Lo hago por ti - Parte 1
Nota: Esté capítulo será narrado por la escritora para facilitar su entendimiento.
10 años atrás:
El clima frío de Suecia le calaba el cuerpo. Su hermano lo había llamado llorando otra vez y salió apurado pará ayudarlo.
Albafica había sufrido un abuso por parte de su vecino hace 2 años, el único que sabía de lo sucedido era él, gracias a eso sufría ataques de ansiedad y miedos repentinos.
El joven de cabellos celestes, con tan solo 15 años, corría desesperado al rescate de su hermano mayor.
Albafica lo había llamado por teléfono pidiéndole auxilio. Se encontraba en el supermercado y se había cruzado con su abusador ahí adentro, el ataque de ansiedad no se hizo esperar y logró llamar a Afrodita para que lo busque y lo ayude a volver a su casa. No sé sentía capaz de moverse por su cuenta de su lugar...
El joven de 19 años había logrado esconderse en el baño del supermercado, se había refugiado ahí, con intención de ocultarse hasta la llegada de su hermano.
Afrodita llego agitado al lugar, eran unas escasas 7 cuadras pero corrió cómo si de una maratón se tratara. Le mando un mensaje a su hermano al no encontrarlo por los pasillos del lugar.
Estoy en el baño... Fue lo único que logró escribir.
Al ingresar al diminuto lugar, lo encontró sentado en el piso, apoyado contra la pared y abrazando sus piernas. Lloraba.
- ¡Alba! - el joven de cabellos color cobalto levanto su mirada... Su acuosa mirada - ¿Cómo te sientes hermano?
Afrodita se arrodillo frente a él, su imagen era tan triste como tierna, acarició su mejilla con ternura, quería hacerlo sentir protegido y a salvo. Él ya había llegado a su lado y ese hombre malo no le haría nada más.
Éstos ataques era cada vez más frecuentes en su hermano...
Habían pasado ya 2 meses de aquel suceso y curiosamente fue el último. Albafica parecía haber mejorado y él le recomendaba que se animara a contar a sus padres lo que le había pasado con el vecino. Pero el mayor no quería.
No sabía si sus padres le creerían puesto que el vecino era muy amigo de la familia ¿Lo tacharian de provocador? No lo sabía y no deseaba averiguarlo.
- Conocí a alguien en la universidad - comentaba el mayor mientras degustaba algunas recetas nuevas de bombones.
- ¿De verdad? ¿Alguien que te atraiga al fin?
Afrodita estaba entre feliz y sorprendido, Albafica había terminado con su pareja cuando fue abusado y nunca dejó que nadie más ni siquiera lo besara, ni mucho menos sentir atracción hacía ningún ser humano.
- Si, una compañera de clase que entro hace una semana, ayer recién me animé hablarle, es tan dulce como este chocolate - reía mientras mostraba el bombón antes de metérselo en la boca - hum prueba este de relleno de frutilla.
El peliceleste no paraba de sonreír. Su hermano mostraba notable mejoría y su sonrisa era prueba de ello. Ya no se la pasaba encerrado en la fábrica, ni en su habitación estudiando.
Con la típica delicadeza y elegancia tomo el dulce ofrecido por su hermano y lo llevó a la boca, su paladar bailo gustoso al sentir la crema de frutilla invadirlo.
- ¿Piensas conquistarla? - hablaba mientras masticaba, algo inusual para el delicado pisciano, pero con su hermano era con el único que se sentía pleno y en confianza.
- De a poco, iré de a poco.
Albafica agachó su cabeza, aún se sentía inseguro e incapaz de entablar una relación con alguien. Aún se negaba a qué lo toquen, salvo por su hermano.
- Date tu tiempo para conocerla, así tomarás confianza, al menos como amigos.
- Cambiando de tema, está noche es tu presentación en el colegio.
- Si exactamente - mira su reloj de pulsera - me tendría que ir yendo al ensayo y prepararme ¿Podrás volver a casa sólo?
- No te preocupas por mí, de todas formas papá me pidió que cheque los diseños de algunos logos nuevos y tendré qué quedarme un rato más. Pero iré a tu presentación no te preocupes.
Afrodita no estaba seguro de dejarlo sólo, pero no tenía opción, debía llegar a la escuela a tiempo para ensayar la canción que cantaría el el festival que su escuela daría para conmemorar el aniversario número 100 de esta.
Después de estar un buen rato debatiendo y eligiendo logos, junto al diseñador gráfico de la empresa, por fin pudo liberarse.
Su papá Cardinale Strömberg dueño de una de las chocolaterías más reconocidas de toda Suecia "Den Giftiga Rosen", una empresa que estaba en la familia de hace más de 120 años.
