CAPÍTULO 7

ISABELLA

Era obvio que supieran donde estaba, mis únicos amigos viven aquí en Berlín, mis padres tienen contactos y la familia de José es muy influyente.

Qué tonta fui al creer que podría librarme de este absurdo compromiso; mis padres me comprometieron sin saber si era lo que yo quería y puedo jurar que lo han hecho sin investigar al hombre. ¿Cómo pueden casarme con un bastardo como este?

—¿Futuro esposo? —giró y preguntó con ironía, —llegas tarde.

—Nunca llego tarde.

Recorre todo mi cuerpo con esa mirada profunda y una jodida sonrisa, qué deseo acabar, «no es que sea un jodido animal» lo detesto. Me niego a pensar que este es el hombre que eligió mi padre.

—Buena suerte para la próxima. —Me suelto de su agarre y corro lo más que puedo.

Mis piernas tiemblan, pero eso no me impide seguir corriendo. Llegó hasta un callejón y me escondo, posiblemente aquí no me encuentre.

—Loco de mierda, —susurro cuando estoy en el callejón.

Siento que llevo mucho rato en este callejón y el hombre no se apareció, eso me hace suponer que posiblemente lo perdí o simplemente desistió de perseguirme.

Miro la calle antes de salir y efectivamente está sola —no se la dejaré fácil, ni a él y mucho menos a mis padres— todos en este país están locos a excepción de mis amigos y mi hermano.

Tomo un respiro profundo y salgo del callejón como si no estuviera cagada del miedo. Camino aproximadamente una cuadra de regreso, no puedo y quiero dejar a mi bebe abandonada.

—Te gusta correr y a mí me gusta perseguir.

Mi corazón se acelera de una manera desenfrenada, era obvio que me estaría buscando, es un jodido loco.

—Estás loco, —digo cuando me agarra de la cintura y empieza a llevarme con él —¡suéltame maldito, loco! —empiezo a gritar, pero lo único que hace es reírse de mí.

—Me divertiré mucho contigo.

—¡Suéltame maldito loco!

Me lleva hasta donde tiene su auto y no logró ver mi moto por ningún lado; me sube con más fuerza de la necesaria al auto y luego sube él. Intento bajarme, pero le ha puesto el seguro a las puertas, cosa que me impide la acción.

—¿Qué le hiciste a mi bebe? — pregunto.

—La han llevado a un lugar lejos, no la volverás a ver en tu vida. —responde y deja sus ojos fijos en el camino —Ahora solo debes preocuparte por ser una buena esposa.

Pone su mano en mi pierna y la retiró de inmediato, su toque me produce asco. Si estuviéramos en otra circunstancia hasta aceptaría algo con él, pero no, no puedo dejar que mis padres ganen y mucho menos casarme con un mujeriego.

—Ahora iremos a mi casa. Mañana iremos a casa de mis padres, —habla nuevamente —tus padres llegan el viernes para el anuncio del compromiso que será el sábado, hemos retrasado mucho esto.

—¿Crees que me casaré contigo? Haré hasta lo imposible por alejarme de todos ustedes.

—Atrévete, pero te aseguro que de mi jardín no pasarás.

—No me conoces.

—Te conozco más de lo que puedes creer.

—Que porque mis padres te hablaran de mí no significa que me conozcas. —Mis padres pudieron haberle contado algo de mí, pero ellos no me conocen en lo más mínimo.

—Rubia, yo conozco todo sobre ti. Para que tengas idea, se sobre tus trabajos, oscuros secretos y hasta tus miedos.

Eso me sorprende, porque, aunque estuviera en un internado que pagaran mis padres, nunca les dijeron lo que yo hacía o en que ocupaba mi tiempo libre, ¿mis oscuros secretos? ¿Mis miedos?

—Dos cosas. —hablo claro y fuerte para que entienda —rubio mi culo —se ríe por lo que digo.

