Propuesta, noticia y ruptura

A veces tenemos ese sentimiento extraño dentro nuestro. Ese sentimiento de placer y culpa al mismo tiempo.
Sentirnos terrible por hacer algo que realmente nos hace feliz pero con ello lastimar a otra persona.

¿Está bien ser egoísta algunas veces solo por ser feliz?

Esa misma pregunta se planteaba Aioros al despertar en los brazos de Saga.

¿Se arrepentía? Aún no lo sabía.
No tenia la certeza que pasaría cuando vea a los ojos al hombre que supuestamente era su pareja, o eso pensaba él.

No podía negar que la había pasado bien, terriblemente bien. Había disfrutado como nunca hacer el amor con el geminiano y justamente era eso... Hacer el amor.

Con Shura disfrutaba el sexo, si. El español sabía lo que hacía a la hora de intimar. Había pasión, euforia y sexo bruto, sin embargo, estaba muy lejos de hacerlo sentir lo que había experimentado la noche anterior junto con el griego de cabellos azules. Fue algo totalmente diferente y único, compartían el mismo sentimiento: amor. En cada toque que le daba, cada caricia proporcionada por las manos helenas, lo hacían sentir único.

Miró a su amante que dormía junto a él plácidamente. Se veían tan pacifico con la respiración acompasada y el rostro sonriente. No podía negar que lucía hermoso de esa manera.

Tomó su teléfono notando que tenía llamadas perdidas de Shura y mensajes también, no pudo evitar sentirse terriblemente mal.

Se levantó suavemente para no despertar al peliazul, no deseaba huir de esa forma pero necesitaba aclarar la mente para decidir que haría ahora.

- ¿Piensa irte asi? - le preguntó un adormilado gemelo.

- No, lo siento. No quería despertarte.

- ¿Desayunamos? - ofreció incorporándose lo suficiente para apoyarse en sus ante brazos.

- Debo irme, Saga - comenzó a vestirse - debo hablar con Shura.

- ¿No puedes desayunar antes conmigo?

- No puedo, ste verdad no puedo hacer esto. Le he fallado y no quiero lastimarlo.

- ¿Y a mí si me puedes lastimar? - se sentó enojado - ¿Qué fue lo de anoche entonces? ¿Acaso no pasé la prueba o que cosa? - se sentía frustrado y herido

- No es eso Saga y lo sabes.

- No, no lo sé - se levantó de la cama y caminó hacia Aioros - creí que la habíamos pasado bien, confesamos nuestro sentir, dijiste que me amabas ¿Mentiste?.

- No, no mentí. Te amo, lo hago pero eso no quita que estuvimos mal. Debo ir a hablar con él.

- ¿Terminarás con él? - cuestionó desesperado cerrándole el paso.

- No lo sé, debo pensar unas cosas, ya deja que me vaya - lo miró a los ojos haciendo que el gemelo le robara un beso.

Ese contacto contenía todo el sentir de Saga, intentaba demostrarle su amor, lo loco que lo volvía y necesitaba. No deseaba que se fuera, temía que si lo hacía no volvería a verlo. Solo quería que se quedara junto a él, no solo ese día sino el resto de su vida, deseaba casarse con el sagitariano y algún día tener hijos. Quería todo con él y ahora le estaba pidiendo que lo dejara ir.

- Ve - se apartó con voz parca con la esperanza de ser elegido por Aioros.

- Entiende, debo acomodar algunas ideas, no es fácil esto.

Aioros se marchó observando por última vez a Saga que lo miraba cargada se tristeza por volver a perderlo nuevamente.

El hecho de que su pareja tuviera guardia favorecía a sus planes.

Siendo muy cuidadoso y sin que el acuariano se diera cuenta, habló con sus suegros para citarlos en el viñedo. Necesitaba dos cosas, la aprobación de ellos y su ayuda.

Agradecía tener a Helena que cuidaba y entretenía a los niños mientas él se encargaba de unos asuntos importantes.