Cardinale era tan frío como el clima que azotaba en esos momentos a Suecia y su madre Iris no era diferente. Ambos adultos estaban muy ocupados con su empresa que dejaron a sus hijos de lado provocando que ambos menores fueran el único sostén emocional uno del otro.
Eso sí, sus hijos gozaban de la mejor educación, tanto académica como de modales y etiquetas, rodeados de lujos ¿Pero de que servía si su vida aún así estaba vacía?
Cardinale insistía que su hijo mayor empezará a empaparse de conocimiento con respecto a la empresa y que tomara decisiones por más pequeñas que fueran, como el caso de un nuevo logo.
- Rayos ya es tarde y necesito cambiarme.
Albafica tomo un taxi hasta su casa con la intención de cambiar su ropa de trabajo por un elegante traje.
Al bajar del taxi en la puerta de su casa, se cruzó con su vecino, esté lo miró fijo dejando al de cabellos cobalto petrificado.
Ansiedad y miedo.
No supo cómo reaccionó pero corrió hasta la puerta de entrada. Estaba tan alterado por el encuentro que no lograba meter la llave correctamente en la cerradura. En ese momento sintió una mano tapar su boca.
- Shhhh no grites Albita - su vecino susurraba al oído - ¿Por qué me tienes tanto miedo? Si ambos la pasamos tan bien aquella vez.
El menor no lograba reaccionar, su cuerpo se había desconectado y solo lo sentía sudar y temblar. Estaba aterrado y lo último quería era sufrir otra vez en menos de aquel hombre.
Saco bruscamente las llaves de las manos de Alba y abrió el mismo la puerta del hogar.
Una vez allí dentro, lo arrastro de los pelos hasta la habitación del menor... Otra vez sufriría el mismo infierno.
Estaba nervioso, su hora de entrar en el escenario se acercaba y su hermano no había llegado aún.
Vio a sus padres de lejos sentados entre el público, el lugar de su hermano seguía vacío.
La preocupación se apoderó de su mente, se pegaba así mismo por dejarlo sólo.
Lo llamo infinidad de veces y le mando cientos de mensajes, su hermano nunca contestó.
El festival termino... Su presentación fue un éxito ... Pero Albafica nunca se presentó.
Al volver a su casa, lo primero que hizo fue buscarlo en su habitación, no estaba allí.
El ruido de la ducha llamo su atención. Corrió al baño y lo encontró sentado bajo la lluvia entré ésas mamparas de vidrio.
Lloraba sin parar.
- ¡Alba! ¿Qué te sucedió?
Desesperado al ver a su hermano en ese estado, entro sin pensar a la ducha y lo ayudo a salir.
Ya en la habitación lo secó, le puso la pijama y ambos se acostaron en la cama. Él pasaría la noche con su hermano velando por su sueño.
Los días pasaban y Afrodita notaba que Albafica actuaba muy extraño. No quería comer y se la pasaba acostado, hasta faltaba a clases.
Logró contarle lo sucedido otras vez, antes de decidir no hablar más, ni con él, ni con nadie. Se había perdido en su mundo.
Hacía ya varias horas que Albafica no salía de su habitación y esto preocupo al peliceleste.
Su hermano le había prometido la noche anterior que esa mañana desayunarían juntos. Él nunca se presentó.
Ya pará el mediodía Afrodita decidió buscarlo en su habitación... Pero lo que encontró era lo último que hubiese querido ver.
El cuerpo inerte de su hermano pendía colgado de una soga agarrada a una viga en el medio de la habitación.
Nunca pensó que llegaría tan lejos.
Se quedó mirando hacia aquel cuerpo en shock, no podía reaccionar solo veía y veía sus pies en el aire.
Cuando el alma logró volver al cuerpo, corrió para bajarlo. Se subió a la silla, que su hermano había usado para tirarse desde ahí, y lo descolgó. Recostó su cuerpo, ya frío como el hielo, lentamente sobre el suelo.
- ¡No hermano que hiciste! ¡¿Porque?! ¿Por qué no me pediste ayuda?
El llanto y los gritos no tardaron en hacerse presentes en aquella habitación. Inútilmente Afrodita intentaba reanimarlo.
Pero el alma de su hermano yo no se encontraba dentro de aquel cuerpo, sólo quedaba un caparazón, solo la cáscara de lo que alguna vez albergó la esencia de él.
- ¡Mamaaa! - gritaba como loco llamando a su progenitora.
Iris se encontraba en la cocina preparando un postre cuando oyó los gritos de su hijo menor.
