Washington
GOTAS DE LLUVIA SOBRE MI CABEZA
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel
Género: AU -Sci-Fi/Omegaverse
Parejas: Stony, Cherik, Thorquill, Winterwidow como principales
Derechos: Los personajes pertenecen a Marvel, Stan Lee y los abogados. Yo solo soy un gusanito.
Advertencias: Pues esto no será agradable, hay mucho dolor, sangre, sufrimiento como lo propio de un Omegaverse. Gente mala haciendo cosas malas. Yo pensando mil locuras con eso. Inspirado en la serie "The Rain".
Gracias por leerme.
***
Washington.
"Por nuestra ignorancia no sabemos las cosas necesarias; por el error las sabemos mal."
Robert Burton.
-¿Padre?
-¿Sí, pequeño?
-¿Tú sabías... sabías que...?
Tony suspiró, dejando de momento la fogata recién encendida para verle, bajo un domo de concreto que había sobrevivido el paso del tiempo. Una nevada fuerte caía alrededor. Levantó la delgada vara pelada con su cuchillo que servía para mover los carbones, señalando a Bucky con ella.
-¿La muralla y esos salvajes detrás de ella? Claro que lo sabía, si vives lo suficiente como yo en el negocio de Aullador llega el momento en que te enteras de muchas cosas, cariño.
-¿Ellos están contagiados?
-Sí y no. Sí de algo más, no del virus que a nosotros nos aqueja.
-¿De qué están enfermos?
-De algo que no tiene cura, Buck, avaricia. Como ése Alfa que te secuestró. Es lo que tienen, ellos piensan que pueden hacer esas cosas, humillar a un Omega y hacer con él lo que se les dé la gana. Comen cosas del suelo que están sucias, beben agua contaminada, no han muerto pero sus cerebros están trastornados, viven como animales salvajes. Se creen animales salvajes.
-Oh.
-No le dediques tu tiempo a estas cuestiones, cachorro, o tu mente joven te hará jugarretas. ¿Vamos a repetir lo del abandono?
-¡No! No, no... no.
-El fuego está listo, ahora debo ir al búnker por comida. No pierdas de vista al animal aquél.
-No, padre.
-Maldito invierno, nos va a retrasar, pero no hay remedio. Cuida el fuego, Buck.
Con una mirada al Alfa sujeto a un pesado y grueso pilar, sentado en el suelo, Tony alcanzó su arma, cubriendo su rostro antes de salir del domo, desapareciendo por una subida entre los árboles, era de día, más no lo parecía por la nevada. Bucky tomó la vara olvidada, removiendo los troncos para avivar el fuego, tallando sus manos que impuso frente al fuego. Le había tomado por sorpresa el saber que existían otras personas viviendo de manera tan diferente a las comunas, aunque sí le chocó el detalle de los alimentos. Creía la palabra de su padre, sobre lo sucio que podía ser, sin embargo, su mente le recordaba lo exquisita que había resultado aquella bolita jugosa que Nathaniel siempre le había dejado. Fruta. La figura del pelirrojo le hizo suspirar, abrazando sus piernas con su mentón apoyado entre sus rodillas.
-Él realmente te ama -la voz gruesa de Steve le hizo erguirse, tomando su arma- Nathaniel.
-No, no es cierto.
-¿Crees que solo se enfrentó a tu padre por soberbia?
-Es un Alfa salvaje, igual que tú. Y cállate.
-Conozco a Nathaniel desde que éramos niños. Nunca dañó ni insultó a Omega alguno, ni tampoco se interesó por uno. Hasta que te conoció.
-Dije que te calles, Alfa.
-No importa cuántas veces te pierda, siempre te buscará.
Bucky gruñó, apuntando el cañón al rubio. -No lo voy a repetir.
Steve ya no dijo nada, mirando a otra parte. El joven Omega bajó su arma, aún receloso, volviendo a su posición luego de unos minutos al comprobar que el Alfa ya no hablaría. Permanecieron así un largo rato hasta que fue el propio Bucky quien inició de nuevo la charla.
-¿Cómo naciste tú?
-Como lo hacemos todos allá, me parece que lo sabes.
-Los Alfa no nacen, tienen que ser creados en laboratorios.
-Eso es una mentira... ¿Bucky?
