Capítulo 8.-¿El fin?
—Aquí estamos —dice Zavebe.
Frente a ellos se localiza una enorme muralla que sólo tiene una entrada, además la torre fue creada en base a roca. En medio de la ya de por sí enorme muralla, está una torre aún más alta que los árboles.
—¡WoW! —exclaman los amigos de Elías con emoción.
La propia Asmoth observa la torre en silencio, mientras Zavebe analiza sus reacciones.
—¿Para qué nos trajiste aquí? —cuestiona la pelinegra.
—¿Por qué? Es simple, para que conozcan al enemigo y puedan vencerlo —asegura la albina.
—¿Hm? ¿No podrías hacer los tú? Con tu poder no debe de ser un gran reto —comenta Gilbert.
—¿Luchar? ¿Yo? No se equivoquen, como observador ni siquiera debería de haberlos ayudado a salvarse —responde Zavebe.
Los ahí presentes se quedaron en una especie de shock mientras se preguntaban: "¿Observador? ¿A quién se refiere?".
—¿Y qué observas? —cuestiona Anastasia tímidamente.
—La humanidad, se nos encargó una misión: Decidir el rumbo de la humanidad mediante nuestros ojos —explica Zavebe.
—¡Espera! ¿"Nos"? ¿Hay más como tú allá afuera? —pregunta Jisel.
—Además, ¿Quién se los encargo? —pregunta Gilbert.
La albina suspira y comienza a ingresar dentro del edificio, dejando las preguntas en el aire.
En un hermoso jardín hay tres personajes sentados en el verde pasto enfrente de un colosal tronco de árbol. Dos personas se arrodillan frente a los anteriormente situados..
—Sommerfield, es el nombre de este laberinto —comenta Zavebe.
Tras dos horas, finalmente llegaron a su destino; la torre se ve mucho más imponente de cerca, haciendo ver al grupo como simples pulgas.
Al entrar, primero sintieron frío, luego observaron a lo que parecían personas, congelados. Los bloques de hielo capturaron una cotidianidad espeluznante, pues no parecían saber lo que ocurrió realmente.
—Este es el origen —explica la albina llegando a una gran puerta de hierro oxidado y destrozada.
Lo único que se podía ver, eran dos personas congeladas. Con un chasquido de dedos, el área se iluminó, Zavebe volvió a ser hombre.
—Estos dos, son los últimos reyes demonios, Kristel Asmoth y Ericsson Asmoth —explica el albino.
—Pero, ¿Podemos confiar en ti? —pregunta Gilbert serio.
Anastasia y Rin se esconden detrás del canoso, mientras Elías se encuentra temblando disimuladamente.
—¿Tienes frío? —cuestiona el actual general.
—¿Eh? N-no, en lo absoluto —Niega mientras su respiración logra verse gracias al frío.
—¿Segura? Puedo ver tu respiración —responde Gilbert.
—¿Elías? —pregunta Anastasia.
—¿Sí? —cuestiona la susodicha.
La rubia se asoma ligeramente desde la espalda del canoso. La Asmoth se acerca extrañada, y al hacerlo la rubia toca sus manos para luego empujar a Elías repentinamente.
—¡¿Qué es lo que haces?! —pregunta la ahora chica levantándose.
—Vamos, calmate —dice Jisel tendiendo la mano a pelinegra.
—¿Anastasia? ¿Te encuentras bien? —pregunta Gilbert poniéndose a la altura de la niña.
—Siento que estoy de más~ —dice el albino.
Anastasia traga saliva al ver a su salvadora, provocando una sonrisa en Zavebe.
—Ups, le ha descubierto —susurra el albino.
—Elías, lo preguntaré directamente ¿Eres un demonio? —cuestiona la niña.
El cielo comienza a nublarse, la sorpresa no tardó en hacerse notar en los rostros de tanto Rin como Gilbert. Elías se dio cuenta de lo inútil que resultaría tratar de evitar el tema.
—Sí —responde la Asmoth directamente.
Nadie supo que decir, ni siquiera que hacer, además de Zavebe, quién disfruta los sucesos derivados de sus acciones.
