Fiddlestan #3
Espero que les guste~
Nota: No puedo recordar con exactitud si la barrera hecha con pelo de unicornio evitaba que Bill pudiera entrar, incluso con un títere humano pero vamos a fingir que si, ¿dale? ¡Genial!
Nota-2: Bill es un personaje difícil de escribir al decir verdad, así que lo siento si quedo algo raro pero tuve esta imagen mental y no pude resistirme a escribirlo :3
Los niños no se alejaron del bosque para su mala suerte, sin importan cuantas veces ambos se lo dijeran, en algún punto lo hicieron y desde entonces, siempre parecían volver sucios, emocionados y orgullosos, como si hubieran vivido la aventura loca del día.
Ninguno le dice nada a los adultos, parecen decididos a mantener lo que sea que hacen en relativo secreto, pero la pareja no es nada tonta.
-Ah, estoy preocupado- Fiddleford hizo una mueca, alborotando su cabello blanquecino, sintiéndose ansioso. -¿Y si se encuentran con algo peligroso en el bosque?- eso era una posibilidad. Había muchas cosas que eran inofensivas dentro de lo que cabía, como los gnomos si no los hacías enojar lo suficiente como para agruparse o los hombres-tauros, seres corpulentos que en realidad eran más amables de lo que se podía esperar debido a su apariencia, incluso el multi-oso era algo dulce porque le gustaban las canciones pop y tomar té si tenía la oportunidad, pero se sabía que había cosas peores que vivían allí y ninguno de ellos sabía a ciencia cierta que tanto había allí. Conocieron a esas criaturas por cuenta propia y lo que sabían de otras, eran gracias al único diario que tenían, pero de allí en más, todo se sentía un poco incierto.
-Tranquilo, muñeca. Te va a dar algo de tanto estrés- Stan no estaba muy sorprendido de ver al otro en ese estado. Había sido igual cuando Tate, de poco más de 12 años, había empezado a aventurarse en el bosque y casi le da un ataque al corazón a su padre en el proceso. -Los vamos a vigilar, ¿si? Todo estará bien- e hicieron justamente eso o bueno, al menos, lo intentaron. En esos momentos donde Stan no estaba ocupado encargándose de la cabaña o cuando Fidds no estaba enterrado en sus planos, vigilaron a los niños, dispuestos a entrometerse si alguno estaba en peligro inminente o algo así de loco.
En términos generales, su sistema funcionaba dentro de lo que cabía. Los niños aun estaban vivos, el estafador estaba seguro de que eso era un gran logro teniendo en cuenta lo locos y aventureros que resultaron ser esos dos pero a pesar del estrés que le estaban haciendo pasar, no puede evitar mirarlos con cariño, sintiendo una punzada de melancolía en su pecho. Le recordaban mucho a tiempos mejores.
Y un día, más bien, una noche...algo sucedió.
Stanley estaba dormitando en el sillón de su sala, con las luces apagas y siendo la tele prendida lo único que iluminaba al lugar, con un programa de juegos rodando en ese momento pero el hombre no estaba prestando mucha atención, permitiendo que sus ojos se cerraran y el suave sonido del programa arrullándolo para dormir. Ignoro la voz de su conciencia que le recordaba que debía ir a la cama, que su cuerpo de anciano se quejaría al día siguiente por dormir allí, y solo se acomodo un poco más, su cuerpo entero relajándose después de un largo día de estafar turistas y mantener a sus sobrinos-nietos con vida. Estaba agotado.
-Ah, este hombre- Fidds lo va a buscar cuando no aparece después de la hora de siempre, negando la cabeza con diversión, y moviéndose para revisar tanto las puertas como ventanas por seguridad antes de disponerse a arrastrar a su marido a la habitación pero cuando se acerca a la ventana que da hacia el frente, mirando hacia afuera por pura curiosidad, se queda estático. Hay una figura allí, parada no muy lejos de la cabaña, y parece que esta agitando su mano en señal de saludo pero incluso si esta lejos y esta un poco oscuro debido a la hora de la noche, los ojos inquietantemente amarillos resaltan con mucha facilidad. Los reconoce son horrible facilidad y es suficiente para que un miedo repentino lo invada. -¡Stan!- apenas se recuerda a si mismo que hay niños arriba y se asegura de mantener su voz llena de pánico lo más baja posible, tropezando en su apuro de correr hacia su pareja. -¡Stan!- lo sacudió y siente una punzada de culpa cuando el pobre hombre se sobresalta, asustado por el brusco despertar.
