CAPÍTULO 34
ISABELLA
Ver a Ronald en ese estado me confirmo que no solo me gusta, si no que el sentimiento hacia él se intensificó de la noche a la mañana y que si lo llegara a perder estaría perdiendo una parte de mí.
En su ropa no cabe una gota más de sangre y aunque él jurara que no es de él, no le puedo creer.
—¡Oliver! —Lo llamo, necesito que me ayude con Ronald.
—Te traje pastel —habla Ronald.
—¿Consideras que eso me importa en este momento? —pregunto.
Ahora mismo no me importa un pastel, lo único que quiero es asegurarme de que está bien o llevarlo a un médico —no sé— siento que me voy a volver loca de verlo así.
—Necesitas un doctor —trato de subirme al auto.
—No. —dice él—. Lo único que necesito es estar con mi mujer.
—Necesitas un doctor —insisto.
—¿Si me revisa un doctor estarás tranquila? —me pregunta.
—No estaré tranquila hasta asegurarme de que estás bien —mis ojos pican por contener mis lágrimas.
—Ya me vio un doctor y aseguro que estoy bien. —dice—. Ahora quiero entrar a nuestra casa y descansar junto a ti. ¿Podemos?
Miro a Evans, el cual se encuentra al volante.
—¿Es verdad lo que dice? —pregunto.
—Lo reviso un doctor en el depósito —dice este.
¿Depósito? Qué doctor lo atendería allí, Ronald necesita un doctor de verdad.
—Están locos, debieron llevarlo a un hospital. —declaro—. Es obvio que no está bien.
—Entremos. —pide Ronald—. Si quieres podemos llamar a un doctor —propone.
—No quiero verte así —no pude contener más mis lágrimas.
—Soy yo el que no quiere verte así —sale del auto y se detiene frente a mí.
—No te ves para nada bien —acarició su mejilla.
Está muy pálido, pero se sigue viendo igual de hermoso.
—Entremos a nuestra casa —trata de sonreír.
Ronald es igual o peor de terco que yo, así que desisto insistirle en que debe ir a un doctor, pero cuando lleguemos a nuestra habitación hablaré con Oliver porque sí o sí debe venir un doctor a revisarlo.
—¿Puedes ayudarme? —le pregunto a Oliver que está a mi lado.
—No necesito ayuda de ellos. —responde Ronald—. Con la tuya es suficiente.
—Deja de ser terco. —le pido —necesito la ayuda de él.
Evans se baja del auto y trata de acercarse a Ronald, pero este se lo impide.
—No te acerques a mí. Oliver puede ayudarme.
—Entre los dos podemos ayudarte —le explica Evans.
—No estoy inválido y mucho menos estoy muriendo. Con la ayuda de mi mujer y Oliver es suficiente.
—No sé qué bicho te picó que te estás comportando de esa manera conmigo, cuando estés bien hablamos —dice Evans antes de subirse al auto.
Entre Oliver y yo lo subimos hasta la habitación, aunque yo no ayude en nada porque él dejó todo su peso sobre el extremo donde iba Oliver.
—Tu hermano tiene prohibido la entrada a mi casa —le dice Ronald a Oliver cuando estamos en la puerta de la habitación.
—Entendido —responde este.
—¿No preguntarás por qué?
—Sabes que no me meto en sus problemas, estoy seguro de que todo debe tener un por qué.
—Entremos ya —pido —muchas gracias Oliver —le agradezco a este.
—No hay de qué. —responde—. ¿Necesitan algo?
—Que llames a un doctor, por favor —le pido.
—¿Llamó a Dante? —le pregunta a Ronald.
—Sí.
Oliver se marcha mientras que nosotros ingresamos a la habitación, quiero quitarle toda esa ropa a Ronald y ver que tan mal está su herida.
Hago que se recueste en la cama y le quitó la camisa que lleva medio puesta. Aunque quiero aparentar estar bien, no puedo, el parche que lleva en una esquina de su torso está lleno de sangre.
