CAPÍTULO 73

ISABELLA

Cuando Benno reveló que mi madre fue quien les permitió hacerme daño no le quise creer, pero algo dentro de mí me decía que ella era capaz de eso y más. Todas esas palabras me han traído recuerdos de mi infancia y palabras de mi madre que quise olvidar.

—Quítate de mi vista.

Los desplantes que me hacía mi madre, las quejas que le daba a mi padre por mi comportamiento.

—Por tu culpa tu hermano, mi hijo está muerto.

—Me estás molestando Isabella, desaparece de mi vista.

—¿Quién te dijo que quería flores? Enciérrate en tu habitación y no salgas hasta que te lo permita.

¿Cómo es posible que pueda recordar todo eso? Se supone que olvidamos parte de lo que vivimos cuando éramos niños.

—Fue ella quien, hecho a perder el proyecto, no sé cómo una maldita niña de ocho años podría hacer eso.

—Maldita sea, la enviaré a Inglaterra, estoy harta de verla.

Eso se lo escuché decir a mi madre, pero lo ignoré cuando llego a mi habitación y me habló de la manera más dulce que existe prometiendo que volvería en menos de dos años y esos jodidos dos años se convirtieron en doce, donde gane un trauma de por vida.

El día de mi cumpleaños llamé a Violeta y le conté lo que dijo Benno y le pregunté si era adecuado reunirme con mi madre y enfrentarla sobre esto. No dudo en decirme que sería difícil, pero sería un gran paso para llegar a eso que buscamos desde la primera sesión.

Decidí no comunicarme con mi madre ese día, no quería arruinar lo que Ronald tuviera para mí, así que lo deje para el siguiente día, pero el siguiente se convirtió en el siguiente y así hasta que llevo diez días retrasando la llamada, pero hoy le daré fin a eso.

—Tengo una reunión esta tarde —dice Ronald mientras acomoda su corbata —¿quieres venir conmigo?

—No, voy a llamar a mi madre y luego llevaré a los cachorros al veterinario.

El último día de nuestra luna de miel me enamoré de un cachorro que resultó ser una cachorra la cual apenas llegó a la mansión, se enamoró de mi ron y me hicieron abuela de tres hermosos peludos.

—¿Ya sabes qué harás con ellos?

—Criarlos —admito, él quiere que los regale, pero no soy capaz de dejarlos ir, me he encariñado de todos.

—Dulzura.

—Mi amor —camino hacia él y le doy un casto beso antes de hacerle un puchero.

—Son demasiados —insiste.

—Solo son seis contando a Eike y la mansión es lo suficientemente grande para que todos se queden.

—Dulzura, acepte al pulgoso que recogiste en esa pelea —claramente está hablando de mi pequeño ron —acepte traer al pulgoso que resultó siendo una pulgosa.

—Y nos hizo abuelos, entonces no debemos renunciar a ninguno —la resignación nada en sus ojos y oculto mi sonrisa.

—No quiero uno más, si maya tiene un perro más, sé irá junto a sus cachorros —asegura.

—Como digas.

Se aleja de mí tambaleándose un poco.

—¿Aún estás mareado? —Esta mañana despertó indispuesto, igual que la mañana anterior y la anterior a la anterior.

—Ya es común, creo que estoy envejeciendo.

—No lo creo, deberías ir con el doctor, tal vez sean secuelas del secuestro.

—Ha pasado casi un año, así que no debe ser eso —asegura —posible estrés, ya sabes, ser mafioso no es fácil.

—Tan chistoso.

Antes de salir de la habitación se devuelve y me da un beso más.

—Tráeme pasteles, fresa y chocolate esta vez.

—Ya no lo pensaré más, traeré al repostero para que te haga los pasteles aquí.

—Como digas, no olvides mis pasteles.

—Cuando hables con tu madre me avisas, quiero saber qué respuesta te dará sobre...

No termina la frase, decidimos no hablar más de aquellos hombres y no porque quisiéramos hacer como si nada hubiera pasado. Solo queríamos dejar mi pasado tormentoso en eso, pasado.

Me cambio de ropa por algo más presentable —es cierto que llevaré a mis cachorros al veterinario—, agarro mi abrigo y bajó a la sala y me pongo cómoda mientras marco el número de mi madre.

El teléfono suena cuatro veces antes de irse a correo de voz, pero lo intento dos veces más hasta que ella responde.

—Hola... —joder. Me siento algo nerviosa y no debería tener ese sentimiento.

