Entre dos amores
La vida da demasiadas vueltas, a veces tantas y tan bruscamente que nos marea en el proceso, nos desorienta de nuestro rumbo y nos hace tomar caminos equivocados.
Nos pega duro, nos hace dudar, equivocarnos, caer y tropezar una y otra vez, sin embargo nos levantamos y seguimos adelante, renacidos y más fuertes.
Buscamos incesantemente nuestro camino, nuestro destino y el amor. Nos perdemos, nos desviamos de nuestro objetivo y muchas veces terminamos buscando cariño en los brazos equivocados, en los labios de personas que serán efímeras en nuestra vida, amores que solo entrarán en tu vida en un tiempo determinado, en el momento que necesitas de esas personas hasta encontrar el amor verdadero o simplemente siempre estuvo ahí, tan cerca nuestro que lo ignoras, aún así, al final, terminas con él.
La construcción, de lo que sería el nuevo hogar de Camus y Milo, había comenzado al fin.
Ya había pasado un largo e interminable mes desde la muerte de Surt y resurrección de Kardia.
El francés, se había tomado ese mes para descansar de sus obligaciones, el último año habían sido una locura que lo había agotado a niveles extraordinarios.
Pasaba horas en su casa embalando sus cosas de su antiguo hogar, repasando en su mente todo lo que debía de hacer aún y eso lograba agotarlo más.
Milo lo ayudaba en lo que podía en su tiempo libre, repartía su tiempo entre los niños y los cuidados de su hermano.
Con su pelo recogido y sentado en el suelo rodeado de cajas, el acuariano seleccionaba lo que se iría a su casa nueva y lo que sería donado o tirado a la basura. Tarareaba una canción mientras miraba las fotografías familiares, decidió guardarlas para que Shijima tenga fotos de su padre.
Aioros trabajaba en la oficina ubicada en el centro de la ciudad, había estado muy atareado en los nuevos proyectos de la constructora y en la casa de Monnier.
En ese mes no había visto lo suficiente como hubiera querido a Shura, sobre todo porque este último se la pasaba en la casa vieja de Camus y él en la nueva.
Le disgustaba pero no protestaba, suponía que era porque el francés estaba en un especie de duelo y necesitaba a su mejor amigo a su lado.
El que si se la pasaba en la construcción era Saga. Aioros se había llevado una gran sorpresa al enterarse que el hermanito menor de su primer amor, era la pareja de su cliente.
Su presencia no le disgustaba, la compañía del griego era siempre amena. Le traía flores, regalos y hasta café en un intento de volver a conquistarlo. Le prestaba atención y eso le encantaba, más aún por que no la recibía por parte del español. Sin embargo, Saga nunca se había propasado con él y contra todos pronóstico, era todo un caballero que lo respetaba.
Miraba su celular esperanzado que el tiempo se pasará rápido, no faltaba mucho para la hora de salida, ese mediodía había quedado en almorzar con Shura.
Se sentó frente al escritorio para terminar su trabajo y apagar la computadora. Miró la pantalla y suspiro sintiéndose un tonto, de fondo tenía una foto de él dándole un beso en la mejilla a un Shura sonriente, adoraba la sonrisa de ese hombre, e involuntariamente vinieron recuerdos penosos a su mente de cuando descubrió el fondo de pantalla de la computadora personal del capricorniano, una de él y de Camus. Aunque le pareció extraño y hasta lo enojó un poco, no dijo nada.
Luego de unos minutos más de trabajo, se dispuso a guardar sus cosas, estaba listo para irse.
- Hola cariño - saludó dándole un beso al español apenas subió al deportivo de este.
- Hola bebé - devolvió el beso.
- Me es gracioso que me llames bebé cuando yo soy mayor que tú - le golpeó la nariz con el dedo índice.
- Cuatro años no son nada - le guiñó un ojo.
El castaño volteó para dejar su bolso en el asiento trasero y frunció el ceño al ver paquetes de comida hecha... tres paquetes.
- ¿Y eso? - externó su curiosidad.
- Comida - respondió Shura mientras arrancaba.
- Eso ya lo sé, pensé que comeríamos junto al lago.
- Oh no bebé, Camus nos espera en la casa de Versalles, tu hermano irá a tasar la casa. Así que pensé en almorzar juntos allí con él, ha estado toda la mañana allí y quería ayudarle.
- Si, que considerado de tu parte - contestó con un tono de molestia que Shura ignoró.