Junto a su mejor amigo y mano derecha, esperaron que el matrimonio Monnier llegara al viñedo.

No podía negar que estaba nervioso, le pediría la mano de su hijo menor y gracias a las bromas Ángelo que se distraía y evitaba comerse las uñas.

Cuando al fin Krest y Brigitte arribaron fue que Milo logró respirar. Estaba ansioso por contarles su idea de una boda en el viñedo, que era su lugar especial.

- Bueno días señor Monnier - saludó el rubio una vez que el hombre bajó de su auto.

- Hola Milo, no hace falta tanta formalidad - correspondió.

- Milo querido, que hermoso lugar tienes aquí - alagó la fina francesa.

- Les presento a mí mano derecha, Ángelo - el italiano estrechó las manos con ambos padres de Camus - él vive aquí y se encarga de ... -

- Básicamente de todo - rió - cuando el muchacho no está, soy yo el jefe de todos aquí.

- Ciertamente no sé que haría sin ti. Bueno pasemos dentro de la casa, tomamos algo y hablamos de unos asuntos.

- Me parece correcto - respondió Krest ya imaginando las intenciones del griego. Le había parecido extraño aquella citación.

El matrimonio francés siguió al griego hasta el interior de la casa de campo.

Los cuatro se sentaron en el living en un incómodo silencio, Milo sentía que era un adolescente de lo nervioso que estaba, sudaba y temblaba como un idiota ante la mirada escrutinio de Krest, cosa que le causaba mucha gracia al italiano que lo miraba con una sonrisa de lado.

- Y bien muchacho - llamó la atención la fina dama - ¿ A qué se debe esta reunión? - preguntó al fin.

El rubio carraspeo un poco, esperando que con eso lograra desatorar un poco su garganta, tomó un poco de gaseosa que Ángelo había servido minutos atrás.

- Ustedes saben lo mucho que amo a su hijo Camus - comenzó con el discurso que había planeado - me enamoré de él al instante que lo vi en aquel bar - carraspeo al recordar el encuentro íntimo en el baño - hemos pasado por muchas cosas para estar juntos, él es la persona con quién quiero formar una familia nuevamente, él me hace querer intentarlo - tomó aire, aún se sentía nervioso - los cité aquí porque quería su bendición para casarme con él y ayuda para llevar a cabo la boda aquí.

Contuvo el aire por unos segundos, la penetrante mirada de Krest lo asustaba, en cambio Brigitte casi salta de la emoción por la noticia.

- Milo, tu nos agradas, haces feliz a mí hijo - comentó el acuariano - sabemos que vienes de una familia con personas nobles, se que amas a Cam y él a ti. Sería un placer darte nuestra bendición.

- Y yo prepararé toda la boda - gritó la francesa muy entusiasmada.

- Entonces señores, traeré el mejor vino pará degustar y brindar - ofreció Ángelo levantándose en busca de la bebida cosecha propia.

- ¿Cuándo piensas proponerle matrimonio?

- El próximo fin de semana, en la inauguración de la nueva casa y deseo casarme lo más pronto posible.

- Bien muchacho, no hay tiempo que perder, mí esposa es experta en preparativos de bodas.

Alegría se había instalado en el ambiente, una unión entre dos personas que se aman siempre trae felicidad y dicha.
Krest, contento de que su hijo tuviera la oportunidad de volver a ser feliz junto a la persona que ama, se levantó de su lugar con la copa en mano con la intención de brindar y abrazar a su yerno.

Luego de caminar unas cuadras, al fin había encontrado una mototaxi que lo llevara a su departamento.

Tenía la intención de visitar a Shura ese mismo día, deseaba primero ducharse y lavar ese aroma al perfume de Saga, sudores mezclados, pero sobre todo quería sacar de su cuerpo y mente los momentos se pasión y amor que había vivido en el lecho del geminiano.

Su corazón palpitaba al rememorar cada toque en su piel, casa beso, cara caricia que el peliazul le proporcionó a su cuerpo, provocando que todo su ser temblara.