-¡Estoy despierto!- lucha por enderezarse, luciendo confundido y perdido mientras parpadea, alzando la mano para poder limpiarse la barbilla ante la sensación algo húmeda. -Estoy...despierto- bosteza ampliamente sin poder evitarlo, haciendo una mueca ligera, pasando sus dedos por debajo de sus anteojos algo torcidos para poder frotar sus adormilados ojos y espantar del todo el sueño, acomodando sus anteojos. -¿Qué sucede?- miro a su pareja, despertando por completo ante su expresión llena de miedo. -¿Tuviste una pesadilla?- parece no darse cuenta de que no es de madrugada aun.
-Hay alguien afuera- un escalofrío recorre su cuerpo, sintiendo asco y terror pero también, frustración y enojo. -Tiene ojos amarillos- hace una mueca, resistiendo las ganas de morderse las uñas debido a la ansiedad.
-Oh- Stan frunció el ceño, entendiendo la seriedad de la situación. Él mismo no llego a conocer a aquel demonio pero Fidds le hablo de ello, lo poco que sabía. Su extraña relación con su hermano y su capacidad de no solo meterse a las mentes ajenas a través del sueño, si no también de su habilidad para poder controlar cuerpos cual marioneta, los ojos amarillos delatando su presencia junto una maniaca sonrisa. Esa fue la razón principal por la que la cabaña tenía un escudo mágico a su alrededor, algo que pusieron apenas pudieron hace muchos años atrás, con pelo de los unicornios con los que había logrado llegar a un acuerdo y piedras que medio tuvieron que rogarle a unas hadas de mal carácter que les dieran. -Necesito la escopeta de nuestro cuarto- se levanto, dispuesto a lidiar con aquel intruso.
-Tiene un cuerpo humano, Stan- sus ojos se abren con espanto ante eso, retorciendo sus dedos. -No puedes matarlo-
-No voy a matarlo- hace un gesto ligero. -Solo tráela, ¿si?- Fidds hace un puchero ante la falta de información pero termina por asentir y corre hacia su cuarto compartido, mientras el más alto camina hasta la puerta principal, colocándose una campera que estaba colgada a un lado antes de abrirla y salir, sus ojos encontrándose con los amarillos brillantes.
-Hola, fez~- su sonrisa se ve antinatural en un rostro humano y lo de los ojos es escalofriante, hasta Stan tiene que admitirlo para si mismo, las manos de su marioneta actual apoyadas contra la barrera que lo mantiene alejado. -¿Crees que puedes bajar esto para hablar apropiadamente?- su sonrisa, de alguna manera, solo pareció agrandarse un poco.
-No, gracias- miro de reojo a su pareja al notarlo acercarse, aceptando el arma que el otro le extendía con manos temblorosas y solo entonces, avanzo, ignorando el llamado en susurros llenos de pánico de su marido. -Supongo que eres Bill, ¿no?- enarco una ceja, acercándose solo lo suficiente para no tener que hablar demasiado alto pero in atravesar la barrera, quedando fuera del alcance ajeno. -El dorito de un solo ojo- hay un tic en uno de sus ojos, con ira de seguro por su comentario.
-Y tu debes ser el gemelo de Sixer, el que rompió su proyecto- contesto con desdén y Stan se controlo para no hacer una mueca, solo frunció el ceño. -Parece ser que eres mucho más inteligente de lo que tu hermano te daba crédito, Stanley. Te reconozco eso- golpeo apenas la barrera.
