𝐕𝐈

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VI. I AM EDWARD NYGMA !

                                      DEJO A UN LADO aquel pequeño tubo de ensaye. Se sentía orgullosa al a ver terminado con éxito la extracción. Mirar canales de Enfermeria le ayudaba a pesar de no haber recibido estudios o educación alguna, educarse y sobrevivir por ella misma aprendió desde pequeña, incluso más aún que se comenzará a relacionar con personas peligrosas. Su confianza sera un escudo difícil de romper a partir de ahora.

Un ruido proveniente de la puerta se escucho, esta fue abierta. Olipia observo por el rabillo del ojo para luego volver a posar su mirada hacia un punto fijo encima de la mesa.

—Listo, perdón por la tardanza. No encontraba mis guantes de la...

Fue interrupido por la sorpresa de ver a la chica, quien se encontraba en silencio posada en la silla.

Al instante recordó que era la castaña de la celda.

Ya lo sabia.

Involuntariamente su sonrisa fue remplazada por una de impresión, quedó sorprendido al encontrar el pequeño cilindro lleno de sangre. Observo hacia sus costados con el objetivo de encontrar una presencia más, quien haya hecho su trabajo. Al no tener vista de otra persona en la oficina, aclaro su garganta y miro a la chica.

—¿Tu hiciste eso?— Apuntó hacía su antebrazo para después dirigir su dedo hacia la mesa donde se encontraba el pequeño tubo de ensaye.

—¿Ves a alguien más aquí?—. Habló molesta, sin apartar su sombría mirada de la mesa.

—Pe-pero, ¿cómo?—titubeó—. Según los archivos, tu no tuviste alguna oportunidad de estudiar.

—¿Leíste mis archivos?—. Su tono de voz pícaro resonó entre las cuatro paredes de la oficina.

El castaño paso saliva con pesadez. Involuntariamente comenzó a sudar de a poco arrepintiéndose por a ver dicho lo de antes, pues, no quería que la joven se diera cuenta de su extraño interés en saber quien era. Él no leía cualquier archivo de cualquier criminar. Inventando el hecho de no encontrar sus guantes de látex para darse el tiempo de leer su carpeta que contenía información sobre ella, además le dio ventaja en saber con que persona se estaría relacionando.

—¿Co-cómo lo... lo hiciste?—. Volvió a preguntar con sumo nerviosismo subiendo sus anteojos, evadiendo la pregunta de la chica.

Olipia se encogió de hombros, fingiendo no a ver notado la angustia del castaño.

—Mirar televisión ayuda.

Tomo una silla que se encontraba en una esquina de la oficina, para luego colocarla a un costado en diagonal de Olipia, tratando de observar los ojos perdidos de la joven.

—¿Televisión? ¿Qué canales mirabas?

Sala de Emergencias...

El castaño sonrió como nunca lo había hecho en todo el día. Mostrando sus perfectos dientes en una sonrisa de felicidad.

—¡Historias inéditas!-completo la frase de la joven dando pequeños saltitos en su asiento—. ¡Lo veo igual!

Olipia ladeó una leve y tan poca notable sonrisa en su labios haciendo que el castaño notara aquello y riera por ser el causante de aquello, en un pensamiento involuntario pensó en lo bonita que era.

—National Geographic, Discovery Channel—hablaba los programas que observaba enumerándolos con sus delgados dedos. Entre mas decía, el castaño se emocionaba como un niño de 5 años—. Química y Dora la Exploradora.

El joven rió por lo último, no podía imaginarse que un tipo de chica como ella miraba aquella caricatura.

—Quien no miraba Dora la Exploradora—sonrió—. Hasta yo cuando me despierto para venir a trabajar.

—Odiaba a Botas, era un estorbo para Dora—. Gruñó arrugando su nariz haciendo que aquel gesto fuera tierno para el castaño.

—¿Espera qué?—preguntó en un tono molesto en una voz juguetona—. Mi personaje favorito es Botas.

—El mio es Zorro, los villanos siempre son los del toque especial a los programas—. Sonrió de a un lado, evadiendo la vista perdida de la mesa para luego posarla en la de aquel.

Este estaba por responder lo dicho por la castaña, hasta que en automático le presto más atención a sus ojos miel que remarcaban un brillo en estos como un pequeño y brilloso diamante, en donde metafóricamente llego a perderse en estos.

Al ver que por primera vez hizo contacto visual con la joven, le dio oportunidad para poder contemplar todas sus facciones, dejando a un lado la atención en sus ojos para poder pasar su vista directo a sus labios, apresurado no tardó en levantar su mirada tratando de no pensar en lo rosados que eran y evadir la tensión aun más allá del afecto por ella, que de un momento a otro comenzó a sentir.

Por parte de Olipia, tenía facciones todavía más diferentes que las de Jim. Aquel era de tez blanca al igual que Gordon, que a comparación suya el joven era castaño y ojos profundamente cafeces chocolate, una felicidad imposible de no notar y aquella sonrisa que exhibía cada segundo. El era distinto. Sin duda alguna increíblemente atractivo para ser alguien de semblante exaltado. Pero de algo sabía Olipia, hasta las personas mas felices pueden también ser las más misteriosas.

—Edward Nygma—. Mencionó su nombre mientras continuaba sonriendo sin despegar su vista de esta.

—Supongo que ya me conoces.

Dicho esto, apartó su vista al notar un suficiente contacto visual.

—Claro, pero me gustaría que me lo dijeras por ti misma—. Añadió apenado subiendo sus anteojos.

