Capítulo XVII: Dancing On My Own (Robyn)
Cada año desde hace unos cuantos, hago un pequeño conteo de mis canciones favoritas, aclarando claro que es algo informal y como toda opinión sobre el arte, un asunto tan subjetivo como el arte en sí.
De todas formas, aunque disfruto hacerlas, reconozco que no son pocos los casos en los que tengo que cambiar de opinión: a veces descubro canciones tarde, a veces algunas que me gustaban terminan perdiendo impulso, y luego están unas cuantas que dejé fuera pero con el beneficio de la retrospectiva, fueron ascendiendo hasta volverse algunas de mis favoritas.
Dancing On My Own queda en esa última categoría; un tema que conocía y se alojó en un espacio perdido de mi inconsciente durante mucho tiempo, nunca siendo muy ostentosa, pero siempre resonando lo suficiente para ser olvidada.
Sigo queriendo hacer en algún punto un conteo de mis canciones favoritas de la década pasada (ciertamente todos tenemos... tiempo en nuestras manos que ocupar), y esta en definitiva ocuparía uno de los puestos más altos, probablemente peleando el primer lugar. ¿Y qué argumentos presenta para reclamar dichos espacios?
Es difícil ponerlo en palabras, pero lo intentaré de todas formas porque soy escritor; es nuestro súper poder, o algo así.
Y puede que la mejor manera de expresar de manera sucinta esta composición es que es quizá el tema más... Millenial que existe, y lo digo en un buen sentido, no en el peyorativo de "estos malditos chicos de hoy con sus patinetas y su rock n'roll" (que por cierto: MEDIOS, recuerden que los adolescentes de hoy son zoomers; los Millenials estamos en nuestros 30).
Es una exageración y un estereotipo injusto, pero muchas de esas tontas cualidades exageradas sobre la estética de mi vilipendiada generación se pueden ver aquí: es una canción con un ritmo alegre y movido... con una letra desgarradoramente triste sobre alguien que sólo puede ser testigo del dolor, inoperante e impotente para tomar acción alguna más allá de lo que puede hacer en su misma persona.
Ves a alguien que amabas, y te duele, y en lugar de confrontarlo o irte, decides fingir que no pasa nada aunque en el interior estés al borde del colapso, bailando por tu cuenta mientras te lamentas de lo que pudo haber sido.
Eso es tan... real, en muchos sentido; y la yuxtaposición entre la música y la letra, esa disonancia es la clave de su genialidad. No eres sólo un oyente, eres un testigo; estás cerca de Robyn, a nada, escuchando sus pensamientos, o incluso puedes considerarte alguien en su piel: puedes oír esa discoteca, club o boliche o lo que sea, y entre tanto, te castigas con esas letanías de un futuro que nunca podrá ser; alguien que te superó, alguien que en apariencia no parece siquiera tomarte en cuenta, y por más que desees llamar su atención, no tienes la capacidad de ello: Estoy en la esquina / ¿por qué no puedes verme?
El expresar eso deja en claro el deseo que aquella persona, aquel ex-amante por lo menos te considere: quizá con la esperanza de que algún día puedan estar juntos, o quizá con las meras migajas emocionales de sentir que al menos tiene reservado un pequeño lugar para ti en su mente o corazón. No es sano, pero no se trata de una canción de obsesión precisamente: el ritmo detona inmediatez, tensión: esos beats se sienten como un latido acelerado de corazón: le ves porque no esperabas verlo: estar ahí duele, pero irte sería capitular tu orgullo. Así que, ¿qué queda por hacer?
Bailar.
En términos de efectividad emocional, esta canción es una bomba: probablemente una de las mejores piezas compuestas en que sus dos elementos en choque actúan en conjunto de un modo prácticamente perfecto...
...por eso el maldito cover de Callum no funciona para nada.
https://youtu.be/q31tGyBJhRY
Siempre he tenido un problema respecto a esa visión snob que la música orgánica es inherentemente superior y más válida artística y emocionalmente que la que se basa en producciones más elaboradas, y este maldito cover es quizá una de las mejores validaciones a mi postura: irónicamente, ese recurso de tomar una canción dance/EDM y tocarla de manera minimalista a estas alturas puede ser tan artificial como las producciones de mayor factura.
Pero puede funcionar: no digo que no es posible; al final del día, ya sea que hagas algo orgánico o técnico, se trata de recursos en la caja de herramientas del músico. Es decir, funcionó con el increíble cover acústico de Hurt (original de Nine Inch Nails, cover por Johnny Cash)-
https://youtu.be/8AHCfZTRGiI
Pero la razón por la que este cover sí funciona tiene menos que ver con la susodicha naturalidad de la producción y actuación, y más un poco con cuestiones de resonancia emocional y contexto cultural: de parte de un grupo de rock en su punto más alto, el quejarse como se hace en esta canción suena un tanto inmaduro, pero para una leyenda del country con años y años de controversias y altibajos, suena como una profunda reflexión sobre su vida.
Así pues, la versión de Callum de Dancing On My Own pierde por completo el punto: el hacerla una melancólica balada de piano le roba justo eso; la melancolía, la emotividad, y la hace sentir genérica y vacía, como muchas otras más baladas de piano. La fuerza de Robyn yace en esa combinación de elementos: Callum quita el mayor punto de la canción, y agrega ABSOLUTAMENTE NADA.
Y la letra, analizando un poco más a fondo, está en ese punto dorado entre ser lo suficientemente ambigua para permitir a otros proyectar distintas experiencias (no es raro ver interpretaciones del tema como la frustración de una persona de la comunidad LGBT al ver como alguien no corresponde sus sentimientos) pero al mismo tiempo no caer en ser demasiado vaga (no es una vivencia que le ocurra a todos... pero es lo suficientemente universal para que a muchos sí, o inclusive despertar empatía si no).
Es una máquina bien aceitada en todo aspecto posible.
Una máquina que te hace querer llorar tanto por ella, como por las cosas que te puede o no recordar sobre ti mismo.
Shalom camaradas.
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