21 | hydra

—¿Dónde aprendió a robar autos el Capitán América? —preguntó Natasha cuando pasaron el cartel de "Bienvenidos a Nueva Jersey".

—En la Alemania nazi —respondió Steve—. Y estamos tomando prestado. Quita los pies del respaldo del asiento.

Freya estaba sentada en el asiento delantero junto a Steve y no había dicho una palabra desde que subieron a la camioneta. Estaba tratando de averiguar qué había sentido cuando besó a Steve, porque sus emociones se habían escapado con ella. Sabía que sentía algo diferente por Steve de lo que sentía por cualquier otra persona, pero tenía miedo. Steve era dulce y hasta el momento no había pedido nada más que unas cuantas citas y un trago ocasional, pero Freya no estaba segura de estar lista para decir que estaba enamorada de él.

—Muy bien, te tengo una pregunta que no tienes que responder —dijo Natasha—. Pero, si no la respondes, estás respondiendo, ¿sabes?

—¿Qué? —preguntó Steve.

—¿Ese beso con Freya fue tu primer beso desde 1945? —preguntó Natasha, y el sonido de su nombre sacó a Freya de su ensoñación—. Porque sé que ese fue el primer beso adecuado de Freya.

—Sí, me habló de ustedes dos —dijo Steve.

Natasha se rió—. Sí, esos fueron accidentes. Era eso o ser atrapadas. Pero en serio, ¿qué está pasando entre ustedes dos? Porque he intentado arreglarte un par de citas y todo este tiempo has dicho que no, pero sé que algo está pasando.

—No sé, Natasha —dijo Steve—. Solo estamos viendo a dónde van las cosas.

—Bueno, parece que van en la dirección correcta, ¿verdad Freya? —preguntó Natasha inclinándose hacia adelante para mirar a Freya—. Estás feliz, ¿no?

—Sí —dijo Freya—. Sólo... asustada.

—No la lastimes —le dijo Natasha a Steve, plenamente consciente de que Freya estaba sentada a su lado—. Porque te mataré.

—No lo haré —respondió Steve con una sonrisa, mirando a Freya por el rabillo del ojo.

—Bien —respondió Natasha—. Casi llegamos, así que si quieren hablar, puedo ponerme los auriculares.

—No, no es necesario —comenzó Freya pero Natasha ya se había puesto los auriculares. Suspirando, miró a Steve—. Entonces, para repetir tu pregunta, ¿qué somos?

—Bueno, estuvimos teniendo citas durante casi dos años —respondió Steve—. Y en mi experiencia, dos años parecen toda una vida.

—Entonces, ¿qué es lo que estás diciendo? —preguntó Freya.

—Estoy diciendo que me preguntaba si quisieras ir más allá —dijo Steve—. Sé que no es el mejor momento y que hay mejores maneras de hacer esto, pero realmente me gustas. No sé, pero me haces sentir diferente.

—¿En el buen sentido? —preguntó Freya.

—Sí —respondió Steve—. Pero la forma en que mentiste antes me hizo preguntarme qué más hay sobre ti que no sé.

—Hay mucho que no sabes —dijo Freya—. Sobre mí y Natasha. Pero puedo ser lo que tú quieras que sea.

—¿Qué tal una novia? —preguntó Steve.

—¿Sí? —preguntó Freya—. Creo que eso podría funcionar bastante bien.

Steve se acercó y tomó la mano de Freya—. Bien. Pero me di cuenta de lo asustada que estabas antes, y no tienes que apresurarte si no te sientes cómoda.

Freya asintió—. Gracias. Es muy difícil comprometerme con algo que no es mi trabajo. En S.H.I.E.L.D podría ser cien personas diferentes. Pero en una relación tengo que ser yo misma y ese es un pensamiento aterrador porque todavía no sé quién soy.

—Lo sé —respondió Steve—. Yo tampoco sé cómo ser yo mismo. Todo lo que conozco es guerra y como proteger de las personas. No sé cómo ser normal.

Freya apretó la mano de Steve—. Bueno, ¿quizás podamos aprender juntos?

—Me gusta esa idea —dijo Steve deteniéndose frente a una base militar abandonada—. Es aquí.

Los tres salieron del auto y Freya miró a su alrededor—. ¿Esto es todo?

—El archivo vino de estas coordenadas —dijo Natasha.

—Yo también —dijo Steve mientras entraban al campamento—. En este campamento me entrenaron.

—¿Cambió mucho? —preguntó Natasha.

—Un poco —dijo Steve.

—Este es un callejón sin salida —dijo Natasha—. No hay lecturas de temperatura, ni ondas, ni siquiera de radio. Quien sea que creó el archivo debió usar un enrutador para despistar.

—¿Qué pasa, Steve? —preguntó Freya notando la expresión de Steve.

Se dirigió hacia un búnker—. El ejército prohíbe almacenar municiones a 450 metros del cuartel. Esta construcción está en el lugar incorrecto.

Steve rompió la cerradura con su escudo y los tres entraron bajando los escalones. Freya encontró el interruptor de la luz y de repente la habitación se hizo visible.

—Esto es S.H.I.E.L.D —dijo Natasha.

—Quizás comenzó aquí —dijo Freya en voz baja. Atravesaron una puerta y Freya vio una pared de fotografías—. Ese es el padre de Tony.

—Howard —dijo Steve.

—¿Quién es ella? —preguntó Natasha.

Steve no respondió, giró y se dirigió hacia una línea de estantes vacíos—. Si ya estás trabajando en una oficina secreta —tiró de los estantes y reveló un pasadizo secreto—, ¿por qué necesitarías esconder el ascensor?