El trayecto de su casa hacía lo del capricorniano fue completamente distraído y pensativo, tanto que casi choca por estar hundido en sus pensamientos.

Contuvo el aire el tiempo que al elevador le tomó subir hasta el piso de Shura y solo cuando la puerta metálica se abrió, pudo exhalar el aire contenido.

No sabía cómo, ni que le diría al pelinegro.

Tocó el timbre y con los nervios a flor de piel, espero que un adormilado y encuerado Shura le abriera la puerta.

- Buenos días bebé - lo saludó con un beso en los labios - perdóname por lo de anoche, la guardia me dejó agotado.

- Entiendo - contestó sin más, suspirando - recién te despiertas por lo que veo.

- Estás en lo cierto ¿Quieres desayunar? - ofreció el azabache mientras bostezaba.

- Si, Shura vine porque quiero hablar contigo.

- Claro, pasa. Sea lo que sea, todo es mejor con café.

Aioros ingresó al piso del capricorniano, nunca le había prestado tanta atención al lugar donde vivía Shura, y ahora no paraba de observar la decoración y el lujo del lugar, tan como le había contado Aioria.

Le fue inevitable comparar el departamento con la acogedora casa de Saga. Eran tan diferentes, hasta con el gusto de vivienda.

Por un instante se preguntó si él y el ginecólogo tenían cosas en común, ni siquiera los mismos gustos.

- Cariño - la voz del capricorniano lo saco de sus pensamientos - tengo café y un pastel que la ama de llaves me hizo - sonrió ampliamente al referirse así a su realmente nana que lo cuidaba de niño y aún lo hacía de grande - antes que nada, Camus nos invitó a la cena de inauguración de la casa este fin de semana y me gustaría que vinieras conmigo - Shura se acercó lentamente para besar sus carnosos labios - perdóname por lo de anoche y déjame recompensarte.

Las palabras que había estado recitando en su cabeza, jamás salieron de la boca de Aioros. No supo por qué, pero no pudo terminar la relación en ese momento como quería desde un principio.

Quizás era cobarde, tal vez fue la mirada dulce del ginecólogo.

Lo único que supo, es que en ese momento, extendió la agonía de él y la de Saga.

Fue una semana demasiado extensa e interesante para todos.

Milo hacía todo lo posible para repartir su tiempo entre la escuela, los niños y los preparativos de la boda, todo eso sín que Camus se diera cuenta.

Si bien Brigitte se ocupaba de la mayor parte, junto con Ángelo, él deseaba darle su toque personal a la celebración.

Daba gracias a todos los dioses griegos que su hermoso francés estuviese ocupado con la decoración y la mudanza a su nuevo hogar.

Camus también repartía su tiempo entre sus pacientes y el amueblamiento de la nueva casa.

Estaba feliz porque Aioria había conseguido un más que justo precio por su antigua casa y logró cerrar el trato sin percances.
Con eso sentía que se había cerrado un capítulo de su vida y estaba listo para comenzar uno nuevo con Milo, los niños y el bebé que estaba en camino.

Le estaba costando ocultar su embarazo, sobre todo por los continuos atracones de comida y antojos seguido de vómito.
Estaba aliviado de que el griego de cabello rubio estaba ocupado vaya a saber con que.

Saga estaba deprimido por las constantes evasivas del sagitariano. Había buscado a Aioros varias veces por el trabajo y la construcción, sin embargo, al parecer siempre estaba ocupado según la secretaria.

Shura era el único que seguía su vida sin ningún contratiempo. Se dedicaba al trabajo y a su pareja.


Nunca pensó que un día tranquilo de trabajo se convertiría en un caos por culpa de Kanon.

El ginecólogo no estaba de guardia, sin embargo una llamada de un desesperado gemelo lo llevó directo a sala de parto.

HORAS ANTES:

Ver a su esposo en ese estado le hizo pensar que lidiaba con un niño y no con un adulto.
A veces dudaba si el gemelo menor tenía 37 años y ella con 21 parecía la adulta en la relación.