—Ya no duele —dice y detiene mi mano que estaba a punto de tocar su herida.
—No me mientas, sé que duele —digo sin poder mirarlo a los ojos.
—Me duele más que no me mires a los ojos.
—Voy a traer algo para limpiarte antes de que llego el doctor —me suelto fácilmente de su agarre y me dirijo al baño.
Cierro la puerta al entrar al baño y no puedo contenerme más, un sollozo sale de mí y cubro de inmediato mi boca para ahogarlo. No quiero que me escuche y vea llorar de esta manera, pero ¡joder! Quién no lloraría de esta manera por la persona que ama y más por verlo en ese estado.
Trato de calmarme un poco y me lavo la cara para poder salir. Pero primero agarro algunas toallas y humedezco unas de ellas, necesito quitar la sangre seca que tiene en su cuerpo.
Me acerco a él y empiezo a limpiar su cuerpo en silencio.
—No puedo verte así —me habla luego de un rato.
—Soy yo la que no puede verte así —mi voz se entrecorta.
He tratado de detener mis lágrimas desde que salí del baño, pero no soy capaz, es como si ellas tuvieran vida propia y se empeñaron en abandonar mis ojos para reunirse con el cuerpo de Ronald.
—No debiste ir —digo.
—Tenía que ir, todo valió la pena —aclara.
—No lo creo, resultaste muy herido.
—Una pequeña herida.
Sé que no es pequeña, sé que le duele, pero intenta hacerse él fuerte ante mí.
—No está pequeña —logro mirarlo a los ojos.
—No deberías preocuparte por esto. —trata de sentarse, pero se lo impido —si duermo un rato estaré mejor.
—Claro que debo preocuparme y lo voy a hacer cada que salgas de casa.
—¿Por qué lo haces? ¿Por qué preocuparse por una persona que no amas? —pregunta.
—¿Eso es lo que piensas? —Esta vez es él quien no me mira a los ojos—. Yo...
—Te prometo cuidarme mejor —me interrumpe.
—Porque te amo —confieso —te amo demasiado.
Sus ojos me miran de una manera diferente cuando termine de hablar, el brillo que tienen nunca lo había visto.
—¿Qué acabas de decir?
—Que te amo, Ronald, te amo demasiado y no sé cuando este sentimiento se instaló en mi corazón, mi mente y cuerpo entero.
—Repite lo que acabas de decir —pide mientras una sonrisa se instala en sus labios.
—No me gusta repetir lo que digo —me acerco hasta tener mis labios cerca de los suyos —te amo Ronald Richter y mucho.
Le doy un casto beso y luego me separo de él.
—También te amo —dice —te amo, te amo, te amo mi dulce rubia.
Me estremezco al escucharlo, nunca había escuchado esas palabras de una persona externa a mi familia —aunque los te amo de mis padres nunca han sido sinceros, no como los de Ronald—.
—Que nunca se te olvide quién de nosotros dijo, te amo primero, quien amo al otro primero —digo.
—Bueno... sinceramente fui yo el primero en decir te amo —menciona.
Nunca lo he escuchado decirme te amo, es más, nunca lo ha dicho.
—Nunca me lo has dicho.
—¿Te acuerdas la primera vez que dormimos juntos? —me pregunta.
—Nunca podré olvidar esa noche —confieso.
—No podía dejar de mirarte, de tocar tu cuerpo y admirar lo valiente que eres —acaricia mis manos mientras habla —cuando te mire me di cuenta de que me enamore de ti, que quería protegerte y que mi corazón género algo que nunca había sentido.
—Tú...
—Que entre más decía que eras solo una obsesión, me mentía solo a mí.
—¡Oh! Mi osito.
—Que incluso mi madre descubrió lo que yo estaba sintiendo por ti, pero yo seguía negándolo. —habla—. Que eres la mujer más hermosa de todo el puto planeta y que soy un jodido con suerte al tenerte a mi lado.