Entraron y Natasha usó su teléfono para calcular la combinación para acceder a la computadora central. Tecleando los números, la máquina emitió un pitido y las puertas del ascensor se abrieron. Los tres se miraron antes de entrar, y el ascensor comenzó a bajar.

Cuando el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, las luces se encendieron para revelar una habitación llena de viejas computadoras y maquinaria. Freya miró a su alrededor con asombro.

—La información no puede venir desde aquí —dijo Freya—. Esta tecnología es antigua.

—Miren —dijo Natasha, señalando un escritorio.

Natasha sacó el USB y lo conectó con cautela mientras Steve y Freya observaban. Una vez que se insertó, la maquinaria cobró vida, zumbando mientras una voz electrónica hablaba desde la computadora—. ¿Iniciar sistema?

Natasha dio un paso adelante, escribiendo en el teclado—. S-Í deletrea sí —luego sonrió—. ¿Jugamos un juego? —miró a Steve—. Es de una película muy popular.

—Lo sé, la vi —dijo Steve.

La computadora emitió un pitido y una cara comenzó a aparecer en la pantalla, parpadeando mientras una voz hablaba—. Rogers, Steven, nacido en 1918 —la cámara sobre la computadora se movió hacia Freya—. Daniels, Freya, nacida en 1984 —luego se movió hacia Natasha—. Romanova, Natalia Alianovna, nacida en 1984.

—Es una especie de grabación —dijo Natasha insegura.

No soy una grabación —dijo la computadora—. Puedo no ser el hombre que era cuando el Capitán me tomó prisionero en 1945. Pero soy yo.

—¿Lo conoces? —le preguntó Freya a Steve mientras aparecía una fotografía en la pantalla a su derecha.

—Arnim Zola era un científico alemán que trabajó para Red Skull. Murió hace años —dijo Steve caminando alrededor de la consola.

En primer lugar, soy suizo —dijo Zola—. En segundo lugar, mira a tu alrededor. Estoy más vivo que nunca. En 1972, me dieron un diagnóstico terminal. La ciencia no podía salvar mi cuerpo. Sin embargo, valía la pena salvar mi mente en 70 mil metros de bancos de datos. Están pisando mi cerebro.

—¿Cómo llegaste hasta aquí? —preguntó Steve.

Me invitaron —respondió Zola.

—Fue la Operación Paperclip después de la Segunda Guerra Mundial —dijo Natasha—. S.H.I.E.L.D reclutó a científicos alemanes con valor estratégico.

Pensaron que podía ayudar en su causa —dijo Zola—. También me ayudó en la mía.

—HYDRA murió junto a Red Skull —dijo Steve.

Corta una cabeza, dos más tomarán su lugar —dijo Zola, repitiendo el mantra de HYDRA.

—Pruébalo —dijo Steve.

Accediendo al archivo —dijo Zola mientras una pantalla a su izquierda parpadeaba—. HYDRA fue fundada bajo la creencia de que a la humanidad no se le puede confiar su propia libertad. Lo que no nos dimos cuenta es que si intentas quitarles esa libertad, ellos se resisten. La guerra nos enseñó mucho. La humanidad debía entregar su libertad por voluntad propia. Después de la guerra, se creó S.H.I.EL.D y me reclutaron. Una nueva HYDRA creció. Un hermoso parásito dentro de S.H.I.E.L.D. Durante 70 años, HYDRA, en secreto, ha fomentado crisis y se ha beneficiado de la guerra y cuando la historia no cooperaba, se cambiaba.

—Eso es imposible —dijo Freya—. S.H.I.E.L.D te hubiese detenido.

Los accidentes ocurrirán —dijo Zola cuando aparecieron en la pantalla artículos sobre las muertes de Howard Stark y Nick Fury—. HYDRA creó un mundo tan caótico que la humanidad ya está lista para sacrificar su libertad a cambio de su seguridad. Una vez que el proceso de purificación se complete, un nuevo orden mundial de HYDRA surgirá. Ganamos nosotros, Capitán. Ha estado tanto tiempo muerto como lo ha estado vivo. Es algo nulo.

Steve golpeó la pantalla y la rompió mientras otra pantalla se iluminaba.

Como decía...

—¿Qué hay en este disco? —preguntó Steve.

El proyecto Insight requiere conocimiento —dijo Zola—. Por eso escribí un algoritmo.

—¿Qué tipo de algoritmo? ¿Qué hace? —preguntó Natasha.

La respuesta a tu pregunta es fascinante —respondió Zola—. Desafortunadamente, estarás muerta para escucharla.

Las puertas del ascensor se cerraron antes de que Steve pudiera detenerlas con su escudo. Freya jadeó—. ¿Qué está pasando?

—Steve, tenemos un explosivo —dijo Natasha mirando su teléfono—. Misil de corto alcance. 30 segundos como máximo.

—¿Quién lo disparó? —preguntó Steve.

—S.H.I.E.L.D —respondió Freya, adivinando la respuesta.

Me temo que estuve en pausa, Capitán —dijo Zola—. Admítalo. Es mejor así. Ambos estamos...  fuera de época.

Natasha agarró el USB mientras Steve rasgaba una parte del piso y revelaba un hueco debajo. Agarró a Freya y los dos saltaron mientras Natasha se deslizaba por el suelo y se dejaba caer junto a ellos.

Se escuchó una explosión, y Freya cerró los ojos, concentrando toda su energía en proyectar un campo de fuerza a su alrededor. Había estado practicando con sus poderes y descubrió que podía hacer mucho más de lo que pensaba originalmente, y cuando permitió que sus ojos se abrieran, vio una esfera de energía púrpura rodeándolos.

—Lo hice —dijo Freya cuando el edificio se derrumbó a su alrededor.

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