¿No le duele la boca de tanto reírse?

Nunca nadie me había llamado así. Sí, soy rubia y lo detesto, detesto este color de cabello y lo que más detesto ahora mismo es a este hombre y el terrible sobrenombre que me ha puesto.

—Lo que te dijeron mis padres es todo lo contrario a lo que soy, ellos conocen a una Isabella de ocho años, —digo por qué es la verdad —ahora tengo veinte años y ninguno sabe nada sobre mí.

Aunque me duela decir aquello, es la pura verdad, nadie de mi familia me conoce realmente, nadie sabe mis gustos, los problemas que tuve, mis miedos y sobre todo lo que quiero. Si lo supieran nunca me hubieran comprometido con este hombre.

—Que tus padres no te conozcan no es mi problema, yo sé todo de ti. —esta vez está completamente serie, en su rostro no se ve ni una pizca de mentira —Cada cosa que has hecho en los últimos años.

¡Mierda! Si él dice que me conoce, eso quiere decir...

—¿Me investigaste? —preguntó horrorizada —Esto comprueba que eres un jodido loco.

—Para casarme contigo debía conocerte así, que sí, te investigue, —habla y me mira —esto es un compromiso de años, no es de ayer o hace un mes cuando regresaste a Alemania.

Como lo dijo mi padre, él ya tenía toda mi vida planeada: enviarme a un internado, luego casarme con un empresario y por fin deshacerse de mí. Qué tan insignificante soy en mi familia, solo me tuvieron y criaron para venderme por unos cuentos pesos.

—Podemos llegar a un acuerdo, —digo casi que en un susurro— pídeme lo que quieras, pero cancela este compromiso.

—Rubia...

—¡Joder, mi nombre es Isabella! —me exalto, odio ese sobrenombre.

—Para mí eres mi rubia y así te quedarás —¿suya? —Esto no se cancela.

No quería mostrarme débil frente a él, pero de verdad que todo esto me asfixia, siempre creí que era dueña de mi vida, que tenía el derecho de hacer y pensar lo que quisiera, pero no vi lo equivocada que fui. Siempre he sido un títere en la familia Benz. No sé qué tan absurdos sean mis pensamientos en este momento. ¿Soy hija legítima de esta familia? A un hijo no se le hace lo que ellos están haciendo conmigo.

Estaba tan concentrada en mí, lástima que no me di cuenta cuando el tipo se detuvo frente a una casa, «si fuera una mujer interesada estaría emocionada por todo lo que veo». El hombre abre la puerta y me invita a bajar, no pongo peros, en estos momentos voy a hacer lo que dice, pero buscaré la oportunidad de huir.

La casa está rodeada por un jardín precioso y su diseño nórdico me sorprende, se ve hogareña, antigua, pero a la vez moderna. Esta casa es diferente a la de mis padres e incluso a muchas que he visto.

Hay varios hombres que supongo son sus guardas, pero ¿por qué tiene tantos? En casa de mis padres solo hay tres personas que ayudan con la seguridad, pero aquí es exagerado, a simple vista observó a más de seis hombres y solo es la entrada de la casa.

Abre la puerta y empuja mi cuerpo para que entre.

—Bienvenida a tu nuevo hogar, rubia —remarca él, rubia, y empiezo a pensar que lo hace con intención de molestarme.

—Jamás veré esto como un hogar —lo miro a los ojos.

Creo que nunca lo había mirado directo a esos ojos tan penetrantes, podría jurar que su azul es más oscuro que la profundidad del mar, pero tiene un brillo como la luz del sol. Nunca había visto unos ojos y mirada como la de él.

—Eso lo veremos, —caminamos hasta llegar a una pequeña sala —desde que entraste a esta casa ya no tendrás manera de salir de aquí.

Joder, si sigue sonriendo así me hará cambiar de opinión, me hará querer conocerlo y saber más de él, me hará complacer a mi padre y es lo que menos quiero.