—Tranquilicense, ¿No creen que si tramara algo ya lo hubiera hecho? —comenta el albino.
—Yo.....lo siento, pero, el rey me pidió ocultarlo y que siguiera ayudando —dice Zavebe.
—¿El rey? —cuestiona Gilbert—. Pe-
—Ella no se refiere al rey que ustedes conocen. Se refiere al primer rey de Soleil, Evan I —comenta Zavebe.
—¿Y qué sucedió con su expedición? —pregunta Rin.
—Alteramos sus recuerdos, el rey me salvó y formé un contrato en el cual protegería a la familia real desde las sombras —comenta Elías.
—¿Cuándo fue eso? —pregunta Anastasia.
—Hace 500 años —responde la Asmoth.
Un niño se arrastra por un pasto, mientras se desangra y una persona le tiende la mano.
—Eso no me importa, la razón de que siquiera sigan con vida soy yo —argumenta Zavebe llamando la atención—. Por lo tanto les pediré algo a cambio.
Los humanos y Elías miran algo deprimidos al albino, mientras tratan de ordenar sus sentimientos.
—Quiero que asesinen a Baltasar Gerard y su consejera —dice Zavebe.
—No importa —musita Elías—. Ya no tengo razón de mantener lazos con ustedes, mi contrato terminó.
—¿Y ustedes? —cuestiona Zavebe—. Pueden negarse si quieren, pero probablemente terminen lamentandolo.
—Nos negamos, haremos los posible para hacer todo por nuestra cuenta —dice Gilbert.
Anastasia y Rin están detrás del canoso con la vista puesta en el suelo. Zavebe sonríe y se sienta en el suelo.
—Bueno, lo intenté. Que el destino decida por ustedes —comenta el albino—. Sólo una cosa, si planean derrotar a Baltasar; deberán separar a Sabrina de él.
—¿Sabrina? —cuestiona Rin.
—Una mujer de paraguas —dice levantando la mano en señal de despedida.
—¿Por-
Antes de que Jisel pudiese terminar su pregunta, Zavebe chasqueo los dedos y todos aparecieron fuera del valle. En una tierra seca y desierta, además de no quedar rastro alguno del reino de Soleil.
En tan sólo unas horas, Gerard y sus secuaces fueron capaces de eliminar toda pista de aquél grandioso reino. Algo parecido a gárgolas sobrevuelan la ahora eterna noche que asola alrededor del reino.
Un gran árbol se ciñe a lo lejos de todo, con un tamaño tan imponente que rebasa el mismo cielo; el gran ser vivo se encuentra aparentemente descendiendo de un lugar desconocido, con sus raíces atravesando una especie de luna y tocando el suelo.
—¿Qué fue lo que pasó mientras estuvimos dentro? —Se pregunta Gilbert.
—¡Tenemos que llegar rápido! Esto es lo peor que pudo haber ocurrido —asegura la bruja.
—¿Qué es lo que pasa? —pregunta Rin
—Omega Génesis —responde Elías—. No sé de dónde sacó tanta energía, pero, ahora es tarde.
—¿Tarde? —cuestiona Jisel—. ¿Para qué?
Un viento amenaza con arrástralos si no ponen resistiencia.
—Una vez el árbol se asiente, tomará como sacrificio toda la energía vital existente en el planeta —explica la Asmoth.
—¿Estás bromeando? —pregunta Gilbert.
—No lo hace, no tengo idea sobre que pasa por la mente del Baltasar, pero, Elías no miente. Una vez el árbol toque tierra, no habrá vuelta atrás —expone la bruja.
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—Aún no estás listo —advierte Drazil.
Jesús tiene un parche en el ojo derecho, camisa manga larga gris y un pantalón rojizo con sandalias.
—No importa —responde el rubio.
Jesús se arrodilla y agradece al mago por sus enseñanzas mientras se marcha rumbo al árbol.
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Baltasar mira fijamente al árbol mientras piensa en sus sueños, para luego ser interrumpido por unas pisadas.
—Tranquilo, una vez terminado; la puerta a un nuevo mundo podrá ser abierta, y como sacrificio final he pedido que me manden a ciertos ingredientes —comenta Sabrina—. ¿Hm? ¿Vienes a estropearlo de nuevo?