-No me llames por mi nombre, no tienes derecho.
-Todos los seres humanos nacemos de la misma forma, lo que hace el Consejo es manipular los embriones para que solo sean Betas y Omegas.
-¿Por qué harían algo así?
-¿Por qué crear Alfas en los laboratorios?
-Sólo sirven para fortalecer el sistema inmunológico de las comunas. Nada más.
-¿A ti te parece que Nathaniel solo sirve para eso?
Las mejillas del Omega enrojecieron, encogiéndose de hombros sin responder. Steve sonrió, acomodándose lo mejor que podía estando amarrado al pilar. Tony era una muralla más alta que aquella dividiendo el Colmenar y Nova imposible de sortear por el momento, pero Bucky era otra cuestión.
-Mi amigo, Quill, al que han capturado tus amigos, le conocen por ser muy alegre, bromista y un excelente bailador. Esa gracia para moverse con su pasión por la música fue lo que enamoró a...
-¿Música? ¿Baile?
-Sí, música... sabes lo que es la música, ¿verdad?
Bucky negó lentamente, mirándole. -¿Qué es?
-¿De verdad no sabes lo que es la música?
-¡Responde!
-Son sonidos, como... como los aullidos, pero forman melodías, canciones que nos alegran.
-Tío Rhodey aúlla de manera graciosa.
-No es esa clase de sonidos.
-¿Cómo son, entonces?
Steve miró por donde el otro Omega se había marchado antes de volverse a Bucky.
-Te mostraría, pero estoy atado y así no puedo hacerlo.
-¡Mentira! -bufó el joven castaño- No voy a caer en tu trampa.
-Solo es para sacar mi armónica que está en mi bolsillo. Puedes hacerlo tú si lo deseas.
Bucky se quedó mirándole un par de minutos sin moverse, indeciso ante la oferta. Con el ceño fruncido se levantó, acercándose al rubio quien le ofreció una sonrisa amistosa, señalando con su mentón el bolsillo izquierdo en su abrigo. El Omega rebuscó, siempre observándole como si esperara que hiciera algo más hasta que se topó con un objeto metálico rectangular de color azul y rojo que llamó su atención, alejándose del Alfa para inspeccionar como un niño aquella cosa que en su vida jamás hubiera visto.
-Tienes... tienes que soplar, en los orificios, con suavidad. Eso hará música.
El castaño olfateó la vieja armónica, acariciando el metal desgastado antes de intentarlo muy suavemente, respingando al escuchar el silbido musical. Steve sintió una punzada de dolor en el pecho al ver a Bucky arreglárselas para entender el funcionamiento de un instrumento musical tan básico que en Nova cualquiera podría usar, pero ellos no. El Omega era años más joven que él, y desconocía tantas cosas, gustos tan simples como la música, el baile, la comida real, caminar bajo la lluvia, tener fiestas de cumpleaños, entre otras tantas privaciones que el Consejo les había arrancado para mantenerlos cautivos. Las comunas no eran otra cosa que campos de concentración de personas sin la menor idea sobre su situación, como ese castaño lleno de curiosidad por su armónica que al fin comenzó a tocar. Rogers entendió la desesperación de Nathaniel por sacarlo del Colmenar, si las cosas estaban tan mal con ellos.
Un aullido lejano hizo que Bucky tirara la armónica, el Mercader se acercaba. La recogió, levantándose de la piedra donde se había sentado para devolvérsela, pero Steve negó, haciendo la seña con su mentón para que se le quedara. El Omega dudó unos segundos y luego la escondió prudentemente bajo sus ropas, volviendo a su lugar frente a la fogata, recuperando su arma que dejó sobre su regazo, sin más charlas entre ellos. Suspirando apenas, el Alfa inclinó su cabeza, esperando a escuchar los pasos marciales de Stark que no tardaron en llegar a sus oídos. Pronto estaba de vuelta aquel Aullador con otras armas y unos paquetes que tendió a Bucky para que los abriera, sus raciones de alimentos fabricados. No le pasó desapercibido que a diferencia de aquellos que los Guardianes solían hurtar en las comunas, los del Mercader tenían un sello diferente, proveniente directamente del Consejo.
-¿Te dio problemas?
-No, padre.
-Prepara tu lugar para dormir, yo haré la guardia.
