CAPÍTULO 24

ISABELLA

Nadie más que mi amiga me había escuchado tan atentamente. La única persona que sabía parte de lo que me sucedió era Marga, aunque nunca pude contarle todo al pie de la letra, tal como se lo conté a Ronald, me daba vergüenza que supieran por todo lo que pasé, pero más vergüenza me daba que supieran que, aunque mis padres nunca me ayudaron les seguía amando más que nunca.

Ronald me escuchó atentamente, su mirada estuvo siempre en mí, sus brazos envolvieron mi cuerpo y me juró que todos los que me lastimaron lo lamentarán.

Luego de contarle todo y haberme calmado Ronald me llevó hasta mi habitación, se quedó conmigo hasta que logré conciliar el sueño.

Hoy me levanté más temprano que de costumbre, quise prepararle el desayuno a Ronald como agradecimiento y también quiero confirmarle lo que le confesé ayer y escuchar algo de su parte, ya que no mencionó nada respecto a que me quiero quedar con él.

Mis pensamientos me consumieron tanto que no me había dado cuenta de que Ronald estaba junto a mí hasta que hablo.

—No tienes que hacer eso —dice llamando mi atención.

—Yo... —giro para mirarlo, pero mis palabras quedan en un segundo plano.

«Estar sin camiseta debería ser un pecado para este hombre».

—¿Tú que Isabella? —Su mirada busca la mía, pero yo estoy perdida en los músculos de su abdomen.

—Solo quería hacerlo —digo.

—Blanca puede ocuparse de todo eso —menciona.

—Yo también puedo ocuparme de esto —esta vez lo miro al hablar.

—No es necesario.

Pareciera que tiene un gran problema, está dispuesto a contradecir cada cosa que digo.

—Ronald, solo quería preparar el desayuno —digo —es algo que cualquier persona haría.

—¿Qué buscas con todo esto? —pregunta.

No sé si se hace el tonto o realmente no cree en lo que le confesé ayer, más allá de querer quedarme aquí porque me prometió ayudarme, deseo quedarme porque quiero conocer más de él, estar con él y comprobar que mis sentimientos van más allá de una atracción.

—Me rindo —digo mientras dejo los platos sobre la mesa —solo quería preparar algo para los dos.

—¿Para nosotros?

—Más para ti, quería agradecerte y que pudiéramos hablar sobre lo que te dije ayer.

—Haré todo lo que te dije, pagaran por todo lo que te hicieron —dice —pero primero rogaran por tu perdón.

—Quiero que hablemos de lo último que te dije —explico.

—¿De verdad quieres quedarte aquí? ¿Conmigo? —cuestiona.

—Estoy segura de todo lo que te dije ayer —mencionó mientras me acerco a él.

—Estarás siempre en peligro —habla.

—Con o sin ti lo estaré —aseguro.

—Te pueden secuestrar.

—Ya lo hicieron —respondo.

—Pero esta vez serás tú el objetivo —dice.

—Puedo sobrevivir a eso.

—Tendrás un guardaespaldas las veinticuatro horas.

—Oliver me cae bien —opinó.

—Tendrás que aprender a disparar.

—¡Dios Ronald! —mi tono de voz aumenta —¿no quieres que esté contigo? —pregunto.

—Es lo que más deseo, pero no quiero que tomes decisiones a la ligera. No quiero que te sientas obligada a estar conmigo.

Lo miro directamente a los ojos y término de acercarme para estar frente a él.

—Estoy segura de que quiero quedarme contigo. Te lo he querido decir desde antes de viajar a Rusia, pero tú siempre me interrumpiste.

—Isabella, apenas llevas un poco más de un mes junto a mí.

—¿El tiempo importa?

—No sabes nada sobre mí.

—Eres un mafioso —le respondo.

—¡Dios! ¿No vas a parar? —sonríe mientras habla.

—Hasta que me aceptes.

—Joder dulzura, te acepté hace dos años —siento como mis mejillas se calientan con lo que acaba de decir.

Me aceptó hace dos años.

Sé que es muy poco tiempo el que llevo junto a Ronald, también sé que no debería confiar en él por la manera en que nos conocimos, también sé que no debería apagarme al cómo lo he hecho en otras ocasiones, pero Ronald me ha demostrado más de lo que alguien algún día lo haya hecho.

—Deberíamos desayunar —me alejo de él para seguir llevando todo a la mesa.

—Hiciste mucho —menciona mientras me sigue.

—No sé qué te gusta.

—Tú —dice detrás de mí.

No digo nada al respecto. Nos sentamos y empezamos a disfrutar de todo lo que prepare.

