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III. VIPER IN ACTION !
UN DOLOR DE CABEZA derrumbo su descanso. Comenzó a temblar al sentir el frío suelo en todo cuerpo, parpadeo en repetidas ocasiones, llevando sus manos hacia sus ojos, tallando de estos. Se levando del suelo recargándose en la pared. Al notar que su vista poco a poco se encontraba visible, observo el lugar donde se encontraba, al ver que era desconocido se altero.
Se levando del suelo apegándose a unos pequeños y delgados tubos que le impedían el paso, estaba en una jaula que al parecer era de un gran animal a juzgar por el tamaño, ya que podrían entrar unas 3 personas mas y aún así quedaría espacio. Movió las rejas desesperada, buscando una salida. Por mirar unos tubos de ensayé con un extraño liquido verde oscuro en una estantería plateada; un gran material clínico de instrumentos, eh una cama de sujeción. Estaba en un laboratorio de química.
Mientras que poco a poco el dolor de cabeza desaparecía, aprovechando para poder recordar lo que paso antes de que despertara enjaulada sus ideas se acomodaron al ver el mismo hombre que vio por última ves antes de caer inconsciente entrando por una puerta.
—¡Ayuda!—. Gritó con todas las pocas fuerzas que le quedaban, moviendo las rejas con desesperación.
—Nadie te escuchara—. Habló el hombre dirigiéndose al material de química, dando la espalda a la castaña.
—¡Dejame ir por favor!
Era la primera ves que suplicaba, la primera ves que sentía miedo de verdad. ¿Entonces así se siente que te secuestren?
Espantoso.
Comenzaba a arrepentirse de haberle gritado a Triniti, pues en estos momentos estaría en la mansión, protegida del mal de haya fuera, haciendo obligaciones por parte de sus padrastros, siguiendo quejándose por su vida refrenada. Ahora eso era mil veces mejor que estar secuestrada por un tipo con media oreja.
El hombre tomo un tubo de ensaye, que contenía aquel liquido verdoso, una gran jeringa se encontraba frente a el, para luego dirigir la aguja al liquido y llenar completo su cilindro. Lo alzo, mirandolo de cerca, de arriba a abajo; apreciando su peligrosa creación. Giro sobre sus talones acercándose lentamente a la jaula; aquella mirada desorientada del tipo, ahora se había convertido en una maliciosa, depravada y malvada. Olipia se alejo de las rejas, aferrándose a la pared sintiendo sus rodillas temblar haciendo que cayera al suelo, jamás había temblado tanto del miedo, su corazón latía violentamente veloz.
El hombre saco una pequeña llave de su bata, adentrandola a la cerradura para después con precaución entrar a la jaula. Olipia comenzó a sollozar a medida que la presencia del hombre estaba cada vez más cerca. Se arrodillo para quedar a la misma altura que la castaña esta no tenia ni la voluntad de mirarlo giro su cabeza a un lado, si le iba hacer algo pedía a gritos que ya lo hiciera, el suspenso le aterraba.
—Tra-tranquila...
Hablo el hombre con esmero haciendo que Olipia por alguna razón sollozara a un más, el sabia perfectamente que no podría estar relajada. Miro los ojos chocolate del tipo, estos la miraban con cautela, como si de verdad quisiera que se calmara. Olipia al sentir sinceridad en su mirada, respiro tan hondo como pudo tratando de calmar su corazón acelerado para luego limpiar una lágrima rebelde que se había resbalado por su mejilla.
—Stan, Stan Potolsky...
Tan rápido como salieron sus palabras, habló. La castaña lo miro absurda. Era extraño que le dijera su nombre después de haberla secuestrado, ningún secuestrador hace eso.
—¿Tú? ¿Tú nombre? ¿Cómo te llamas?—. Pregunto acelerado.
Dudo si decirle su nombre o no, que otra salida tiene pues si la planea matarla no importaría decirle.
—Olipia... Moregomery.
Stan, la miro con deleite, como si tratara de descifrar un mensaje. En su mente, invadieron recuerdos de como hace 2 horas la conoció era como si hubiese pasado un largo tiempo. Casualmente verla salir de la mansión, echada de esta por su madrastra, lucia tan avergonzada, no estaba conforme con su manera de vivir y pues tenia razón.
—Ve-ven, te sacaré de aquí.
Stan le extendió la mano al levantarse. Olipia la observó, dudaba que él la dejara ir así que se mantuvo en silencio. Al ver que no respondió a su gesto, Potolsky volvió a agacharse mirando directamente los ojos chocolate de esta.
—Eres tan infeliz, Olipia. Tan comprimida y cerrada, pero yo te puedo arreglar eso. Nadie volverá a decirte que hacer, nadie volverá a pisotearte de nuevo. Eso se acabara a partir de ahora.
Había algo en sus palabras, deleitaban sinceridad. Olipia podía leer a las personas como un libro y él se mostraba seguro, no notaba alguna pizca de mentira en aquel. Stan al ver que el rostro de la joven comenzaba ablandarse, se puso de pie extendiéndole nuevamente su mano, Olipia la tomo.
Un escalofrío recorrió toda su columna vertebral al acercarse poco a poco a la cama de sujeción, era de cuero color negro, estaba rasgada como si ya estuviera usada. Stan le indico que se acostara, al momento en que obedeció su corazón no tardo en palpitar violentamente acostumbrándose a este tipo de emociones. Las imágenes de aquellas pobres personas que no tuvieron opción y por la fuerza fueron acostadas ahí, invadieron su mente como una ráfaga de luz escuchando gritos y las cuatro paredes frías del laboratorio solo fueron testigos de su sufrimiento.
