CAPÍTULO 31

ISABELLA

Me gusta admirar el cuerpo de Ronald, verlo dormir me da satisfacción y más saber que él disfruta todo esto como yo.

Estoy sintiendo algo tan jodidamente fuerte por él que me preocupa. Me preocupa porque es tan poco tiempo que llevo junto a él, me preocupa porque la forma en que llegue junto a él es muy cuestionable y me preocupa porque es tan bueno y diferente conmigo que siento que esto algún día puede acabar o terminar en una mentira y sufriría demasiado.

Pero debería disfrutar, no pensar en lo que puede pasar mañana, agradecerle a Dios que lo que tanto había soñado estaba a mi lado. Quería alguien que me quisiera por lo que soy, que no estuviera a mi lado por los beneficios que esto le traería, «debo dejar de suponer tanto y disfrutar más».

—¿Disfrutando la vista? —pregunta Ronald al girarse.

—Una vista estupenda —respondo.

—No mejor que la mía —me sonríe de esa manera que siempre lo hace.

—No lo creo —digo —mira que tienes una espalda lo suficientemente sexy —explico —y toda esa tinta que hay sobre ella la hace ver aún más sexy.

—¿Y con tus marcas qué tal se ve? —pregunta.

—No hay ninguna —miento.

—Tengo tus marcas por todo mi cuerpo, hasta en mi culo las hay —habla con burla.

—Según tú, ¿cómo hice para marcar tu cuerpo?

—Con tus preciosas uñas, cada que me hundo en ti lo haces —habla sin un atisbo de vergüenza.

—Son pequeñas —confieso.

No son pequeñas para nada.

—No las puedo ver, pero estoy seguro de que no son para nada pequeñas —asegura.

—¿Te molestan? —pregunto.

—Para nada, las amo —dice —¿las debería tatuar para que sean eternas? —pregunta.

—Estás loco — digo al levantarme de la cama —no puedes hacer algo así.

—Claro que puedo —se ríe sonoramente mientras habla —o mejor me tatuó tu cuerpo, así como estás —hace gesto de pensamiento, pero después niega —es una idea absurda, tendrían que verte para dibujarte, pero quien se atreva a hacerlo, no creo que le quede vida.

—Estás verdaderamente loco —digo ignorando todo lo que acaba de decir.

—Por ti, dulzura, solo por ti —confiesa mientras se acerca a mí.

—Un día soy rubia, otro soy dulzura y otro tu amor —sonrió al recordar las últimas palabras que me dijo hace unos días en la oficina del depósito.

—Para mí eres todo eso y más —confiesa.

—¿Qué más soy para ti?

—Mi mujer, mi prometida, futura esposa y madre de mis herederos —dice esto último en voz baja.

Se ha encargado de mencionar bebés en cada momento, por más que insista, no los tendré, no seré madre.

—Debemos arreglarnos para ir a practicar —emprendo camino hacia el baño ignorando lo último que dijo y él me sigue.

—Recuerda que te dije que hoy tenía una reunión con algunas personas —me recuerda.

—¿Vas a demorar? —pregunto cuando ingresamos al baño.

—Posiblemente, llegue muy tarde —confiesa.

—Te estaré esperando.

—No debes hacerlo, llegaré pasada la media noche.

—Quiero esperarte, estar despierta cuando llegues —insisto —quiero que me abraces mientras duermo.

—Insisto en que no deberías, no puedo prometerte que llegaré temprano —revela.

—¿Estarás en peligro? —Su mirada se conecta con la mía.

—Yo nunca estoy ni estaré en peligro, mis enemigos sí, yo no —habla.

Es obvio que no va a una simple reunión, si fuese solo eso estoy segura de que me prometería que llegaría temprano junto a un pastel de fresas de la mejor repostería de Berlín o me invitaría a ir con él.

—Como digas —entro a la ducha tratando de ignorar la voz de mi cabeza.

«Es lo único que tenemos, si le pasa algo no estaremos a salvo y no podremos cobrar nuestra venganza».

—Dulzura. —Hace que me gire quedando frente a él —trataré de llegar temprano.

—Promételo, como siempre lo haces —le pido, pero esquiva mi mirada.

Es obvio que estará en peligro.

—No puedo hacer eso, pero trataré de llegar temprano, hacer todo lo más rápido que esté a mi alcance. —Sus manos acarician mis mejillas mientras habla.