Luego del largo viaje por carretera, llegaron a la casa del francés. Aioros estuvo particularmente callado, con un semblante pensativo.
- Llegamos bebé - estacionó el auto - adelántate mientras yo bajo la comida.
La música dentro del hogar del cardiólogo se escuchaba notablemente alta, cosa que impidió a Camus sentir el timbre de la entrada.
Aioros insistió pero nadie abrió la puerta. Unos pasos atrás, el español se acercaba con las bolsas de papel en las manos.
- Entra directamente, jamás te escuchará - el griego abrió la puerta principal - Cam, cariño, llegamos.
Aioros abrió sus ojos grandes e hizo una mueca indescifrable rayando entre la confusión y el desagrado. Aún no entendía la relación de amistad extrañamente apegada y dependiente que había entre ellos, a veces pensaba que no tenía cabida allí entre los dos amigos de la infancia.
La pareja entró en busca del acuariano que se encontraba en el suelo de la habitación.
Aioros observaba el lugar con detenimiento, el ambiente encarecido de muebles, pasillos repletos de cajas y bolsas. El ambiente familiar y acogedor del hogar Monnier que había conocido hace un mes atrás, se había transformado en desolación y desorden.
Shura chasqueo los dedos frente a la mirada distraída de Camus, que observaba fotos y las seleccionaba.
- ¡Hey Cam! - llamó el ginecólogo logrando que su amigo levantará la mirada para observarlo - trajimos comida.
El francés se levantó rápidamente alegre por la visita, ciertamente no los esperaba tan temprano y menos que trajeran el almuerzo.
- Hola Camus - saludo con confianza Aioros aunque estrechó su mano, aún seguía siendo su cliente.
- Hola Aioros, no los esperaba - comentó sonriendo ampliamente.
- Te conozco, sabía que estarías aquí perdido entre todo esto y no comerías - le sonrió dulcemente ante la mirada atenta color jade.
El galo sacudió su ropa y los invitó a pasar a la cocina para degustar los alimentos.
El almuerzo paso entre risas y anécdotas de los amigos rememorando su juventud y chistes internos.
El sagitariano analizaba con detenimiento cada gesto y reacciones de ambos. Se dio cuenta que el caprino no sé reía de sus chistes ni ocurrencia, no se sabía la persona más divertida, él siempre intentaba comportarse como un adulto profesional.
No sabía si la diferencia de edades influía en su relación con Shura puesto que él contaba con 37 años y el español 33, siendo Camus mayor con 35.
En las miradas ocultas del ibérico, podía observar y descubrir muchas cosas, quizás cosa que ni el de cabellos esmeraldas sabía y con frustración y desánimo volvió a sus alimentos en silencio, escuchando la platica de los otros hombres junto a él.
Luego de la comida y más charla en donde el castaño era un ente taciturno, llegó oportunamente Aioria, el agente de bienes raíces.
El leonino llegó a la vivienda manejando su camioneta familiar de media gama.
Aún dentro del vehículo, observó los autos que allí estaban estacionados y con una pequeña sonrisa de lado, reconoció uno, el del interés romántico de su hermano mayor, que hoy mismo le presentaría.
- Hola Aio - saludo con un beso en la mejilla el mayor.
- Hola Aio - respondió riendo. Así se llamaban ellos debido a que sus nombres eran casi iguales. Luego saludó a su cliente - Dr. Monnier un gusto conocerlo - estrecho su mano.
- Dime Camus, no hace falta tanta formalidad - devolvió el saludo de mano.
- No había una camioneta más masculina ¿Verdad? - bromeó el español detrás, ganándose una mirada absorta de ambos donceles presentes preguntándose a qué se debe tanta confianza.
- Hey Shura, que bueno volver a verte.
- Perdónalo Aioria - habló el galo - él no es papá y no sabe que una camioneta es más cómoda cuando tienes hijos. Ya veremos qué maneja cuando lo sea.
El leonino miró de reojo la lujosa camioneta que estaba estacionada a unos metros, perteneciente a su cliente. Vaya que le gustaría a él manejar una de esas.
En ese momento se dio cuenta que estaba lejos de esos niños ricos y mimados.
- Disculpen ¿Se conocen? - cuestionó el castaño chocolate.
- Si hermano, le ayudé a Shura a comprar su departamento - respondió - si supieras las vueltas que me hizo dar porque ninguno le gustaba.
- Es que soy alguien particular, meticuloso y sofisticado. Buscar un departamento a mí altura no fue fácil.
