CAPÍTULO 28

Cumplieron la meta increíblemente rápido, si quieren que actualice mañana deben hacer lo suyo e interactuar mucho, mucho, mucho con el capítulo.

RONALD

Es evidente que Isabella está llena de miedos. Es una joven que tuvo que aprender mucho desde muy pequeña y que sufrió desde un abandono de sus padres hasta una violación, sus traumas y pasado la siguen atormentando. Pero daré mi vida entera para que todo sea diferente, para que el miedo que reflejaron sus ojos esta tarde en el restaurante desaparezca, para que esos hipnotizantes azules solo brillen de felicidad.

Cuando terminó su preciado pastel nos dirigimos a la empresa, necesitaba organizar unos documentos y firmar otros que no podían ser enviados por correo o fax por el grado de importancia que tienen.

Pero tener a la rubia acostada en el sofá que hay frente a mí hace que me sea imposible leer unas cuantas líneas y poner mi firma en el lugar correcto. Me está regalando la imagen perfecta de sus piernas, mis ojos la recorren completamente durante repetidas veces y estoy seguro de que nunca tendré suficiente de ella, que, aunque ella lo desconozca, mis sentimientos hacia ella son puros y tan genuinos como nunca antes lo han sido.

Que desde el momento que sus ojos hicieron contacto con los míos me volví vulnerable por ella, que es la única persona que tiene el poder total de destruirme sin tener consecuencias porque nunca sería capaz de tocar un centímetro de su piel para lastimarla.

—Si me sigues mirando de esa manera, consideraré que en tus pensamientos estoy desnuda —habla la rubia mientras se pone de pie.

—No te imaginas todas las veces que has estado desnuda en mi mente.

—Eres un jodido pervertido —habla con diversión.

—¿A quién llamas jodido? —me levanto rápidamente dando algunos pasos para llegar hasta donde está ella.

—A ti —dice sin pudor.

—En la mañana me llamaste imbécil y ahora me llamas jodido —la sostengo de la nuca y me inclino para quedar a su altura —dulzura, ¿estás buscando que te joda? —le pregunto.

—¿Cómo piensas joderme? —restriega sus tetas por todo mi pecho invitándome a algo más.

—No te voy a joder como quieres —me aparto de ella.

—No sabes lo que quiero —dice tentándome.

—No tengo que tener algún poder para saber de qué estás deseosa que te folle —hablo con sorna —quieres que te incline en la mesa y me hunda en tu coño hasta hacerte correr —a medida que hablo sus mejillas empiezan a enrojecer —¿o me equivoco? —le pregunto.

—Estás muy equivocado —habla —lo que deseo ahora mismo es que me devores el coño —sonríe al hablar, esto seguramente por la imagen de mi rostro.

No creí que fuese a tener el valor de mencionar aquello, sé que sus pensamientos son terriblemente sexuales y conllevan a un pecado gigante, pero nunca es capaz de revelarlos, siempre los deja en su cabecita.

—Repítelo dulzura —digo.

—Escuchaste perfectamente lo que dije, así que no hay razón para que lo repita —me da una pequeña sonrisa.

—Repítelo —insisto —repite lo que acabas de decir.

—Que escuchaste perfectamente lo que dije, así que no hay razón para que lo repita —se burla de mí.

—Lo que dijiste antes de eso, quiero volver a escucharlo.

—¿Qué pasará si no lo repito? —sostiene mi corbata y juega con ella mientras me mira.

—Eres una total caja de sorpresa y me gusta descubrir día a día lo que viene en ella porque cada que se destapa hay algo nuevo, algo que nunca creí que pasaría —le susurro —por esa razón y porque esto me gusta más de lo que puedas imaginarte e incluso me gusta más que follarte. Voy a devorar tu coño, pero esta vez retrasaré tu orgasmo hasta que sientas que tu cuerpo dependerá de lo que pueda darle.

—Soy yo quien maneja mi cuerpo, soy yo quien decide en qué momento y cuando correrse —se inclina hasta rozar sus labios con los míos —debes ser consciente de eso.

—Ya lo veremos.

La levanto y nos dirijo hasta llegar a la mesa caoba que adorna la oficina, retiro sin ningún cuidado los documentos que había en ella haciendo que estos caigan alrededor de nosotros, pero los dejo en el último lugar de mi lista de cosas importantes, porque Isabella y su coño la encabezan.

—No vayas a dañar mi vestido, por favor —pidió ella.

—No tengo intención de hacerlo, no quiero que nadie mire el cuerpo de mi mujer porque de ser así, acabarían sin ojos —subo el vestido hasta dejarlo por su cintura.

Nunca había tenido la oportunidad de ver unas bragas sobre su blanca piel, siempre imaginé cómo se vería ese pedazo de tela sobre ella, pero cualquier imaginación queda pequeña a la imagen que tengo frente a mí.

—Pediste que me pusiera —dice cuando ve que no aparto mi mirada de ellas.

—Pero no estas, ¡joder dulzura! Quieres volverme loco, ese color adorna perfectamente tu piel —habló sin apartar mi vista de ahí.