No puedo resistir más, me acerco nuevamente a él y lo beso. Le doy un beso lleno de cariño y amor, lleno de todo lo que estoy sintiendo por él.
—Las personas pensarán que estoy loca —digo al separarme de él.
—¿Qué importa lo que ellos piensen? —dice—. Lo único que importa es lo que pensemos nosotros y yo pienso que debería hacerte el amor ahora mismo.
—Estás completamente loco si crees que yo voy a follar contigo en ese estado.
—No voy a volver a follar contigo —explica —voy a hacerte el amor una y mil veces hasta que entiendas que no te estoy follando.
—Entonces vas a tener que esperar para eso —digo —debes estar sano para poder hacerme el amor.
Me levanto y agarro las toallas sucias para poder lavarlas y terminar de limpiar su cuerpo «aunque sería mejor que se diera una ducha».
—Mi amor. —me detengo al escuchar esas dos palabras —no me hagas esto.
—No lo hagas —pido —no me vas a convencer.
—¿Estás segura de que no podré hacerte el amor? —hace una mueca de dolor al levantarse.
—Sí. Ahora siéntate —le pido —o mejor ven al baño, estas toallas no ayudan mucho.
—¿Quieres que te haga el amor por primera vez en la ducha?
—Quiero que te duches para que puedas descansar hasta que llegue el doctor.
—Ya un doctor me reviso y dijo que estoy bien.
—Solo dúchate por favor —me hago a un lado para que entre al baño.
—¿No vas a entrar conmigo? —pregunta y niego —puedo caerme.
—Estaré pendiente.
—¿Estás segura de que no entrarás conmigo? —pone una de sus manos sobre el parche que cubre su herida.
—Voy a estar allí sentada mientras te duchas —le señaló el pequeño sofá que hay en el baño.
—Eso es ganancia —susurra.
Entró junto a él y me dirijo hasta el sofá, pero él me llama.
—Ayúdame con los pantalones —pide—. No puedo agacharme.
No le digo nada, me acerco y me arrodillo frente a él —si no estuviera en este estado, juro que me deleitaría un rato con su polla en mi boca— termino de quitarle los pantalones y lo miro.
—¿Te ves perfecta en esa posición? —acaricia mi cabello.
—¿Qué quieres que haga? —Lo tiento, aunque no voy a hacer nada.
—No quiero que hagas nada —me sorprende que diga eso —¿Sorprendida dulzura? Sé lo que estás haciendo.
Ingresa a la ducha y me da la espalda «esa perfecta espalda», observo todos los movimientos que hace mientras esparce el jabón por todo su cuerpo. Abre la llave y deja que el agua se lleve toda la espuma que hay sobre su cuerpo, se gira y me mira; esparce todo el jabón nuevamente bajo mi atenta mirada.
—¡Ronald! —grito su nombre cuando noto que de su herida está saliendo sangre.
«Esto no está bien».
Agarró una toalla y envuelvo su cuerpo en ella —mala idea que se haya levantado—.
—Es solo un poco de sangre. —habla —no me dejaste terminar el espectáculo.
—No debería estar sangrando, se supone que te vio un doctor.
—Te perdiste de un gran espectáculo —su cuerpo se está calentando más de lo normal —es la primera vez que el alemán haría algo así.
—Puedes dármelo en otro momento, tenemos mucho tiempo.
Lo dejo en la cama y salgo a llamar a Oliver. Le pedí que llamara a un doctor, pero al parecer se le olvidó.
—Te pedí el favor de llamar a un médico —digo cuando me acerco a él.
—Dijo que venia en camino, pero no sé por qué aún no ha llegado.
—Necesitamos un doctor ya.
—¿El jefe está muy mal? —pregunta.
—Su herida está sangrando —confieso —por eso necesitamos un doctor.
—Volveré a llamar, por el momento hablé con Blanca, ella puede ayudarla.