- Dímelo a mí - suspiro exagerado Camus - no sabes lo que fue que encontrara habitación en el complejo de la universidad - bromeó - tanto que me obligó a que alquiláramos un departamento juntos en las afueras.
- No te puedes quejar, fueron los años más divertidos de tu vida. - lo codeó guiñando un ojo a lo que Aioros carraspeo.
- Bien, que les parece si miramos la casa - interrumpió el hermano menor notando la incomodidad del doncel castaño.
La construcción de la vivienda nueva del francés estaba ya por la mitad, mientas que la remodelación de su hogar en Versalles estaba llegando a su fin.
Ambos trabajos eran supervisados por Aioros, mientras que su hermano menor Aioria se encargaría de la venta del inmueble.
La relación aún sin nombre entre el arquitecto y el ginecólogo, seguía su curso.
El español había contestado a su insistente petición con un " No estoy listo para una relación formal". Entendía eso, por un momento lo hizo y tuvo paciencia, pero ya no. Era como si el fantasma de su ex lo acechara constantemente.
Aioros tenía una disyuntiva en su interior que carcomía su mente a cada rato, la causa de sus desvelos tenía un nombre, Saga.
El griego de cabellos azules era la antítesis del capricorniano. Estaba al pendiente de él todo el tiempo, le prestaba atención y lo trataba dulcemente.
Quizás el amor que Saga decía profesarle era verdadero, pero ¿Y él? ¿Aún sentía algo por su primer amor?
No lo sabía con seguridad, juraba que lo había superado pero al verlo tan arrebatador, con esa masculinidad intacta, esa madurez arrasadora, su voz grave y esos ojos que lo miraba con amor, lo hacían replantearse todo.
No sabía porque dejaba que se acercara tanto a él. Según él, era por amistad, pasar tiempo con el heleno no dañaba a nadie, o quizás inconscientemente su cuerpo era impulsado por ese sentimiento de anhelo hacía su ex pareja que le despertaba sentimientos indescifrables aún para el sagitariano.
Caminaba por las calles de París en busca de un reconfortante y aclarador café, esperando que la obscura y fuerte bebida lograr disipar las nubes que se habían formado en sus pensamientos.
Mientras esperaba para hacer su pedido, le mandaba mensajes de texto a su "pareja" acordando para cenar al día siguiente ya que esa noche Shura estaba de guardia.
" - Si bebé, cenaremos donde tú quieras "
Su café con vainilla estaba listo, pagó y busco un lugar alejado de la gente y cerca de la ventana, le gustaba contemplar el flujo de las calles parisinas.
El primer sorbo de la bebida avainillada le supo a gloria, sentir el líquido cálido bajar por su garganta fue como un torrente de cafeína que embriagaba su cerebro, se sentía como un día cálido en los campos de Grecia.
Mientras trabaja perdido en su iPad con unos planos, una grave y masculina voz llamó totalmente su atención.
Levantó sus ojos color jade en busca de esa atrayente voz, que le llegó a sus oídos como un canto de sirena, para encontrarse con el peliazul a unas mesas más alejadas con lo que supuso que eran unos clientes del exitoso abogado.
Sus ojos se encontraron como dos imanes, su mirada se hizo chispa cuándo la sonrisa de Saga se hizo presente en su rostro como un amanecer de verano que ilumina todo cálidamente.
El castaño chocolate le devolvió el gesto con una sonrisa tímida para luego posar sus jades en la pantalla nuevamente, que se había visto abandonada por tan bello ejemplar.
El geminiano estaba ocupado con una reunión con sus clientes arreglando detalles de un contrato, sin embargo, eso no impedía mandarle mensajes a su teléfono.
" - Que lindo te ves hoy. "
El celular del arquitecto vibro en su bolsillo provocando que llamará la atención de este, lo sacó de dónde estaba guardado, lo desbloqueo y una mueca dulce se formó en sus labios cuando leyó el contenido del texto.
" - Y a ti ese traje no te queda nada mal. "
Saga sonrió ampliamente leyendo el mensaje mientras lo miraba de reojo y le hacía muecas.
" - ¿Te hace falta compañía? Quizás otro griego para poder compartir una charla en tu idioma "
Saga le contesto mirándolo pícaramente como un adolescente que le manda un papel a su enamorado en un aula de clase y no ser pillado por su profesor esperando su respuesta.
Entre texto y texto se fue instalando un ambiente intimo en el par de griegos que habitaba ese café en algún lugar del centro parisino. Eran dos confidentes reenamorándose inconscientemente.
