CAPÍTULO 61

ISABELLA

Hoy es el cumpleaños de Ronald y él no ha demostrado signos de querer despertar y eso me pone inquieta. Lleva tres días inconsciente y aunque los doctores dicen que la inflamación de su cerebro ha ido disminuyendo, me preocupa que no haya despertado.

Acabo de llegar a la mansión para poder cambiarme de ropa y llevarle algo a él —me aterra verlo con ese intento de bata del hospital— así que decidí llevarle unas cuantas prendas suyas.

—He preparado sopa —doy un respingo al sentir la mano de Blanca en mi hombro.

—Me has dado un susto de muerte —me llevo la mano al corazón poniendo un poco de drama —no tengo hambre —afirmo.

—Te estás matando, mujer —dice de manera afligida —si él despierta y te ve así se pondrá peor, debes estar bien para cuando el despierte.

—Comí en el hospital antes de venir —estoy casi segura de que ella sabe que le estoy mintiendo.

—Tomarse un jugo no equivale a comer —me hace un gesto para que la siga y lo hago, no puedo discutir con esta mujer —sé que eres la jefa y todos te obedecemos, pero ahora mismo debes comer todo lo que te prepare para que puedas salir.

Pongo los ojos en blanco al escuchar su mando, pero hago lo que dice. Contando los días del secuestro de Ronald y los que lleva en el hospital, llevo casi ocho días sin comer bien. Sobreviviendo con jugos y galletas que me compra la señora Kristin.

—Ronald dice que eres una vieja enojona —sonríe al escucharme.

—Y tú eres una joven muy, pero muy terca —dicho esto me deja sola para que pueda tomar la sopa que acaba de hacer.

Un leve gemido sale de mi boca cuando tomó la primera cucharada de la sopa. Juro que nunca nadie me había servido una sopa tan buena —ni mi nana y eso que las manos de esa mujer hacen magia—, termino el plato que me ha servido y pido un poco más, al parecer mi apetito apareció.

—Me alegra mucho que hayas podido comer —empieza a recoger la mesa mientras yo me pongo de pie.

—Estaba realmente deliciosa —respondo —ya entiendo por qué Oliver la ha estado pidiendo tanto estos últimos días.

—La de él lleva ajo y es aún más rica —pongo los ojos en blanco al escucharla.

—Eres una mujer horrible.

—Yo no, esas alergias tuyas sí que lo son, te pierdes de comidas maravillosas —río al escucharla, y seguramente es mi primera risa genuina y sincera en los últimos días.

—Como las comidas que le gustan a él —recuerdo —un salmón asado o panecillos de ajo.

—¿Quieres llevar un poco más de sopa? —pregunta dirigiéndose a la cocina.

—Así estoy bien, además creo que regresaré en la noche, debo resolver algo con Evans —respondo alejándome de ella.

Tengo que solucionar algunas cosas de la empresa y otro de los negocios ilegales de Ronald. Durante el tiempo que él no pueda estar al frente de todo, debo hacerlo yo y lo haré de la mejor manera para que cuando despierte no tenga que solucionar los líos.

—También debes descansar —si supiera cuánto he intentado dormir, pero no puedo —debes dormir un poco y recargar energías.

—Lo intentaré esta noche —confieso, la madre de Ronald se quedará con él, ya que no sé a qué horas terminaré con Evans y no quiero que él esté solo.

—¿Quieres que me quede contigo esta noche? —pregunta, ella nunca se ha quedado en la mansión, siempre se retira en cuanto sirve la cena.

—Deberías hacerle compañía a Arno, él tampoco ha dormido muy bien estos últimos días —manifiesto —yo estaré bien.

Despidiéndome de ella me retiro para poder recoger las cosas que llevaré al hospital y marcharme.

Al bajar de la habitación me despido una última vez de Blanca y me dirijo a la salida donde me espera Evans en el auto.

—¿Qué crees que pueda suceder hoy? —le pregunto a Evans en el momento en que me subo al auto.

—Que todos verán tu potencial y seguirán cada una de tus órdenes sin murmurar o poner algún tipo de problema —asegura.

—Quiero creerlo, liderar con hombres es sumamente difícil —si son igual de tercos que Ronald o el señor Carl, será complicado que sigan mis órdenes.

—Estaré yo allí para seguirte, también lo está Arno y hasta el señor Carl ha confiado en ti —bueno, esto es una ventaja, aunque la confianza del señor Carl no la he ganado completamente.

Pero pensándolo bien él señor Carl sabe porque trataba de alejarme, no quería que me mezclara en algo tan impuro y corrupto, pero eso lo hice desde que acepté mis sentimientos por Ronald.

—Pero Carl aún no confía tanto en mí —le recuerdo.

—Si confía en ti, solo que no quiere que te hagan daño, sabe lo que pasaría y está evitando una guerra.