—¿Ya llegó?
—Hace un rato, debe estar en la cocina.
Entró nuevamente a la casa y me dirijo a la cocina para hablar con Blanca —necesitamos hacer algo mientras llega el doctor—, parece que está preparando algo.
—Blanca. —llamo su atención—. ¿Puedes ayudarme en algo?
—Dígame, señora.
—Necesito vendas, —digo— y alcohol.
La veo salir de la cocina y al momento entrar con una pequeña caja.
—Aquí hay vendas y otras cosas.
—Muchas gracias —recibo la caja y me voy rápidamente a la habitación.
Ronald tiene la mirada donde se encontraba el parche hace un momento.
—No te acerques —pide.
—¿Te quitaste el parche?
—¡Joder! ¿Dante, donde está?
—Aquí estoy —habla alguien detrás de mí.
—¿Qué mierda te demoro tanto?
Después de que aseguraba que estaba bien y que ya un doctor lo había atendido, le pregunta a Dante porque se demoró —jodido narcisista—.
—Te pedí que te quedaras —dice el doctor cuando se acerca.
—Y yo dije que tenía que volver a casa.
—Se te abrió la herida.
—Ya lo noté —dice Ronald con sarcasmo —necesito que arregles este desastre.
—Debes descansar para que no se vuelva a abrir.
—Yo haré que lo haga —hablo —no dejaré que se levante de esa cama —aseguro.
—Mi...
—Ni mi amor, ni rubia y mucha menos dulzura —digo —él te pidió que te quedaras y tú te pusiste en peligro.
—Tenía que llegar a casa, me estabas esperando —hablamos mientras el doctor lo atiende.
—Tenías que llegar ayer y sano, pero no lo hiciste.
—Pero llegué hoy y con un pastel que rechazaste.
—Hablemos después.
El doctor termina de coser la herida y la venda tal cual estaba antes, hace que se tome dos pastillas antes de hablar.
—¿Cuánto tiempo debo estar aquí?
—Estoy seguro de que apenas me vaya te levantarás de esa cama.
—No lo hará —aseguro.
—Por favor, que descanse mínimo toda la tarde y la noche si es posible —me mira el doctor.
—Descansará por cinco días como mínimo.
Le agradezco al doctor cuando sale de la habitación.
Me quito los zapatos y me acuesto junto a Ronald. Después de todo esto, quiero sentirlo lo más cerca posible.
—Rubia. —lo miro—. ¿Qué sientes por mí?
—Mucho amor —respondo.
—Haces que mi corazón palpite a mil por hora —pasa uno de sus brazos por debajo de mi cabeza. —Te amo dulzura.
—Entonces, ¿podemos casarnos ahora mismo? —le pregunto.
—¿Me estás pidiendo matrimonio?
—Quiero vivir muchas cosas contigo empezando por casarnos, así que sí, te estoy pidiendo que nos casemos.
—Eso debo pedirlo yo.
Hablamos por un rato más hasta lograr quedarnos dormidos.
NOTA DEL AUTOR
Después de que hayan leído el capítulo los voy a regañar.¿Quién les dijo que si comentaban les iba a publicar de inmediato? Yo no recuerdo haberles dicho eso, además la mayoría de los comentarios son putos y otros pidiendo que actualice; sí, muy bueno que comenten, pero algo con sentido, por favor.
Yo actualizo cuando tengo tiempo, llevo mucho tiempo diciendo esto y ustedes no logran entenderme, a lo último escribiré la historia y solo la leeré yo.
Espero que esta vez dejen muchos comentarios, pero no solo de «actualiza» porque no les actualizo hasta febrero. :)
Espero que hayan pasado un buen fin de año junto a sus familiares y personas que aman.
Las actualizaciones toman su normalidad y quedarán dos por semana (lunes y viernes).
Los que no están en el grupo de WhatsApp me pueden escribir a mi Instagram. Leidygm18
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