CAPÍTULO 65

ISABELLA

Hoy Ronald tiene su primera revisión después de un mes de haber salido del hospital y estoy tan agradecida con todos los dioses porque él pudo soportar cuatro semanas con su pierna vendada.

Bueno, tuve mucha paciencia cada vez que lo veía intentando retirar sus vendas, pero agradezco de que es un hombre que me escucha y por más que le moleste la idea, acepta lo que le pido.

Él regresó a la empresa hace una semana y me sentí feliz cuando vio que no tenía que hacer nada aparte de lo que salió ese día porque todo lo tenía en orden.

—La felicidad que siento en este momento no tiene comparación —habla Ronald —por fin me quitaran esta mierda.

—No estés tan feliz, posiblemente te vuelvan a vendar la pierna —juego con él, sé que no lo vendan porque siguen las terapias.

—No me digas eso, no dañes mi felicidad —me mira con ojos de cachorro, lo cual me hace besarlo al instante.

—Voy a poder bañarme bien, dejaré el basto y podré follarte en distintas posiciones —que él mencione esto delante de sus hombres me pone super nerviosa y apenada.

—Sabes que el dolor seguirá, así te quiten las vendas —le recuerdo. El doctor dijo que debe hacer las terapias para poder eliminar el dolor, aunque posiblemente quede con vestigios de el.

—El dolor no importa, lo importante es que mi pie estará libre y podrá respirar después de estar un mes atrapado en las malditas vendas.

Su entusiasmo porque le quiten las vendas es algo contagioso.

—Cuando terminemos en el hospital quiero ir al depósito del norte y luego quiero acompañarte a la junta en la empresa.

—Como quieras, pero todo dependerá del tiempo que estemos en el hospital —no sabemos si tendrá su primera terapia hoy y si es así, solo podemos asistir a la reunión de accionistas.

—También puedo ir al depósito después de salir de la empresa, no quiero perderme la exposición de tu proyecto.

Continúe mi proyecto de hoteles campestre desde casa con la ayuda de mi asistente, cada sede tendrá como máximo veinte habitaciones.

—Todo este tiempo me has observado mientras lo desarrollaba —le recuerdo.

Debo admitir que Ronald tiene mucho que ver en este proyecto, por eso es el hombre de los hoteles.

El nombre que decidí que llevaran estos hoteles hace acto a lo que Ronald es para mí. «Tu refugio R&I».

—Pero quiero estar presente cuando todos escuchen la tremenda idea que tienes y lo bien que nos irá al desarrollarla.

—Pero sabes que aún no tenemos la aprobación de la junta.

—No la necesitamos. ¿Quieres comprar una tienda? La tienes. ¿Quieres llenar Alemania de hoteles campestres? Lo haré por ti —manifiesta. Está seguro de que todos dirán que sí y conociendo a mi esposo sé que ya ha hablado con todos y así ellos se negaran, el proyecto ya es un hecho, pero quiero que todos escuchen lo grandioso y acogedor que será, además les dará más dinero para aumentar sus números en sus cuentas bancarias.

El viaje al hospital se hizo corto, ya sea por el poco tránsito vehicular o por la conversación que tenía con Ronald.

—Alonso —saluda Ronald al doctor sin mostrarle un atisbo de respeto.

—Señor Richter —ignoro el enfrentamiento de miradas, aunque la de Ronald es de desagrado y la del doctor de respeto y miedo.

—No sabe cuánto luche para que no se retirará el vendaje —trato de apaciguar el momento.

—Puedo imaginarlo —el doctor me dedica una mirada de compasión antes de que ingresemos a su consultorio.

Los siguientes minutos fueron una guerra entre el doctor y Ronald, aunque Ronald se la ha puesto difícil al doctor y estoy segura de que fue porque ingresó aquella vez a la habitación sin anunciarse.

—Entonces voy a quitar el vendaje y mirar cómo está la pierna —explica el doctor poniéndose de pie.

