CAPÍTULO 13
ISABELLA
Estuve en el metro hasta que un funcionario de allí decidió sacarme —era obvio, ya no había más servicio— para mala suerte mía me baje en una estación poco transitada, o eso parecía. Las calles están solas y se ven escalofriantes, pero total, estoy acostumbrada a caminar por calles solitarias.
—No deberías estar por aquí —se me acerca una mujer que tiene menos ropa de la que utilizo para dormir.
—¿Y tú? — le preguntó con ironía.
No debería decirme eso, sabiendo que ella puede estar más expuesta que yo, pueden acecharla en vez de a mí.
—Estoy acostumbrada a esto, ya me conocen—. Le resta importancia para después mirarme de arriba abajo —eres carne nueva, te ves joven y no sabes lo que son capaces de hacerle a mujeres como tú.
Sus palabras no me dan ni un milímetro de miedo, sé defenderme en situaciones duras, ya no tengo diez años.
Sigo mi camino con la mujer detrás de mí —a estas alturas no sé a dónde me dirijo—. ¿Cuánto he caminado? ¿Diez, quince minutos? No lo sé, al igual que no sé a dónde me dirijo.
Mi celular hace un rato, se apagó y estoy maldiciendo a Ronald por demorarse en encontrarme, creí que apenas saliera de casa, vendría detrás de mí, pero no pude estar más equivocada.
Claro, luego que me acusaran de mentirosa, se retiró con su jirafa, ¿Cómo una mujer puede ser tan alta?, estoy segura de que mide lo mismo que el narcisista.
Mis pensamientos y camino se ven interrumpidos por lo que le están haciendo a ese pobre animal.
—¡Déjalo en paz! —grito al percatarme de lo que están haciendo— lo van a matar.
Término de acercarme lo más rápido que puedo.
—Es nuestra mascota, no tienes por qué meterte —me dice el tipo.
—Aun así, no tiene derecho de hacerle eso, es apenas un cachorro.
—Que nos hizo perder mucho dinero —habla un hombre el cual está fumando desde una pipa.
—¿Lo quieres? —me pregunta el hombre que lo estaba golpeando.
—Igual me lo llevaré, quieran o no.
Me acerco a dónde está el cachorro, pero el hombre es mucho más rápido. Agarra una de mis manos y la lleva hasta mi espalda, haciéndome gritar de dolor.
—No tan rápido, flaca —su olor nauseabundo me revuelve el estómago.
—Suéltame imbécil —me desespero un poco, pero después guardo la calma, tal como me lo enseñó el idiota de André.
—Fácil, le ganas a él —señala a un gigante «un hombre exageradamente grande y musculoso» —y te lo llevas.
—Jefe, no puedo hacer eso, un solo golpe mío la matará —dice el gigante con burla.
Puede ser que un golpe suyo me deje en el piso o aturdida, pero para esto me entreno André, para luchas con hombres como él. Ninguno de ellos sabe lo que puedo hacer.
—¿Tienes miedo de que te gane? —sonrió al terminar de hablar.
El tipo que me tenía inmóvil me suelta y me hace caminar un poco. Muevo mi brazo y luego miró al gigante, no le demuestro miedo —aunque a estas alturas mejor sería correr— me acerco a dónde está el gigante y efectivamente parezco un maldito enano a su lado. ¿Qué comen en Alemania que los hace crecer tanto?
—Tiene agallas—. Dice —si pierdes, te follo y mató al perro mientras lo hago.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escucharlo. Un asco que hace mucho no sentía invadió mi paladar. Desde la última vez que alguien tocó todo mi cuerpo sin mi consentimiento me prometí que nadie lo volvería hacer, solo la persona que yo decida lo hará.
—Eso lo veremo…
¡Mierda! No había terminado de hablar cuando el golpe llegó a mi pómulo sin aviso, este me hizo retroceder un poco, pero no caí, uno más y juro que creí perder el conocimiento, pero me mantuve en pie.
—Uno más y ganaremos —menciona el que supongo es el jefe y dueño del cachorro.
El gigante vuelve a acercarse, pero soy más hábil y lo esquivo. Me pongo a su lado y él lanza nuevamente un golpe que no me llega.
