CAPÍTULO 36
RONALD
Hoy es el día en el que nos podremos deshacer de la primera persona que le hizo daño a mi mujer. El deseo más grande en este momento es verlo sufrir y rogarle a Isabella por su perdón, un perdón que ni naciendo podrá obtener.
Después de celebrar su cumpleaños y regresar del viaje que tengo planeado, espero podamos seguir practicando hasta que domine por completo las armas y pueda disparar justo donde se lo propone.
—¿Aún no encuentran el cuerpo de mi tío? —le pregunto a Antón.
Luego de que salí del bar me desentendí de los cuerpos, hubo alguien que quedó encargado de dejar limpio el lugar y asegurarse de que quedara como si no hubiera ocurrido nada, pero cuando hicieron la limpieza, el cuerpo de mi tío no estaba o eso fue lo que me indicaron.
—No señor, hemos buscado en los sitios que pudo ir, pero no se sabe nada de él —me responde Antón.
Es como si la tierra se hubiera abierto y lo hubiera tragado. Estaba seguro de que había muerto, ahora estoy seguro de que está vivo, pero muy herido.
—Deben revisar todos los hospitales de la ciudad, interrogar a todos los doctores que trabajan para la organización. —exijo—. Ahora todos están bajo mis reglas y órdenes, así que quienes estén con Charles no merecen mi piedad.
—Hemos verificado algunos hospitales, hasta los de más baja categoría.
—Quiero que los revisen todos, no quiero ninguna clínica que quede sin verificar —hablo—. Hasta la ratonera que se hace llamar hospital.
—Sí señor —responde como siempre.
—Quiero que te encargues de todo lo que he dicho en el momento. —manifiesto, aunque no puedo confiar el él, necesito que alguien se encargue de esto hasta que pueda estar yo al frente.
—¿No me necesita el día de hoy? —pregunta.
—No, yo escogeré las personas que me acompañaran durante la noche, tú encárgate de encontrar a Charles, sea muerto o vivo.
—Entonces me retiro —camina hacia la puerta.
—Recuerda que no tendré piedad con las personas que colaboren con mis enemigos —digo antes de que pueda salir.
—Le soy leal a usted, como mi padre lo hizo con el suyo —responde sin mirarme.
—Arthur fue un excelente servidor y espero lo mismo de ti —digo— puedes retirarte.
En el momento que sale de la oficina, entra mi rubia con una sonrisa en sus labios y una taza en una de sus manos «esta mujer es simplemente hermosa», la veo caminar hasta la esquina del escritorio para después dar un salto y sentarse en el.
—¿Podemos desayunar ya? —pregunta mientras lleva una uva a su boca.
—Te dije que podías hacerlo sin mí —antes de dirigirme con Antón a la oficina le dije que desayunara.
—Pero quiero hacerlo contigo, esta es nuestra rutina, ¿lo sabes? —Sus mejillas están más rojas de lo normal.
Me acerco hasta quedar entre sus piernas y me dedico a acariciar sus mejillas sonrojadas.
—¿Qué tomaste? —El olor a alcohol no es fuerte, pero se siente.
—Unas cuantas copas de vino —me dedica una sonrisa.
—No debes tomar, no hoy. Sabes que este día será tan largo como la noche —le digo. —¿Cuánto tomaste?
—Dos copas —hace un gesto con sus dedos —Blanca solo me dejo beber dos copas y luego se llevó el vino.
—Sabes que no eres muy resistente al alcohol —le recuerdo— y hoy más que nunca debes estar sobria.
—Estoy nerviosa —confiesa —¿si nuestros planes salen mal?
—Todo está perfectamente planeado. Todo saldrá como lo hemos planeado —me pierdo en sus hermosos ojos —ahora vamos a desayunar y luego nos duchamos—. Le pido.
Le doy un casto beso antes de que pueda saltar de la mesa para que salgamos de la oficina.
—Le ayudé a Blanca a cortar fresas —habla mientras caminamos.
—Me gusta mucho cuando tú las cortas, tienen un sabor especial —confieso.
Nos acercamos a la mesa donde se encuentra el desayuno listo —estoy seguro de que Isabella fue quien acomodo los platos— hay comida en cantidad, mucho más que días anteriores y puedo jurar que todo esto es obra de los nervios de ella.