Como no sé qué le gusta, preparé lo más común; tostadas con mermelada y mantequilla de maní, tocino, fruta, zumo de naranja y café. Es lo que regularmente desayuna una persona "normal".

—Esto está realmente delicioso —menciona mientras se lleva un bocado de fresas a la boca.

—¿Sabes que lo único que hice fue picarlas?

—Nunca había comido unas tan bien picadas —ríe y yo lo sigo.

—Gracias por el cumplido.

Desde que nos sentamos a desayunar no he podido apartar mis ojos de él, creo que nunca lo había visto por tanto tiempo y de esta manera tan intensa. Su cabello cae en su frente como si de una cascada se tratara, sus ojos azules con una oscuridad que gritan peligro y riesgo, sus labios con un rojo tan natural como el de una fresa «llevo soñando con esa boca en lugares de mi cuerpo que muy poco han visto», unas cejas tan pobladas y oscuras como su cabello.

«Este hombre es perfecto».

—Si me sigues mirando de esa manera te juro que mi resistencia acabará —sus palabras me sacan de mis pensamientos.

—¿Tu resistencia es lo que ha evitado que me folles? —le pregunto sin ningún gramo de vergüenza.

—¿Eso quieres? —pregunta con un atisbo de diversión.

No sé en qué momento pasamos de estar hablando sobre que me quiero quedar con él a que quiero y deseo que me folle. Desde el incidente en Rusia mis pensamientos pecaminosos con él incrementaron.

—No —miento, pero él parece darse cuenta.

—¿No? —levanta una de sus cejas y se ríe.

Su risa es la típica moja bragas. Estoy segura de que si llevara bragas estuvieran totalmente empapadas.

—Si te digo que sí. ¿Lo harías? —pregunto.

—Tal vez —dice.

No le respondo nada ¿Qué puedo decir a un tal vez? Debió decir sí y ya. El silencio nos invade mientras terminamos nuestros desayunos, Ronald mira su celular de vez en cuando.

Cuando hemos terminado me levanto y recojo la mesa.

—Hoy llegaré tarde —dice mientras se levanta.

—¿Puedo pedirte algo? —le pregunto.

—Lo que quieras —dice.

«Quiero que me folles» pienso.

—¿Puedes traerme un pastel de fresas? —soy fan número uno de los pasteles de fresa, pero desde que regresé del internado no los he comido.

—Te digo que llegaré tarde y me pides un pastel —habla —le diré a Oliver que te lo compre.

—No, quiero que lo traigas tú.

Aunque amo y quiero un pastel de esos, también quiero que él regrese temprano y si es posible que se quede conmigo hasta que logre conciliar el sueño, igual que anoche.

—¿Yo?

—Sí, tú.

—Bien, compraré tu pastel de fresas —dice y yo sonrió.

No hace el intento de besarme y es lo que más he estado deseando desde que me levante. Me acerco a él y hago lo que nunca creí que haría, me elevo hasta estar un poco más cerca de su boca y lo bese, no hago ningún movimiento, pero dejo mis labios sobre los suyos.

Siento que pasó una eternidad cuando Ronald empezó a mover sus labios de una manera muy lenta, pero eso cambia en un instante, sus besos se vuelven feroz, sus manos empiezan a recorrer cada parte de mi cuerpo.

Me repito una y mil veces que no debo ilusionarme pensando que esto pasará a un segundo o tercer nivel, Ronald en algún momento parará el beso y me dejará más caliente que un horno.

—Te dije que mi resistencia tenía un límite —menciona entre besos.

—No tienes que resistirte —digo.

Me besa con intensidad, como si fuese todo lo que ha querido hacer desde hace mucho. Retrocedemos hasta que tropiezo con el borde de la mesa, Ronald me levanta con un solo movimiento y hace que mi trasero descanse sobre el frío vidrio de la mesa.

—Tu boca es tan dulce —susurra.

Le rodeo la cadera con mis piernas, quiero sentirlo más cerca y si fuese posible piel con piel «no debería ser tan codiciosa».

—Voy a probar tu coño y me deleitaré con él —siento que mis mejillas se calientan más de lo que estaban.

En menos de tres segundos estaba de rodillas frente a mí, sus manos acariciaban mis piernas, mientras que sus labios recorrían la cara interna de mis muslos con suaves besos.

—¿Llevas bragas? —pregunta.

—No.

—Cuanto odio que no te pongan bragas —dice mientras besa mi coño con la tela de mis pantalones como barrera de sentir sus suaves labios.

—Mmm... —gimo mientras inclino mi cabeza hacia atrás, el placer que le da Ronald a mi cuerpo es único.