La reunión del gemelo mayor terminó, se sentía agotado pero al fin podría compartir un momento con la persona que más amaba en el mundo
- ¿Puedo sentarme? - preguntó tomando la silla libre frente al griego castaño que estaba distraído con su iPad.
- Por supuesto - le indicó con su mano y una sonrisa.
- ¿Qué haces? - cuestionó tomando asiento.
- Pulo detalles en la casa de un cliente, quiere hacer un cambio de distribución - apartó el aparato para brindarle toda su atención al hombre frente a él.
- No era mí intención molestarte, solo que te vi y no quería desaprovechar la dicha de compatir un momento contigo.
- No me molestas, nunca lo haces Saga.
- ¿ Quieres ir a caminar junto al río? Tengo dos horas libres antes de otra junta.
- Claro que sí.
Saga se sentía ansioso, repletos de sentimientos y emociones que escapaban de sus poros, todo su ser pedía a gritos estar con Aioros y es que su cuerpo no deseaba otra persona en ese momento, saberse tan cerca de él lo ponía al límite, arrojándolo de un acantilado para que cayera en un océano profundo de sensaciones que le hacía sentir el sagitariano.
Su cuerpo ya estaba al límite del agotamiento, aún no sabía cómo lograba mantenerse en pie.
No sabía cuántas horas había estado sin dormir y su único consuelo era el café que servían en la cafetería del hospital.
Se sentó en la sala de médicos, se escondía de sus obligaciones por lo menos un instante para saborear un caramelo mentol que en ese momento le supo de lo más refrescante.
Había tenido 4 partos y dos cesáreas el día anterior y este 3. Amaba su trabajo, pero está vez se sentía exhausto.
Con sus ojeras a flor de piel y sus ojos verdes obscuros y achinados del cansancio, revisó las notificaciones del celular.
Tenía ganas de cancelar la cena con Aioros pero se lo había prometido ya que no se habían visto en toda la semana.
Una llamada entrante de Camus lo distrajo.
- Cam - atendió.
- Shurita, estoy entrando a mí guardia ¿ Estás aquí en el hospital aún?.
- Si, de hecho estaba por fichar mí salida en 10 minutos ¿Por qué?.
- Supuse que estabas cansado y traje comida para los dos ¿Dónde estás? Tu oficina está vacía.
- En la sala de médicos.
- Ok, ahí voy.
El español dio pequeños golpecitos con el celular en su pierna de modo pensativo.
- ¡Hey! Hasta que te encuentro - exclamó un muy contento francés entrando a la sala - traje tu comida favorita Cachopo - levantó las bolsas de papel a modo demuestra con una sonrisa enorme.
A Shura lo que le llegó a sus sentidos no fue el aroma del filete ternera con queso serrano, si no la dulce y cálida sonrisa del francés junto con sus ojos zafiros que parecían destellar el reflejo de la Luna cuando se posa sobre el océano regalando una hermosa vista, y en su interior afloró ese hombre perdida e irremediablemente enamorado de tan bello ser, olvidándose por completo de su cita esa noche.
- Eso me ha abierto el apetito y quitado el sueño - respondió con la misma tierna sonrisa.
Camus se sentó junto a él, preparando la vianda en los platos de plástico, no tenía una idea de cuánto amaba que su amigo lo atendiera de esa forma... No tenía ni idea de cuánto LO amaba.
La dulce voz del acuariano inundaba su sentido auditivo y con cada palabra que salía de esos labios, le arrancaba el cansancio que su cuerpo sentía.
- Pensé en traerte la comida ya que yo también comería aquí - comentó el francés mientras salaba las papas fritas - Hoy es viernes y Milo se fue con los niños al viñedo a pasar el fin de semana allí y encargase de sus proveedores, yo tenía guardia y no pude ir - suspiró - prefiero encerrarme aquí que estar sólo.
- Puedes quedarte conmigo - sostuvo la mano de su amigo - la habitación de huéspedes siempre está disponible para ti - ofreció mientas cortaba la carne.
- No es mala idea - habló con la boca llena - igualmente saldré de aquí en dos días - ambos rieron, eran médicos y sabían que las guardias a veces podían ser eternas y agotadoras.
- ¿Cómo va la casa?
- Bien, ya casi está terminada y supongo que luego de la mudanza haremos una reunión de bienvenida, vendrá la familia de Milo, la mía y tus padres ¿Vendrás?