Ronald no hace el intento de levantarse hasta que se lo suplico con la mirada.

—¿Quieres irte rápido? —camino detrás de él —ayúdale al doctor, sé un poco más amable.

—Si quiero irme rápido, pero eso no significa que seré amable con el doctor, le estoy cobrando algo que hizo mal.

Niego con la cabeza. No hay manera de que Ronald olvide ese suceso —bueno, yo menos—, pero debería dejar las cosas así.

Siguiendo lo que le dije, Ronald deja que el doctor y las dos enfermeras le retiraran todas las vendas, dejando por fin su pierna y mano descubierta.

Estuve atenta mientras la enfermera limpiaba la pierna de Ronald y no porque estuviera celosa, pero esta lo tocaba más de lo necesario.

—Las terapias iniciarán el lunes —indica el doctor.

—¿Puede recibir las terapias en casa? —pregunto. Estoy segura de que Ronald se negara a venir aquí al hospital.

—Puedo asignarles un fisioterapeuta, pero no sé si esté dispuesto a moverse del hospital —comenta el doctor.

—No es necesario, tengo mi equipo médico —interviene Ronald.

—Y el doctor es parte de ese equipo —le recuerdo.

—¿Pueden recibir al fisio el lunes a las siete?

—Estaría perfecto, así podemos seguir trabajando desde nuestra casa hasta que él se recupere por completo.

—Entonces me comunicaré con usted cuando tenga respuesta del fisioterapeuta —afirma el doctor —por otro lado, deberá usar el bastón hasta que el fisioterapeuta lo decida.

—Está loco si cree que voy a seguir sosteniéndome de un pedazo de palo —menciona Ronald con irritación.

—Sugiero que si el dolor es insoportable, tome la medicina que le voy a recetar —continúa el doctor ignorando lo que Ronald acaba de decir.

—He soportado cosas peores, una fractura la puedo resistir fácilmente —protesta Ronald.

—¿Eso es todo? —pregunto con la intención de poder salir ya de este lugar o de lo contrario Ronald se volverá loco y terminará asesinando al doctor.

—Si usted ve que los dolores son muy intensos, le recomiendo acudir al hospital —plantea el doctor.

—Ni loco regreso a este lugar.

—Y si ve alteraciones en su comportamiento también le sugiero que lo traiga —sé perfectamente que esto último lo dice por como Ronald se está comportando con él. Pero debe saber que Ronald es así de nacimiento o eso creo yo.

—Entonces nos veremos en la próxima revisión.

—Fue un gusto poder recibirlos hoy —la ironía del doctor es evidente en su voz y, Jesús, no lo culpo. Ronald se acaba de comportar como un niño petulante.

Nos despedimos del doctor y gracias al cielo no demoramos tanto como lo habíamos supuesto, entonces podré acompañar a Ronald a los depósitos y luego ir a la reunión en la empresa.

—Fuiste muy grosero con el doctor —menciono cuando estamos en el auto.

—No me agrada ese doctor y no puedo obligarme a ser cortés, carezco de cortesía y más si de mis enemigos se trata.

Pongo los ojos en blanco al escuchar la ridiculez que sale de su boca.

—El doctor no es tu enemigo, salvo tu vida.

Una llamada en su teléfono le impide responderme y agradezco a todos los dioses, no quiero entrar en discusión con este hombre en este momento.

Mientras avanzamos le envió un mensaje a mi asistente, la cual está haciendo los últimos arreglos para la reunión con los accionistas, quiero que todo salga perfecto y que todos me den su voto de confianza, no solo por ser la mujer del jefe.

Cuando el carro se detiene nos bajamos y entramos al depósito. Ronald sostiene mi mano y no la deja en ningún momento ni para saludar a sus hombres y se siente también poder entrar con él aquí de esa manera, con él dándome tanta seguridad.

—jefe —saludan a Ronald mientras caminamos a su oficina.

Los hombres que pasamos nos saludan y otros inclinan su cabeza en señal de respeto hacia Ronald y otro lo hacen hacia los dos.