—Sígueme— dice.

No objeto nada de lo que dice y lo sigo como si fuera su perro. ¡Dios! ¿Cómo puedo dirigir mis pensamientos de esta manera? Algo está jodido en mí «bueno, eso lo sé desde aquella vez», mis ojos se posicionan en su trasero y qué trasero; este hombre debe hacer mucho ejercicio para poder mantener ese físico que tiene.

—Siento tu mirada —dice y me sobresalto.

¿Tiene cámaras? ¿Cómo es que después de estarlo desafiando lo estoy deseando?

—Miro hacia adelante, mi mirada no está fija en ti —digo sin apartar mi mirada de su trasero.

—Como digas.

Se detiene en una puerta café y la abre.

—Tu habitación por las próximas dos semanas, después dormirás conmigo —dice como si fuera lo más normal.

—En tu vida me tendrás en tu cama y mucho menos entre tus piernas —¿eso es lo que pienso? No, pero mi objetivo es no complacer a nadie más que sea yo.

—Rubia, estarás en mi casa y entre mis piernas antes de lo que piensas.

Se acerca más de lo deseado y agarra un mechón de mi cabello y lo pone atrás de mi oreja. Sus labios se acercan a los míos, pero no los junta, no llega ni un roce y siento que esto me molesta.

Abro mis ojos y veo sus ojos mucho mejor que antes, no sé en qué momento cerré los ojos. Se ríe y pasa su pulgar por mi labio inferior y luego se marcha.

—Cabrón —digo desde la habitación.

☙❧

Dormir quedó en un segundo plano, aunque llegamos a esta casa casi que, al amanecer, mis pensamientos y las maldiciones hacia ese hombre y mis padres estuvieron presente. Un hijo debe honrar a sus padres, mis pelotas, «aunque no tengo», pero lo que le tengo a mis padres es todo lo contrario al respeto.

Ahora mismo estoy revisando mis pertenencias ¿Cómo están mis pertenencias? Lo mismo me pregunté esta mañana, cuando pude observar todo de mejor manera, había dos maletas pequeñas las cuales contenían las cosas que tenía en el apartamento que había arrendado.

Después de rebuscar y asegurarme de que estaba todo, me pongo un pantalón de mezclilla, una camiseta blanca y unos tenis blancos. No es que sea mi mejor vestir, pero no voy a complacer a nadie, si quiere llevarme a donde sus padres, tendrá que llevarme así.

—Veo que ya estás lista —no sé en qué momento entró —¿emocionada por conocer a tus suegros? —pregunta con un atisbo de diversión.

—Mis suegros viven en Inglaterra —no voy a dejar que se salga con la suya.

—como digas, te espero en la entrada, tienes cinco minutos para estar allí.

Sale sin decir algo más, me encargo de buscar mi teléfono, pero cuando lo encuentro está totalmente muerto —buena hora para que se quedara sin batería— necesito comunicarme con Marga, deben estar preocupados.

Sin acatar sus indicaciones decido poner a cargar mi teléfono y esperar hasta que este encienda, no sé cuánto tiempo ha pasado, pero no me importa, ahora mismo deseo y necesito contactarme con mis amigos.

—¿Qué tanto haces, rubia? —me sobresaltó al sentirlo.

Le estaba respondiendo un mensaje a Marga y no me di cuenta de que ya había pasado el tiempo.

—Necesitaba hacer esto —le indico antes de ponerme de pie.

—Vamos tarde y mis padres odian esperar.

—Que se jodan tú, tus padres y los míos —digo antes de salir de la habitación.

Nos subimos en un auto diferente a la noche anterior y esta vez el tipo no maneja, ahora maneja uno de los hombres que vi cuando llegamos esta madrugada. Le sonrió a través del espejo y él me devuelve la sonrisa.

—Antón, vamos a casa de mis padres —le indica y el Antón inicia su camino.