Durante el viaje al hospital hablé con Evans sobre el trabajo y la mercancía que llegará el lunes desde Rusia. Aunque Ronald esté inconsciente, no podemos descuidar todo lo que ha logrado porque, así como Charles quiso arrebatarle, otros también lo intentarán y más ahora sabiendo su condición.

Al llegar al hospital me desvié antes de subir al piso donde está Ronald, quiero saludar a Oliver, ya que estos días me ha sido imposible hablar con él.

—Veo que estás mucho mejor —quiera sorprender al entrar a su habitación sin avisar, pero la sorprendida soy yo al ver al rubio mal encarado con él.

—Señora —saluda el rubio poniéndose de pie.

—¿Los interrumpo? —sonrió, hoy es el día que más he sonreído en la última semana.

—Yo ya me iba.

—No, puedes quedarte... —hago un intento de recordar su nombre, pero creo que aún no me lo ha dicho.

—Liam —responde Oliver al ver mi gesto —Liam es de quien te hable —confiesa, pero este le dedica una mirada seria.

—No tengo ningún problema con que ustedes estén juntos —hablo con honestidad, pues se trata de la vida personal de ellos. Algo que no me compete.

—Esa es mi jefa —ríe Oliver.

—Solo... —miro a Liam a los ojos buscando incomodarlo, pero no lo logro —sonríe, aunque la vida te esté pateando el trasero, sonríe.

—Se lo he dicho, pero es un hombre muy...

—Gruñón, mal encarado y enojón —completo la frase.

—Eso es.

—Solo quería saber cómo estabas antes de regresar a la habitación de Ronald.

—Mucho mejor, mañana me dan la salida y lograré regresar a combate.

—Solo encárgate de recuperar, no sirve de nada que lleguen a medias al trabajo —miento, solo quiero que se recupere completamente para que su salud no vaya a empeorar.

—Como mandes.

Me despido de los dos y camino directo al piso donde tienen a Ronald. Siento como si no lo viera hace tiempo, pero fue apenas en la mañana que regresé a la mansión para poder cambiarme y recoger algunas cosas.

—Señora, ¿podemos hablar? —me detiene el médico antes de poder llegar a la habitación de Ronald.

—¿Cómo está él?

—Está mucho mejor, le desconectamos el oxígeno hace un rato —menciona —su madre nos dio autorización y contamos de que pueda despertar de hoy a mañana.

Creí que había buenas noticias, pero esta supero a las que había considerado buenas.

—¿Me está diciendo que él puede despertar hoy? —quiero que lo repita y si es necesario que lo grabe para compartirlo con todos.

—Contamos con que lo haga, pero puede ser mañana o en algunos días —aclara —pero va a despertar, el hematoma en su cabeza ha desaparecido y no se muestra ningún daño en su cerebro.

—No sabe cuánto le agradezco todo esto, ¡Dios! No sabe el peso que me quito al saber que él despertará pronto.

—Por otro lado, debemos revisar las lesiones en su mano y pierna para poder retirar las vendas.

—¿Considera que eso sea pertinente? Digo, solo lleva tres días de haberlas puesto.

—Solo verificaremos y volvemos a vendar nuevamente por un mes, que es el tiempo requerido antes de que él reciba las terapias.

No creo que Ronald pueda soportar un mes sin poder caminar normal, seguramente con lo terco que es hace que le quiten todo en cuanto despierte.

—¿Algo más? —pregunto antes de continuar mi camino con una sonrisa en mis labios.

—Eso es todo.

Cuando estoy de pie frente a la habitación de Ronald me extraña no ver a ningún hombre al cuidado, ya que ellos saben que alguno debe estar siempre para verificar quienes entran y salen de aquí.

«Antes de marcharme tendré hablar con ellos».

Al entrar a la habitación la veo a ella junto a él, —se supone que no debería estar aquí—, pero ya decía yo que no todo puede salir bien el mismo día y menos cuando hay gente tan venenosa a tu alrededor.

—¿Qué haces aquí? —me acerco hasta la camilla donde se encuentra Ronald.

Me ignora completamente al escuchar mi pregunta. Desde cuando no veía a Greta, ¿desde el matrimonio?

—No puedes estar aquí —aparto de manera brusca la mano que ella tenía sobre el pecho de Ronald.

—Claro que puedo, que porque te hayas casado con él no te creas con tantos derechos.

—Tengo más derechos de los que te imaginas —su altura se impone sobre mí, pero no le tengo miedo —estoy siendo tolerante contigo porque no quiero fastidiar la tranquilidad de mi esposo.

—¿No te has puesto a pensar que pasara cuando él despierte? —pregunta con sorna.

—Seguirá siendo mi esposo —aseguro.

—¿Sabes qué le dijo y mostró Charles mientras lo tenía cautivo?

—¿Cómo sabes que le dijo Charles? —Ahora mismo no me importa saber qué le dijo ese hombre a Ronald, lo que me interesa saber es, ¿cómo hizo ella para saberlo?

Sonríe ante mi pregunta e inicia a alejarse.

—¿También te involucraste en lo que le hicieron? Tanto dices amarlo que te atreves a hacerle daño.