Pero la entiendo. Entiendo perfectamente sus nervios, ella nunca ha apuntado a una persona de verdad y mucho menos ha asesinado. Además, se enfrentará a una de las personas que jodió su infancia.
—Hoy te levantaste más hermoso que de costumbre —quise reírme cuando hablo, pero me estaba mirando fijamente mientras me llevaba un bocado de fresas a la boca.
—Debes estar sobria antes de las dos.
—Estoy sobria, solo fueron dos copas —levanta sus dedos.
—¡Blanca!
—Dígame, señor —llega rápidamente ante mí.
—Prepara una taza grande de café, lo más amarga posible.
—Enseguida se lo traigo —desaparece por la puerta que entro.
—No necesito un café.
—Necesitas dos o tres —revelo.
Si estuviéramos en otra situación me divertiría junto a ella, incluso me arriesgaría a tomar más que dos tragos de whisky, pero hoy la necesito atenta a cualquier movimiento.
Luego de terminar de desayunar e insistirle a la rubia que se bebiera la taza de café, subimos a nuestra habitación para que ella se pudiera duchar.
—El café sin azúcar no es tan bueno —dice mientras despoja su cuerpo de cualquier prenda.
—El café es delicioso en todas sus presentaciones —recorro todo su cuerpo con mi mirada.
«Tiene una piel perfecta y no me canso de admirarla».
—Yo amo el café, pero el que acaba de darme Blanca estaba terriblemente horrible —deja sus manos sobre su cintura mientras habla.
Es una descarada, no le importa estar así tan desnuda frente a mí y, joder, eso me encanta. Me encanta que no sienta ningún tipo de vergüenza al mostrar su perfecto cuerpo.
Su hermosa piel blanca está adornada por algunos lunares en diferentes partes del cuerpo, los cuales nunca termino de contar por qué cada vez que lo hago siento que aparece uno más en el.
—¿Vas a entrar conmigo? —pregunta antes de iniciar su camino hacia el baño.
En un par de segundos me despojo de mi ropa y la sigo hasta la ducha, pero ella ha sido mucho más veloz y se encuentra sentada en la bañera con sus brazos sobre el borde de esta.
—Pensé en una ducha, pero esto es mucho mejor —me meto a la bañera del lado contrario a ella.
—¿Crees que terminemos rápido todo esto? —ignora lo que dije y, por el contrario, pregunta otra cosa.
—Espero que terminemos antes de nuestra boda, aunque me gustaría que sufrieran por un largo tiempo, quiero disfrutar contigo sin tener esa molestia siguiéndonos —acaricio sus pequeños pies por debajo del agua.
—Quiero olvidarme de todo de una vez, no quiero saber que ellos siguen allí y en cualquier momento pueden volver a acercarse a mí.
—Nadie podrá acercarse a ti con el fin de hacer daño, eres mi reina, la reina de este país y no hay nadie en el que se atreva a tocar a mi mujer, porque si ese día llega a pasar tendrán que desaparecer antes de que yo los encuentre porque no tendré piedad con ninguno. —la atraigo hacia mí haciendo que el agua rebose la bañera.
—Tu reina —repite una de las palabras que dije.
Hago que quede a horcajadas sobre mí y acarició la suave piel de sus mejillas con mi mano humedad.
—Mi reina y la reina de este puto país —le repito—. La reina de todo lo que haya alrededor tuyo.
—Una reina necesita un rey. —humedece mi cabello mientras habla —¿entonces tú eres mi rey? —pregunta.
—Corrección, dulzura. Un rey necesita a su reina para mantenerse, por esa razón te tengo a ti y voy detrás de ti.
Nunca antes le había dicho estas palabras a alguien y si tres años atrás me dijeron que hoy estaría en una bañera con mi mujer sobre mis piernas, declarando todo esto, lo hubiera tratado como loco porque yo no soy de estos o eso creía.
Pero la rubia llegó con su imponente carácter y sus hermosos ojos para dominarme y no me arrepiento jamás me arrepentiré.
—Te amo mi rey —susurra esa corta oración sobre mis labios para luego darme un dulce beso.
—Siente cómo se acelera mi corazón cuando mencionas estas palabras —pongo una de sus manos sobre el lado izquierdo de mi pecho—. También te amo mi amor.