- Claro que sí, iré con Aioros - al nombrar a su especie de pareja, le vino a la mente la cita que tenían esa noche y quiso golpearse.
"Dr.Monnier lo solicitan en el área de cardiología"
Se dejó escuchar en los altavoces el llamado para Camus, este se levanto para acudir.
Revisó su morral de Gucci en busca de algo.
- Oh mierda - exclamó al no hallar lo que buscaba.
- ¿Qué sucede? - preguntó el español.
- Me olvidé la caja de té con vainilla.
- ¿ Y qué hay con eso? Hay café aquí.
- No quiero café - negó con cara de asco - últimamente me está dando acidez y prefiero tomar el té.
- ¿Te sientes bien? - lo miró extrañado analizándolo. Su ojo ginecólogo experto le decía que algo sucedía.
- Si, estoy bien, solo es por la mudanza y la venta de la casa, estoy bien Shura.
- ¿Seguro? - volvió a cuestionar.
- Si, debo irme, me están llamando - se acercó y beso su mejilla - nos vemos.
Camus salió apurado por dos razones, una era porque realmente tenía una urgencia que atender y la otra era porque no podía engañar a su amigo, efectivamente algo le sucedía pero no era a él la persona que debía darle esa noticia, si no a un hermoso griego que estaba a tres horas de distancia.
Shura tomó su teléfono y miró la hora, eran casi la media noche y ya no llegaba a su cita. Tenia más de cinco llamadas perdidas y mensajes de un enojado sagitariano.
Lo llamaría para disculparse.
Había tardado horas en prepararse con la ansiedad a flor de piel, se notaba por el sonrojó de sus mejillas que ansiaba estar junto al ibérico y disfrutar de su cálido y trabajado cuerpo encima del suyo haciéndolo gemir del placer.
Luego de una ducha cálida, se dispuso a vestirse.
Un pantalón color crema hasta los tobillos, una camisa manga larga azul marino y unos mocasines café haciendo juego con un cinturón del mismo color era su outfit elegido, coronándolo con un reloj pulsera de oro.
Su perfume Calvin Klein aromatizo todo el ambiente apenas las suaves gotas abandonaron la fina botella de vidrio para llegar, como una brisa de primavera, hasta su cuello.
Revisó que todo lo que necesitaba, para pasar la noche en el lujoso piso de Shura, estuviera en su mochila.
Mientras esperaba que el español lo recogiera, siguió revisando en su iPad algunos trabajos.
Entretenido en la pantalla, no sé había dado cuenta que ya eran casi las 21 hs y el caprino no había dado señal de vida.
Suspirando y un poco cansado por la falta de interés de su pareja, tomó el celular y lo llamó mientras caminaba hacia el balcón del pequeño y antiguo departamento ubicado frente a una plazoleta donde las parejas comenzaban a reunirse para disfrutar de la cálida y espectacular vista que la noche primaveral parisina regalaba en ese momento.
Sus ojos color jade se movían al compas del tono de llamada que jamás fue atendida. Sostenía el celular junto a su oído por inercia, ya que el buzón le había avisado que el ginecólogo tenía algo mejor que hacer que salir con él.
Observaba el movimiento de la ciudad, parecía que tenía vida propia y el flujo de personas eran acobijados por el estrellado y obscuro firmamento con un luna llena coronando tan romántica y única noche.
Estaba frustrado, cansado de la situación y no tenía ninguna intención de quedarse encerrado esa noche de viernes y perder la reserva que tanto le había costado conseguir en ese restaurante junto al río Sena.
Dio ligeros golpecitos con el móvil en sus carnosos labios pensando en lo que si estaba por hacer era correcto.
Sin alargar su eterna agonía y guerra entre el corazón y su mente, llamó a la persona que quería que compartiera esa noche con él.
- Hola Saga - saludó una vez que el teléfono fue atendido velozmente - ¿Tienes planes para esta noche?
Kardia aún estaba en reposo y Degel se había vuelto muy estricto con el cuidado del escorpiano luego de casi perderlo.
Milo se había ido al viñedo todo el fin de semana junto a Shun y Shijima.
Ayudaba a su madre a preparar las ensaladas mientras Aspros asaba carne en el patio trasero junto a Kanon mientras Andrea descansaba en un camastro junto a ellos.
- Má ¿Comemos afuera? - preguntó el griego mientas cortaba tomates.
- Está linda la noche ¿Verdad? - miró a su hijo con mucho amor, le preocupaba que a sus 37 años aún no había encontrado su pareja ideal. Acarició su hombro como un gesto de cariño maternal.
