un ojo a Freya—. Podría ayudarnos, Steve.

Steve miró a Natasha—. ¿En serio te pones de su lado?

Natasha se encogió de hombros—. Es mi mejor amiga, Cap. Y es más capaz de lo que crees.

Al final Freya accedió a quedarse con Sam mientras Steve y Natasha asaltaban Fort Meade y se reunían con ellos en un edificio en el centro de la ciudad una vez que consiguieran el exoesqueleto de Falcon. Esperó con Steve y Natasha mientras Sam captaba la atención de Jasper Sitwell, obligándolo a subirse a un auto con él y llevándolo hasta ellos.

Una vez que Sitwell estuvo dentro del edificio, pusieron su plan en acción. Natasha y Freya siguieron a Steve mientras él arrastraba a Sitwell hasta el techo, arrojándolo a través de la puerta y arrastrándolo por el borde.

—Háblame del algoritmo de Zola —exigió Steve.

—Nunca escuché hablar de él —respondió Sitwell.

—¿Qué hacías en la Lemurian Star? —preguntó Steve.

—Estaba vomitando, me descompuse —respondió Sitwell. Jadeó y tropezó, pero Steve lo atrapó antes de que pudiera caer por el borde—. ¿Esto quiere decir que me arrojarás al vacío? Porque no es tu estilo, Rogers.

—Tienes razón, no lo es —dijo Steve alisando la chaqueta de Sitwell—. Es el de ella.

Se hizo a un lado y Natasha le dio una patada en el pecho, enviándolo por el borde del techo. Una vez que se fue, miró a Freya—. Entonces, ¿por cuánto tiempo ha estado sucediendo esto?

—Desde Nueva York —respondió Freya.

—¿Y ya hicieron algo más que besarse? —preguntó Natasha.

—No vamos a tener esa conversación —dijo Freya cuando apareció Sam.

Tenía las alas puestas y había atrapado a Sitwell antes de tocar el suelo, llevándolo de regreso al techo y dejándolo caer bruscamente antes de aterrizar él mismo.

Sitwell se sentó, extendiendo una mano—. El algoritmo de Zola es un programa que sirve para elegir los objetivos del Proyecto Insight.

—¿Qué objetivos? —preguntó Steve.

—Tú, Daniels, un presentador de televisión en El Cairo, el subsecretario de Defensa, un graduado del secundario de Iowa, Bruce Banner, Stephen Strange, cualquiera que sea una amenaza para HYDRA. Ahora, o en el futuro.

—¿En el futuro? —repitió Freya—. ¿Cómo podría saberlo?

Sitwell se rió—. ¿Cómo podría no saberlo? El siglo XXI es un libro digital. Zola le enseñó a HYDRA a leerlo. Los balances de tu cuenta bancaria, historias clínicas, patrones de votación, correos electrónicos, llamadas, los resultados de tus exámenes. El algoritmo de Zola evalúa el pasado de la gente para predecir su futuro.

—¿Y luego qué? —preguntó Steve.

—Cielos, Pierce me va a matar —dijo Sitwell en voz baja.

—¿Luego qué? —repitió Steve.

—Luego los helicarriers del Projecto borran personas de la lista —respondió Sitwell—. Unos millones cada vez.

Freya jadeó—. Tenemos que impedir que esos helicarriers despeguen.

Steve asintió—. Vamos.

Bajaron del techo y subieron al auto de Sam. Natasha y Freya se sentaron en el asiento trasero, Sitwell a la izquierda de Freya mientras se dirigían hacia el Triskelion.

—A HYDRA no le agradan las filtraciones —dijo Sitwell con ansiedad.

—¿Por qué no intentan taparlas con un corcho? —preguntó Sam.

—El lanzamiento del Projecto es en 16 horas —dijo Natasha—. Tenemos poco tiempo.

—Lo sé —respondió Steve—. Lo usaremos para evitar las pruebas de ADN para acceder a los helicarriers directamente.

—¿Qué? ¿Estás loco? —preguntó Sitwell—. Esta es una idea terrible.

Un ruido sordo sobre ellos hizo que todos se congelaran, y antes de que pudieran reaccionar una mano rompió la ventana, agarró a Sitwell por la chaqueta y lo arrojó al tráfico que se aproximaba. Freya reaccionó instintivamente, saltando al asiento delantero y aterrizando en el regazo de Steve mientras lo empujaba hacia adelante, evitando por poco la bala que atravesó el techo, Natasha pateó a Sam a un lado del asiento cuando una bala casi lo toca.

Steve agarró la palanca de cambios y frenó el auto, haciendo que los frenos chirriaran. Quienquiera que estuviera en la parte superior de su auto salió volando y se deslizó por el asfalto.

Freya sacó su arma, preparándose para dispararle, cuando un camión se estrelló contra ellos y su auto salió disparado hacia adelante. Su arma cayó de sus manos y maldijo.