—Quiero que me hagas el amor justo aquí —susurra antes de hacer un suave movimiento que hace que mi polla quede justo en la entrada de su sexo.
—Me negaste esto por diez días —trato de contenerme, pero sé que no dudara mucho tiempo.
—Era por tu bien, estabas herido —sigue con sus suaves movimientos haciendo que mi erección empiece a crecer de manera rápida.
—¿Crees que voy a hacer?
—No estoy segura, pero necesito sentirte. —Parece que su excitación está creciendo tanto como la mía—. Quiero sentirte adentro y muy profundo.
La atraigo más hacia mí y la lleno de besos desde su clavícula hasta sus labios.
—Siempre hueles a fresas —susurro mientras empiezo a descender mis besos hasta el valle de sus senos.
No menciona palabra alguna, pero separa un poco más sus piernas y se inclina haciendo que mi polla empiece a deslizarse de a poco por su entrada. No le es suficiente, así que agarra mi polla y ella misma la termina de alinear haciendo que entre a ella de una manera rápida y profunda.
—¡Ronald! —grita mi nombre cuando todo su sexo es invadido por mí.
—Dulzura —mi respiración empieza a entrecortarse por el placer de solo estar dentro de ella.
Empieza un suave vaivén, pero la detengo sosteniendo su pequeña cintura, aunque carecemos de tiempo, quiero sentirla por más tiempo, reconocer que desde que estuvimos por primera vez se convirtió en la única mujer que quiero seguir probando.
Luego de permanecer por un tiempo de esa manera, dejo libre sus caderas y ella reanuda sus movimientos, pero esta vez más intensos, más rápidos y gustosos.
—¡Joder dulzura!
—Dime mi amor, por favor, dilo —su mirada no se ha despegado en ningún momento de la mía.
—Mi amor.
—Mmm.... Te... Amo.
—Mi rubia está disfrutando de cabalgar la polla de su hombre —le digo.
—¡Joder Ronald! —detiene sus movimientos —¿Dónde dejaste lo romántico de hace un momento?
—Eso fue muy romántico —respondo —ahora sigue con esos movimientos.
Trato de levantarme con ella para tomarla mejor, pero ella me detiene y reanuda sus expertos movimientos, «nunca me cansaré de ella y sé que lo he repetido una y mil veces».
—Te amo —susurro luego de que nuestras respiraciones volvieran a su normalidad—. Debemos salir de aquí para que puedas descansar.
—No estoy cansada, pero si debemos salir de aquí o nos congelaremos, esta agua ya está helada.
Levantarme con ella entre mis brazos no fue ningún problema para mí. La dejo sobre la cama y camino hacia el vestidor para encontrar algo con lo que pueda estar cómoda hasta que llegue el momento de que luzca ese hermoso vestido azul oscuro.
—Estaré en mi oficina arreglando algunos asuntos. —le informo —por favor descansa.
—Ahora eres tú que me pide que descanse —habla mientras se acomoda en la cama.
—Porque quiero que tengas la mejor energía para esta noche y el día de mañana —respondo—. Ahora descansa.
Dejo un corto beso en su frente para salir de la habitación.
Espero podamos terminar todo esto antes de la noche de mañana porque tengo una reunión con los principales líderes de otras ciudades donde tomaré mi lugar como el único líder de todo esto, les haré saber que todo me pertenece, hasta sus vidas y si intentan ponerse en mi contra no me temblará la mano.
—Arno, acompáñame —le digo a este antes de tomar rumbo a la oficina.
Cierro la puerta cuando entramos y camino hacia mi silla.
—Alguien entro aquí el día de la reunión con los israelíes —no había querido hablar de esto con nadie hasta estar seguro.
—Toda mi guardia la hice en la puerta principal hasta que salió Blanca y me retiré con ella —informa.
—Hay alguien aquí que me está traicionando o está planeando algo y necesito descubrirlo, sea como sea —hablo—. No confió en nadie, para mí todos son culpables y sospechosos.
—Los hombres que se quedaron en la guardia de la noche fueron Marín, Johan, Hugo, Leo y Valencia —informa —todos tienen claro que no tiene permitido ingresar a la mansion sin autorización.
