Capítulo 11

—Hijo en algún momento encontrarás una chica que ames y querrás estar con ella para siempre. —Mi madre acaricia mi cabello, sabe que no se me hace bien tener que hablar con los demás y me en un lugar nuevo.

—Gracias ma, pero me siento bastante nervioso, no conozco a nadie, ninguno de mis amigos seguirá la misma carrera así que no veré a ninguno. —Encojo mis hombros y agacho mi mirada. Empezar la universidad me pone tenso.

—Sebas conocerás nuevas personas, algunas serán simplemente compañeros y otras serán tus amigos, hasta quizás colegas, pero no dejes que esos miedos arruinen esta etapa.

Mi madre tiene razón, no tengo que dejar que nada me haga dudar de esto, siempre quise estudiar arquitectura y por fin estoy cumpliendo esa meta. Mañana comenzaría la universidad, me despediría de todas las comodidades que tuve en la escuela y, crecería cada vez más rápido. Estoy seguro que habrá mucha gente nueva que conocer, lo único que espero que mi timidez no sea un impedimento.

Los primeros días fueron extraños, pero con el tiempo me acostumbro a la vida universitaria. Conocí varios compañeros, algunos seguirán arquitectura, otros esperan comenzar otra carrera. Los años pasaron y nunca creí conocerla, es una chica simpática, amable y algo loca. Tiene una gran sonrisa, hermosos ojos café y una chispa en su personalidad que hace que quiera estar a su lado.

—¿Vendrá Meli a comer? —pregunta mi madre asomando su cabeza por la puerta de mi cuarto.

—Sí, dijo que lo haría, no creo que no lo haga... —Pienso un momento. —¿Tú crees que no vendrá?

—Sebas, ¿acaso te gusta? —Su sonrisa se hace más grande, algo burlona en mi parecer.

—¡Claro que no! —contesto exaltado. —Es mi compañera, mi amiga, no creo que pueda ser algo más. —Agacho mi mirada para ocultar un destello de tristeza.

—Hasta yo me di cuenta que te gusta esa muchacha y eso que no soy muy observador, según tu madre. —Mi padre se une a nuestra conversación.

—Por favor, no hablemos de esto. —Siento mis mejillas un poco acaloradas. —No me gusta Meli y si fuera eso, no me gustaría arruinar la amistad que estamos creando, ustedes saben lo que me cuesta hablar con las chicas.

—Con más motivo deberías aceptar que te gusta, haz tenido mucha suerte en encontrarla. —Veo como abraza a mi madre por la cintura. —No todos los hombres tienen la suerte de poder encontrar una buena mujer. —Le planta un beso en la mejilla.

—Será mejor que terminemos de ordenar, antes que hagan una escena de cuanto se aman —bromeo y sonrío al verlos tan feliz, ojalá algún día encuentre a alguien y sea igual a ellos.

Con mi hermano le contamos a Amelie nuestro plan, ella quedo encantada y decidió participar distrayendo a mi novia, mientras nosotros terminamos de decorar nuestra casa. Es algo que planeo desde hace tiempo, pero ahora tengo miedo y nervios.

—Sebas, todo va a salir bien —dice apoyando su pequeña mano en mi hombro.

—¿En qué momento cambiamos de roles y eres tú el que me consuela a mí? —Ambos reímos, Bruno es un niño inteligente y reconoce cuando algo me pasa, es una ventaja que sabe usar.

—Que tenga siete años no significa no que vea que estas nervioso... —Me observa. —Tus manos están mojadas, tocaste tu barba varias veces mientras acomodábamos y ahora lo estás haciendo —concluye y me percato de mis movimientos.

—Tendré que tener cuidado contigo, además de especia eres observador. —Obligo a mis piernas a levantar mi cuerpo del sillón. —Será mejor que terminemos hermanito, así tendremos tiempo para ducharnos.

Nos lleva media hora dar los últimos detalles; decoramos la mesa del living, algunas velas en el centro de esta y los platos a su alrededor, ordenamos el poco desorden que quedaba de la semana y nos propusimos a darnos una ducha.

—¿Podemos poner música? —añade mientras caminamos por el pasillo que lleva a nuestros cuartos.

—¿Alguna canción en particular o ponemos aleatorio? —Esquivo la entrada de mi habitación para ir al baño que está al lado de su cuarto.

—Hay una canción que Tomi escucha mucho, la he oído, pero no recuerdo su nombre. —Hace muecas con su boca, tratando de recordar. —¿Existe una canción llamada Girls like girls? —Aun no domina el idioma, pero entendí a cuál se refiere.

