CAPÍTULO 26

RONALD 

Nunca he considerado apuntarle a la rubia con un arma ni en mis peores sueños sucedía, pero el impulso y mi trabajo me hizo reaccionar así. Mucho más por lo que supe de mi tío, además no consideré que Isabella se atreviera a ingresar a mi habitación.

—¡Oh Dios! —trata de moverse, pero mi cuerpo se lo impide —no me hagas nada.

—Nunca te haría daño —dejó que el arma resbale de mis manos y caiga al piso donde Isabella no la pueda ver.

—Deja que me levante, por favor —habla.

No logro ver bien su rostro, pero estoy seguro de que es de una persona con miedo.

—Voy a levantarme —empiezo a separar mi cuerpo del de ella.

Hago que se siente en la orilla de la cama y luego me inclino tratando de quedar a su nivel, no puedo permitir que sienta miedo al estar conmigo.

—Y-yo debería regresar a mi habitación —empieza a hablar —fue un error entrar aquí.

—Cálmate dulzura —le susurro.

—¡Dulzura mis pelotas! —se levanta con un fuerte impulso —¡Eres un imbécil! —empieza a dar círculos por toda la habitación.

No puedo evitar divertirme con la escena que está haciendo.

—No te rías, me ibas a disparar —se acerca hasta donde estoy y toca mi pecho con sus dedos —¡Dios, ibas a dispararme!

—No te iba a disparar —es una mentira con algo de verdad.

Estaba dormido y mi reacción fue atrapar a la persona que estaba acechándome.

—Eso en mi cabeza demuestra lo contrario —camina hacia la puerta.

—Iba a inmovilizarte, no consideré que entraras a mi habitación pasada la media noche —la alcanzó antes de que pudiera salir.

—Ibas a dispararme —su tono de voz empieza a normalizarse —ibas a dispararme —repite.

—Nunca haría algo como eso —hablo —como podría matar a... —dejo las palabras en el aire.

—Creí que moriría —dice.

—Eso nunca pasará —la giró haciendo que me mire.

—¿Por qué tienes una pistola en tu cama? —me mira a los ojos mientras pregunta.

—Tengo un trabajo donde hasta mi sombra es mi enemiga —digo.

—Pero esta es tu casa, nadie podría hacerte daño aquí —dice.

—Claro que pueden —respondo —cualquier lugar es peligroso para mí, para nosotros —corrijo.

Enciendo las luces de la habitación para poder observar de una mejor manera a Isabella, tiene esos pequeños pantalones que llevaba en la cena y una blusa que remarca sus grandes tetas junto a sus pezones.

—Debería irme —habla, pero no da ni un paso.

—¿A qué viniste? —acarició sus mejillas, las cuales empiezan a enrojecer.

—Quería dejar algo y asegurarme de que no te habías marchado.

—Lo que sea pudiste entregarlo cuando amaneciera —mis ojos se desvían de su rostro a sus pezones que empiezan a verse más duros de lo que estaban —además te dije que iba a estar en mi oficina.

—No te vi allí, creí que te habías ido —sus pequeñas manos se vuelven inquietas y empiezan a acariciar mis brazos con suavidad.

—Así que me estabas buscando —declaró.

—No te vi en tu oficina, así que consideré que no estabas y decidí traer algo que tenía para ti —habla mientras la escucho atentamente —pero ¡Joder! —exclama —estabas tan descubierto que fui un poco codiciosa —sus ojos se abren como plato al caer en cuenta de lo que acaba de decir.

No puedo aguantar reír, si alguien me contara lo que Isabella acaba de decir no le creería. Ella se considera codiciosa solo por ver un poco de más, entonces yo sería un loco pervertido por todo lo que imagino hacerle.

—Repite eso —digo aun riendo —repite lo que acabas de decir —insisto.

—No he dicho nada —trata de abrir la puerta, pero se lo impido.

—¿Te consideras codiciosa? ¡Eh! —la tomó por su cuello y la acercó mucho más a mí —¿entonces mis pensamientos hacia ti que me hacen ser? —le pregunto.

—No sé cuáles son tus pensamientos.

—Comerte el coño hasta saciarme de el. Si es que puedo —digo esto último en un susurro —follarte en mi cama, en esa mesa, —señaló la mesa de noche que hay junto a mi cama —volver a comerte el coño en mi oficina y luego follarte hasta que los vestigios de tus orgasmos te impedirá levantarte.

Sus mejillas se sonrojan y aprieta sus piernas de una manera que me hace saber que está imaginando todo lo que acabo de decirle.

—Eres un pervertido.

—Más pervertida eres tú al imaginar todo lo que acabo de decirte.

Mis labios sobre los de ella impide que hable. Mi resistencia se fue al carajo cuando vi esa mirada, cuando noté como sus piernas se apretaban más y más, y como sus pezones se veían más duros.