No tardó mucho a acudir al llamado desesperado, pero lo que encontró no era lo que esperaba.
Su pequeño abrazaba llorando a su hijo mayor, esté acostado en el suelo sin moverse.
El cuerpo se movía solo por los desesperados movimiento de Afrodita. Sus brazos a los costados caían rendidas sin vida.
- ¡Cardinale llama a la ambulancia! - gritaba Iris mientras arrancaba el cuerpo de su hijo mayor de los brazos de su hijo menor.
Eso ocurría no había vida.
Eso fue lo que Afrodita leyó en la carta escrita por Albafica pará él, como último testamento.
Fue al único que le dejo algo.
Bella flor:
Siento haber echó lo que hice.
No encontré salida para mí dolor.
Ya no podía vivir así, sin disfrutar de la vida.
No le encontraba sentido a la vida.
El miedo consumía mí mente y ya no quería ni hablar contigo.
Ya no tenía nada, ni siquiera era capaz de tomar de la mano a la chica que me gustaba.
No puedo relacionarme con nadie.
No supe buscar ayuda.
Necesitaba a nuestros padres y ellos no existen.
Perdóname por dejarte sólo.
Pero solamente vivía por ti y para ti.
El encuentro con él se encargó de matar lo único que quedaba de alma en mí... Yo solo termine de matar mí cuerpo.
No te pongas mal, estoy mejor así.
Vive Afrodita, vive tu vida sin miedo.
Vive y no dejes que nadie te marchite.
Conoce París por mí. Me hubiese gustado ir contigo como habíamos planeado.
Ten por seguro que iré, pero dentro de ti.
Te ama
Alba
Leía una y otra vez aquél pesado de papel, que ya estaba arrugado y manchado de lágrimas.
Se encontraba en su habitación preparándose para el funeral.
Todo le parecía tan irreal.
El tiempo pasaba lento.
La gente caminaba a su alrededor, pero él los veía borrosos, tampoco los escuchaba, solo era eco.
Parado frente aquel ataúd, color blanco, dónde su hermano descansada en un sueño eterno... Un sueño del que nunca lograría despertar.
Ahí adentro se encontraba la única persona que lo comprendía, la única persona con quién hablaba, su compañero. Su hermano era todo para él.
¿Y ahora? ¿Cómo se supone que seguiría su vida?
Levanto su vista para mirar a sus padres.
Cardinale no tenía expresión alguna. Parado como una estatua estaba frente a él. No lloraba, tan solo miraba sin parpadear aquel cajón.
Su madre, en cambio, lloraba mares. Estaba desconsolada, sabía muy bien que su hermano era su favorito. Gritaba y se preguntaba el por qué lo había echó
Albafica nunca se mostró frágil ante ellos. Ni siquiera nunca le contó lo que sufrió con el abuso. Esto fue repentino para sus padres y se lamentaban el no haberse dado cuenta de lo que su niño sufría.
¿Por qué nunca les contó? No lo sabían. Tampoco Afrodita.
Seguía estático ahí parado.
Escuchaba que le daban el pésame pero a él no le importaba. Había perdido todo.
Solo cuando quedó en soledad con su hermano se permitió llorar.
Abrazado al cajón cerrado, dejó caer todas las lágrimas que había aguantado todo ese tiempo.
Afrodita no tenía consuelo. Una parte de él sería enterrada junto a su hermano.
3 años después:
Ya contaba con 18 años. Había terminado el secundario y aún no había encontrado algo que le llamara la atención, algo de deseará estudiar.
Le había prácticamente rogado a su padre que lo dejara encargarse de algunos asuntos de la empresa, como Albafica había echó en su momento cuando terminó la secundaria, pero su padre se negó.
No estás capacitado... No eres como tu hermano.
Eso le había dicho Cardinale cuando le pidió trabajar en la fábrica.
Recurrió a su madre, quizás ella lograría hacer cambiar de parecer a su progenitor. Tampoco lo logró.
- ¡El no sirve! - lo escucho gritar atravez de la puerta de la habitación - no quiere estudiar, lo único que le interesa es cantar, no es como Alba.. Él era el indicado.
- Tan solo dale una oportunidad - rogaba su madre - no lo subestimes, enséñale.
- ¿Enseñarle el oficio? ¿Acaso no vez lo delicado que es? Es tu culpa que saliera así, es tu culpa que sea doncel y solo sirviera para engendrar hijos.
Su madre no dijo más. Su padre estaba furioso.
Lo dicho por Cardinale lo sorprendió, él no servía, él era un simple doncel delicado, no como su hermano.