Ninguno menciona una palabra y yo me ocupo en terminar de enviarle un mensaje a Marga, debo buscar la manera de reunirme con ella y contarle toda esta locura.

—Te veré el domingo en la estación del tren.

Es lo único que pongo en mi mensaje, me veré con ella después de la dichosa fiesta de compromiso, sé que antes de eso no podré escapar, ya que tengo todos los ojos de su gente y de él encima de mí.

Llegamos a una casa el doble de grande de la del tipo ¿Por qué le digo tipo? Pues no recuerdo su nombre y no quiero preguntárselo. Bajamos del auto y él sujeta mi cintura de una manera que nunca nadie lo había hecho.

—Me lastimas —susurro para que afloje su agarre, cosa que hace de inmediato.

—No quiero malas palabras frente a mi familia, algo mal dicho y te lo haré pagar.

Nunca me había amenazado «para lo mucho que hemos estado juntos», no le voy a demostrar sumisión y mucho menos miedo, no soy sumisa.

Caminamos hasta la puerta de la casa donde nos abre una señora, la cual tiene el cabello lleno de canas, pero mantiene una amplia sonrisa en su rostro, me recuerda a mi nana.

—Bienvenido joven. —le da un beso en la mejilla y luego lo abraza.

—Ronald —salta una chiquilla de unos quince o dieciséis años. —no pude verte el día que viniste.

Así que Ronald es su nombre, él me lo dijo, pero en el momento de sorpresa no lo pude retener, lo único que quería era huir.

—Anja, ya estás lo suficientemente grande para que te trepes de esa manera —le dice Ronald, pero le habla con dulzura, cosa que me hace desear que mis hermanos fueran así conmigo.

—¿Mi cuñada? —pregunta ella mientras me señala.

—La futura señora Richter —menciona él con orgullo y reprimo mi respuesta.

—Eres muy rubia. —menciona ella.

¿Qué tiene esta familia con esa palabra? Ronald sonríe al ver mi gesto.

—Odia que la llamen rubia, puedes decirle Isa —menciona la abreviación de mi nombre.

—Mucho gusto Isa, soy Anja —me estira su mano y la sostengo de inmediato.

Terminamos de entrar a la casa y nos dirigimos hasta la sala donde hay una pareja que supongo son los padres —mis futuros suegros, ja— nos acercamos hasta ellos y la mujer se levanta y me da un abrazo que me asfixia al instante, su perfume a rosas no me gusta para nada.

—Por fin te conocemos —habla esta vez el señor.

—Buenas tardes. —hago un intento de sonrisa.

—Eres muy...

—Rubia —termino por ella —ya me lo han dicho sus hijos.

—Comprenderás, es raro un rubio en nuestra familia —dice la señora sonriendo.

—Espero que mis nietos hereden ese cabello —habla el señor.

¿Nietos? Si no pienso en casarme con Ronald, mucho menos pienso tener hijos, no es que no quiera, pero no los tendré con él.

Se ven normales, pero a la vez parece que ocultan algo, aquí también hay muchos hombres de seguridad, ¿qué tan importante son? Hablamos por un rato o más bien ellos hablan y me invaden con sus preguntas.

¿Ellos están de acuerdo con este compromiso?

Pasamos a un comedor donde hay mucha comida, pero no me sorprende, a esta gente parece gustarle todo en cantidad.

Hablan de cómo será la fiesta del sábado y de que mañana cuando llegue mi familia iremos a comprar vestidos para el compromiso, al parecer ya tenían todo arreglado.

NOTA DEL AUTOR 

 Sé que dije que los martes, pero aquí está el capítulo de la semana. 

 Poco a poco sabemos más de estos dos, el siguiente capítulo está bueno y espero publicarlo antes de la otra semana.Pero sabrán que soy una ciudadana más y me toca trabajar y estudiar, así que mi tiempo se limita. 

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