—Entonces tendré un día muy largo —digo.

—Puedes ir de compras, a casa de mis padres o salir con tus amigos —propone.

No necesito nada por el momento, no quiero molestar en casa de sus padres y mucho menos quiero ir sin él; mi última opción es Marga y José, pero posiblemente ellos ya tengan planes.

—Luego miraré que puedo hacer, por el momento debemos ducharnos porque tú debes salir —digo.

Abro la llave y dejo que el agua caliente caiga sobre nuestros cuerpos y los moje al instante. Agarro el gel de Ronald y empiezo a esparcirlo por todo su cuerpo. Sus brazos son realmente grandes, mi mano queda perdida en sus bíceps, mejor dicho, yo quedo perdida en su enorme cuerpo.

—Eres muy grande —digo mientras sigo esparciendo el gel —en todas partes —susurro esto último.

—Perfecto para ti —dice.

—¿Cuánto mides? —Levanto la cabeza para poder mirarlo a los ojos.

—Metro noventa y cuatro más o menos —responde.

—Ya veo —digo bajando mi mirada nuevamente.

Quedo realmente perdida junto a él, ni poniéndome unos tacones de diez centímetros lograré alcanzar su metro noventa.

Abro nuevamente la llave y dejo que el agua se lleve todo rastro de jabón del cuerpo de Ronald; él imita mi acción anterior y esparce ese rico gel con olor a fresas recién cortadas.

Lava mi cabello como nadie nunca lo había hecho, con delicadeza, tranquilidad y lentitud, haciendo que todo el proceso se convierta en un recuerdo para toda la vida.

Nos envolvemos cada uno en sus respectivas toallas y salimos del baño sin mencionar alguna palabra, mientras nos bañábamos yo fui la única en tratar de entablar una conversación, mientras él se encargaba de mirar cada parte de mi cuerpo como si tratara de grabarlo para siempre en su mente.

—¿Vamos a desayunar juntos? —pregunto mientras lo observo vestirse.

—Me quedaré contigo hasta medio día —dice.

—Dos horas.

—Mañana pasaré todo el día junto a ti, no practicaremos porque te llevaré a un muy buen lugar.

Estoy relativamente paranoica por nada, Ronald va a una de las reuniones que siempre ha tenido, pero no quiero separarme de él, no hoy, es como si temiera que nunca más va a volver y mi corazón se encoge de solo pensar que nunca más lo veré.

—Estás pensando demasiado en las cosas, voy a estar bien —habla como si me leyera la mente —es una reunión de rutina.

—No pienso demasiado nada —mentira, terrible mentira. En mi rostro se debe observar que me preocupa —solo opino que vamos a desperdiciar dos días donde pude aprender un poco más —trato de desviar la conversación.

—Estás aprendiendo del mejor y te aseguro que has avanzado notablemente, ya le diste tres veces al seis —me recuerda.

No he avanzado nada, solo le di tres veces al seis y lo hice con los ojos cerrados, aún me da miedo cuando disparo.

—Solo llevamos seis días y dices que he avanzado —digo.

—Muchos se demoran meses en poder darle al seis, estoy seguro de que antes del veinte me habrás superado.

—Ni en mis más grandes sueños podré hacer lo que tú con una pistola.

Discutimos el tema hasta que los dos estamos listos para bajar a desayunar, él sigue insistiendo en que he aprendido demasiado mientras yo lo contradigo, pues tengo la razón.

Desayunamos unos ricos panecillos, fruta y huevos que nos preparó la señora Blanca.

—¿Ya decidiste qué vas a hacer? —me pregunta.

—Creo que voy a encontrarme con Marga, tiene que darme respuesta a algo que le pedí —respondo.

Espero que en la empresa de José aún haya ese puesto para mí.

—¿Qué le pediste?

—Cuando me den respuesta te lo diré.

—Yo te tengo una propuesta, pero te la diré cuando regrese —dice.

Terminamos nuestro desayuno en medio de una charla agradable donde no volví a tocar el tema de su reunión y llegada, aunque aún siguiera en mi mente.

—Oliver y Arno estarán pegados a ti en cada momento —menciona antes de besar mis labios.

—Voy a salir con Marga, pienso que no es necesario —digo.

—Para mí lo es, además tres chicos los seguirán —comenta.

—Cinco personas es una exageración grandísima —revelo.