—Pero uno de ellos ingreso y expuso a mi mujer —hablo.
—¿Encontró algo que de indicios a quien estuvo aquí?
—Una jodida carta hecha con recortes de papel junto a una foto de Isabella en uno de los sofás y eso me preocupa —confieso.
No se encontraron huellas en ese papel y me cabrea saber que alguien entro a mi casa mientras mi mujer estaba sola, pero necesito solucionar esto silenciosamente porque no voy a alertar a quien sea que esté detrás de todo esto.
—Reforzaré la seguridad de la señora —dice.
—Ya lo hice —respondo —hay una cantidad de hombres siguiendo cada paso de ella.
En estos días le tripliqué la seguridad y aunque he hecho como si nada estuviera pasando, es todo lo contrario. Por eso necesito proclamarme como el líder, así les será más difícil atacarme.
—¿Qué descubriste de la visita de Evans a casa de Charles? —le pedí que investigara sobre eso, no puedo atacar sin saber la verdad.
—Si estuvo con Charles, pero hubo una fuerte discusión en el encuentro y las grabaciones de la llamada dicen todo lo que él te revelo, parece que no es un traidor, pero hay que seguir vigilando.
—Hay que decirle que puede volver a los depósitos, pero hay que vigilar sus movimientos —aún no puedo volver a confiar en él.
—¿Algo más alemán? —me pregunta al ponerse de pie.
—Quiero que te encargues de la reunión de mañana en la noche, que no falte ningún líder y los que no están enviarles un regalo.
—Ya mismo inicio los preparativos.
—Eso es todo por el momento —digo para que pueda retirarse.
Me quedo resolviendo algunos asuntos de las empresas de hoteles en mi oficina hasta pasadas las seis de la tarde. Me dirijo a la habitación para poder cambiar mi traje por el que escogimos con Isabella, especialmente para la noche de hoy.
Al entrar mis ojos se abren como plato, sabía que ese vestido le quedaba perfecto, pero no tanto ¡joder! La belleza de esta mujer es surreal.
—¿Cómo me veo? —da un giro de manera que pueda apreciar todo su cuerpo enfundado en ese azul oscuro.
—Diría que perfecta, pero esa palabra queda pequeña —me acerco hacia ella.
—Me encanta este color —confiesa mientras observa su silueta en el espejo.
—¿Comiste algo? —le pregunto.
—Blanca me trajo una ensalada con pollo —responde —y una taza de café lo suficientemente grande y amarga que alguien recomendó.
—Entonces eso significa que el alcohol desapareció de tu sangre —digo.
—Creo que lo hizo antes de darnos ese largo baño —insinúa algo con el movimiento de sus cejas.
—Debo cambiarme de traje —me separo de ella y camino hacia el vestidor.
Sacó el traje y me lo pongo enseguida, nada fuera de lo normal. Un traje con el mismo color del vestido de la rubia, adornado con una corbata gris, igual que los zapatos de mi mujer.
—Los trajes son diseñados para que tú los luzcas —dice en cuanto me ve.
—Para lucirlos a ti —confieso.
Me siento en la cama y espero a que ella termine de arreglar su cabello.
Bajamos las escaleras y salimos donde nos está esperando uno de los coches que nos llevará hasta el lugar de la fiesta de Fred Miller.
Arno es quien nos acompañará en nuestro auto mientras dos camionetas nos siguen por seguridad. Isabella no despego su mirada de la ventana durante todo el viaje hasta que llegamos al salón donde ya se encontraba una multitud —debe ser algo importante para que haya tanta gente— pienso cuando nos bajamos del auto.
Sostengo la mano de Isabella y camino con ella hacia la entrada del lugar, antes de que podamos entrar, la atraigo hacia mí y le susurro.
—Aquí inicia todo mi amor, aquí empieza nuestra esperada venganza.
NOTA DEL AUTOR
Bueno, el siguiente capítulo está algo fuerte, por eso los quise preparar con este, además se revelaron algunas cosas que estaban inconclusas.
Espero leer muchos, pero muchos comentarios para que el capítulo del viernes llegue igual de temprano que este.
Espero estén disfrutando cada parte del libro, porque yo lo hago como no se imaginan.
Recuerda que con tu voto y comentario estás apoyando el libro.
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