Stan le coloco los cinturones que se encontraban en cada esquina de la cama, sintiendo el cuero lastimar su piel, asimismo encendió su electrocardiógrafo sin antes colocar los cables a sus respectivos lugares, aquel sonido pausado que hacia la maquina le recordó a el canal Sala de Emergencias. Olipia podía escuchar los latidos de su corazón un tanto acelerados, estaba asustada. Stan tomo la jeringa, que antes dejo en su estantería plateada mirando la aguja que a gotas verdes pequeñas salía de su punta.
Olipia no tenia el suficiente valor de preguntar que hará después, tenía miedo de su respuesta. Stan se acerco a la joven los pitidos de la máquina fueron cada ves más rápidos, siendo hasta molestos por parte de Potolsky. Olipia sentía su corazón a tope, por un memento llego a creer que moriría de un paro cardíaco—ahora eso era mil veces mejor—así que trato de estar tranquila pero le era imposible calmarse al ver a Potolsky acercar la aguja a su brazo derecho, donde se encontraba su vena.
—Tranquila, la primera dosis siempre es la peor—. Habló casi en un susurro apenas audible como si lo antes dicho fuese para el.
Stan comenzaba a sentirse inseguro, la duda de lo que pasara después al momento de inyectar el liquido verdoso lo consumía. El era quien en realidad debería de estar tranquilo, comenzaba a alterarse y su serenidad se convirtió en unos nervios que lo carcomían vivo. Tanto como Potolsky y Olipia no hubo vuelta atrás al momento adentrar la aguja en su piel sintiendo un leve pinchazo, le aplico fuerza a su dedo pulgar donde se encontraba el émbolo, permitiendo que el liquido descense haciendo que el cinturón apretado de su antebrazo impidiera el paso hacia todo su cuerpo.
—M-mi...—la castaña trataba de procesar sus palabras, impidiendo que el miedo la dejará hablar—. Mi brazo.
Podía ver desde su piel, sus venas convirtiéndose poco a poco en un color mas oscuro de lo normal, llegandose a ver tan negras como el vacío. Stan ahora si que estaba más que asustado como ella. Aquellos anteriores 4 pacientes que de igual manera experimento con ellos haciendo el mismo procedimiento de Olipia, no sucedió algo como esto.
Tan solo un paciente había sobrevivido a las dos dosis, que por si fuera poco tuvo los mismos efectos secundarios que aquellos quienes inhalaban para después terminar llegar a la fase final: la muerte. Los ojos de aquel hombre deleitaban algo nada igual a los anteriores pacientes. Pero como dicen, "la quinta es la vencida"
Stan guió la jeringa hacia la parte derecha de su cuello, que de igual manera enterró la aguja descendiendo el restante liquido verdoso que le quedaba. Olipia supo a lo que se refería, eran dos dosis. Al ver que las venas de su cuello de igual manera se volvían oscuras como la noche, de su antebrazo derecho retiro el cinturón que impedía el paso del liquido hacia todo el cuerpo de Olipia.
Una tan y poderosa desenfrenada adrenalina recorrió desde las dos extremidades de donde fue incrustada la aguja hasta sus pies y cabeza.
Haciendo que los pitidos del electrocardiograma fueran tan rápidos que apenas y se escuchaban pausados. De su garganta salio un desesperado y desgarrador grito de dolor; sin inquietud se movía deshaciendo poco a poco el amarre de los cinturones.
Un dolor punzante en su cabeza la invadía una y otra vez. Potolsky se sobresalto, dando largos pasos hacia atrás. No tenia nada que hacer, más que observar la escena con temor. Después de los bruscos movimientos y gritos ahogados su rostro se convirtió ligeramente verde, sus ojos blancos grisáceos, su vista borrosa y por el electrocardiograma al parecer su corazón palpitaba a un ritmo normal.
—¿Olipia?
Los ojos antes blancos de la joven se posaron en los de Stan quien este se acercaba lentamente a la cama de cuero, observando con precaución a Olipia, esta lo miraba desorientada, cansada. En su rostro se dibujo una sonrisa sin fuerza. Stan sonrió de igual manera comenzando a creer que su experimento funciono. Su felicidad fue remplazada con un sentimiento de sorpresa al ver que Olipia comenzaba a convulsionar.
—No, no, no, no. ¡Otra vez no!
Los sonidos de la máquina fueron mucho mas rápidos que las anteriores ocasiones. Nuevamente las cuatro paredes del laboratorio fueron testigos de otro sufrimiento más y que solo un sonido agudo continuo invadieron los oídos de Stan, ya no había latidos por parte de Olipia. La quinta no era la vencida, solo era una vida mas echada a la basura.
Stan observo el cuerpo de Olipia quien tenía aquella mirada perdida, sin vida. Aquel hombre por un momento tuvo esa chispa de esperanza, pues la deleitaba como una persona única, a pesar de lo poco que la llego a conocer; no era como los anteriores conejillos de indias, ella tenia algo, algo especial.
Stan suspiro, un gran nudo en su garganta no tardo en invadir su tristeza. Quería llorar no solo por ella, sino por su experimento. La droga que le inyecto anteriormente era el doble de fuerte que las otras sustancias. Su objetivo era no solo hacer el liquido mas potente, también era hacerlo vía intravenosa.
Su pecho se infló, suspiro pesadamente. Su plan tenía que seguir a pie, no puede frenarse de ningún modo aún quería hacer que su peligrosa droga fuese mucho más reconocida y lograr su agridulce venganza impactando un cuchillo hacia el corazón de WellZyn y Wayne Entreprises.
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