CAPÍTULO 66

ISABELLA

Cuando Ronald confrontó a Anja, ella le aseguro a él que ella no había enviado los bowls de comida, que nunca pasó por su mente, enviarnos comida porque estaba ocupada con Evans y este confirmó que se reunió con ella al salir del depósito y ella no hizo ningún pedido.

Eso nos dejó con las manos atadas y a mí pidiéndole una disculpa a Ronald y Anja, ya que la había acusado de querer matarme, pero qué más iba a hacer, Ronald había dicho que ella nos envió la comida.

En Inglaterra todos sabían que era alérgica al ajo y los mariscos, esa información pudo regarse aquí en Alemania —aunque no sé cómo— ahora nos toca descubrir quién está detrás de las ensaladas con el puto ajo que se logró ocultar muy bien con todos los otros alimentos.

—Tu familia no ha salido de Hamburgo en el último mes —comenta Ronald después de recibir el reporte.

Como sabemos que Anja no tiene nada que ver con esto, estamos siguiendo los pasos de mi familia, los cuales no veo desde que salieron furiosos de la boda.

—Pudieron hacer el pedido por teléfono, no es nada difícil —mi pierna se balancea más de lo normal mientras hablo.

En el restaurante no pudieron decirnos quién hizo el pedido y el rastreo del pago se pierde porque la cuenta dejó de existir el mismo día.

—No estoy en buenos términos con Greta, bueno, con nadie de mi familia —aseguro —pudo ser ella por lo que le hice en la boda.

—Tal vez tus amigos —menciona Ronald con cautela, pero desecho esa suposición.

Ellos no me harían daño, hemos pasado muchas cosas juntos —marga y yo— y no hay nada que revele que ellos quieran hacerme daño.

—Ellos no lo hicieron, la única amenaza que he recibido ha sido por parte de mi familia, bueno, por mi hermana —que recuerde, pero viene una imagen a mi mente al recordar a Greta en el hospital —hay alguien más, pero no sabe mis alegrías.

"Cuida con quién te ves, dónde estás y qué comes".

—Habla, ¿quién es?

—Greta, ella me dijo estas palabras. Cuida con quién te ves, dónde estás y qué comes —repito algo de lo que recuerdo.

—¿Cuándo fue? —pregunta poniéndose de pie.

Su rostro se torna furioso.

—Un día antes de que despertaras —revelo —me moleste cuando la vi en la habitación y la amenace, pero ella me devolvió la amenaza.

No tome sus palabras como una amenaza, fueron más como de una gata en celo que quería demostrar un poder que nunca tuvo o tendrá.

—Mierda, sí Greta está detrás de esto la voy a matar, permití mucha de su mierda porque la apreciaba —menciona con sus dientes apretados, mostrándose cada vez más molesto.

—No estoy segura de que ella esté detrás de todo esto, seguramente sea mi hermana —trato de evitar lo inevitable porque si Greta está detrás de esto no me temblará la mano para hacer mi propia justicia.

No fue algo pequeño. Casi me matan.

Observo a Ronald mientras habla por teléfono y su enojo solo incrementa a medida que interactúa en la llamada.

—Vamos —casi que me arrastra cuando termina su llamada —voy a encontrar a la maldita perra y tendrá que pedirte perdón de rodillas.

Mierda, fue ella.

—Voy a destruir su nariz operada —sujeto la mano que Ronald me ofrece y salgo con él.

—Tú decidirás qué hacer con ella —informa mientras avanzamos a la puerta de la mansión.

—¿Estás seguro de que fue ella?

—Eso es lo que vamos a descubrir ahora mismo.

No hago preguntas hasta que Arno empieza conducir el auto. No sé exactamente a donde vamos, pero con lo que dijo Ronald, seguramente vayamos a la casa de Greta.

Cuando el carro se detiene puedo observar una casa relativamente enorme, más grande que la de mis padres, pero más pequeña que la nuestra mansión. Tiene una estructura perfecta y una iluminación que seguramente sus vecinos envidian.

—Bájate y asegúrate de que Greta no esté con sus padres, si ves algo sospechoso me avisas y entraré con los demás —le informa Ronald a Arno, el cual sigue de inmediato su orden.

Cuando Arno desciende del auto me giro para poder ver a Ronald y preguntar.

—¿Ella vive con sus padres? —Ronald niega antes de decir.

—Hace unos años se mudó a un ático en el centro de la ciudad.

—Pudimos ir hasta allí, tal vez no esté con sus padres.

—Envié a alguien a revisar y no está allí, seguramente esté aquí con sus padres —lo dice tan seguro —si hizo algo mal, se esconderá con su padre que celebra cada mierda que hace.

Jesús, por lo menos ella tiene unos padres que la apoyan en todas sus idioteces.

—Aún no estamos seguros de que ella esté detrás de esto —lo digo más para mí que para Ronald —además ¿Cómo supo de mis alergias?