Había entrado en trabajo de parto hace más de una hora, que a pesar de ser primeriza y con un embarazo múltiple, la joven modelo estaban tranquila y debía estarlo ya que su marido había entrado en catarsis.

Kanon llamó por teléfono a Shura casi a los gritos, tanto que el ginecólogo tuvo que separar el celular de su oído.

¿Cómo podía actuar de esa manera?

Andrea trataba de mantener la calma y en su cabeza enumerar las cosas que debía llevar al hospital.

- Kan amor - gritó para llamar la atención del geminiano - ¿ Colocaste las butacas en la camioneta?

El griego trago grueso al recordar que se le había olvidado ponerlas, rayos, ni siquiera las había sacado de sus cajas.

- Por supuesto cariño - mintió para luego correr como desquiciado a colocarlas.

La modelo ignoraba lo que hacía su esposo, preparar 3 bolsos de recién nacidos y no olvidarse de nada no era fácil. Las contracciones azotaban su útero sin piedad y su bello y joven rostro se contraía del dolor.

- ¡Cielo santo! Niños, están ansiosos por salir.

- ¿Algo más bombón? - la castaña volvió a contraerse por las contracciones y esta vez fueron tan fuertes que no pudo evitar gritar del dolor - ay amor ¿Estás bien? ¿Qué hago? Dime que hago - se tiraba de sus cabellos azules - por Athena, vamos al hospital urgente.

- Cálmate Kan, solo respira como lo hacíamos en la clase de preparto ¿Te acuerdas?

- Soy un desastre amor, quien debería calmarte soy yo - bajó su mirada avergonzado mientras su esposa le acaricia el cabello y pegaba su cabeza al pecho.

- Te amo amor, y eres mí desastre. Es tu esencia, así eres y así te amo - besó sus labios con ternura - ¿Llamaste a Shura?

- Si mí amor, me dijo que cuando estuviéramos listos vayamos al hospital.

- Bien cariño, toma los bolsos de los niños y yo el mío - Andrea le hablaba claro y despacio, como si el heleno fuera un niño pequeño - cálmate que tienes que manejar hasta el hospital - la joven lo tomó de las manos para brindarle caricias amorosas.

Durante todo el trayecto hacia el hospital, Andrea intentaba no gritar cuando las contracciones se hacían presentes, pero vaya que tenía ganas de dejar salir a todo pulmón el sonido que se atoraba en su garganta. No quería poner más nervioso a Kanon pero vaya que se ponían más intensas.

Suspiro aliviada cuando su esposo estacionó la camioneta frente a la entrada del hospital.

Allí unas enfermeras los recibieron con eficacia por orden de Shura, que ya les había avisado de la llegada de los papás primerizos.

Andrea lo único que quería hacer era entrar a la sala de parto y gritar a todo pulmón que tenía ganas de matar a su esposo.

El resto del trabajo de parto lo pasó en la habitación exclusiva y sin acompañante que el griego había exigido, quería que nadie los molestara.

Después de una hora de caminar por todo el corredor junto a Kanon, que tomaba su mano en todo momento, Shura llegó a revisarla.

Acostó a la joven en la cama para chequear su dilatación.

- ¿Y? - preguntó ansioso el geminiano.

- Ya estamos listos ¿Preparada para traer a tus bebés al mundo? - le sonrió mientras se sacaba guantes.

Andrea asintió frunciendo en rostro por los dolores.

Uno de los enfermeros la colocó en la silla de ruedas, casi se pelea con Kanon porque no dejaba que la lleve él, sin embargo se tranquilizó al saber que él podía acompañarla en todo momento.

Shura estaba tranquilo, había traído al mundo a miles de niños. Se colocaba la ropa y protecciones adecuadas mientras Andrea era colocada en la sala de parto, junto a un pálido Kanon.

- ¿Lista para pujar? - sonrió mientras tomaba su lugar entre las piernas de la modelo.

- ¡Siii! - gritó desesperada.

- Kanon ¿Querés ver cómo salen tus niños?