Lleva puesta unas bragas de color rosa claro la cual es extremadamente pequeña, pero eso hace que su coño se marque de una manera placentera para mí.

—Son de las pocas que tengo —habla ella mientras mis manos empiezan a recorrer el interior de sus muslos.

—Te compraré miles de ella para tener la oportunidad de admirarlas en tu cuerpo y luego quitarlas lentamente con mi boca y mis manos.

Llegó hasta su zona la cual se siente tan húmeda como lo recuerdo, las bragas están empapadas y eso hace que mi polla palpite dentro de mi bóxer.

—Mmm... tus dedos son ágiles —hablé entre jadeos cuando dos de mis dedos invadieron su entrada.

—¿Te gusta? —preguntó mientras la penetró con ellos.

—No deberías hacer ese tipo de preguntas —su mirada busca la mía —yo... Oh... considero Mmm... que ¡jesus! mis gemidos te dan la respuesta.

Nuevamente, estoy de rodillas frente a ella, con la imagen de su entrepierna tapada por unas diminutas bragas.

—Ahora voy a quitar esto para grabar nuevamente la imagen de tu coño húmedo.

Quito lentamente sus bragas para seguido dar una lamida desde su entrada hasta su clítoris, el cual se encuentra más que hinchado. Muevo mis dedos y lengua de manera rápida hasta el punto de sentir el temblor de sus piernas que hacen apartarme de ella.

Sonrió al encontrar su mirada lujuriosa.

—No debiste parar —habla con su respiración entrecortada.

—Te dije que yo tenía el control y decidiría cuando sería tu orgasmo —la penetró con mis dedos nuevamente, haciéndola jadear al instante.

—¡Ronald! —grita mi nombre para luego llevar una mano a su boca.

—No lo hagas, no me prives de tus sonidos, nunca más lo intentes hacer —apartó su mano de su boca.

—Alguien puede escucharnos —susurra.

—Que escuchen como mi mujer disfruta al devorarle el coño.

Incremento los movimientos de mis dedos y lengua en su lugar húmedo mientras sus gemidos se descontrolan, no quiero hacerla esperar más, así que permito que su orgasmo la invada, pero al instante me hundo en ella, sin prever las consecuencias del acto.

—Ronald —sus ojos se abren como platos cuando estoy completamente dentro de ella.

—Sí.

—Debes ir más lento, dejar que me acostumbre —dice.

—¿Te lastimé? —detengo mis estocadas.

—Un poco —responde.

—Yo —intento salir de ella, pero me detiene atrapando mi cuerpo con sus piernas.

—Ya estoy bien —me regala una sonrisa.

—¿Segura? —pregunto —quiero hacerlo rápido y duro.

—Puedes hacerlo como quieras.

Empiezo un vaivén suave con la intención de no lastimarla de nuevo, pero el placer que me causa la estrechez de su coño me hace aumentar las embestidas conforme pasa el tiempo.

—Oh... Ronald...

—Dulzura, amo como tu coño acepta y exprime de manera gustosa mi polla —le hablo en los labios.

Mi polla empieza a palpitar en su interior y su coño me succiona mucho más hasta el punto que genera un dolor soportable.

—¡Joder! Nunca en mi puta vida me cansaré de esto, de ti, de tus ojos, de tu mirada llena de lujuria, tu cuerpo y tu coño que me toma tan perfectamente.

—¿Cómo es que puedes decir todo esto mientras me follas?

—Porque es lo que siento.

—Me gustas, me gustas tanto —confiesa mientras doy unas últimas estocadas haciéndonos acabar al mismo tiempo.

—Te... también me gusta —digo.

La sostengo en mis brazos y caminó con ella hasta el sofá donde me siento dejándola a ella sobre mi regazo donde descansamos hasta que nuestras respiraciones se regulan.

—No quería follarte sin condón —digo mientras aliso su cabello que se encuentra hecho una maraña, pero la verdad es que no me arrepiento.

Sentir su piel caliente aumento mi libido y las ganas de follarla por un tiempo indefinido.

—Tomo pastillas —afirma —y no tengo ningún tipo de enfermedad.

No debería tomarlas, debe saber que desde que decidió quedarse conmigo se convirtió en mi pareja y la futura madre de mis hijos.

—Deberías dejarlas —indicó.

—Nunca —me mira a los ojos —no las dejaré de tomar nunca.

—Yo debo tener hijos —digo —en poco tiempo serás mi esposa.

—Para ti es un deber —se levanta de mis piernas quedando frente a mí —no quieres tenerlos.

—Yo debo, quiero y necesito un hijo —sostengo su mirada —aunque uno no será suficiente.

—Ronald, te lo dije. No quiero hijos.

—Esto debemos hablarlo en otro momento —me acerco a ella —ahora no quiero retroceder lo que hemos avanzado.

—Esa siempre será mi respuesta —dice.

—Ya veremos —digo.

—Ronald.

—Debo limpiar eso —señaló sus piernas —y acomodar ese vestido —cambió abruptamente el tema de conversación.

—Yo puedo hacerlo.