-Gracias- eso era sarcasmo y no por primera vez, se pregunto como es que Ford había confiado en ese extraño ser. Tenía un aura siniestra, incluso si estaba poseyendo el cuerpo de un inocente tonto del pueblo, eso no desaparecía y te daba una mala sensación, del tipo que gritaba "no confíes en él". -¿Qué es lo que quieres exactamente?- sostuvo la escopeta entre sus manos, notando que los ojos amarillos se fijaban en el arma por unos segundos.
-¿Yo? Nada- se encogió de hombros con aparente tranquilidad. -Pero el enano de jardín de gran cabello quiere algo de esa mente tuya- se enderezo, bajando las manos, intentando mostrar una postura profesional o algo así. -¿Crees que podemos llegar a un trato entre tu y yo?- hizo un gesto con las cejas, su sonrisa no prometiendo nada bueno a simple vista. -Hasta puedo ayudarte a traer de vuelta a Sixer, si me lo pides amablemente- y Stan era un mentiroso profesional, se ganaba la vida de esa manera, así podía detectar la mentira en cada una de sus palabras.
-Aja- Stan no necesito repasar siquiera la lista mental de enemigos que tenía. Un enano de gran cabello, eso sonaba totalmente como el pequeño y odioso Gideon, a quien iba a rapar después de esto. -No, gracias. Prefiero hacerlo por mi cuenta- levanto su arma, colocándose en posición y apuntando lo mejor que podía, su visión no era la misma desde hace años, incluso con anteojos.
-¿Me vas a disparar?- y ese demonio parecía muy confiado, soltando una risa maniaca llena de burla y superioridad. -¡Adelante~!- abrió los brazos en un gesto lleno de burla. -No sentiré nada pero la familia de este pobre tonto seguro lo va a extrañar, ¿no lo crees?- ese era un intento de hacer qué el hombre armado sintiera lastima o pena, quizás lo suficiente para bajar su arma pero eso no sucedió. -¿Estás dispuesto a agregar más peso a esa conciencia sucia tuya?- hay algo tenso en su postura al darse cuente de que aun esta siendo apuntado, sin rastro de duda en el rostro ajeno.
-Un poco más no me hará daño- justo cuando el demonio abrió la boca de su títere, de seguro dispuesto a intentar convencerlo una vez, es cuando Stan dispara pero lo que choca contra el rostro del humano poseído no es una bala metálica, ni de salva o de plástico, sino que es una especie de pelota que revienta en el impacto y queda una especie de polvo brillante, lo suficiente espesa para que se note el tono dorado oscuro que tiene. Bill tiene solo unos segundos para lucir confundido, alcanzando a soltar un gruñido antes de que los ojos de la marioneta qué controla se cierren contra su voluntad y su cuerpo caiga al suelo como si le hubieran cortado las cuerdas.
-¡¿Lo mataste?!- Fiddleford corre para pararse junto a su marido, observando al humano tirado en el suelo, horrorizado por un momento solo para relajarse con confusión cuando se escucha un fuerte ronquido al mismo tiempo que su pecho se eleva en una respiración profunda y pacífica. -¿Polvo de hada?- se inclino apenas, pudiendo notar el brillo que bañaba el rostro dormido, algo que desaparecería después de unas horas. -¿Cuándo conseguiste polvo de hada?- se enderezo, mirando a su marido con sorpresa, este luciendo una expresión llena de orgullo.
-Hace un mes, cuando los padres de los niños me llamaron para preguntar si podía tenerlos en verano- tarareo. El polvo de hada tenía muchos usos si lo mezclabas con otras cosas pero por si solo, podía inducir a quien sea a un sueño profundo y sin interrupciones. -Me pidieron una caja grande de dulces a cambio de llenar un par de frascos, dos para que me enseñarán a como compactarlo para disparo- había pensado que balas inofensiva y que hacían dormir a lo que sea era mejor, en especial con dos niños muy curiosos y problemáticos dando vueltas.