—¿Isabella? —su tono de voz tiene algo de sorpresa, pero la oculta en sus siguientes palabras —¿ya se arruinó tu fantástico matrimonio?

—Mamá —me quejo.

—No me llamas así —pide —recuerda que en tu boda dijiste que nos olvidáramos de ti. ¿Para qué llamas?

Sí, dije que se olvidaran de mí, pero se supone que son mis padres.

—Necesito hablar contigo de algo importante, pero no quiero hacerlo por llamada.

—No creo que tengas nada importante para decirme —es tan dura conmigo, siempre lo ha sido y aún así lo ignore —si hubieras aceptado mi oferta en tu boda, estaríamos tan felices y juntas en este momento.

Yo debía sacrificar mi felicidad por la de Ida, según las palabras de mi madre.

—¿Puedes viajar a Berlín? —Estoy ignorando lo que dice y me atrevo a hacerle una petición que seguramente rechace, pero no quiero tener esta conversación por teléfono.

—No, no puedo. Es más, no quiero verte —mi pecho se estruja al escucharla.

Dios, ¿de verdad es mi madre?

—¿Por qué me odias tanto?

Su silencio se hace eterno y antes de poder continuar hablando escucho una risa del otro lado.

¿Esa es Ida?

—¿Volviste a hablar con Eric? —mi madre ignora mi pregunta haciéndome otra.

No sé cómo mis padres se enteraron de Eric, bueno, si sé, al parecer me tenían vigilada. No he vuelto a saber nada de él desde que Ronald le dejó una nueva advertencia, al parecer se resignó y me dejó en paz.

—Hace mucho que no sé nada de él —respondo.

—Escuche que él viajara.

—No me importa —digo —¿Tienes interés en reunirte conmigo? —pregunto nuevamente —debo hablarte de algo importante.

—Interés, no. Ganas, menos. Pero te daré un chance para remediar lo que hiciste en la boda.

—¿Vendrá a Berlín?

—Estoy en Berlín, hay cosas que estoy solucionando, veámonos en tu casa el sábado —dice.

—No —no quiero que venga en la mansión, seguramente esté con Ida y lo menos que quiero es la energía de esa mujer en mi casa —te enviaré la dirección de un lugar.

—Como quieras.

Sin esperar mi respuesta, mi madre finaliza la llamada. Se comportó como una total idiota. Creo que la única vez que se comportó bien conmigo fue cuando regresé de Inglaterra, estaba feliz porque se volvería a deshacer de mí.

Doy un largo suspiro antes de levantarme y dirigirme a la pequeña caseta donde están mis bebés.

Las siguientes horas la pasé en la veterinaria con mis perros —trasladar a Eike es un verdadero reto— los más pequeños recibieron más vacunas que los grandes, así que deje a uno de los hombres de Ronald para que se encargará de cuidarlos.

¿Ridículo? Sí, ver a un hombre de ese tamaño encargarse de tres peludos.

—¿Desea algo en específico para la cena? —pregunta Blanca cuando entro a la cocina.

—Todo lo que haces es delicioso, así que dejo eso en tus manos —me sirvió un vaso de zumo de manzana y salgo del lugar.

Cuando Ronald llego no dude en acercarme a él y pedirle los pasteles que le encargue y como todos los días, no se olvidó de ellos.

☙❧

—¿Entonces te verás con tu madre después de casi un año sin verla? —pregunta nuevamente Marga mientras escoge algunos vestidos.

Insistió en que debía acompañarla a escoger unos vestidos para el siguiente viaje que hará con José —Dios, mi amiga es la persona que más viaja— y lleva escogiendo los mismos vestidos desde hace media hora.

—Sí, y ese vestido ya lo tienes —trata de hablar, pero la interrumpo —en todos los colores, estoy segura.

—¿Entonces te verás con ella el sábado? —parece que no ha escuchado lo que le he dicho desde que llegamos a la tienda —¿quieres que te acompañe?

—No, creo que voy a ir con Ronald, aunque hablaré sola con mi madre —le pregunté a Ronald si quería acompañarme y no dudo en decirme que sí.

—Pero ya sabes, soy tu amiga —insiste.

—Lo eres, pero quiero enfrentarme a esto sola —bueno, no tan sola, ya que quiero que Ronald me acompañe— lo que dijo el hombre me tiene muy pensativa.

Al siguiente día de mi cumpleaños le conté a Marga todo y no omití ninguna parte de lo que había pasado, bueno, lo más trágico como los asesinatos, eso si lo omití. La puse en contexto desde lo que pasó con Fred y Kurt hasta lo que le hice a Benno y para mi sorpresa hubo comprensión en sus ojos. Ella sabe cuánto he sufrido a causa de lo que me hicieron esos hombres.