Tony se giró hacia él, cargando en una mano una frazada enrollada y en la otra su cañón corto, el arma impresionó a Steve por su diseño modificado seguramente por el bravío Omega que se arrodilló frente a él, inspeccionando su estado.
-¿Qué te hace tan especial para Richards?
-Creí que lo sabrías.
Un puñetazo le recordó no tentar el humor del Aullador, conteniendo sus ganas de gruñir, respirando en pausas. Sintiendo un ligero sabor a sangre dentro de su boca debido al golpe, el rubio habló en voz baja.
-Mi abuela se llamaba Stephanie Rogers, de la comuna B-Klyn, ella escapó junto con el Doctor Abraham Erskine hacia Nova cuando se negó a ser tratada por el Consejo luego de que la obligaron a quedar embarazada. Dio a luz a mi madre, Sarah Rogers, una mujer Alfa.
-¿Tratas de verme la cara de imbécil?
El Alfa cerró sus ojos para no provocarlo más. -Mi madre se casó con otro Alfa de Nova, un soldado, de nombre Joseph. Mis padres. Soy el primer Alfa nacido de la primera mujer Alfa con padre Alfa.
-¿También vuelas como las aves?
-Reed Richards no puede perderme, sus insulsos Príapos no son nada comparados con mi genética obtenida de manera natural.
-Te quiere vivo, aunque vivo no significa sin heridas.
-No soy tu enemigo. Es él.
Tony lanzó a un lado la frazada, sin extender. -Bueno, en vista de que eres un súper Alfa poderoso, está de más una simple frazada. Que disfrutes la noche, idiota.
Unas cuantas marcas de unas botas en su rostro ya borradas le habían enseñado a Steve a no replicar si no quería probar de nuevo la culata de aquella pesada arma. El Mercader se alejó de él, quedándose de pie para hacer su guardia como un lobo en su territorio. Hacía frío, más el cansancio al que lo había sometido ese Omega terminó por agotarlo, quedándose dormido así, atado al pilar con sus piernas cruzadas. Cuando despertó fue porque se sintió envuelto en algo cálido, abriendo lentamente sus ojos para descubrir que era Bucky envolviéndole con la frazada. Tony estaba durmiendo junto al fuego, cambio de guardia. Volvió su mirada confundida al joven Omega que torció su boca en una débil sonrisa, de cuclillas a un lado suyo.
-Padre suele ser duro.
-Por algo es el Mercader de la Muerte.
-No es malo.
-Malo es un nivel bajo frente a su carácter.
Bucky negó. -Él vivió la época donde las comunas no eran seguras, se mataban por la comida. No había refugios ni paz para vivir. Primero perdió a sus padres en un accidente, luego a sus padres criadores en un ataque que ustedes provocaron.
-Yo puedo asegurar que nunca hemos atacado una comuna para asesinar gente inocente.
-No sé... mi padre no es malo. Siempre supo de Nathaniel y jamás me dijo nada, me perdonó que lo hubiera traicionado -susurró Bucky, bajando su mirada- Iba a darme un árbol de la noche más larga del año, pero ustedes lo echaron a perder.
-Las comunas no son un lugar para vivir, tienes que creerme.
-¿Ese lugar tan horrible que llamas Nova sí lo es?
-Al menos somos libres.
-No entiendo eso.
-Cada uno de nosotros puede decidir qué hacer o no con su vida, no hay una obligación de Omega de embarazarse, ni Betas criando bebés o Alfas sin voluntad, muriendo a temprana edad. Tenemos música, tenemos familias... hasta frutas. Eso era lo que Nathaniel quiso mostrarte.
-Nunca apareció... en el risco. Yo esperé, confié en él, pero no fue por mí. Estuve a punto de abandonar a mi padre por ese Alfa, y solo se burló de mí.
-Buck...
-No pronuncies mi nombre -gruñó bajito el Omega, sacando de un bolsillo un paquete metálico tubular que abrió, mostrando un pan cilíndrico con una cubierta dulce- Alimento gratificante, es bueno para el frío.
-¿Qué rayos es un alimento gratificante?