—Es algo que averiguaremos.

Un rato después veo salir a Arno y subir al auto.

—Los padres alegan no haberla visto en todo el día —revela Arno.

—Eso es imposible, Gregorio siempre está en contacto con su hija.

—Podemos hacer que verifiquen la casa —propone Arno.

—No, si ella está detrás de las ensaladas, no quiero alertar. Regresa a la mansión.

De nuevo Arno conduce a la mansión y seguimos con las manos atadas, a este punto ya estoy cansada porque no hemos descubierto quién es el remitente de la comida y mis nervios están incrementando, aunque los intento disimular.

Aparte de poner ajo pudieron poner veneno y hubiéramos muerto creyendo que Anja era la culpable.

Aún insisto que fue mi hermana, estaba furiosa por lo que le hice en la boda y lanzó sus amenazas antes de abandonar el lugar.

—Vamos a descansar, mañana seguiremos con esto —ofrece Ronald en cuanto ingresamos a la mansión.

—Sería lo mejor, llevamos cuatro días intentando saber quién envió la comida —y en esos cuatro días no es mucho lo que hayamos podido descansar.

—Adelántate, yo estaré arreglando algo en mi oficina.

—Vamos los dos, dijiste vamos —le recuerdo —no ve, así que no subiré a la habitación hasta que tú vayas conmigo —él tampoco ha descansado mucho y aún está en recuperación.

Sin protestar o mencionar algo más, sube conmigo hasta la habitación donde nos damos una ducha rápida y nos metemos a la cama para poder descansar.

—Quiero preguntarte algo —digo intentando mantener mis ojos abiertos, aunque todo está oscuro.

—¿Qué deseas saber? —Su respiración choca con mi cuello haciéndome estremecer.

—¿Cómo es que tenías epinefrina en tu oficina? —no había tenido tiempo de preguntarle por qué estábamos ocupados intentando saber quien es el remitente de la comida.

—Diría que golpe de suerte, pero te estaría mintiendo. Desde el accidente en la oficina con... —omite el nombre de André y lo agradezco — compré un millón de ellas, bueno, no tantas, pero hay en todas partes.

—Me salvaste la vida —confieso, si Ronald no hubiese tenido el medicamento, no estaría aquí con él.

—Sin ti no soy nada, así que daría mi vida por la tuya —dios, mi mafioso es tan dulce.

—No des tu vida por mí, porque si tú faltas viviría agonizando el resto de mi vida —confieso, Ronald, lo es todo para mí.

—Dulzura —amo que me llame así —vivamos por mucho tiempo y disfrutemos de nuestro amor como nunca antes alguien lo ha hecho.

Con estas palabras de Ronald el sueño me acoge y logro descansar verdaderamente bien después de tanto tiempo.

☙❧

—Tienes el día de hoy para que te presentes en el depósito del norte —al ingresar a la oficina de Ronald escucho su conversación —me importa una mierda, no has salido del país porque ya me informe, así que te veo hoy en el depósito.

Veo como tira el teléfono en la mesa, pero este cae al suelo donde se hace añicos.

—¿Con quién hablabas? —con cautela me acerco a él, está furioso.

—Con Greta —mis ojos se ensanchan al escuchar, o sea que apareció después de tres días de estar escondida.

—¿Confesó que fue ella la que envió la comida?

—No, pero estoy seguro de que fue ella, así que tiene hasta esta tarde para presentarse en el depósito.

—Debo asistir a la empresa para terminar unos arreglos con Cristal —desvió la conversación.

—Voy contigo y luego iremos al depósito, cuando Greta confiese tú decidirás qué pasará con ella —lo miro a los ojos esperando algo de remordimiento en ellos, pero no hay nada de ello.

—Entonces espera me organizo para que salgamos.

—No hay afanes, cuando ella llegue la retendrán hasta que llegamos.

—Si ella es la culpable, ¿quieres asesinarla? —He matado a cuatro hombres en menos de un año, pero nunca he agredido a una mujer, no hasta el punto de quitarle la vida, así que tengo un poco de miedo, aunque es irónico.

—Tú decides qué hacer con ella, si su vida estuviera en mis manos no dudaría en asesinarla.

Mierda. Está decidido a hacer cualquier cosa.

—No se te olvide que tu vida estuvo en riesgo —me recuerda y estoy segura de que lo hace porque ve miedo en mis ojos.

—Si ella es la culpable, no la perdonaré.

Me organizo a la velocidad de la luz. Me pongo un vestido azul que llega hasta arriba de mis rodillas, me calzo con unos tacones blancos y dejo mi cabello suelto, el cual debería cortar en los próximos días.

—Amo que lleves tu cabello suelto —habla Ronald cuando termino de bajar las escaleras.