Debes golpear la tráquea, eso los debilita, luego, si es hombre directo a la entrepierna.
Recuerdo las palabras de André y procedo a hacer todo. El hombre retrocede y todos lo abuchean. Aprovechó su descuido y golpeó su cien, golpe tras golpe; él intenta hacer lo mismo conmigo, pero está demasiado aturdido. Me concentro a golpearlo cómo si no hubiera un final.
Paro al escuchar la voz de Ronald, giro un poco y efectivamente es él, está con su amigo hablando con el tipo que juro, me follaría y mataría al cachorro.
—Tardaste narcisista—. Me acerco hasta donde están los tres hombres —creí que tendría que regresar sola.
Ajá, cómo si supiera como volver, seguramente tendría que haber llamado a mis amigos.
—¿Sabes a lo que te expones? —me pregunta Ronald con molestia.
—No me expongo a nada, acabas de evidenciar que puedo sola —le respondo con sorna.
El amigo de él se me acerca y empieza a decir lo maravilloso que fue verme pelear y que necesitaba unas clases, con orgullo le dije que sí.
—Ahora es mío y te aseguro que me los llevaré a todos —me acerco hasta donde está el cachorro.
—Si nos hubieras dicho de dónde venías te aseguro que te los dábamos sin tener que hacer todo esto —me responde el tipo.
—Estoy acostumbrada a tener lo que quiero —digo con sorna —no necesito de un hombre para obtener algo.
—Ya no estarás solo, ron —acarició al peludo.
Ron, cómo Ronald.
—Eso no lo llevarás a mi casa —me dice el narcisista antes de iniciar a caminar.
—Tranquilo, tengo mi casa y allí estaremos muy bien los dos. ¿Verdad, pequeño ron? —digo —Escoge ¿Me voy con ron a mi apartamento?
Luego de discutir por un rato y descubrir que tiene al mismo satanás en su casa, pero este llamado Eike, nos dirigimos a ella. Estoy cansada y hambrienta, mucho diría yo.
Alemán, muertes. Dos palabras que me dejaron pensativa.
☙❧
Decido recorrer la casa, hay lugares que aún no conozco, cosas que no he visto. Ese perro, por ejemplo, quiero saber que tan malo es y los alcances que tiene.
Mi ron descansa en mi habitación, luego de haberle dado un buen baño y comida, parece un perro decente, está delgado, pero todo eso cambiará con las vitaminas y comida que le receto el veterinario.
—Señora —me habla uno de los guardas.
—Dime.
—Quería pedirle perdón, aquí debemos hacer lo que usted diga y desobedecí sus órdenes —dice el hombre que ayer no quiso acompañarme.
Hace el intento de arrodillarse e inmediatamente se lo impido, nadie debe hacer esto y menos por algo así. En mi vida solo quiero a cuatro tipos haciendo eso, pidiéndome el perdón que no merecen.
—No vuelvas hacer eso —le digo.
—Pero yo… —intenta hablar.
—No hay peros, no hay necesidad de hacer eso. Arrodillarte por eso, no, ante mí nunca.
—Lo siento de verdad, creí que la habían secuestrado —insiste en sus disculpas.
Aprovecharé su arrepentimiento y le sacaré información. ¿Está mal? No lo sé, pero quiero saber quién es en realidad Ronald, si es un simple empresario o algo más.
—¿Quién es el alemán? —al escucharme, abre los ojos como plato y me mira confundido.
—Vive bajo el techo de él y con su protección —dice.
Obviamente supuse que Ronald es el tal alemán, pero quiero saber quién es en realidad.
—Eso lo sé, quiero saber quién es, ¿qué hace? —le repito la pregunta.
—No tengo el derecho a decir nada, no sé nada al respecto —se pone en posición de guardia y luego mira sobre mi cabeza.
Con solo mirar sus ojos sé quién está detrás de mí.
—Así tiene que seguir, no tienes el derecho a abrir tu maldita boca —espeta Ronald con fastidio.
—Deberías ser más amable con tu gente, causas miedo —lo enfrentó al hablar.
—A ti, ¿Te causó miedo? —me pregunta.
