Capítulo XVI: Going To The Chapel Of Love (The Dixie Cups)
Voy a ser honestos amigas y amigos; este episodio fue especialmente difícil de escribir.
Oh, no crean que porque no pude sacar material respecto a la canción que trato en turno, o porque no sienta que es digno de ser vista precisamente como meritoria de reconocimiento o mención (me ahorraría este artículo).
Sino porque hay muchas melodías que me conmueven, me dan melancolía o me ponen en un trance meditativo, pero siendo honestos, hay dos en este mundo que parecen mover una especie de fibra primitiva en mí al grado de no poder aguantar la lágrima ni siquiera con toda la energía de mi ser; una de ellas es Starting Over de John Lennon (la cual, de una vez aclaro: DEBERÍA ser vista como la verdadera obra maestra de su carrera de solista y no la bien intencionada pero bastante choteada Imagine)
La otra, bueno, es precisamente Going To The Chapel Of Love de The Dixie Cups.
No exagero; esta me destroza, me pone de rodillas por alguna razón que no alcanzo a comprender; si la usan en una película sobre matrimonio, incluso si no es realmente buena le puedo subir una estrella en mi calificación sólo por ella, incluso si en verdad casi nunca logro escucharla en su totalidad porque como me dije: golpea algo fundamental en mí.
¿Es acaso un poco la pena de sentir que nos hemos vuelto demasiado cínicos respecto al amor? Porque es un tema universal, y al mismo tiempo, existen canciones de des-amor o de amores poco convencionales que rompen con los tradicionalismos de lo que creemos socialmente es aceptable o no tratar sobre el asunto.
Y esto es... es justo lo opuesto: no hay filos de rebeldía, de transgresión o de ironía; no existe deconstrucción, sarcasmo o burla. Es dolorosamente sincera al equiparar en su concepción: vamos a la capilla del amor, y nos vamos a casar.
Esto no es precisamente una gran historia; incluso, apenas es una narrativa, es más bien el desenlace, el final feliz destilado de su forma más pura: esto DEFINE lo cursi: la primavera está aquí, el cielo es azul, las aves cantan cual si supieran, hoy es el día en que decimos "acepto", y nunca estaremos solos jamás otra vez y...
...¡DIOS SANTO! ¡ES TAN MELOSO! ¡Y casi tan dulce como hiriente!
Supongo que es un poco aquel juego que ya he mencionado en otras ocasiones; el uso de la ironía dramática.
¿Nunca estaremos solos jamás otra vez? Me reiría de esa ingenuidad pero... vaya que es una promesa tentadora. Es un poco como la religión, diría: vista desde el punto de vista de la razón, no tiene sentido, ¿pero no es demasiado grande lo prometido como para no al menos hacer un esfuerzo por ello?
Porque inclusive en el mejor de los escenarios, en que no surgen infidelidades o la llama del amor se apaga, ¿realmente es algo que se pueda cumplir? ¿Qué hay de la muerte? Si somos "afortunados" (noten comillas), moriremos a lado de nuestra pareja. Pero eso no es algo precisamente dentro de nuestro control (al menos en las manos y el control de una mente sana y estable).
Pero, al estar enamorado, no piensas tanto en eso; claro que va a ser realidad, ¿cómo podría ser de otra forma?
El grupo de chicas de los años 60 a menudo es una forma de agrupación un tanto infravalorada en el contexto del estudio musical como historia; normalmente, vemos un mayor índice de respeto a artistas más del estilo de Bob Dylan, bandas como The Beatles, The Who, The Rolling Stones, o en el contexto del R&B, a aquellos como Sam Cooke o Ray Charles, y claro, no es extraño decir que por supuesto que merecen su lugar en la iconografía popular del medio.
Al mismo tiempo, aunque tienen su aprecio, se les tiende a poner en una categoría ligera pero claramente más baja: The Supremes o The Shirelles dejaron su marca y muchas de sus canciones siguen escuchándose hoy en día, pero tienden a ser vistas como, bueno, lo que son en muchos sentidos: grupos pre-fabricados y comerciales que enfatizaban el pop frente a algún tipo de intento de innovación artística.
Mas como habrán notado como tema recurrente en esta serie, sólo porque algo tenga su origen como un producto mercantil no significa que no tenga un valor artístico real, y durante la mayor parte de la historia, una buena medida del valor de una obra de arte era por su capacidad de comunicar ideas al mayor grupo de gente posible (algo que tiende a chocar con esa concepción que "el verdadero arte es demasiado avanzado u oscuro para las masas y el arte popular no tiene valor auténtico ).
Así pues, el comunicar algo tan simple como un final feliz sobre una pareja próxima a contraer nupcias sigue siendo un gran trabajo cuando es tan bien hecho como este: porque por menos de tres minutos, logra hacer que muchos dejemos de lado nuestro escepticismo en pro de entrar en una, bueno, no quiero decir fantasía (porque sería deprimente pensar que una concepción sincera y completamente jubilosa del amor es algo del reino de la ficción) pero algo que es como el oro, la plata o un buen empleo: algo que existe, que hemos escuchado que es real, pero que no tendemos a encontrar en grandes cantidades precisamente.
Pero es justo esa escasez la que los vuelve tan valioso.
Al mismo tiempo, ¿no es algo tan extraordinariamente sencillo? La letra es corta, la melodía es casi como una canción de cuna, pero eso precisamente aporta a esa sensación de algo que ha estado desde los albores de la humanidad.
Está bien desafiar lo establecido, en especial en tiempos en que son más aparentes las injusticias de tales sistemas, llámese sociedad, gobierno, patriarcado, lo que sea, y no está bien que se te busque imponer una forma de vivir o amar por circunstancias fuera de tu control; sólo en uno está la facultad de decidir qué rumbo tomaremos en tales elecciones.
Es sólo que a veces, quizá uno sí disfrutaba de ese camino recorrido por otros, y siempre y cuando no busques participar en la opresión de terceros por esas fuerzas ya mencionadas, esa opción es tan legitima como cualquier otra.
Shalom camaradas, y si me disculpan, tengo que comprar más pañuelos desechables, y de paso expiar algunas culpas.
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