La besó con ansia y desespero, quiero grabarme cada parte de sus labios sobre los míos junto con su sabor. Sujeto sus piernas haciendo que rodee mi cadera con ella y nos llevó a la cama donde me siento haciendo que ella quede a horcajadas sobre mí.

—¿Sientes eso? —le pregunto al separar mis labios de ella —así es como me pones con una simple mirada.

«Soy un puto pervertido, pero nadie debería juzgarme por sentirme así por esta mujer».

Isabella balancea sus caderas sobre mi polla que cada vez se pone más sensible, debo detenerla porque a este paso pareceré un inexperto teniendo un orgasmo en menos de cinco minutos.

Cambio nuestra posición haciendo que ella quede sentada sobre la cama. Me da una mirada expectante.

—Acuéstate —le indico —voy a comer tu coño antes de que pueda correrme, luego follaré tu coño hasta que tus piernas tiemblen.

—Oh... Dios.

—Dejarás de mencionar a Dios, porque solo estamos tú y yo.

—Ronald...

Beso su cuello y bajó lentamente hasta su blusa, la cual rompo de un movimiento.

—Tendrás que pagar eso —dice ella.

Ignoro lo que acaba de decir porque la vista de sus tetas es merecedora de estar plasmadas en una galería donde yo sería el único espectador. Las besos, succiono, muerdo, acaricio y juego con ellas por un gran tiempo; su suave piel y el sabor que haya en cada parte de el es indescifrable porque es un sabor que nunca en mi vida había probado.

Mi boca recorre su abdomen. Dejó su coño de último y me dirijo al interior de su muslo donde dejó suaves besos mientras rasguño de manera delicada su piel. Subo lentamente hasta su coño donde paso mi lengua desde su hendidura hasta su clítoris.

Dejo de perder tiempo y me concentro en devorarle el coño, disfrutar de su sabor y de los melodiosos gemidos que salen de la boca de Isabella. Hacía años que no le comía el coño a una mujer y puedo asegurar que nunca lo había disfrutado tanto como lo hago con la rubia.

—Joder... Esa lengua —Isabella sujeta mi cabello de la misma manera que lo hizo en la mañana.

Introduzco dos de mis dedos en su hendidura y no tarda en retorcerse por el placer que estos le causan. Mi lengua y dedos siguen un mismo ritmo, mientras mi lengua juega con su clítoris, mis dedos entran y salen de su coño; los sonidos y fluidos incrementan junto con mis movimientos, sus piernas tratan de cerrarse, pero con mi mano libre las separo.

—Ronald... Oh... Ronald...

—No lo retengas, quiero todo tu orgasmo en mi boca —mencionó lo mismo que le dije en la mañana —quiero cada gota en ella.

Isabella se corre mientras menciona mi nombre y su cuerpo tiembla por el orgasmo que acaba de tener. Me pongo de pie y sacó un condón de uno de los cajones.

Mientras ella se recupera, bajo mis pantalones y empiezo a bombear mi polla con la vista de su cuerpo desnudo, la mirada de ella cae sobre mi polla y retrocede un poco llegando hasta el otro extremo de la cama.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

—¡Jesús! —exclama —¿eso cuando creció tanto? —Sus disparates me hacen reír.

—Ya lo habías visto —le recuerdo —en el hotel.

—Estoy segura de que no era de ese tamaño —insiste —no es que sea virgen, es obvio, pero no entrará, te lo aseguro.

—En ocasiones eres tan... —no puedo describirla, no hay palabra para eso —pero te aseguro que tu coño se tragara toda mi polla y lo disfrutaras.

Me pongo el condón con su mirada como espectadora y luego me acerco a ella, beso sus labios, su cuello, mejilla mientras una de mis manos acariciaba sus tetas y la otra introduce mi polla suavemente, de manera delicada. Aunque quisiera hacerlo de una estocada y estar dentro de ella de inmediato, debo asegurarme de no lastimarla y que disfrute estar conmigo.

—Ah. Ronald —ella empieza a gemir mi nombre.

—¡Jodes dulzura! —hablo cuando termino de adentrarme en su coño —tarde demasiado en hacer esto.

Empiezo las embestidas lentas, pero profundas. Llegando hasta el punto donde le genera mayor placer.

—Ronald...

—Eso es, dilo.

—Ronald...

La imagen que tengo de ella, su coño tragándose por completo mi polla y sus gemidos sobre mi piel, debería grabarlo y no solo en mi mente.

Mis embestidas empiezan a ser más rápidas, su coño empieza a succionar más y más mi polla.

—Oh Ronald, voy... Ah... ¡Jesús! No pares —sus palabras son interrumpidas por sus gemidos.

—Sí, dulzura.

Giró su cuerpo de un solo movimiento haciendo que su perfecto trasero quede a mi vista. Mis embestidas continúan y no resisto sujetar su cabello y atraerla hacia mí.