—¿Entonces me llamarás cuando termines de hablar con ella?

—Sí. —no sé si lo haga de inmediato, pero la llamaré.

—Bueno, suena como si no fueses a contarme de inmediato, pero agradezco que me incluyas —dice —siempre hemos estado la una para la otra y quiero que siga siendo así.

—Te lo prometo, pero no sé si te llame de enseguida, no sé a qué horas termine con mi madre.

Seguimos escogiendo vestidos para su viaje.

Antes de regresar a la mansión la acompañé a una farmacia a comprar algunas cosas personales que necesitaba, lo que me hizo querer comprar algunas cosas para mí.

—¿Ya Ronald está en casa? —le pregunto a Oliver cuando llegamos.

El auto en el que salió esta mañana se encuentra estacionado afuera.

—No he hablado mucho con él, pero imagino que sí.

Se me hace extraño que ya esté en casa. Últimamente ha trabajado hasta tarde. Con eso de que están uniendo fuerzas con los líderes de la mafia de otros países.

Al entrar subo a la habitación y lo encuentro acostado.

—Mi amor —lo muevo un poco, pero lo único que hace es darme la espalda —¿no crees que es muy temprano para dormir? —pregunto.

Levanta un brazo y me rodea la cintura haciéndome caer a la cama.

—Estoy jodidamente cansado —susurra con su rostro enterrado en mi cuello —hoy no me sentí bien, te lo juro que nunca había sentido esto en mi cuerpo.

—Vamos al hospital, el doctor nos dijo que tus golpes podrían traer consecuencias a futuro —acaricio su cabello mientras hablo.

—Solo quedémonos así por un momento.

Con la respiración de Ronald sobre mi cuello me quedo dormida. No sé cuánto tiempo dormí, pero cuando despierto, la oscuridad ha invadido la habitación, el cuerpo de Ronald no está a mi lado y en el baño hay sonidos raros.

—¿Qué haces? —digo entrando al baño, Ronald tiene su cuerpo inclinado hacia el lavado.

—Creo que me dio gripa, pero te lo juro que nunca me había dado tan fuerte —su rostro está realmente pálido y me preocupo.

—Insisto en que debemos ir al hospital —expongo —llevas más de una semana así y no creo que sea una gripe.

—Estaré bien, Blanca me dio medicamento.

No me quedo tranquila con eso. Así que bajo a la cocina para poder hacerle algo ligero. Recuerdo que en Inglaterra cuando estaba un poco indispuesta me daban un caldo horrible, pero que me ayudaba a recuperarme.

Mezclo la cebolla en el agua y dejo que hierva un poco, luego agrego un poquito de crema y por último le agrego un huevo.

Cuando termino el caldo, subo de nuevo a la habitación y hago que se tome todo sin dejar ni un poco.

—Eso sabe realmente horrible —protesta al terminarse todo el caldo.

—Pero te ayudará a reponerte —aseguro.

Mientras observo a mi esposo, mi mente empieza a divagar en lo que pasará el sábado. Descubriré el secreto de mi familia, le exigiré una respuesta a mi madre sobre el odio que tiene hacia mí y a través de eso podré cerrar definitivamente mi pasado.

Sé que lo he repetido muchas veces, supuestamente en mi boda los dejé quise dejar atrás, pero realmente no es fácil dejar del todo a tu familia por la que hiciste hasta lo imposible por llamar su atención.

—¿Qué tanto piensas?

—No lo sé —miento —bueno, tengo un sentimiento raro sobre lo que vaya a decirme mi madre el sábado.

—No debes sentir nada por ella —me atrae mucho más a su cuerpo envolviendo su brazo alrededor de mi cintura —tu madre es una maldita y te juro que deseo tanto acabar con ella.

—Ella...

—Es una hija de puta. ¿Quién le hace eso a un hijo? Dios, mi amor, eras solo una niña cuando te puso a merced de esos idiotas.

—Lo mismo me he preguntado, siempre dijo que no era para tanto y sabes —desvió mi mirada porque siento vergüenza por haber pensado como mi madre quería— llegué a pensar que todo fue culpa mía.

—Nunca. Jamás es culpa de una víctima, ellos eran los adultos, tú una niña que confió en esos jodidos pervertidos y en tu madre.

—Lo sé, ahora lo entiendo, Violeta me ha ayudado en eso.