—Lo siento, Sam —murmuró Natasha antes de pasar al frente y sentarse en su regazo.

Cuando el auto casi choca contra el hombre, él saltó y se agarró al mismo, rompiendo la ventana trasera y arrancando el volante del auto.

—¡Mierda! —gritó Sam.

El auto chocó contra la barricada central y Steve agarró su escudo y lo colocó frente a la puerta—. ¡No se suelten!

Agarró a Sam por la camiseta, quien agarró a Natasha cuando Freya alcanzó su arma, agarrándola justo cuando Steve rompió la puerta del pasajero de sus bisagras y los cuatro cayeron, deslizándose por el camino en la puerta.

Sam y Natasha se alejaron rodando, y Steve ayudó a Freya a ponerse de pie. Mientras ella gemía y se sujetaba el costado, Steve la empujó fuera del camino cuando el Soldado del Invierno les disparaba un explosivo. Lo desvió con su escudo, pero la fuerza de la explosión lo arrojó por el borde del puente.

—¡Steve! —gritó Freya.

Natasha corrió hacia ella, agarró su mano y la empujó detrás de un auto mientras los hombres abrían fuego. Freya miró hacia el borde del puente y se dio cuenta de lo que tenían que hacer. Agarró la mano de Natasha, y cuando otro explosivo destruyó el auto detrás del cual estaban refugiadas, Freya y Natasha saltaron por el borde y Freya las atrapó a ambas con sus poderes, dejándolas caer al suelo mientras corrían.

—¿Estás bien? —le preguntó Natasha a Freya.

—Sí —respondió Freya, señalando la sombra en el puente sobre ellos—. Nat.

Natasha sacó sus armas y le disparó al Soldado del Invierno, tirándolo hacia atrás y dándoles temporalmente la oportunidad de correr. Freya se dirigió hacia el escudo de Steve y lo recogió mientras se agachaba y rodaba detrás de un autobús volcado.

Todavía había gente adentro, y cuando Freya se arrastró por la ventana rota, vio a Steve frente a ella—. ¡Steve!

—¿Freya? —preguntó Steve mientras ella lo ayudaba a ponerse de pie—. ¿Estás bien?

—Sí —respondió Freya, levantando su escudo—. Tienes que dejar de perder esto.

Steve tomó el escudo y se lo sujetó al brazo mientras las balas acribillaban el autobús. Agarró a Freya, sosteniendo el escudo mientras corrían hacia el otro extremo del autobús y saltaban, aterrizando en el suelo. Freya apenas tuvo tiempo de proyectar campos de fuerza antes de que fueran rodeados por hombres armados. Freya corrió hacia uno, y él no sabía por qué las balas rebotaban en ella.

Steve hizo lo mismo, dirigiéndose hacia el tipo con el arma grande. Freya apenas tuvo tiempo de pensar en Steve cuando llegó al hombre, agarró su brazo y lo torció. Dejó caer su arma y ella lo pateó en el pecho, haciéndolo tropezar hacia atrás. Lanzó un puñetazo y golpeó a Freya en el estómago, pero cuando él retrajo su brazo, ella lo agarró y giró su cuerpo, torciendo su brazo detrás de su espalda mientras le pateaba la rodilla. Él cayó al suelo y ella lo golpeó en la cara, dejándolo inconsciente.

—¡Freya! —gritó Steve mientras las balas perforaban el aire justo donde ella había estado parada.

Cuando tocaron el suelo, miró a Steve—. ¡Lo tengo!

—La energía púrpura desapareció —respondió Steve—. Habrías muerto.

—Tenemos que ayudar a Natasha —dijo Freya—. Estoy bien.

Corrieron en la dirección en la que se había ido Natasha, siguiendo el rastro de carnicería dejado por el Soldado del Invierno. Freya vio a Natasha correr y se separó de Steve para dirigirse hacia su amiga.

—¡Nat! —gritó Freya, deslizándose sobre el capó de un auto antes de aterrizar al lado de su amiga—. ¿Estás bien?

—Me dispararon —gimió Nat.

Freya miró la herida—. Es un tiro limpio. Sin bala.

—Ayuda a Steve —dijo Natasha deslizando un arma hacia ella.

Cuando el Soldado del Invierno levantó un arma para dispararle a Steve, Freya se puso de pie y disparó su arma, enviando un explosivo volando sobre el hombro de Steve. Se volvió y la miró mientras las sirenas gemían y agentes del equipo STRIKE los rodeaban.

Un grupo rodeó a Natasha y Freya, arrebatándoles el arma de las manos a esta última antes de esposarla. Uno de ellos le colocó algo en el tobillo y, cuando miró hacia abajo, vio otra esposa de metal.

—¿Qué es eso? —preguntó Freya.

—No eres tan fuerte sin tus poderes, ¿no, bicho raro? —preguntó un agente, empujándola en dirección a una camioneta.

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