—Supongo que es esta. —Busco en la aplicación de canciones una que creí que seria. Unos minutos después la melodía de Hayley Kiyoko comienza a sonar.

—¡Sí, esa es! Tomi siempre canta esa canción y un día nos la enseño en su casa, la chica que canta tiene linda voz. —Sonríe y tararea la letra, me da gracia verlo tan feliz, mientras acomoda su ropa que acaba de sacarse para poder entrar a la ducha.

—Muy bien muchachito, dejaré que las siguientes canciones pasen, cualquier cosa gritas y o vendré a verte. —Beso su cabeza y me voy a mi pieza. Es hora de que este hombre se preparé para hacer lo que tanto anhelaba... bañarse.

Bajo el agua pienso en todos estos años junto a Meli, comenzamos siendo compañeros para terminar darnos cuenta que formábamos una gran dupla, muchos llegaron a creer que éramos novios, pero siempre lo negábamos. Ahora, por fin lo somos y eso me hace el hombre más afortunado, verla tantas noches llorar por distintos chicos que no la sabían valorar, provocaba que quisiera golpearlos, sin embargo, una voz me decía que no debía, que tenía que cuidarla. Y eso hice. Por fin, hoy tendré la valentía para pedirle que me deje cuidarla el resto de nuestras vidas, estoy listo para pedirle que sea mi mujer.

Ame:

¡Ya no puedo retenerla más! ¿Está todo listo?

El mensaje de mi amiga hace que me vista con mayor velocidad, mi hermano ya me había dicho que está listo, así que el único que falta soy yo. Corro a revisar que este todo en orden en el comer, pero Bruno me gano de mano y ya lo había hecho. Los nervios se apoderan de mi cuerpo, pero no debo adejar que me ganen, no justo hoy.

Tú:

Sí, todo está listo. Déjala que venga.

Con Bruno nos quedamos esperando en el sillón, sin duda la espera de hace larga y siento como los minutos no avanzan. Ya se había hecho tarde y, para una tarde de invierno, la noche llega rápido. Mire varias veces el reloj de mi muñeca, hasta que por fin unas luces alumbran el interior de la casa, acaba de llegar y, por primera vez, me quede petrificado sin emitir ningún sonido.

—Vamos, debemos escondernos. —Siento al chiquitín tirar de mi brazo, yo seguí sin reaccionar. —Sebas, vamos no puede vernos aquí. —En un segundo volví a mí, agarro su mano y nos escondemos en el pasillo.

La llave introduciéndose en la puerta es lo único que se escucha, todo estaba en calma y las luces apagadas. Siento los piecitos de mi hermano saltando de la alegría, le tocó su hombro para que parara. La puerta se abre, la figura de una mujer aparece que comienza a buscar para encender algo que le permita ver su camino. No dejamos que llegara al interruptor, Bruno corrió y, con un click, las luces se prendieron y yo aparecí frente a ella con un ramo de girasoles. Sí, ella siempre fue una chica particular, no le gustan las flores, a excepción de los girasoles.

—Para ti. —Extiendo el presente para que lo tomara. Se las queda mirando, su rostro expresa sorpresa, espero que eso sea bueno.

—Son hermosas, pero, ¿cómo hiciste para conseguir girasoles en esta época del año? —pregunta algo confundida con una leve sonrisa en su rostro.

—Eso no importa, haría todo para poder complacer tus gustos... —Beso la punta de su nariz. —Cada tanto, así que no te acostumbres —bromeo.

—Yo también ayude con todo. —Una aguda y dulce voz capta nuestra atención. —Yo ordene toda la mesa, ayude a mi hermano a que no esté nervioso, ¿no entiendo por qué lo estaba? —Encoge sus hombros

—Con que, este gran hombre ¿estaba nervioso? —Se pone a la altura de Bruno y me mira con ojos desafiantes.

—Sí, él temblaba como una hojita de papel, así mira. —Hizo una muy mala imitación de cómo se suponía que mi cuerpo vibraba por culpa del nerviosismo.

—Yo no hacía eso. —Un calor invade mis mejillas y cruzo los brazos.

—Te creo amor. —Apoya sus labios en la comisura de los míos. —Ahora, ¿qué más hicieron? No era necesario nada de esto. —Su mano acaricia mi nuca, donde comienza mi cabello.

—Porque hoy es un día importante y debemos celebrarlo como corresponde. —Dejo un beso fugaz en su mejilla. —Vayan a sentarse, iré a buscar la comida.