¡Joder! Su actitud cambió, no quiero obligarla a nada. Quiero hacer lo que ella me pida, quiera y considere prudente, pero sueño con un hijo de los dos, una pequeña personita gritando por toda la casa, alguien parecido a ella.

—Siéntate Isabella —le indico.

Trata de hablar, pero se lo impido llevándola hasta el sofá.

—Ahora esperarás ahí hasta que regrese del baño.

Camino hasta la puerta a mi derecha e ingresó al baño, limpio la parte de mis pantalones que resultaron comprometidos en el acto para luego salir con una caja de paños.

Me acerco hasta Isabella y separó sus piernas para poder limpiar la evidencia de nuestro acto; ninguno menciona alguna palabra, pero su mirada está fija en mí.

—¡Señor! —habla mi secretaria desde el otro lado de la puerta.

—¡No entiendes que dije que no quería que me interrumpieran!

—Es el señor Charles, desea verlo con urgencia —habla.

—Ve, yo termino —aparta mis manos e intenta levantarse.

—Lo que sea puede esperar.

—Ronald, si no abres la puerta entraré a la fuerza —esta vez quien habla es mi tío —traigo información de la junta.

«Joder»

—Ve al baño y no salgas hasta que termine con él —le indico a Isabella.

Hace lo que le indico. Cuando ella cierra la puerta decido dejar que mi tío entre; aunque no quiero verlo, debo aceptar que lo que vaya a decir puede interesarme.

—Tienes cinco minutos —le digo cuando entra.

Analiza cada rincón de la oficina, pero su mirada se detiene en las pequeñas bragas de la rubia «no debió posar sus ojos en ellas», no hace ademán de apartar su mirada.

—Tienes dos putos segundos para que alejes tu mirada de eso —le hablo con irritación.

—En fin, no estoy aquí para mirar las bragas de una de tus putas —habla con burla.

—¿Valoras tu vida? —mis manos se hacen puño al instante.

—Tienes hasta fin de mes para reunirte con los israelíes —ignora mi pregunta.

—No la valoras —mi puño va a parar a su arrugado rostro.

—¡Eres un maldito imbécil! —grita mientras limpia la poca sangre que sale de su nariz.

—Te hice una pregunta y no respondiste —digo arreglando mi saco —¡Aaaa! Lo de los israelíes, tienes hasta fin de mes para hablar con la junta y decirles que ellos no quieren ningún negocio con nosotros.

—La junta está al tanto de todo —habla —no les importa si los negocios con los rusos se joden, quieren a los israelíes en nuestro territorio —explica con sorna —están interesados en hacer negocios en esa parte del mundo.

—Me importa una mierda la junta —me acerco lentamente a él —recuerda quien está al mando de todo, quien ha llevado este negocio por los últimos once años y quien se ha ganado el respeto hasta de los inútiles de tus hijos —le arrojó el pañuelo que llevaba en mi bolsillo.

—Te juro que uno de esos inútiles ocupará tu puesto muy pronto —expone.

—Y yo te lo juro a ti que tus malditos días de vida están contados. Te he pasado tantas por mi padre, pero te aseguro que una de las balas de mi arma lleva grabado tu maldito nombre.

La puerta del baño se abre dejándonos ver a Isabella, la cual empieza a caminar hasta donde estoy yo.

—Buenas tardes —habla cuando llega a mi lado.

—Debiste seguir mis órdenes —la observo.

—Aún consideró que eres muy joven —habla mi tío.

—La mujer que estaba con usted en la fiesta es mucho mas joven que yo —le dice Isabella —podría ser su nieta.

—Debes irte —le digo a mi tío —ya te dije lo que debes decirle a los de la junta, tienes diez días para darme positivas respuestas.

—Que esté bien —le habla educadamente Isabela.

Charles me observa una última vez para luego abandonar la oficina. Su insistencia con los israelíes me está jodiendo y seguramente me traerá muchos problemas.

—¿Él quiere que uno de sus hijos sea el jefe? —me pregunta Isabella.

—Pues debía ser así —digo —él debió gobernar todo esto y no mi padre, pero su incompetencia lo obligo a abandonar todo esto.

—¿Crees que sus hijos sean buenos jefes? —pregunta.

—Ninguno de ellos, pero hay una excepción —digo.

—¿Quién?

—Ya la conocerás.

Recojo cuidadosamente los documentos y término de firmarlos para poder irnos a casa.



NOTA DEL AUTOR  

Charles nos está dando mucha lidia. ¿Lo mandamos para el cielo? Mentiras, es una parte fundamental para uno de los próximos capítulos. 

 Tal parece que Isa no nos dará la oportunidad de tener unos mini Ronald por toda su casa.

¿Quién es la excepción de la que habla Ronald? Si han leído el libro con atención deben recordarla. 

 Ustedes me dejaron asombrada el día de hoy, creí que se demorarían, pero me sorprendieron de verdad. 

 En Instagram les dejo una cajita para que le hagan a los personajes de la historia. @Leidygm18.

 Recuerda que comentando y votando estás apoyando el libro.

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