La chica regreso sus ojos a los de Ed, ladeando una sonrisa al contemplar su gran amabilidad. La amabilidad que siempre anhelo contemplar, expresándose de tal manera hacía su persona.

—Olipia Moregomery.

Edward volvió a sonreír. Percatándose de su ligero tono de voz que involuntariamente provocó solo por él.

La sensación de un fuerte sentimiento de comodidad no tardó en aparecer para Olipia. No podía a ver tal persona negativa que se metiera como termita en la tan caracteristica felicidad de Edward y que por desgracia había más de una.

Estúpida pelirroja.

¿Cómo podía haberle hablado así? Y lo peor de todo es, ¿Porqué estaba Olipia molesta con ella? No puede estarlo, aunque debería. No conoce a Ed lo suficiente como para despertar su enfado directo a una persona que le hablo mal y que por lógica no se merecía. Escapó en automático su molestia divisando su rostro en confusión añadiéndole incomodidad a dicho sentimiento. Apartando su vista en la brillosa del castaño.

Aquel no tardó en notarlo, convirtiendo así sus expresiones en extrañeza, arrugando su frente en instantáneo. Lucia como un cachorro confundido por no entender las palabras de su dueño.

—Es el corazón.

Bastaron tan solo segundos para comprender lo que decía la joven sentada junto a este. La confusión que deleitaba su rostro se desvaneció. Convirtiendo que ladeara una sonrisa con lentitud, al acertar con exactitud el acertijo antes dicho dirigido hacia la amada de este, aquello provocó que, su emoción se elevará, a tan solo pensar que podría responder a muchos más acertijos con facilidad.

Su felicidad fue borrada en inesperado fuerte impacto, al momento en que dos policías enteraron sin permiso alguno en la oficina, acercándose a Olipia para luego tomar sus muñecas y colocar nuevamente las esposas.

—El amor, Edward... es un campo de batalla, un sacrificio.

Sus tan desgastados ojos miel no se apartaron en los chocolate de Edward, ella hablaba en serio sobre sus tan desesperados sentimientos no correspondidos por parte de Nygma hacía la chica que tanto intentaba conquistar.

Y él lo sabía.

Después de añadir aquello, los dos policías la guiaron fuera de la oficina dejando a un solitario Ed, cabizabaja sentado en una silla. Olipia se fue de su vista, llevándose consigo un aire de ilusión por parte del joven castaño.

Ed comenzó mentalmente a anhelar tiempo suficiente para poder perdurar con la presencia de Olipia y profundizar la conversación. Era la primera vez que se sentía aceptado por alguien más, sin recibir algún insulto o una mirada de bicho raro hacía su persona. Por primera vez logro establecer una plática y con una chica. De lo poco que logró dialogar con esta, el extraño afecto que comenzó a operar en sus expresivos sentimientos se dejaron elevar libres hacía un extraño cariño, aquel sentimiento llego a ser lo suficiente, tanto así que ya la llamaría amiga.

Edward tenia que verla otra vez.

Y él no dejará que sus crímenes la impidan estar con ella.

En cambio Olipia le dio suficiente tiempo en que pensar al momento de subir a un vehículo policíaco en camino a Arkham, donde ahora estará rodeada de locos enfermos, comenzaba a extrañar sus alrededores donde antes estaba acompañada de niños mocosos lloriqueando por quien sabe que. Las cosas se volvieron tan distintas al crecer, anhelaba volver a su niñez, donde era feliz y no aprovechó aquello.

Después de una hora de camino, diviso unas rejas de una gran altura, con dichas letras de metal que se leía como Arkham. Preferiría estar en la cárcel a que estar rodeada de gente infeliz sin algún propósito en sus vidas. Fue inscrita como una alumna de universidad y un uniforme como la preparatoria, aunque estaba más que segura que los uniformes de la preparatoria eran mil veces mejor que lo que traía puesto; incluso no tenían disponibles de mujer y uso uno de hombre, le quedaba un tanto caído por la talla y tenia un olor bastante peculiar.

La llevaron a su celda donde era un pequeño cuarto bastante cerrado, en donde solo la luz de la luna de una diminuta ventana iluminaba hacia todo su alrededor divisando una cama desgastada, un baño no muy limpio; el techo tenia grietas húmedas en las esquinas provocadas por la lluvia y las cuatro paredes enmarañadas dando un aspecto espeluznante. Se dirigió a la cama para luego acostarse en ella, mirando hacia el techo tratando de ignorar lo incómodo que era el material del colchón. Cerro sus ojos, para luego quedar profundamente dormida.

[•••]

—¡Hey! ¡Niña!

La joven parpadeo seguidas veces, dirigiendo sus manos hacia sus ojos donde los frotó un poco. Se sentó sobre la cama divisando a un policía que se encontraba frente a la puerta abierta por este.

—Tienes visitas.

—¿Visitas?

Se levanto de su lugar, apoyando sus manos sobre el colchón dándose pulso colocándose de pie. Mientras caminaba por los pasillos con un policía a su costado se mantuvo pensando en quien sera esa visita. No tenia amigos ni mucho menos familia, desgraciadamente estaba sola. Gracias a el reloj del oficial supo que eran las 7 con 34 minutos, durmió alrededor de 20 minutos, lo cual hacia que su humor fuese de fastidio. Dormir poco le causaba molestia y fastido.

Entro hacia una puerta donde unas rejas de metal no la dejaban divisar quien era aquella persona que se encontraba posada frente a la mesa del centro, sentada. Al abrir aquellas rejas, un mayor y tan pesado suspiro dejó salir de sus delgados labios, al ver de quien se trataba.

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