—No me involucre, solo sé cosas y te aseguro que lo que viene para ti hará que él te deje.

—Lo que dices da mucho de qué hablar —retrocedo dos pasos para poder alcanzar su mirada —tienes tres segundos para salir y cuida tus pasos, porque estoy tomando fuerzas y te juro que si llego a enterarme de que tuviste algo que ver en esto no tendrás voz para contar lo que te haré.

—Verdaderamente, no le tengo miedo a una niña inexperta, pero te aconsejo lo mismo —vuelve a sonreír y lo único que me detiene de golpear su rostro es que Ronald está a inconsciente a nuestro lado —cuenta tus pasos, los lugares donde vas, las personas que se te acercan y todo lo que comes. No sabemos qué pueda pasar.

—Ya lo veremos, Greta.

Sin más, esta recoge su bolso y camina hacia la puerta contoneando sus caderas más de lo debido «patética». La sigo hasta que atraviesa la puerta.

—Tus amenazas no tienen repercusión sobre mí, deberías huir antes de que pueda descubrir que planeas, porque de lo contrario no sobrevivirás. Te lo prometo.

La veo alejarse y antes de volver a entrar a la habitación, uno de los hombres que ha estado custodiando la puerta se acerca.

—Sabes que no pueden abandonar su lugar —esta vez no sonrió como siempre lo hago, acaban de cometer un error.

Cierro la puerta y seguido me acerco al lado de Ronald donde corro la silla que se encuentra en la esquina de la habitación para poder sentarme a su lado.

—Estás demorando —susurro —en esta situación no puedo darte tu regalo especial.

Todos los planes que tenía para hoy quedaron en eso, simples planes.

—Me compré algo para que lo vieras en mí —una risa nerviosa abandona mis labios —quería llevarte a cenar, darte un regalo que no necesitas, pero que llevarás todos los días como esta pulsera —acarició el primer regalo que le di, la baratija que compre con la señora Kristin. Esa baratija que no se quita nunca.

Sé que a él no le llama mucho la atención su cumpleaños, pero quería llevar a su familia a casa en la tarde, por la noche salir a algún lugar especial y por último regresar a casa y hacer el amor todo el resto de la noche.

—Pero sabes, cuando despiertes haremos todo lo que tengo en mente y en cuanto te recuperes viajaremos, no quiero posponer más mi luna de miel.

El resto de la tarde me la paso hablándole. Le cambio esa horrible bata por un pantalón de chándal y una camiseta sencilla —se ve mucho mejor, aunque no hay forma en la que este hombre se vea mal—. Algunos de los moretones e hinchazón de su rostro ha disminuido y gracias a todos los santos el color en su rostro ha regresado.

☙❧

Esperando que lleguen los líderes de las demás ciudades, sigo pensando en el pequeño movimiento que tuvo la mano de Ronald y lo emocionada que me sentí en ese momento, pero según los médicos pudo ser un reflejo, ya que no abrió sus ojos.

—¿Cuántos faltan? —le pregunto a Evans en voz baja tratando de que los demás no me escuchen.

—Tres líderes, pero aún no sabemos si están de nuestro lado —responde.

—Deberíamos comenzar, estamos los más importantes —habla un hombre de aproximadamente la misma edad de Ronald, creo es James quien estuvo con Ronald el día del secuestro.

—Estamos esperando a tres hombres, cuando lleguen comenzaremos.

Quince minutos después solo ha llegado uno de los tres hombres que esperábamos, así que decidimos empezar la reunión hablando de los temas más relevantes como lo son las ciudades de las cuales se harán cargo, ya que algunos líderes desaparecieron o lo harán junto a Charles.

—Ronald prometió darme toda mi ciudad, así que no estoy dispuesto a compartirla —menciona James.

—¿Tienes algo que asegure eso? —acomodo mis brazos de tal manera que no me haga parecer débil.

—Evans estaba ahí, es testigo de ello —asegura rápidamente.

Aunque ya lo sabía, este es alguno de los asuntos de los cuales Evans me puso al día.

—¿Intereses, beneficios y como ayudaras a todos los demás? —Aparte de distribuirlos hasta que Ronald retome el mando, quiero que ellos me cuenten qué hacen o harán.

Toda la noche hablamos de lo que se hará y cuando logro ver la hora ya hemos pasado diez horas discutiendo los intereses y logrando ponernos de acuerdo en muchas cosas.

—Iré al hospital hasta que tú regreses —menciona Evans al dejarme en la puerta de la mansión —Anja estará conmigo allí.

—Te lo agradezco, dormiré un rato y regresaré antes del mediodía.

—Descansa todo lo necesario.



NOTA DEL AUTOR 

No tengo mucho por decir, pero ya de acuerdo al adelanto que les deje en mi Instagram ya saben que sigue. 

Así que nos leemos en el próximo capítulo que publicaré más tarde. 

Comenten, amo cuando lo hacen y puedo leer sus reacciones. 

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