Ronald rasga mi pantalón y mi coño queda en primer plano ante sus ojos.

—Voy a comerte el coño hasta que me ruegues que pare.

—Yo, ¡Dios! —grito cuando su boca succiona mi clítoris.

Trato de cerrar mis piernas, pero sus manos me las separan. Su lengua recorre desde mi entrada hasta mi clítoris que se hincha con cada roce de ella, sus dedos juegan en mi entrada hasta que introduce dos ellos.

—¡Dios si! —digo cuando los movimientos de su lengua y sus dedos toman el mismo ritmo.

—Dios no. Ronald es quien te está comiendo el coño dulzura.

—¡Joder! Oh... sí —gimoteo mientras los movimientos incrementan.

Mi cadera se balancea por toda su boca, buscando calmar la sensación de dolor y placer que me está causando. El nudo en mi vientre se vuelve más intenso y mis piernas tiemblan de una manera brutal que si no fuera por Ronald ya hubiera caído de la mesa.

—No pares, por favor —pido cuando siento que estoy al límite.

—Déjalo todo en mi boca.

Agarro su cabello en búsqueda de que su boca haga presión en el lugar que está.

—Ahh... Sí... Ronald —mis gemidos se hacen cada vez más fuerte y estoy segura de que los guardas que hay afuera están escuchando todo.

Ronald no se levantó en el momento que tuve el orgasmo, se quedó allí tocando y lamiendo cada lugar de esa parte de mi cuerpo hasta que se sacio de ella.

—Tal como lo imagine —dice cuando se levanta —dulce.

¡Joder! No debería decir eso, sus guarradas me excitan.

—Esa boca tuya —digo, trato de bajarme de la mesa, pero mis piernas flaquean cuando tocan el piso.

—Deberías esperar —ríe mientras habla.

Me siento en una de las sillas y Ronald se inclina y me besa, esta vez no con tanta prisa y con menos intensidad.

—Debo irme —menciona al separarse.

—No te olvides de mi pastel —lo miro a los ojos para asegurarme que volverá con el pastel.

—Te dije que lo traería y así será.

Me da un último beso y veo como sube las escaleras.

Asimilo lo que acaba de suceder —Ronald me comió el coño como nadie lo había hecho, ni André, ni Eric y mucho menos Gael me habían comido el coño de esa manera hasta causar un orgasmo como el que acabo de tener— no debería de comparar, pero es que lo que acaba de hacer Ronald no lo había vivido con nadie.

Al sentirme mejor me levanto y me dirijo a mi habitación. Agradezco que nadie pueda entrar a esta parte de la casa, mis pantalones cortos quedaron en nada. Necesito cambiarme porque hoy me reuniré con Marga, necesito saber si el empleo que me ofreció José aún está disponible, necesito ocupar mi cabeza en otras cosas.

Me pongo unos pantalones de mezclilla y una camiseta blanca; me pongo unos zapatos blancos, me sujetó el cabello en una cola alta y me maquillo lo poco que sé.

Salgo de la habitación y al bajar me encuentro con un Ronald impecable, lleva un traje tan negro como su cabello y una corbata igual de negra. Estoy segura de que cualquier cosa que se ponga Ronald le quedará perfecto.

—¿Vas a algún lado? —pregunta cuando me acercó a él.

—Voy a salir con Marga —digo.

—¿Estarás todo el día por fuera?

—Llegaré antes que tú —informo —estaré esperando mi pastel.

—Puedo contratar a alguien para que lo prepares si lo deseas tanto —dice.

—Quiero que lo traigas tú, quiero que todos los días llegues con uno —confieso.

—¿No te cansarás de comerlo todos los días?

—Nunca.

Salgo junto a él y nos despedimos con un beso que me hace desear quedarme con él por todo el día.

—Nos vemos —dice antes de cerrar la puerta del auto.

☙❧

Llevo cuarenta minutos recorriendo almacenes con Marga, al parecer nada le ha gustado —cosa rara en ella— asegura que necesita un montón de objetos para el viaje que tiene con José y su familia.

—Te juro que tienes un vestido como ese —le digo cuando agarra un vestido amarillo.

—Pero no es tan amarillo y no tiene este girasol —señala la enorme flor que tiene.

—Te aseguro que es el mismo, pero puedes derrochar toda la plata de José —digo.

Camino por toda la tienda mirando que puedo comprar, pero nada de aquí me gusta y lo único que llamó mi atención fue una corbata tan azul como los ojos de Ronald.

—¿La vas a llevar? —pregunta Marga.