En ese momento se dio cuenta que su padre hubiese deseado que la historia sea otra. Que él fuera quien durmiera bajo tierra.
Con la mirada clavada al piso, Afrodita emprendió caminó hacia su solitaria habitación.
Devastado, sintiéndose nada... Él no valía nada.
Cómo dijo si padre... El era un delicado doncel que cantaba y engendraría hijos.
2 años después:
Con 20 años logró, al fin, que su padre lo aceptará en la fábrica. Eso sí solo de secretario.
Sin embargo el peliceleste estaba más que satisfecho con su puesto. Su apellido era Strömberg después de todo y gracias a eso lo tenían que respetar.
- Papá, aquí te dejo los contratos para firmar ¿ Necesitas algo más?
- Cuántas veces tengo que decirte que aquí soy el Sr. Strömberg. ¿Acaso eres tan inútil para entender eso?
Cardinale era poseedor de un carácter difícil e exigente. Demasiado estricto en su trabajo y eso también se trasladaba a su casa. Albafica, su preferido, eran parecidos en carácter, aunque eso era solo una máscara que su hijo imponía ante él. Por dentro era solo un niño herido. Su niño predilecto se había ido y junto a él ese sueño del mejor heredero.
Afrodita era todo lo que él no deseaba como hijo, doncel y delicado.
- Lo siento Sr. Strömberg ¿Desea algo más?
- No, puedes retirarte.
Y con un ademán de mano le indico a su hijo que se retiré. Esté con la cabeza gacha, como ya era su costumbre en él últimamente, dejó aquella oficina para volver a su hogar.
Decidió volver caminando, le agradaba recorrer y disfrutar del paisaje que Suecia regalaba.
Mientras miraba vidrieras que exhibían las prendas más finas y de última moda, se topo con una escuela de arte.
Curioso se adentro al recinto siguiendo el sonido de una tenue música.
Una vez que dio con la procedencia del sonido, se quedó maravillado al observar una joven cantando lírico.
Sin pensar tocó la puerta de la sala, llamando la atención tanto de la joven como del profesor.
- Hola ¿ Que se le ofrece? - pregunto el profesor apenas abrió la puerta.
- Hola mí nombre es Afrodita - el peliceleste saludó educadamente estrechando su delicada mano - ¿Me interesaría tomar clases de canto?
- Claro - el hombre saca de si bolsillo una tarjeta - ten, llámame cuando quieras para inscribirte. Doy clases todos los días.
El hombre le sonrió y eso basto para que Afrodita quedará embelesado por aquel apuesto sujeto.
- Gracias - mira la tarjetas que le acaban de entregar buscando el nombre de su dueño - señor De Lucca.
- Solo dime Manigoldo - le regala otra sonrisa - te espero jovencito.
Manigoldo cerró la puerta para continuar con su clase. Afrodita solo se quedó mirando aquella madera que lo separaba de aquél hombre que le robó el aliento.
Después de unos segundos reaccionó y decidió retirarse, pero decidido a qué volvería para tomar las clases de canto con ese hombre.
La noche había llegado, recostado en su cama no paraba de suspirar enamorado.
Ese hombre le había robado el corazón y por supuesto Afrodita había sentido la química entre ambos ¿ Si no por qué razón le daría su tarjeta?
- Manigoldo, se que tu también te sientes atraído por mi. Lo pude ver en tu mirada y en las sonrisas que me regalaste.
Volvió a suspirar. Cerro sus ojo y se llevó la tarjeta con ambas manos al pecho apretándola fuerte.
Su habitación era la única testigo del trastorno que el pisciano sufría desdé hace unos años.
Habían pasado ya 4 meses desde que el sueco había comenzado con más clases de canto. Se tomaba el tiempo después del trabajo para asistir a las clases privadas que le impartía Manigoldo.
En todo ese tiempo, los halagos y coqueteos por parte del menor eran constantes. Sin embargo De Lucca no correspondía a aquellas insinuaciones.
El sueco solo pensaba que el Italiano necesitaba un empujón para que al fin caiga en sus brazos, por supuesto el pensaba que la atracción era mutua.
Después de la clase siguió al profesor hasta su hogar. Necesitaba saber dónde vivía para poner en marcha su plan. Si el Italiano necesitaba una escusa para estar juntos, él se la daría.
Hola bellos lectores.
Les dejó otro capítulo.
Lo tuve que partir en dos partes porque me quedaba demasiado largo y solo va la mitad.
Estos dos capítulos es con fines de explicar un poco el actuar de Afrodita y para eso hay que irse a la raíz de todo.
Espero que les guste y gracias por leer.
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