—Deberían ser más. Mi mujer debe estar protegida cada segundo de su vida.

—No cuestionaré tus palabras —digo —nos vemos en la noche.

—Si es muy tarde y no he llegado por favor descansa.

—Lo haré —digo, pero queda claro que eso no sucederá hasta que él llegue.

—Te quiero —me besa nuevamente para luego alejarse. —no te alejes de Oliver, por favor.

—Yo también te quiero —le digo antes de que se aleje del todo.

Lo veo acercarse a Oliver e indicarle algunas cosas para luego mirarme por última vez antes de subirse a su auto. Espero hasta que su auto desaparezca de mi vista para poder entrar a la casa.

"—¿Estás ocupada?"

Me acuesto en la cama mientras espero la respuesta de Marga.

"—Estaba a punto de escribirte. ¿Podemos vernos?"

"—Necesito escapar de estas cuatro paredes y hablar con alguien".

"—Necesitamos hablar, debo contarte algo. ¿Conoces la cafetería «Coffee and Cookies» que hay en el centro?"

"—No tengo idea, pero Oliver puede llevarme".

"—Entonces nos vemos allí a la 1pm".

"—Llega temprano, por favor, no quiero esperar como la última vez".

"—Yo nunca llego tarde. Que tú llegues temprano no es mi problema".

"—Eres una descarada, allí estaré".

Me cambio de ropa porque solo me había puesto un diminuto short y en estos momentos la ciudad está helada y no quiero morir por hipotermia. Me visto con un pantalón negro, una camiseta blanca y unos zapatos blancos, «esto me hace parecer más joven de lo que soy», dejo mi cabello suelto para cubrir mi cuello y ocultar las pequeñas marcas que ha dejado Ronald en el.

—¡Oliver! —llama al hombre cuando estoy lista.

—Dígame, señora —me responde desde la parte de abajo de la casa.

—¿Conoces la cafetería Coffee and Cookies? —pregunto.

—¿La que está en todo el centro de la ciudad?

—Posiblemente sea esa, no conozco mucho de esta ciudad —le recuerdo —¿Puedes llevarme allí?

—Claro, el jefe nos avisó que saldríamos —revela.

—Busco mi bolso y bajó —digo antes de regresar a la habitación.

Me aseguro de que todo lo que necesito esté en el bolso. Agarro un abrigo y me dirijo hacia la salida.

—Buenas tardes, Arno —saludo cuando subo al auto y me doy cuenta de que Arno es quien va al volante.

—Buenas tardes. —me devuelve el saludo.

—Vamos para el Coffee and Cookies —le indica Oliver a este.

—¿El del centro? —le pregunta Arno.

—Es el único que hay.

Salimos de la casa y miro hacia atrás para asegurarme de que otra camioneta negra nos está siguiendo.

—Tienen orden de seguirnos a donde vayamos —habla Oliver mientras revisa su teléfono —y yo entraré a la cafetería con usted —revela.

—No hay necesidad, estaré con mi amiga —digo.

—La última vez me dijiste que estarías con tus padres y saliste sin poder respirar —me recuerda —si llegan a tocarte un cabello, hoy será mi fin —confiesa.

—Pero no te sentarás en la misma mesa que yo —aseguro —puedes sentarte tres o cinco mesas más alejadas —le exijo.

—Dos mesas, esa es la orden.

—Tres mesas estaría bien, no quiero que escuches lo que hablaré con mi amiga —digo mientras observo las calles.

—Hoy seguiré solo las órdenes del jefe, no quiero tener problemas —insiste.

—Como quieras —digo.

No puedo alegar con él, es evidente que ignorara lo que le pida por qué tiene que hacer las cosas tal y como se las pidió Ronald.


NOTA DEL AUTOR 

 Por fin, aunque creo que no demore mucho. Espero disfruten el capítulo. 

 Como lo mencione en mi Instagram, voy a publicar miércoles, jueves, viernes y sábado, pero todo eso dependerá de ustedes. Cada capítulo debe superar los 500 comentarios y 600 votos para actualizarlo. 

 Espero hayan pasado una bonita navidad junto a sus familiares y personas que aman. 

 Mis bromas en Instagram se están saliendo de control. :) 

 Última cosa, algunos me sugirieron crear un grupo para los lectores y lo he estado pensando y me gustaría saber qué dicen ustedes. 

 Recuerda que con tu voto y comentario estás apoyando el libro. 

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