—¿Debería? —le pregunto —¿No es raro que le esté dando regalos?

—Raro sería que no la llevarás —dice con una sonrisa en los labios —parece que te gusta mucho.

—Siento que estoy yendo muy rápido con él y me da miedo —me sincero.

—Hay cosas que se construyen en poco tiempo y duran toda una vida —dice ella.

—No quiero pasar por lo mismo —confieso.

Cuando André me dejó mis crisis volvieron y sufrí por mucho tiempo. No quiero pasar por algo así nuevamente.

—Lo único que te puedo decir es que el alemán parece que te quiere.

—¿Y si solo es obsesión?

—Eso debes averiguarlo tú.

Decido comprar la corbata, aunque no estoy segura si se la daré, posiblemente vaya a dar a uno de los cajones como la manilla que compre con Kristin.

Visitamos algunas tiendas más hasta que decidimos que es hora de comer algo, también debo preguntarle por el trabajo, hemos hablado de todo menos de lo más importante.

Para el almuerzo yo pido un Rouladen y Marga un Hasenpfeffer, para tomar yo escojo una soda con limón y Marga una copa de vino.

—Como no he podido hablar con José, quería preguntarte a ti —hablo mientras el joven pone nuestros platos.

—Ha estado muy ocupado estos días —dice.

—Solo quería saber si el trabajo que me ofreció sigue disponible —digo.

—¿En la empresa? —pregunta.

—Sí.

—Voy a hablar con él. ¿El alemán sabe que estás buscando trabajo?

—Sí —miento.

—Eres tan predecible que sé que estás mintiendo y no le has mencionado nada —declara —deberías hablar con él, seguramente te dé un puesto en una de sus empresas.

—No quiero que me dé todo, quiero ganar mis cosas —mencionó.

—Lo sé, hablaré con mi José.

Si hablo con Ronald posiblemente me ofrezca un puesto en una de sus empresas, pero es lo que menos quiero ahora, no quiero que todos piensen que gracias a él o mis padres es que puedo lograr llegar tan lejos.

Terminamos nuestros almuerzos y luego de hablar por un rato más nos despedimos en el estacionamiento, ella se va en su cara y yo me voy junto con Oliver.

«Debo decirle a Ronald que me devuelva mi bebe, gaste mucho dinero en ella para que esté guardada».

Oliver inicia la marcha y yo me entretengo con mi celular —necesito pedir el número de Ronald— las calles están tranquilas, tan diferente al tráfico de Inglaterra.

—Puedo preguntarte algo —llamó la atención de Oliver.

—¿Conmigo? —pregunta él.

—Sí, contigo.

—En qué puedo ayudarla —dice.

—¿Llevas mucho trabajando con Ronald? —pregunto.

—Lo suficiente creería —responde.

—¿Cuánto tiempo?

—Unos diez años —dice.

—Eso es mucho tiempo.

—Pero lo conozco hace veinte años, es el mejor amigo de mi hermano —explica.

—¿Evans es tu hermano? —No se parecen en nada.

—Sí señora.

—Puedes llamarme Isa —le pido.

—No es adecuado.

—Lo no adecuado es como me dice tu hermano —ríe al escucharme.

—Puedo decirle Isabella si así se siente más cómoda —dice él.

—Lo preferiría. Ahora dime algo —me acerco a él desde atrás —¿Qué le gusta a Ronald?

—Usted —responde él de inmediato.

—Algo que le guste de verdad —digo.

—Usted le gusta de verdad —vuelve a hablar.

—No dirás nada que me interese ¿Verdad? —le digo y él sonríe.

Si deseo saber más sobre Ronald, lo mejor será preguntarle a Kristin, estoy segura de que ella me contará mucho más de lo que deseo saber.

Cuando llegamos a casa voy directo a mi habitación, quiero descansar antes de que llegue Ronald.

 NOTA DEL AUTOR

Nunca imaginé que de verdad comentaran tanto, no saben lo feliz que me hicieron con cada comentario, «espero hagan lo mismo en este capítulo».

Espero disfruten el capítulo. Les confieso que me costó mucho escribirlo, como les había dicho, perdí la memoria donde tenía demasiada información y lastimosamente no pude recuperarla, por lo tanto, las actualizaciones estarán lentas porque me toca reescribir todo lo que tenía, pero les prometo que publicará los martes o los viernes.

No tengo mucho que decir, solo me queda agradecer por esperar las actualizaciones y estar pendiente de todo.

Gracias por tanto apoyo, alcanzamos las 100k de lecturas.

Por mi Instagram les dejo adelanto de todo y chismoseo con ustedes. @Leidygm18

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