—Creí que nunca regresarías —expone Evans ingresando a la oficina.

—Tuve unas largas vacaciones, aunque una persona con mucha capacidad me sustituyó —que hable así de mí me llena de orgullo.

Trabajé duro durante todo este mes para que cuando volviera no tuviera que hacer mucho. Me encargué de que la droga que debía ir a otros países saliera sin problemas, cobre dinero que le debían y logré que más personas se unieran a nosotros.

—No tengo duda de eso, tu mujer es una jefa extraordinaria —me sonríe Evans al hablar.

—Y estoy orgulloso de ella —mi corazón da un vuelco al escucharlo.

Está orgulloso de mí. Jesús, nunca me cansaré de escuchar esas palabras, de saber que él se siente tan orgulloso de mí y todo lo que hice.

Hablamos por un rato y hacemos algunas estrategias sobre las expansiones que se harán en los próximos días. Ahora que el tío de Ronald está muerto, los hombres que lo apoyaban solo tienen dos opciones, unirse a nosotros o morir mientras intentan acabar con el rey.

—James quiere hablar contigo —dice Evans.

—Ese idiota me ha estado llamando, creí que le había quedado claro el trato que cerro con mi mujer —comenta Ronald —¿sabes que quiere? —pregunta Ronald.

—Se metió en problemas —confiesa Evans.

—No me jodas, ¿algo relacionado con mi ciudad? —Ronald se pone de pie y no me paso desapercibido la mueca de dolor que trata de ocultar.

«Testarudo».

—Secuestro a una mujer y resulta que se llevó a la equivocada.

—Él sabe que las mujeres y los niños están fuera de mis negocios, qué mierda está haciendo ese imbécil —mientras camina observo como arrastra un poco su pie —¿Qué mujer?

—La hija menor de Enzo.

El rostro de Ronald se contrae al escuchar lo que le dice Evans, de acuerdo a su aspecto estoy segura de que no es nada bueno.

—¿Estás hablando del maldito de Dubois? —Evans confirma con un simple movimiento de cabeza para hacer explotar a Ronald —Dile que la entregué, no quiero problemas con los malditos franceses y menos ahora que estoy trabajando con los rusos y los italianos.

—Ese es el problema, no quiere entregar a la mujer.

—Lo quiero aquí mañana, no hay excusas y comunícate con el francés y asegúrale que tendrá a su hija mañana mismo —al terminar de hablar mira su reloj para luego dirigir su mirada hacia mí.

—¿Busco hombres para que vayan por la chica? —pregunta Evans.

—Haz lo que tengas que hacer, pero lleva a la chica con su padre porque no quiero tener a ninguno de esos perros en mis ciudades.

Me pongo de pie y camino hacia la puerta junto a Ronald.

—Nos vemos mañana, hermano —Evans ironiza la última palabra ganándose una mala mirada de Ronald.

—Idiota —susurra Ronald antes de que abandonemos la habitación.

☙❧

El viaje a la oficina fue largo y demorado. Mis nervios estaban de punta, pero se triplicaron cuando inicio la reunión y todos escucharon mis ideas y proyectos atentamente. Dos personas me cuestionaron y me hicieron repetir todo lo que ya había dicho.

Estaban seguros de que sería una pérdida para la empresa, pero Cristal, la cual es la contadora de la empresa confirmó que este proyecto traería grandes ganancias a la empresa y le agradecí en el momento y cuando abandonamos la sala.

Ahora necesito terminar el papeleo para que las construcciones se inicien a mitad de este año y podamos inaugurar los hoteles finalizando el próximo año. Es un trabajo largo, pero estoy segura de que tendrá excelentes resultados.

El sonido del teléfono hace que mis pensamientos se detengan.

—¿Puedes venir a mi oficina? Quiero mostrarte algo —la voz de Ronald se escucha al otro lado de la línea.

—No creo poder ir —miento —mi jefe quiere todo el informe del proyecto antes de que acabe el día.