El teléfono del abogado comenzó a sonar debido a una llamada entrante, captó la atención se madre e hijo.
- Atiende cariño - le sonrió - yo sigo.
Saga asintió y rápidamente atendió el celular mientras se alejaba un poco del lado de la rubia con la intención de hablar cómodamente.
- Aioros, que gusto me da tu llamada.
- Si, me encantaría... No, no tengo planes Aioros... En 10 minutos te paso a buscar.
Adara escuchaba sigilosamente la conversación de su hijo, no pudo evitarlo, como toda madre poseía un séptimo sentido, de tan solo escuchar el nombre de aquel griego castaño, que había sido el amor de la vida de su hijo desde pequeño, no puedo evitar sonreír, sabía que Saga aún lo amaba y que ambos volvieran a coincidir en la vida la hacia muy feliz. Quizás está vez si puedan estar juntos como tanto lo deseaban y retomar ese noviazgo donde lo habían dejado cuando apenas eran dos adolescentes de tan solo 18 años.
- Má - llamo mientras regresaba junto a su progenitora - debo irme ¿No te molesta?
- Para nada Saguita - le hablo dulce y sonriente - ve con Aioros yo te cubro con tu padre - le susurró ante la mirada inquisitiva del peliazul al verse descubierto por la rubia.
- Gracias má - besó su mejilla.
- Descuida, con Kanon lo entrenemos.
Su corazón latía frenéticamente, es que el hecho que Aioros tuviera la iniciativa y lo llamara, lo tenía al borde de un colapso emocional.
Quizás estaba haciendo las cosas bien, definitivamente las estaba haciendo bien. Había sido un caballero y muy paciente, llenando con detalles de amor al doncel que amaba, prestándole su atención, estando ahí para él y expresarle todo el amor que su ser albergaba por él.
Esta era una buena oportunidad y no la iba a desaprovechar, cualquier oportunidad para compartir junto al sagitariano era un regalo de los dioses para el gemelo mayor.
Primero debía hacer una fugaz parada en su casa, estaba demasiado sport para una cena elegante y debía cambiarse sus pantalones de chándal por unos de vestir.
Ingreso a su casa como si una tormenta apocalíptica se desatara en la ciudad de las luces, estaba acelerado, Aioros y su invitación lo tenía de esa manera.
Busco minuciosamente el atuendo perfecto para una cena romántica, su traje color azul marino y camisa blanca era una buena opción, su perfume Armani finalizó tan perfecta imagen del peliazul frente al espejo.
Con una sonrisa amplia y triunfante miró su reflejo en forma de aprobación, aún a sus 37 años lucía jodidamente sexy.
Una vez listo, subió a su auto y encaminó su marcha hacía el departamento de Aioros.
El paisaje que la noche parisina regalaba, a sus ojos eran invisibles, personas sin rostros y árboles sin formar que parecían desvanecerse por la velocidad a la que manejaba. Su mente y corazón tenían un solo objetivo y lo que pasará a su alrededor no importaba.
Una vez que llegó, diviso al castaño parado en la entrada del antiguo edificio, se veía tan hermoso con esa sonrisa que iluminaba cualquier lugar. Tenía una belleza arrebatadora y se le secó la boca al recordarlo cuando era un adolescente jovial y ahora al admirarlo como un hombre maduro se enamoró aún más de él. Su atractivo no había cambiado en nada, al contrario, se había acentuado aún más haciéndolo perfecto a sus ojos.
Bajó del auto, para saludarlo y entregarle unas rosas que había arrancado del jardín de sus padres y abrirle la puerta del acompañante.
- Buenas noches Aioros - saludó con un beso en el dorso de la mano de este mientras que la suya propia sostenía la puerta.
- Buenas noches Saga - le sonrió - que caballero.
- Para ti, lo mejor - contestó de forma coqueta.
Con un caminar masculino, rodeó el deportivo para tomar su lugar del lado conductor.
Aioros lo observaba con detenimiento, deleitando su vista gracias a ese dios griego de 1,88 mm y espalda ancha. Era un sueño enfundado en un traje azul marino.
La cena fue maravillosa, en ningún momento dominó el silencio ni el aburrimiento. Era como si nunca se hubieran separado, la distancia no hizo mella en la confianza de ellos.
A Saga le era imposible no llenar su vista del impecable e iluminado rostro de Aioros.