-¡Buena idea!- se iluminó ante la idea tan práctica, tomando el rostro ajeno para darle un gran beso, aliviado y eufórico. Su marido estaba bien, los niños también, y la barrera mágica funcionaba, era una gran sensación, incluso si sus manos temblaban un poco ante los ojos amarillos que había visto. Ese demonio aún le causaba escalofríos y lograba hacerlo sentir aterrado, incluso si no lo había enfrentado directamente. -Sería buena idea conseguir más, por seguridad-
-Claro, solo vamos a necesitar algunas cajas de dulce- asintió, sonriendo enormemente, aunque termino por fruncir apenas el ceño ante el ronquido que les recordó su situación. -¿Qué hacemos con este pobre diablo?- hizo un gesto hacia el hombre dormido y Fidds hizo una mueca.
-Yo...no lo sé- se frotó la nuca y el hombre Pines suspiro con cansancio.
-Vigílalo por unos segundos- empujó el arma a las manos de su marido, quien reclamo con nerviosismo y lucho por sujetar aquello con torpeza, mirando al otro con confusión pero obligándose a fijarse en el dormido, ansioso. Stan se adentro en la casa, saliendo no mucho después pero más erguido, con pantalones largos esta vez y la campera cerrada ahora, con zapatos puestos y poniéndose unos guantes negros muy particulares que Fidds sabía que era para algo ilegal. -Me robe las llaves de tu auto- las mostró con orgullo.
-Esta...bien- parpadeo, mirando como si marido salía de los límites de la barrera y se inclinaba para acomodar el cuerpo, al parecer, preparado para levantarlo. -¿Q-Qué vas a hacer?- dudo, colocándose la correa del arma para tener las manos libres pero dudando por unos segundos. -No es un cadáver, Stanley-
-Ya sé pero lo dejaré en alguna parte del pueblo, para que nadie piense nada raro- se quejo un poco al levantar la parte superior del hombre dormido y es entonces que Fidds no dudo en acercarse para ayudarlo con las piernas, ambos trabajando juntos para llevarlo hasta el auto y colocarlo en los asientos de atrás. -También, me encargaré de cierto enano de jardín- hay algo oscuro en su mirada, su sonrisa prometiendo una venganza.
-¿Enano de jardín?- ladeo la cabeza. -¿Te refieres a Gideon?- coloco sus manos sobre la puerta del conductor, sin dejarlo subir de momento. -Es un niño, Stan- hizo una pausa, el otro enarcado una ceja con cierta burla. -Un niño odioso, molesto, y que te dan ganas de ofrecer como sacrificio pero aun así, es un niño- aunque no puede negar que ese mocoso de cabello blanco le caía muy mal.
-No te preocupes, muñeca. No lo voy a matar- lo rodeo con sus brazos, sincero como puede ser solo con su marido, quien se relajo apenas en su lugar. -Solo...lo haré pagar por intentar robar mi cabaña, molestar a mis sobrinos e invocar a un demonio en forma de dorito-
-Bien, esta bien- tarareo, acunando el rostro ajena para acariciar sus mejillas con cariño, pudiendo sentir que como el más alto se apoyaba en el toque. -Seré tu coartada, si lo necesitas- sonrió mientras Stan soltaba una carcajada llena de encanto y diversión. Compartiendo un beso antes de que uno se fuera en el auto hacia el pueblo y el otro volviera al interior de la cabaña. Fiddleford guardo la escopeta donde debía y se acomodo en su cama a esperar, sin hacer preguntas cuando Stan volvió casi dos horas después, luciendo satisfecho y entusiasta con el segundo diario de Stanford entre sus manos que al parecer, había encontrado en el cajón de cierto mocoso insoportable. Solo lo recibió con los brazos abiertos y lo abrazo con fuerza, ambos dispuesto a dormir los que le quedaba de noche.
En la mañana, muy temprano al decir verdad, lo primero que escucho el pueblo fue un grito agudo del tipo que hace temblar hasta las ventanas resonar. No mucho después, había videos y fotos que hablaban de Gideon, quien se escondía con vergüenza e ira dentro de su casa, negándose a mostrar abiertamente la cara debido a que su cabello había sido extrañamente rapado en medio de la noche. Dipper y Mabel se rieron a carcajadas apenas se enteraron, mientras Fidds intentaba ocultar su propia carcajada tras una de sus manos, pero Stan se mostró abiertamente satisfecho, con una sonrisa victoriosa.
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