- No, aquí estoy bien - respondió más pálido que antes - confío en ti amigo.

- Bien Andrea, cuando yo te diga pujas - la joven asintió - ¡Ahora! ¡Puja, Andrea, con todo lo que tengas!

Los gritos de la modelo no se hicieron esperar. Dejaba salir a todo pulmón lo que se había guardando desde hace unas horas. Apretaba con extrema fuerza la mano de Kanon que se aguantaba el dolor.

- Vamos cariño, te puedes - alentaba mientas besaba su frente.

- Vamos, con fuerza que ya veo la cabeza - la leonina tomo aire para volver hacer fuerza y pujar nuevamente - eso, así, ahí sale el primero.

El llanto del bebé se dejó escuchar en toda la habitación emocionando a los allí presentes.

- Mira Kanon a nuestro pequeño - habló una muy agotada joven.

Shura entrega del pequeño recién nacido a la joven ayudante para que lo atendiera mientras él se preparaba para la llegada del segundo bebé.

- Vamos mamá puja - Andrea pujó con todas sus fuerzas sacando al segundo bebé - pero mira que belleza, otro varón.

Kanon ya para estas alturas ya se había conseguido una silla, que ubicó junto a su esposa. Se estaba mareando y en cualquier momento se caería al piso.

El tercer bebé por fin había nacido, completando la familia, estaban felices, los tres bebés idénticos al padre, poseían sus ojos y el color del cabello. Sin embargo Andrea seguía con contracciones y un gritó alertó a todos allí.

-¿Otro? - Shura se colocó nuevamente en posición -¡tenemos otro, puja querida!

Un cuarto bebé se hacía presente en la ecuación, un integrante no esperado por el matrimonio Vasilakis, pero sin duda traía mucho amor.

- ¡Una niña! - grito Shura al mismo que Kanon terminó por desmayarse y caer al suelo - Ay amigo.

La única niña de toda la familia por fin había nacido, sin duda la pequeña clon de la modelo sería la mimada de su papá y de sus abuelos.


El francés, como siempre, trabajaba en el consultorio que tenía en Versalles. Era viernes y agradecía que ya se había podido mudar a su nuevo hogar hace ya unos días.

Mientras terminaba el papeleo del día, unos golpes en la puerta y una dulce voz, proveniente de su secretaria, lo interrumpieron.

- ¡Adelante!

- Dr. Monnier - nombró la joven al abrir la puerta - el señor Vasilakis lo busca.

- ¿Milo? - fue el primer nombre que se le vino a la mente al escuchar ese apellido.

- No señor, su hermano Saga.

- Házlo pasar. Ah y Sophie archiva estos papeles y luego puedes retirarte. Yo me iré temprano.

- Como diga doctor.

El acuariano dejó de escribir para hacerle entrega de las carpetas y esperar a que Saga ingresara.

- Buenos días Cam - saludó el geminiano con una sonrisa enorme y su porte tan masculino.

- Saga, que sorpresa verte por aquí - se levantó para abrazarlo. El griego envolvió en sus brazos el menudo cuerpo del cardiólogo.

- Mira Cam - ambos tomaron lugar en los sillones del consultorio - ayer me llegó un paquete a mí oficina.

El abogado sacó, de la chaqueta, un sobre típico de paquetería.
Sin decir ninguna palabra, se lo entregó en la mano al médico.

Camus tomó aquél sobre que Saga le ofrecía con el rostro serio y al ver el remitente, contuvo la respiración.

Venía de parte del abogado de Surt.

- ¿Qué es esto Saga? - preguntó sin animarse a mirar su contenido.

- Descúbrelo por ti mismo.

Con nervios, abrió el paquete encontrándose con unos papeles y unas llaves que conocía a la perfección.

- Esto es ... -

-Si, son las llaves y los papeles del consultorio de París - el cardiólogo lo miró sin entender nada - Surt te ha dejado el consultorio, Camus. Está a tu nombre y en regla según estos papeles.