Disfrutaba de sus sonrisas, su dulce voz, su optimismo al hablar y todo lo que le contaba acerca de su vida durante esos años que no se vieron.
Para Aioros era grato ver el cambio que había hecho el griego esos años, la adultez había sido benevolente con él y la madurez que tenía ahora era atractiva. Había dejado el jovencito audaz y despreocupado para convertirse en un exitoso abogado, centrado y responsable. Su voz grave y masculina aún conseguía hacerle temblar la piel, su mirada verde penetrante que lo observaba embelesado hacía que su corazón se esforzará por bombear más sangre para no desmayarse.
- No podría pedir nada más - acotó el peliazul mientras caminaba junto al río Sena - es una noche hermosa, un rico helado y la mejor compañía. Todo es perfecto.
Sonrió tomando la mano del castaño, este la aceptó devolviendo la misma sonrisa, que se dibujaba en su rostro como un amanecer de verano.
- A mí también me gusta estar contigo, la pasé muy bien, hace mucho que no me divertía tanto - suspiró pensando en Shura.
Ambos hombres se sentaron en un banco para descansar y contemplar el paisaje que la luna y el agua les regalaba.
Saga en un intento de ir más allá con el arquitecto, tomó su mano que descansaba en la rodilla de esté e intento acercar su rostro, Aioros corrió el rostro.
- Lo siento Saga, estoy saliendo con alguien - bajó su mirada.
- Lo sé, lo siento.
- ¿Cómo... -
- Shura es mí amigo - Aioros abrió los ojos - descuida, él no sabe de nosotros.
- No estamos bien o eso siento yo - se sinceró - siento que no puede quererme como yo quiero.
- Es que él ama demasiado a otra persona - habló mientras comía helado y la mirada hacia el frente - quizás Shura intenté hacerlo pero le es imposible amar a alguien más.
- Creo que ya entiendo muchas cosas.
- No lo hace apropósito, él es una excelente persona.
- Lo sé - se levantó de su lugar y caminó hacia la baranda que separa el río de ellos - sólo que, tú estás aquí y estoy confundido.
Saga siguió al sagitariano, parándose a su lado apoyando los antebrazos en el frío metal.
Ambos en silencio, miraban el movimiento del agua provocado por los botes que pasaban.
- Yo te amo Aioros - confesó al fin luego de un largo silencio - de verdad que lo hago. Desde hace muchos años - se giro para mirarlo a los ojos - te amo más que a nadie en este mundo, eres mí primer pensamiento al despertar y mis suspiros al dormir.
El griego castaño lo miró estupefacto, si bien sabía de sus sentimientos, no pensaba que eran tan profundos.
Sin esperar repuesta, Saga atrapó la nuca de Aioros y en un arrebato, lo acercó hacía su cuerpo y lo besó desesperadamente demostrando todo su anhelo por su boca y cuerpo.
Correspondió de la misma manera arrebatadora con la que el beso empezó, sus labios eran atrapados y suavemente mordidos por la otra boca. ¿A quién quería engañar? Si, lo amaba, siempre pensaba en él y en lo que sus vidas podrían haber sido.
Lo deseaba de una manera peligrosa y ya no quería contenerse. Le gustaba Shura y de verdad deseaba una historia con él, pero al capricorniano parecía no importarle su relación.
El geminiano rodeo la cintura del castaño en un fuerte agarre, aprisionándolo entre su cuerpo y la baranda, acariciando su trasero y devorando sus labios.
Con las emociones recorriendo sus cuerpos, la respiración agitada y el sonrojó a flor de piel, Aioros logró separar el fuerte cuerpo del otro griego. Estaban por demás excitados. Se estaban dejando llevar por sus deseos en un lugar público.
- Aquí no.
- Vamos a mí casa.
Sin decir más nada, tomo al sagitariano de la mano y lo arrastró hacia el deportivo.
Durante el camino hacia el hogar del gemelo mayor, ninguno de los dos habló, en sus interiores, los nervios hacían estragos en sus mentes. Sabían bien lo que harían cuando estén solos en la oscuridad íntima de la habitación del griego.
No podía pensar en otra cosa, las hormonas en su cuerpo estaban alborotadas por la necesidad del otro cuerpo, lo deseaba, no quería admitirlo pero lo deseaba, quería sentirse atrapado entre amplio pecho y las sábanas.
Cuando ambos traspasaron el umbral, Aioros dejó de respirar, sentía que la ropa le asfixiaba.
