Cap 5: Un Momento Para Recordar
Shun se encontraba en su cuarto sentado en su silla de ruedas, estaba frente al balcón de su habitación mirando el paisaje.
Desde allí pudo observar como Shiryu y Saori llevaban cajas y sabanas, junto a ellos se encontraba una chica albina. Todos tomaron asiento en una de las mesas del jardín y bebieron lo que parecían ser limonada, luego del pequeño descanso retomaron su trabajo de levantar cajas y de más cosas.
El joven de cabello verde estaba triste, quería levantarse y ayudarlos pero su nueva condición se lo impedía, sin darse cuenta varias lágrimas escaparon de sus ojos, se resbalaron por su mejilla y cayeron por su barbilla hacia un lugar desconocido. Hyoga entró cuidadosamente a la habitación del menor, pero no lo vio en la cama.
— Shun, ¿Dónde estás? — preguntó el joven rubio mientras lo buscaba con la mirada, por fin sus ojos dieron con el joven de ojos esmeraldas. —Ahí estas — se acercó a él, el menor ni siquiera lo había escuchado entrar. Tocó su hombro provocando un pequeño respingo por parte de Shun quien volteó asustado — Hola Shun, ¿qué estás haciendo?
— H-Hyoga, me asustaste — dijo el joven y bajó la cara rápidamente, Hyoga lo notó y lo tomó por los hombros.
— ¿Qué te sucede? ¿Te encuentras bien? — El rubio vio el rastro de lágrimas en las mejillas de Shun. — Estuviste llorando — el tono de Hyoga fue triste, con delicadeza limpio las mejillas del menor provocando que sus blancas mejillas se tiñeran levemente de carmín. —¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?
— No, me siento bien, gracias por preguntar — el ruso se paró detrás de la silla de ruedas y tomó el manubrio, giró a Shun y se lo llevó al interior del cuarto.
Lo cargó delicadamente y lo sentó en la cama apoyando su espalda en la cabecera, luego se sentó a un lado de él.
— ¿Ya te tomaste tus medicinas? — Shun asintió. —Bien, quiero comprobar algo, ¿me permites? — el joven asintió algo desganado.
El rubio llevó sus manos a las piernas de su amigo y comenzó a acariciarlas con delicadeza.
— ¿Sientes algo? — Shun negó decaído y algo sonrojado por ver como Hyoga lo acariciaba.
Subió sus manos en una delicada caricia hasta los muslos del peliverde provocando un sonrojo más intenso.
— ¿Aquí sientes algo? — volvió a preguntar, su amigo negó algo nervioso pero triste, Hyoga masajeó un poco más esa zona, por dentro deseaba tocar esa parte de la anatomía de su amigo sin nada encima pero no podía hacerle eso, se obligó a subir sus manos en una suave caricia hasta la cadera de Shun, masajeó un poco y el peliverde abrió sus labios mientras cerraba los ojos con un profundo sonrojo. — ¿Y aquí? — preguntó Hyoga encantado por el gesto de menor mientras seguía acariciando sus caderas, Shun abrió los ojos.
— Si, ahí puedo sentir — el peliverde llevó sus manos a las de Hyoga deteniendo la acción del ruso. —Tus manos están frías — dijo con una sonrisa, Hyoga estaba muy contento, el menor le había sonreído, esa sonrisa era muy parecida a la que él quería ver pero le faltaba alegría.
— Me alegra verte sonreír — Shun se sonrojó de nuevo pero su sonrisa se borró de su rostro, sujetó las manos del rubio y las llevó a sus muslos mientras los miraba con tristeza, Hyoga lo vio con un semblante triste.
— Hyoga.
— ¿Si?
— ¿Tú crees que yo pueda volver a caminar? — Shun lo miró con los ojos cristalizados sin soltar las manos del ruso.
— Claro que si — le respondió con una sonrisa comprensiva, Shun soltó las manos del rubio y llevó las suyas a su pecho.
— Yo creo que me quedaré así… para siempre — las lágrimas se desbordaron de sus ojos, Hyoga se preocupó y le dio un fuerte abrazo.
— No Shun, no digas eso, tú vas a volver a caminar… te lo prometo — le dijo decidido, el joven le correspondió el abrazo mientras escondía su rostro en el fuerte pecho del cisne sintiéndose un poco más reconfortado.
Hyoga siempre le había traído una sensación de paz y tranquilidad, a su lado se sentía protegido y… querido.
— ¿Qué dices si salimos a dar un paseo? — preguntó el ruso con una sonrisa aun unidos por el abrazo.
— No creo que pueda dar un paseo en silla de ruedas — Shun se separó del abrazo y encaró al rubio quien seguía sonriéndole.
— Claro que sí, yo te llevo, vamos — animó, Shun lo pensó un poco y luego asintió.
— Esta bien — el rubio se separó de él y entró en el armario, sacó un suéter blanco y ayudó a Shun a ponérselo, lo colocó en la silla de ruedas y lo llevó a la sala.
Allí lo dejó solo y buscó comida, buscó los emparedados que ya tenía preparados y guardó algunas arepitas dulces que había allí en una canasta. Tomó el manubrio de la silla de ruedas y salió son él de la mansión. Por suerte Shun se llevó su celular en un bolsito.
Hyoga lo llevaba por la ciudad hasta que ambos entraron a un parque, era muy pacifico y tenia algunos animales en cautiverio, entre ellos vieron un águila arpía enorme, un tigre, un jaguar, unos cocodrilos y una nutria. Shun les tomó fotos a todos con su celular.
Luego fueron a un terrario dentro del parque y allí encontraron numerosos animales (encerrados claro), entre ellos había una tarántula azul, serpientes y un escorpión, Shun les tomó muchas fotos.