—Bueno, entonces iré allí y dile a tu jefe que es hombre muerto por hacer trabajar tanto a mi mujer —una risa se me escapa al escucharlo.

—En cinco minutos estaré allí.

Al finalizar la llamada camino hacia la oficina de Ronald, el cual me recibe con un apasionado beso.

—¿Qué quieres mostrarme? —pregunto al separarme.

—Anja nos envió comida y sé que no has comido nada en todo el día —con la ida al hospital, al depósito y luego la reunión. No pudimos almorzar y realmente mi estómago lo está sintiendo.

—Debo agradecerle a tu hermana —menciono.

Me pongo cómoda y observo como Ronald destapa los bowls de los cuales sale un olor maravilloso que hace gruñir mi estómago.

—¿Tienes hambre? —pregunta con un poco de doble sentido.

—Ni te lo imaginas.

Empiezo a comerme la ensalada de vegetales y pollo, está tan deliciosa que no me limito a mirar cuáles son los vegetales o las salsas que le añadieron.

—Esto está delicioso —le comento a Ronald ofreciéndole un poco.

Ronald toma lo que le ofrecí y yo estoy a nada de terminar lo que resta de mi ensalada cuando me detiene.

—¿Te sientes bien? —pregunta.

—Sí, ¿por qué? —empiezo a sentir picazón en una parte de mi garganta y me llevo la mano a ella para poder frotarla.

—¿No sentiste algo raro en la ensalada? —niego a su pregunta.

—Me está picando el cuello —froto todo mi cuello con desespero cuando la picazón aumenta.

—No te levantes —se pone de pie y se dirige a su escritorio.

Ignorando lo que me dijo, me pongo de pie e intento caminar hacia la ventana más cercana en busca de aire, ya que mi garganta poco a poco empieza a contraerse y me es imposible pasar aire.

Mierda. La ensalada estaba envenenada. Pienso mientras me tambaleo y mi visión se torna borrosa.

—¡Te dije que no te levantarás!

—No... Puedo... —Trato de toser, pero me es casi imposible por la sensación que hay en mi garganta.

Siento un pinchazo en mi pierna mientras Ronald me sostiene en sus brazos y siento que voy a morir.

Mierda, pusieron veneno en la ensalada.

¿Cómo pudo Anja envenenarme?

—Estás bien —Ronald me habla en susurros que me ayudan a calmarme.

—Creo que me envenenaron —mi voz sale entrecortada.

—No fue eso, comiste ajo.

No puedo moverme porque Ronald me tiene como prisionera entre sus brazos, además siento el cuerpo un poco débil.

—No he comido ajo desde que supe que era alérgica a el —mi garganta aún pica y mi cuerpo aún tiene comezón.

—La ensalada tenía ajo.

¿Cómo es que no lo sentí? Me pregunto, el ajo es fuerte y siempre resalta en las comidas por su olor.

—Voy a recostarte aquí, no quiero que te levantes —menciona Ronald antes de ponerse de pie —voy a llamar al doctor.

—Tu hermana iba a matarme —su mirada se endurece al escucharme, pero fue ella la que nos envió la comida.

—Posiblemente, fue un error del restaurante, no creo a mi hermana capaz de hacer algo así —dice con total seguridad y aunque no quiero acusar a Anja, es la persona que nos envió los bowls.

Mis pensamientos se mezclan y no puedo evitar seguir acusando a Anja de esto, aunque también pudo ser un error como Ronald lo dice.

—Ya viene el doctor.

NOTA DEL AUTOR 

Bueno, no había podido actualizar como había querido porque mi padre está un poco delicado y entre idas al hospital y lo poco que puedo descansar se me hace casi imposible ponerme a escribir. 

Posiblemente en la madrugada publique otro capítulo, aunque no estoy asegurando nada.

 Comenten para poder leerlos y saber qué está pasando por sus cabezas. 

¿Quién envió realmente la comida? 

Recuerda que con tu voto y comentario estás apoyando el libro.

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