Saga tenía la intención de beber algo, pero se vio envuelto por unos delicados brazos, su boca apresada, correspondió con hambre los besos del arquitecto.
Levantó, a su ahora amante, para que este enredara sus largas piernas en la cintura y llevárselo hacía la intimidad del cuarto.
Llegaron sin dejar y de besarse, la pasión y el deseo era tanto que consumía sus cuerpos, estaban ansiosos y no existía nada más que ellos.
Aioros cayó de espaldas al colchón con Saga encima, aún enredados devorándose a besos y frotando sus cuerpos recibiendo el alivio que necesitaban.
El geminiano se incorporó, mirando de forma penetrante a los ojos color jade, se quitó el saco, arrojándolo al rincón, luego le siguió la corbata y la camisa, que fue desabotonada hasta dejar ver el trabajado y marcado torso del griego peliazul, que se puso de pie y, ante la mirada fija de Aioros, desabrochó su pantalón.
El castaño chocolate no pudo aguantar más, se sentó y el mismo se sacó el saco y la camisa, estaba ansioso por tenerlo encima suyo aunque estuviera nervioso, no había estado con él desde hace años.
Se acostó y tragó grueso cuando vio desnudo a su amante y lo que cargaba.
- Eres hermoso - le susurró al oído mientras se acostaba junto a él - te amo Aio - dijo mientras acariciaba la pierna contraria.
Sin contestarle, Aioros volvió a besarlo con deseo, colocando su espalda en la suave sabana blanca, llevándose al heleno con él.
Lo termino de desnudar lentamente, su pantalón era arrastrado con parsimonia hasta ser víctima de la gravedad y caer al suelo.
Su cuello era besado, seguido de su pecho por los labios de Saga arrancándole suspiros y estremecer su piel.
Mientras la cabeza de gemelo descendía por el cuerpo del sagitariano, su ropa interior era despojada liberando su ya erecto miembro ansioso de atención.
No tuvo que esperar mucho para que la boca de Saga lo atrapara con una felación que lo hacía ver las estrellas.
Los gemidos incontrolables era lo único que se escuchaba allí junto con los jadeos emitidos por Saga.
Su entrada era preparar a la vez que su falo era besado con lujuria. Cuando ya estuvo listo, el gemelo alineó su gruesa y goteante erección, a ese escondido lugar donde ansiaba hundirse.
Un grito por parte de Aioros dio inicio a la intromisión que le hizo vibrar la piel, era hermoso sentirse dentro del ser que más amaba, tenerlo así tan entregado y jadeante bajo él.
No sabía por cuánto tiempo había esperado este momento y estaba sediento por ese cuerpo. Su pecho explotaría por el torrente de emociones que su castaño le hacía sentir.
El vaivén comenzó lento, bebiendo de cada fibra de su cuerpo, disfrutando del aroma del pelo y el sudor del otro, entrando completamente en él, haciendo gemir aún más fuerte al hombre bajo suyo.
- Te amo - le volvía a confesar como un secreto al oído mientras sus cuerpos era friccionados uno por el otro.
Tomó sus manos y las llevó por encima de la cabeza en un fuerte agarre que hizo gruñir al castaño por no poder arañar esa ancha espalda.
La boca de Saga se interno en su cuello mientras los gemidos y jadeos de Aioros le llegaban como una sinfonía erótica a su oído.
Los movimientos de cadera se volvieron más frenéticos hasta que el orgasmos del castaño llegó tan violento que lo arrojó de las alturas hasta lo más profundo del océano de placer, arrastrando consigo al gemelo que se vacío dentro al sentirse apretado por los espasmos del cuerpo de su amante.
Ambos agitados, se recostaron bajo las sábanas y la intimidad de la noche parisina.
- Te amo Saga - admitió al fin - creo que nunca dejé de amarte.
Ambos volvieron a besarse en una entrega de cuerpo y alma. Dándose ese amor que guardaron todo ese tiempo para la persona indicada, ese amor que aún seguía latente y más fuerte que nunca.
Hay amores que nunca se olvidan, hay amores destinados a estar juntos y el de ellos era uno de esos.
Hola mis bellos lectores.
Les dejó un nuevo capítulo de esta historia.
Espero que les guste.
Les cuento que me costó un poquito, no sabía si mí idea les iba agradar, espero que sea así.
Les cuento que ya estamos por llegar a su fin. Si los cálculos no me fallan quedarán unos 6 capítulos.
En el próximo habrá una propuesta de matrimonio al fin.
Gracias por leer.
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