—¿Tu codicia te hizo imaginar esto? —preguntó mientras le rodeo el cuello con una de mis manos.

—Ronald —gime mi nombre.

—Contéstame dulzura. ¿Tu codicia es tan grande como la mía?

—Yo. Oh Ronald, más... —pide, pero me detengo, quiero que responda.

—¿Imaginaste mi polla invadiendo tu coño?

—Sí —sonrió al escuchar su respuesta.

Reanudo mis embestidas esta vez más fuertes, no tan rápido, pero sí profundas, las cuales hacen que la punta de mi polla llegue al lugar que la hace tener su segundo orgasmo de la noche, yo no demoró en seguirla.

Nos desplomamos en la cama tratando de recuperar nuestra respiración, me quito el condón y lo dejé en el bote de basura que hay junto a mi cama.

—Ahora quiero que cabalgues mi polla —digo cuando noto que hemos ralentizado nuestra respiración.

—¿No estás cansado? —pregunta.

—De ti, nunca.

Busco un nuevo condón y cuando me lo he puesto la subo sobre mí, observo como mi polla se pierde entre su entrepierna. Isabella le balancea lentamente en ella, sus tetas se extienden por toda mi cara y no resisto el capturar uno de sus pezones con mi boca.

Inmovilizó sus caderas y la levantó un poco para embestir su coño. En la posición que estamos mi polla entra mucho más profunda.

—Oh. ¿Cómo es que sabes darle justo donde quiero? —habla mientras sostiene su cabello en lo alto.

—Preocúpate solo en disfrutar —hablo.

Nuestros movimientos se acompasan en un instante y deseo no acabar. Quiero follarla, besarla, protegerla, cuidarla y comerle el coño por toda mi vida —lo sé, son tantos pensamientos pervertidos que nunca me arrepentiré de ellos— quiero todo con ella.

—Yo creo que... Ronald.

—Dulzura.

—oh Ronald. No te atrevas a parar.

Sonrió sonoramente al escucharla.

—No lo haré —le confirmó.

Cuando hemos terminado la tercera ronda de sexo caliente y muy pervertido, los ojos de Isabella empiezan a apagarse.

—Creo que debería regresar a mi habitación —dice en un susurro.

—Puedes quedarte aquí —digo.

—¿Seguro de eso? —pregunta con una sonrisa.

—Más que seguro —le doy un beso en su frente.

—Aceptaré tu propuesta porque estoy muy cansada —dice mientras bosteza.

—También puedes quedarte mañana, pasado mañana, esta semana entera e incluso toda la vida —hablo con sinceridad.

—¿Me estás invitando a mudarme a tu habitación?

—Te estoy pidiendo que te mudes a ella —digo.

No menciona ni una palabra más, sus ojos empiezan a apagarse, pero hace el intento de mantenerlos abiertos.

—Quiero asegurarme de que esto no es un sueño —confiesa.

—No lo es, así que duerme —insisto —cuando despiertes seré lo primero que veas.

Me da un casto beso para luego cerrar sus ojos. La observó mientras su respiración empieza a ser cada vez más lenta.

Está completamente desnuda y lo único que cubre una pequeña parte de su cuerpo es una cobija; admiro cada parte de el, desde sus piernas hasta los pequeños lunares que sobresalen sobre su cuello.

¿Puede una persona como yo enamorarse? Es algo que me pregunté durante muchos años, intenté generar ese sentimiento por muchas mujeres e incluso por Greta, pero ninguna me atravesó como lo ha hecho esta pequeña mujer de veinte años.

Con solo una foto la empecé a desear, cuando su mirada chocó con la mía en el hotel me asegure tenerla, cuando la volví a ver en el bar quise traerla a mi casa, pero cuando me beso por primera vez en el pasillo de la casa supe que lo que sentía por ella era diferente.

—Eres tan preciosa —habló en voz baja para no despertarla.

Contorno el borde de su rostro, su piel suave y perfecta.

—Te amo dulzura —las palabras salen lentas, pero con seguridad —¡joder! No sé cuándo empezó este sentimiento, cuando se hizo tan grande, pero te amo.



NOTA DEL AUTOR

Estos se pusieron muy calientes, no creímos que llegarían a esto o ¿si?

Sé que no se lo esperaban, pero es una recompensa por ser tan pacientes.

Espero ver muchos, pero muchos comentarios en estos dos capítulos, «así que si no comento en ninguno, devuélvase y comente».

Si veo muy buena interacción con los capítulos, aprovecharé los días que no tengo clase y adelantaré mucho para actualizarles rápido.

Si ven muchos errores ortográficos, por favor los marcan, actualizar tan tarde y con mi ceguera aumentando se me pasan muchas cosas.

En mi Instagram encuentran spoiler del libro. @Leidygm18

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