—¿No crees que es demasiado largo? —Cuando llegue de Inglaterra me llegaba debajo de los hombros, ahora lo tengo casi en la cintura.

—Lo amo así como está y si estuviera más largo estaría mucho mejor —y yo pensando en cortarlo.

Camino a la empresa nos acercamos a un restaurante y pedimos comida para llevar teniendo mucha precaución. Cuando llegamos y nos dispusimos a comer, Ronald probó primero todo lo que pedí y se aseguró de que nada tuviera algo que pudiera caerme mal.

—Voy a estar con Cristal y Amelia hasta las tres —le indico antes de despedirme de él —si me necesitas solo debes hacerme una llamada y vendré de inmediato.

Abandono su oficina y me dirijo a la mía dónde Cristal y Amelia me están esperando lista para terminar los pagos de los últimos terrenos y la contratación de los arquitectos.

—Creí que nunca ibas a venir —suspira Cristal fingiendo agotamiento.

—Estaba terminado algo, ahora podemos continuar aquí.

Mi relación con Cristal mejoró notablemente después de la vergüenza que me hicieron pasar mis celos y aunque creí que el matar a su padre crearía una diferencia entre ambas, no fue así.

—¿Consideras que ese precio está sujeto a lo que es el lugar? —le pregunto a la experta en números.

—Es elevado, pero ofrezcamos menos e intentemos ganarlo —es el único terreno que nos falta y el que más me interesa porque está justo aquí en Berlín.

—También podemos ofrecer un poco más y ganarnos el lote que está junto al que quieres —esta vez propone Amelia —sería un poco arriesgado, pero podemos añadir algunos salones para fiesta.

No lo había pensado antes, pero sería una idea grandiosa.

—Lo consultaré con Ronald, aunque me gusta mucho la idea, ¿Qué opinas Cristal?

—Es tentadora y arriesgada, aunque me inclino al lado que será un éxito.

—Tendrás los créditos de esto Amelia, ya que diste la idea.

—Entonces ofreceré el quince por ciento del precio inicial y si nos quedamos con los terrenos te avisaré de inmediato.

Cristal se pone de pie para abandonar la oficina.

—Estaré esperando tu llamada, solo nos falta eso para iniciar.

—El terreno es nuestro, deja todo en mis manos.

Pasó un rato de haberse marchado Cristal y tomo la decisión de salir a comprar algo en el café que hay a unas cuadras de la empresa, ya son las tres y estoy sintiendo hambre.

—Voy a salir un momento —le digo a Amelia mientras saco una de mis tarjetas —¿quieres que te traiga algo?

—Puedo ir a comprar por usted —esta se pone de pie y la detengo.

—Termina lo que estás haciendo, no demoraré.

Salgo de mi oficina y me acerco a la de Ronald, pero no demoro allí porque está hablando por teléfono y al parecer es algo importante, así que yo decidiré qué traerle.

Salgo de la oficina y caminó hacia el café con uno de los hombres de Ronald siguiendo mis pasos.

Cuando ya estoy allí, compro café para la secretaría de Ronald y Amelia. Para Ronald compro un jugo al igual que para mí y decido llevar unas galletas que amortiguara nuestra hambre hasta que volvamos a casa.

—¿Tienes pastel de fresa? —pregunto de último momento.

—Solo frutos rojos —responde la chica que me está atendiendo.

—Empácame una rebanada.

Cuándo recibo mi pedido salgo y me dirijo de nuevo a la empresa, pero me es raro no ver al guardia que me estaba siguiendo.

Antes de poder girar en la esquina para cruzar a la empresa, alguien me aborda haciéndome chocar con la pared.

—¿Estás loco? —Las bolsas que llevaba caen al suelo y maldigo porque tendré que regresar al café.

—¡Detente! —mierda, un fuerte dolor en mi cabeza me hace tambalear.

—El jefe claramente dijo que no podíamos tocar a la mujer.

—¡Están malditamente locos! —grito tratando de alejarme de los dos hombres que me terminan de abordar.

Uno de ellos sujeta mis manos, pero peleó y logro soltarme, pero antes de que pueda llegar a la esquina un nuevo golpe me hace retroceder y caer al suelo perdiendo la consciencia. 



NOTA DEL AUTOR 

Bueno, logré publicarles el capítulo. Viene mucho drama y llanto, así que preparen muchos pañuelos. 

El próximo capítulo no sé cuando lo publique, aunque si veo mucha, demasiada, infinita interacción con los capítulos que publique, seguramente publique nuevamente esta semana.

Para los que no están en el grupo de lectoras, pueden escribirme en mi Instagram (Leydig 18) o allí mismo tengo una historia destacada donde dice grupos y está el enlace del grupo de Telegram y WhatsApp. 

Comente para saber qué ideas tienen en su cabeza, tal vez coincidamos. 

Recuerda que con tu voto y comentario estás apoyando el libro. 

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