— No sabía que Milo trabajaba en este parque — miró a Shun con picardía, el peliverde le sonrió un poco risueño.
— Hyoga no seas tan malo con Milo — dijo aguantando la risa mientras le daba un empujoncito.
— No soy malo con él, te lo voy a demostrar, lo voy a saludar — se acercó al vidrio — Hola Milo, ¿Cómo has estado?
— Ya basta — Shun comenzó a reírse.
— Esta bien, ¿Qué tal si le tomas una foto?
— De acuerdo — el peliverde le tomó una foto con su celular, el arácnido parecía posar para la cámara lo que provocó que Shun apretara los labios para no reírse.
— ¿Ves? Hasta posó, sin duda es Milo, lo malo es que no me quiso saludar a mí. — Hyoga volvió a acercarse al vidrio, el escorpión movió las tenazas de manera amenazante — No me quiere — el rubio habló en un tono agudo y algo infantil.
Shun no pudo soportar más y soltó una carcajada, el rubio sonrió, ese era su plan, quería que su amigo se divirtiera y se olvidara de todos los problemas por un momento.
Siguieron con su paseo por el terrario, vieron a una cascabel y una cobra, también una boa y una anaconda. Había muchas serpientes interesantes, Shun tomó todos los folletos que pudo para leerlos en casa.
Llegaron a una parte donde habían mariposas enjauladas, pero las personas podían entrar e interactuar con ellas, Shun vio una mariposa morfo azul muy bella, esta le recordó a los ojos de Hyoga, tan azules como el cielo.
—¡Sonríe! — Shun sonrió a la cámara y el rubio le tomó una foto con la mariposa, luego una mariposa monarca se posó en el cabello de rubio.
— ¡No te muevas Hyoga! — le pidió el peliverde mientras le sacaba una foto rápida al rubio, fue tan rápido que a Hyoga no le dio tiempo de cambiar su cara de susto al ver la mariposa en su cabello, Shun volvió a reír. Salieron del lugar y continuaron con su paseo. Se detuvieron en la orilla de un lago, en este nadaban dos hermosos cisnes blancos, Shun les tomó una fotografía.
— Son hermosos — alagó el peliverde a las aves blancas, de repente vio a Hyoga muy cerca de él —Hyoga ¿Qué haces? — el rubio cargó a Shun y lo colocó suavemente sobre una manta que había colocado en el pasto unos segundos antes, el peliverde estaba tan distraído que no había notado cuando el ruso colocó la manta.
Le colocó la espalda recostada en un árbol frente al lago y luego se sentó a su lado. Los dos jóvenes comenzaron a comer los emparedados y las arepitas dulces con jugo de naranja.
Luego de comer, Hyoga se acercó a Shun y con una sonrisa le abrió las piernas al menor, luego colocó un cojín en la pelvis del peliverde para no lastimarlo y posó su cabeza sobre el pequeño cojín mientras se acostaba bocarriba al frente del menor entre sus piernas.
Shun un poco sonrojado llevó sus manos a la cabellera rubia y comenzó a acariciarla con suavidad, era muy sedosa. Contempló el precioso anochecer de ese grandioso día.
Hyoga dejó de sentir las suaves manos de Shun en su cabello, abrió los ojos y vio al peliverde profundamente dormido, el rubio se levantó, recogió el cojín y cargó al joven Andrómeda para colocarlo suavemente sobre la silla de ruedas, recogió la manta y partió rumbo a la misión.
Al entrar se encontró con Ikki.
— Hyoga, dime ¿Cómo te fue? ¿Lograste animarlo? — preguntó el peliazul que había estado esperando la llegada de ambos jóvenes. Hyoga sonrió.
— Míralo por ti mismo — Ikki vio a Shun detenidamente, estaba completamente dormido con una sonrisa en sus labios, el Fénix sonrió al verlo así. —Será mejor que lo lleve a su cuarto, debe estar cansado — dijo y cargó al peliverde, Ikki cargó la silla de ruedas y siguió al rubio a la habitación del menor. Hyoga acostó a Shun delicadamente en la cama, Ikki colocó la silla a un lado y salió de la habitación. El rubio le quitó el suéter y lo cambio de ropa mientras sus mejillas se teñían de un ligero carmín, al final le colocó una pijama abrigada y lo arropó con dulzura.
Cuando se disponía a salir de la habitación del peliverde se encontró de frente con el Fénix.
— ¿Sucede algo malo Ikki?
— No, es solo que… deberías dormir con él, para que cuides que no le pase nada, tengo un extraño presentimiento, así que por favor cuida bien a mi hermano.
— De acuerdo, cuenta conmigo — el Fénix asintió y salió del cuarto, Hyoga corrió al suyo y se colocó una pijama en sesenta segundos, corrió de nuevo al cuarto del peliverde y cerró la puerta tras de sí.
Apagó la luz y se acercó al joven dormido, se acostó en la cama lo más suave que pudo para no despertar a su amigo y se arropó con las cobijas, con cuidado besó su frente y luego su mejilla, abrazó al joven por la cintura y lo apegó a él. Shun dio un gran bostezo y se acurrucó un poco en Hyoga, el mayor sonrió con ternura y acarició su cabello.
—No te preocupes, yo te voy a proteger — miró a Shun con dulzura reflejada en sus azules ojos y acarició su mejilla con suavidad — Buenas noches Shun.
— Gracias por el paseo — susurró dormido el peliverde mientras sonreía, Hyoga volvió a sonreír, se acostó mejor y se quedó dormido junto a la persona que amaba
Continuará…
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