Zavebe se encuentra recostado mirando hacia el horizonte mientras bosteza con notable pereza.
—No, serían demasiadas molestias para los demás si peleamos —asegura el albino.
—¿Quién es? —Baltasar observa seriamente a su subordinada.
—Oh, un viejo amigo —comenta la mujer restandole importancia.
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—¿Quién es? —dice el canoso.
A lo lejos se puede divisar a cierto demonio, el mismísimo Alazan, quién baja su espada y flexiona sus rodillas. Los párpados de la Asmoth se abren y actúa antes de hablar, empujando a su trío de amigos contra el suelo.
En cuestión de segundos la espada de Alazan pasa cerca del cráneo de Elías, llegando a cortarlo unos míseros pelos.
—Buenos reflejos, quién sabe la desgracia que pudo haber ocurrido de no esquivarlo —comenta mientras salta a un agujero a recuperar su espada.
Al ver el cráter todos quedaron pasmados, pues es del tamaño de un campo de soccer.
—Ahora, ¿Quién me enfrentará? Espero y sean mejores oponentes que esos brujos —dice el pelirrojo.
—¿Brujos? —cuestiona el ahora humano (Gilbert).
—Sí, era una aldea o algo así ¿Qué? ¿Podría ser que la conocieran? —pregunta Alazan con sadismo.
Sin pensárselo dos veces, el canoso lanza un puñetazo contra la quijada del demonio, quién ni se inmuta y responde con un cabezazo que arroja a Gilbert contra el suelo a distancia.
—Jajajajaja, que torpeza ¿Se suponía que debía dolerme? Lo siento —dice el jinete de la guerra.
Anastasia apunta con sus manos al demonio, para inmediatamente recibir un rodillazo que la hace escupir sangre. De un manotazo manda a Jisel contra un árbol de la entrada del bosque.
Sin tener una pizca de piedad toma a Anastasia entre sus dos manos y la parte a la mitad mientras su sangre se esparce por el suelo. Las últimas palabras de Anastasia jamás llegaron.
Los prismáticas de Rin no acreditan lo recién visto, pues hasta ahora nunca estuvo en una batalla real.
—¡Maldito! —exclama Gilbert con furia.
A pesar de los intentos del canoso de herir al demonio, este ni se inmutó con sus ataques. Mientras que Elías mira con sorpresa e impotencia como los restos de su amiga caen.
A lo lejos Zavebe crea una ligera sonrisa en su cara. Elías se arma de valor y con gran energía taclea al pelirrojo, logrando sacarlo de balance, pero, con sólo valor no se gana una pelea.
—Maldito inútil —dice un hombre mientras patea a un pequeño Elías.
Alazan saca del juego a Elías con un manotazo. Jisel trata de salir del shock mientras se levanta y el pelirrojo se acerca para intentar asesinarla.
《Otra vez》
Una mujer aparta a Elías mientras un Vilaksana la atrapa y lleva a su boca frente a los por entonces inocentes ojos de la Asmoth.
《Otra vez lo permití》
—No lo creo —dice un hombre cuyo rostro ha sido olvidado por nuestr@ protagonista.
Un joven Elías está sentado en el pastizal mientras el señor toma agua de una cantinflora.
—Los demonios y humanos no son tan diferentes. La gente de visión cerrada son quiénes lo ven as-
—¿Por qué lo cree? —cuestiona el niño.
El señor sonríe.
—Porque tú no eres malo, de hecho eres incluso mejor persona que una persona.
Elías flexiona sus rodillas y vuelve a taclear al demonio, tomándolo por sorpresa, hecho que hizo que perdiera el equilibrio y cayera.
—¿Elías? —Rin se levanta y mira a su amiga con sus ojos destellando determinación.
—¿También te vas a oponer? —cuestiona el pelirrojo poniéndose de pie.
《Gracias》
Elías recordó las últimas palabras de su benefactor. Una pared pareció romperse alrededor de nuestra protagonista, volviendo a su forma original.
Zavebe se rascó la panza mientras sonreía porque su plan marcha a la perfección.
To be continued.....
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