Mi hermano, prácticamente, la arrastro hasta una de las sillas, sino fuera porque él es más pequeño diría que tuvo la fuerza suficiente para llevarla. Reí por si acción. Tomo una bandeja para colocar los platos con la comida y la bebida, esto me ahorraría venir dos veces a la cocina. A veces me alegro pro mi inteligencia. Una leve risa sale de mi boca debido a mis pensamientos.

—Espero que te guste, cocinamos toda la tarde con el chiquitín. —Es verdad, luego de avisarle a Amelie y comprar el decorado, nos pusimos manos a la obra con la cena.

—Gracias por todo esto, a ambos. —Nos regala una sonrisa, sus ojos estaban más oscuros de lo normal, pero igual seguían siendo hermosos. La cena transcurre normal, la conversación fluye como si fuera un día común, sin embargo, Bruno y yo sabíamos que no lo era y cada vez el momento para revelar la verdadera sorpresa se acercaba.

—Bueno hermosos míos, creo que ya es hora de irnos a dormir. —Trata de ponerme de pie, pero agarro su mano y hago una seña para que se siente.

—Todavía no termina nuestro día, aún tengo una sorpresa más. —Miro al pequeño niño a nuestro lado, le guiño un ojo y él corre a buscar el último detalle.

—Sebas, amor, no es necesario que me des algo más, yo soy feliz teniéndote a mi lado. —Une nuestros labios en un corto beso. Antes de que terminara de separarse, me agacho frente a ella, obligándola a girar para que pueda mirarme. En el momento preciso, llega Bruno y se coloca a nuestro lado, lleva una gran sonrisa en su rostro y sus ojos celestes brillan más que nunca.

Respire hondo, llegó el momento con el cual vengo imaginando y planeando.

—Meli... —Fijo la claridad de mis ojos en los suyos. —Hoy hace cuatro años que oficializamos nuestro noviazgo, pero llevamos más años conociéndonos. Te vi reír, llorar, frustrarte cuando un profesor rompía tus primeras maquetas que pasaste horas haciendo. —Reímos por compartir ese recuerdo. —Jamás creí que una chica como tú se fijaría en mí y mucho menos que estarías a mi lado siendo toda una mujer. Pasamos nuestros malos momentos, algunos más dolorosos que otros, pero siempre nos mantuvimos firmes a lo que sentíamos y sentimos. Por eso hoy, frente a mi hermano, a mi aliado y compañero en esta sorpresa, quiero pedirte que compartamos un futuro juntos. —Bruno me entrega una cajita color bordo, le sonrió en forma de agradecimiento. —Melanie Romero, ¿te casarías conmigo? —Siento que mi rostro va a explotar, el calor se hace más fuerte en la zona de mis mejillas.

Me empiezo a inquietar, no recibo ninguna respuesta de ella. Mi vista está clavada en el anillo color plata, con pequeños diamantes incrustados en él. No lo soporto más, me siento avergonzado. —Está bien, si no quieres no es necesario que cont... —Fui interrumpido por un beso, me tomó desprevenido, pero luego comprendí y respondo. Acaricio su mejilla con mi mano libre, una lágrima recorre su suave piel.

—Claro que quiero casarme contigo, tonto. —Unimos nuestras frentes, ambos mostrábamos la felicidad que sentíamos, en nuestros rostros. Tome su mano, coloque el anillo en su lugar y la vuelvo a besar.

—¡Wiii se van a casar! —grita a nuestro lado. Por un momento había olvidado su presencia. —Eso quiere decir que ya no serás mi tía. —Se queda pensando.

—Soy tu cuñada, chiquitín, pero nunca dejare de ser tu tía Meli, nunca, ¿escuchaste? —Él afirma con su cabeza y se una a nosotros en un abrazo. Un abrazo sincero lleno de amor familiar.

Ellos son mi familia, ahora Meli sería mi esposa, nada podrá arruinar nuestra felicidad.

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¡SE VAN A CASAR! Estoy igual de emocionada que ustedes jajaja
¿Se imaginan la boda de estos dos? ¿Cómo les gustaría que sea?

Espero que el capítulo les guste, la verdad estoy entusiasmada con estos hermanos, me gusta poder escribir sobre ellos y recibir una gran aprobación de ustedes. No olviden comentar y/o votar, si en verdad lo merece.

Además, recordar que tenemos dos grupos de lectores, uno en Facebook y otro en WhatsApp.

Sin más nada que decir, les mando un beso enorme de esos bien ruidosos, desde Argentina

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