—Más que miedo, intriga, quiero descubrir quién eres realmente.
—Lo mismo te digo, Rubia.
¿Qué puede descubrir? Que a los ocho años me enviaron a Inglaterra porque, según mis padres, maté a mi hermano «que no recuerdo». Que jodí un negocio por imprudente. Que unos tipos me violaron durante dos años consecutivos y mis padres no hicieron nada. Que mi único amigo murió. Que André me entrenó para enfrentarme a las personas que quisieran hacerme daño y luego me trató como basura. Que mis padres decidieron venderme como si fuera un objeto o peor, aunque Erick fue un patán al enterarse de que no tenía la ayuda de mis padres.
Quise gritarle todo y abrirme completamente con él, pero nada pudo salir. Lo miré fijamente como lo hacía él conmigo, sus ojos tienen un azul oscuro en particular, mientras los míos son claros, los suyos son tan negro como la noche.
—¿Aún te duele? —pregunta y acaricia la parte de mi pómulo que está herida.
—No tanto como estar en este lugar.
—Ya te acostumbrarás —dice apartándose de mí.
—Lo dudo.
—Eike está por allá —señala una pequeña puerta —ten cuidado.
Más bipolar no puede ser, anoche que llegamos desapareció y no lo volví a ver hasta ahora. ¿Cómo me pregunta si me duele? Es obvio y evidente que sí, los golpes del gigante probablemente me dejarán moretones por los próximos días.
Camino hasta donde está la puerta que separa a Eike de mí. Miró con recelo, ya que no quiero enfurecer al perro y que llegue a hacerme algo por invadir su espacio.
Abro la puerta y entró teniendo cuidado de no pisar lo que no debo, aquí está oscuro. Camino por el espacio y no logro ver ni oír nada, seguro y el perro está durmiendo o lo sacaron, fácilmente lo pudieron sacar.
—¡MIERDA! Auxilio —gritó lo más alto que puedo.
No vi en qué momento el diablo se acercó a mí y me atacó. Mi brazo arde, pero es lo único que separa los dientes del perro de mi cara.
—Eike —lo llaman, pero el perro no se aleja hasta escuchar un silbido.
—Te dije que tenías el diablo en casa —escucho al amigo de Ronald.
Dos personas me ayudan a ponerme de pie, mientras que Ronald sujeta a su demonio, un poco más, y me hubiera destruido el brazo.
—Eres un maldito imbécil, —le gritó al narcisista —me enviaste a que tu perro me matara. Si no me quieres aquí, solo debes decirlo.
No le tengo miedo a los animales, pero ese perro lo quiero a kilómetros de mí y de mi pequeño ron, si conmigo fue así a mi peludo se lo come de un bocado.
—Estás exagerando una pequeña mordida —señala mi brazo.
Juraría que era grande, que mi brazo estaba destrozado y seguramente me lo tenían que amputar porque ya no serviría. El hocico abarcaba toda mi mano y justo ardió en el momento que me atacó.
—Eike no te hizo nada, solo reaccionó al verte aquí, nunca te había visto —explica Ronald.
—Es el diablo, casi me come el brazo.
Salgo de allí a paso apresurado, no quiero estar allí cuando sepan que el perro me atacó porque lo pise. No quería hacer eso, pero estaba muy oscuro y él es muy negro.
Entro a mi habitación y me dirijo al baño para quitarme la baba del perro y mirar que tanto fue el daño, me duele mucho la parte donde él me mordió.
Entró a la ducha y enjuagó mi brazo «como dijo Ronald, todo fue un simple rasguño», mi miedo incrementó mi dolor.
—Pequeño ron, tú debes alejarte de ese perro —acaricio a mi peludo cuando salgo del baño.
Le hablo al perro como si él me fuera a responder. ¿Loca? Probablemente.
Debo llamar a José, necesito saber algo y seguramente él me lo diga o conozca a alguien que pueda sacarme de la duda.
Terminó la tarde en la habitación con la compañía del pequeño ron, estoy tan segura de que no será muy grande.
Cómo debo alimentar al peludo y de paso hacerlo yo, bajo a la cocina en busca de algo. Ya es muy tarde y posiblemente el amigo de Ronald ya se marchó y este estará dormido o con su jirafa, Greta.