- Surt - susurró, su ex esposo lo seguía sorprendiendo aún después de su muerte.

- Solo debes firmar los papeles - le sonrió.

- No sé que decir.

- Nada Camus, él te lo dejó a ti. Tú decides que hacer.

- Gracias, por esto y por encargarte de todo el divorcio - lo abrazó.

Camus nos sabía cómo sentirse al respecto, sin duda aceptaría el obsequio y lo usaría con todo gusto honrando la memoria de quien alguna vez fue su esposo.

La tan esperada inauguración de la casa había llegado, Camus había estado toda la tarde limpiando y preparado una exquisita cena.

Milo, que salió temprano del colegio, preparaba a los pequeños para que estuviera impecables en la noche.

Poco a poco los invitados iban llegando al nuevo hogar del cardiólogo.

Kanon y Andrea hicieron acto de presencia con sus cuatro recién nacidos que Milo recibió con todo cariño.

Cid y Nuria fueron los segundos en llegar, trayendo con ellos, unos exclusivos vinos españoles para completar el bar de la pareja.

Saga llegó junto con sus padres, esperaba que la cena no sea tan incómodo puesto que sabía que el español y su ex estarían allí. Saludo a su hermano y pareja para luego tomar lugar juntó a su gemelo.

Kardia y Degel llegaron haciendo ruido como era de costumbre con su hijo Mystoria y el pequeño Orfeo.

Defteros y Vanessa enteraron al hogar maravillados con la nueva construcción, estaban feliz por su sobrino por rehacer su vida junto al francés.

Shaka y Mu junto con las gemelas pusieron color a la velada con las plantas aromáticas y las especias que habían traído como regalo.

Krest junto a su fina esposa Brigitte, llegaron con un juego de copas de cristal tallados a mano.

Shura fue el último en hacer acto de presencia junto con Aioros, que al ver al gemelo mayor se sonrojó. Su mirada intensa se posaba sobré su persona haciendo que su piel se estremeciera completamente. Esperaba poder aguantar una cena con ese hombre frente a él.

A pesar de las miradas insinuantes e intensas, las bromas y la charlas entre los médicos presentes que nadie entendía, la velada había salido perfectamente. Con postre en la mesa y el ambiente perfecto, Camus pensó que era el momento de indicado para la gran noticia.

- Antes que nada - comenzó a hablar - quería agradecerles a todos por venir y a ti Aioros por diseñar este hermoso lugar que de ahora en más será nuestro hogar - miró a Milo con dulzura que le devolvió el gesto - quiero aprovechar el momento, ya que todos están aquí presentes, para dar una noticia - todos lo miraban expectantes y muy confundidos, sobretodo su pareja - Milo, mí amor, estoy feliz de comenzar esta nueva etapa a tu lado, de convivir y formar está familia juntos - besó sus labios amorosamente - y más aún que nos vamos a agrandar - Camus acarició su vientre mientras que Degel y Brigitte ahogaban un gritó, si embargo Milo seguía sin entender.

- ¿A qué te refieres Cam?

- ¡Que vas a ten tener otro hijo bruto! - gritó Kanon de la otra punta de la mesa a lo que su esposa lo reprendió.

- Cam ¿Vamos a tener un bebé? - preguntó abriendo sus hermosos ojos color turquesa.

- Si mí amor, tendremos un bebé juntos, nuestro.

- ¡Espera! - Milo rompió el abrazo para ir en busca de una cajita que había guardado por muchos meses celosamente. Apenas volvió, se paró frente al hombre que más amaba - Creo que no hay mejor momento que esté, tenemos una casa nueva, la llegada de un bebé y al fin podemos estar juntos como tanto deseamos y eso, para coronar todo lo hermoso que nos está pasando - el rubio se arrodilló frente a su pareja y todos los presentes - Camus, te amo tanto mí amor, eres lo más hermoso que me ha pasado en esta vida ¿Me harías el honor de cansarte conmigo?