Mi antigua psicóloga en Inglaterra la contrataron mis padres y siempre en sus terapias me hacía ver como culpable o que lo ocurrido jamás ocurrió.

Después de hablar por mucho rato con Ronald, decidimos bajar a cenar lo que ya Blanca tenía sobre la mesa. No demoramos tanto y en cuanto terminamos regresamos a la habitación.

—¿Crees que podamos tener una noche muy intensa y caliente? —propone Ronald llevando su mano a mi coño.

—Dios... —un gemido se me escapa cuando sus dedos acarician mi coño —no podemos.

—Claro que sí —¿Cómo pasó de estar enfermo a querer follar?

—Estás enfermo —le recuerdo.

—Esa cosa extrañamente horrible que me diste me alivio repentinamente y me puso caliente, mucho —joder, lo puedo sentir.

Su entrepierna está pegada a mi trasero y pareciera que va a romperme el pantalón del pijama.

Uno de sus dedos se introduce en mi entrada y no puedo evitar gemir. Cada vez que estoy con Ronald se siente mucho mejor, es como si mi deseo se incrementara tres veces cien.

—¿Entonces dulzura? —no puedo darle respuesta, ha comenzado a estimular mi clítoris y mi coño como se le antoja —podemos hacerlo salvaje y dormir hasta tarde y luego hacer el amor y levantarnos a hacer nuestros deberes.

La mejor propuesta que he recibido hoy.

—Bueno... —trata de retirar su mano, pero la sostengo de inmediato, por ningún motivo esa mano saldrá de ahí hasta que me dé un orgasmo.

—Hazlo, pero debes asegurarte que mínimo tenga tres orgasmos esta noche.

—Mi amor, eso es poco.

Veo como se levanta de la cama y se retira cada prenda que tenía sobre su cuerpo. Yo trato de hacer lo mismo, pero él me detiene.

—Quiero ser yo.

Me quita la camisa de una manera no tan delicada, pero de modo en que no me lastima.

—Dulzura, amo tus tetas, ¿lo sabías? —pongo los ojos en blanco, he escuchado esa frase siempre que estamos juntos.

Se arrodilla de tal manera que su rostro queda inclinado hacia mi coño y juro que aun teniendo el pantalón del pijama puedo sentir su aliento.

—También amo comerte el coño.

—Qué boca sucia —digo ahogando un gemido en el momento en el que quita mi pantalón y su rostro se pierde entre mis piernas.

—Eso es... —no puedo y tampoco quiero retener mis gemidos, tener la boca de mi hombre en mi coño es lo más obsceno y excitante que puede existir.

Su lengua es mágica y quiero sentirla en mi coño hasta perder el aliento, no, hasta morir. Sería dichosa muriendo mientras tengo un orgasmo provocado por la boca de Ronald.

Mis piernas empiezan a temblar de manera desenfrenada y es lo que avisa que estoy a punto de tener un orgasmo mágico, pero Ronald lo interrumpe cuando aparta su boca de mí.

—No —digo de inmediato, pero me ignora mientras lame mi humedad en sus labios.

—Quiero sentir tu orgasmo cuando me hunda en ti, cuando mi polla te haya llenado completamente.

—Qué boca sucia.

—Y mágica, también te da orgasmos y los evita —su risa me hace vibrar al mismo tiempo.

Alinea su polla en mi entrada y no demora en hundirse completamente.

—Mierda. Esto es bueno —sus movimientos son pausados, pero duros.

Con cada embestida me siento como si estuviera en el cielo. Mi coño se contrae alrededor de su longitud y no demoro en tener mi tan anhelante orgasmo.

—Sí... —los gruñidos de Ronald hacen todo aún más excitante.

Unas embestidas más y siento su espesa y caliente esencia dentro de mí.

—Amo esto realmente —digo con la voz entrecortada.

—y faltan dos más, aunque te dije que los triplicaré —menciona.

—No dijiste eso, pero realmente lo acepto.

Al reponernos volvemos a lo nuestro y Ronald no miento cuando dijo que me daría el triple de los orgasmos que le pedí.



NOTA DEL AUTOR 

Leí que algunas se ofendieron con la nota anterior y las del grupo saben por qué la puse y todo eso, pero pido disculpas a quienes se sintieron ofendidas. 

Ya vi que lo tomaron a mal y yo solo quería ser graciosa, ya sé que no soy graciosa. 

Los capítulos los dividí porque me salieron muy largos, así que en el transcurso del día les estará llegando notificaciones.

Recuerda que con tu voto y comentario estas apoyando el libro. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top