Entró a la cocina y lo primero que hago es vaciar un poco de la comida del perro en su plato «debo agradecerle al narcisista que a pesar de que no quería a ron en su casa, gasta mucho en las cosas que necesitaba e incluso llamó al veterinario de su demonio».
Al terminar de darle la comida al perro, me sirvo un plato repleto de cereales con yogur, quería carne, pero en estos momentos soy muy perezosa para hacerla, además tengo mucha hambre.
—Blanca te dejo la cena en el horno —escucho la voz rasposa de Ronald y giró a verlo.
Mi pensamiento cambia en cuanto lo veo y juro que el hambre de comida se convirtió en otra cosa. Nunca lo había visto sin traje, mejor dicho, jamás lo había visto sin camisa y con un simple pantalón de chándal.
Él no puede ser comparado con un dios griego o ese tipo de hombre que dicen que fueron hermosos, Ronald es el mismísimo diablo y consigo trae el infierno. Tiene todos sus brazos, antebrazos, tronco y juraría que más abajo está lleno de tatuajes y algo más.
Hay muy poco espacio en blanco en la parte superior de su cuerpo, lo único que no tiene rastro de tinta, son sus muñecas y su cuello.
Se ve peligroso, excitante, lujurioso, temible, pero más que todo excitante, muy excitante.
Ahora mismo soy una pervertida en potencial, mi comida quedó en segundo plano, debo admirar lo más que pueda, grabarlo en mi memoria porque seguramente esta será la primera y última vez que lo vea así.
—¿Te gustó algo? Rubia —su pregunta me sacó de mis pensamientos lujuriosos.
Es que iban de un lado a otro y les juro que todos terminaban con él entre mis piernas, cometiendo el mejor de los pecados.
—¿De ti? Nada —respondo poniendome pie.
No había terminado de llegar al lavado cuando Ronald me atrapó y me atrajo hasta su cuerpo, no lo podía ver, pero si lo podía sentir.
—Yo diría que te gusto todo lo que viste, tu mirada te delata, rubia.
—Mi mirada puede mentirte.
Estoy luchando con mi cuerpo y mi voz, no quiero y mucho menos puedo dejar que un gemido salga de mi boca, pero con él atrás de mí, restregando su erección en mi trasero, eso es casi imposible.
—¿Por qué te resistes conmigo? —menciona en un susurro.
—D-debes parar —excelente momento para que mi voz falle.
—¿Eso quieres? —pregunta mientras deja húmedos besos en mi cuello.
¿Eso quiero? No, quiero que siga y me demuestre que puede hacer, pero una parte de mí si quiere que pare, no quiere que ellos salgan ganadores en esto.
—Sí, si tienes tantas ganas, tu amiga, la jirafa puede quitarlas —se aparta de mí y me gira para mirarme fijamente.
Ríe sonoramente, sus ojos se achican y luego de un rato para. Nunca lo había escuchado reír de esa manera.
—¿Quién? ¿Greta? —dice lo obvio —¿Estás celosa? ¿Tienes sentimientos por mí? —el brillo en esos ojos me hace sentir miedo.
—¿Cómo puedo sentir celos por una persona que no genera ningún sentimiento en mí? —respondo.
Agarró a ron y salgo lo más rápido que puedo, no le di tiempo de reaccionar. Mi corazón latía desenfrenadamente cuando le dije eso.
¿Siento algo por Ronald?
NOTA DEL AUTOR
Feliz de poderles publicar, triste porque no he preparado el maratón, pero optimista porque se que amaran lo que sigue.
Preparen palomitas porque vienen capítulos cargados de tensión y mucho más.
Eike casi se le come la mano a Isabella. :) Y ustedes creyendo que no, bueno, ella fue un poco exagerada.
Se pusieron calientes esos dos, que pensamientos más pecaminosos los de Isa y ni decir los del alemán, esos lo sabrán en el próximo capítulo.
Cada que actualizo agradezco porque estamos creciendo súper rápido. :') No me pregunten cuántos capítulos va a tener el libro porque aún no lo sé.
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