Milo hizo la pregunta mientras abría la cajita forrada en terciopelo azul, dejando ver un hermoso anillo de oro blanco con incrustaciones en diamantes y en su centro un enorme y precioso zafiro que combinaban con los ojos del francés, coronaba tan fina joya.

Todo todos los allí presentes comenzaron a aplaudir emocionados y hasta saltando.
Unas lágrimas comenzaron a escaparse de sus ojos azules y profundos como el océano antártico mismo.

- Si Milo, acepto.

El heleno colocó el anillo en el dedo anular haciendo, de está manera, oficial el compromiso.

No todas las miradas allí destellaban felicidad por los recién comprometidos y en su interior se sentía terriblemente mal por ello. No lo hacía apropósito, era algo involuntario que afloraba en su interior y de esa miraba verdinegra triste, también se dio cuenta Cid. El hombre a pesar de ponerse feliz por su colega, se sintió mal por su hijo y mientras todos saludaban a los anfitriones, Shura se fugó de aquella reunión sin poder soportar lo sucedido.

Aioros al notar que su pareja se había ido, corrió hacía su búsqueda, alcanzándolo fuera de la propiedad sentado en un banco fumando bajo el firmamento estrellado cómo único testigo.

- Shura ¿Qué te sucede? - cuestionó mientras se paraba frente a él - ¿Por qué te fuiste de es manera?

- Estoy bien Aioros.

- No, ya deja de negar todo - Shura clavó su mirada penetrante y triste sobre él - Lo amas ¿Verdad? Y no lo niegues, deja de engañarte a ti mismo - solo obtuvo silencio por parte del capricorniano - Estoy cansado de todo esto Shura, por un momento pensé que lo nuestro podía funcionar - comenzó a desahogarse - fui necio sí, no quise ver lo obvio y me aferré a la mínima esperanza que sintieras algo más por mí que solo cariño. Pero ya no, Shura, ya no puedo con esto, no soy lo que quieres y no eres lo que necesito.

- Aioros, lo siento - bajó su mirada - de verdad que lo siento. Nunca fue mí intención lastimarte.

- Lo sé, pero no podemos seguir así. Voy hacer lo que tenía que haber hecho hace tiempo y es terminar esta relación que no va a ningún lado.

- Lo comprendo - volvió a fumar su cigarrillo.

Por dentro estaba destrozado, otro fracaso amoroso, otra vez que perdía a su amor y tan lejos de Camus, se negaba a expresar ese sentimiento de amargura y resignación que se habia instalado en su ser ¿Qué podía hacer? No iba a negar lo que realmente sucedió, al fin y al cabo el sagitariano ya lo había descubierto, y sin decir más nada, con lágrimas en sus ojos, subió a su deportivo y partió del lugar.

El castaño quedó allí parado, observando como el auto negro de Shura se alejaba a toda prisa, haciendo crujir las piedras granzas. En su intento se había quedado un sentimiento de culpa y malestar. Se sentía raro pero aliviado al mismo tiempo por liberar, tanto al español, como a él, de una relación vacía.

Ya no quedaba nada allí, ya no había amor por salvar y de eso estaba seguro. Quizás había tenido que terminar con él, aquel día después de la noche que pasó junto a Saga. No logró hacerlo y tal vez fue la lástima que le ganó, la terquedad o la negación.

Pero ya estaba, ya había terminado y lo único que quería era estar con esos ojos verdes que lo miraban en la lejanía, anhelantes por una oportunidad.

¿Y por qué no? Lo amaba, no le debía nada a Shura ni a nadie y por un momento no trataría de hacer feliz a todo el mundo. Sería egoísta una vez y correría a los brazos de ese griego que conocía desde que eran niños y se habían prometido amor eterno en un balcón de Mikonos luego de haber hecho el amor por primera vez.


Hola mis bellos lectores!

He vuelto y les traigo un nuevo capítulo.
Ya estamos en la receta final. Unos 3 o 4 capítulos, depende si la inspiración me gana.

Próximo capitulo tendremos al fin boda.

Espero que les haya gustado y gracias por leer.

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