Bucky dio un buen mordisco al pan, ofreciendo el resto a Steve. -Dices saber de nosotros y desconoces esto. Tenemos alimentos del día, con los nutrimentos necesarios para crecer. Alimentos de soporte, cuando enfermamos y debemos sanar, y estos alimentos, los alimentos gratificantes, solamente quienes tienen méritos pueden solicitarlos. Padre siempre recibe los suyos porque le encantan, puede comer de estos nada más si quisiera. Prueba, no voy a matarte.
El rubio miró el pan y luego al Omega, asintiendo antes de abrir la boca y recibir ese remedo de pan que tenía un agradable sabor. La imitación industrial de un postre de panadería, como una dona, pero sin su forma o los ingredientes completos. Esos alimentos de las comunas estaban minuciosamente creados para favorecer el crecimiento, no generar adicciones, y claro, tener bajo control el ADN de la población en la forma y constancia que el Consejo necesitaba. Steve masticó lentamente mientras Bucky se alejaba. Iba a escupir aquella infamia cuando detectó algo. Disfrazado bajo el dulce sabor había algo más que sus papilas gustativas detectaron. Jadeó, abriendo sus ojos, incrédulo. El doctor Strange le había contado de las mañas de Richards, un Omega con una inteligencia proverbial, maestro de la genética, entre otros campos de estudio. Tony Stark había estado comiendo esas cosas desde hace tiempo si Bucky le había dicho bien.
-Hijo de perra -masculló el Alfa.
Si había algo que los Guardianes, espías e infiltrados de Nova temían, eran a los Comandos Aulladores. Más ahora comprendió por qué eran tan resistentes y buenos, además del entrenamiento que tenían, sus armas de última generación con los ojos del Consejo todo el tiempo sobre ellos. Esteroides. Y no le cupo duda alguna que los del Mercader estaban manipulados de otra forma para favorecer su salud e inteligencia. Richards cuidaba de su mejor perro guardián, alimentándolo para hacerlo invencible frente a cualquier Alfa. Sumado a eso, los años de experiencia que tenía ese Omega curtido en peleas y una vida dura, lo hacía el azote de su gente... no, no, la meta principal del doctor era hacer a Tony Stark inmune al Triunvirato. Había peleado contra Nathaniel sin vacilar ni ceder a su dominio, enfurecerlo había despertado la mejor arma del Consejo.
No existía Alfa que el Mercader de la Muerte no pudiera asesinar.
Un Omega invencible.
Terminó escupiendo el pan a escondidas de Bucky, acomodándose para dormir, meditando como podría avisar a Stephen y Thor sobre lo que acaba de descubrir sin que Stark le rebanara el cuello. Se quedó dormido, gracias a la frazada luego retirada a tiempo por el joven Omega. El nuevo día llegó, marchando por una amplia carretera con autos abandonados, carcomidos por el tiempo y la erosión. Todavía quedaban algunos restos humanos, huesos carbonizados, la Peste del Agua. La nieve cubría algunas partes, dejando la gran mayoría al descubierto pues el tipo de material de aquella avenida no permitía la acumulación de nieve. Iban caminando despacio, Bucky siempre a la vanguardia, inspeccionando el terreno delante, Steve en el medio con Tony detrás, muy cerca de él.
-Nunca había visto las ruinas -comentó el Alfa- Es un paisaje cargado de mucho dolor.
-Las consecuencias de tomar malas decisiones. Sigue avanzando.
-¿Bucky es realmente tu hijo?
-Alguien desea una patada.
-Sólo quiero charlar, ya esto es demasiado solitario para quedarnos callados.
-Habla contigo mismo, te hace falta.
-No pasará nada si me lo dices.
Tony ladeó su rostro, entrecerrando sus ojos al ver esa espalda ancha y los cabellos rubios despeinados por el viento frío. Un supuesto perfecto Alfa.
-Lo adopté. En realidad, soy su padre criador.
-Vaya.
-¿Eso qué significa?
Steve le miró por encima de su hombro con una sonrisa. -Eso. Vaya.
El Omega gruñó, negando y empujándole con la punta de su arma, llegando a un puente por donde una vez pasó debajo un río, ahora nada más que escombros, nieve y uno que otro hueso carbonizado asomándose entre los montones blancos. Lo único reconocible de todos esos escombros eran los restos de lo que parecía una nave, aunque era difícil reconocerla por el estado del metal ya corroído. Ahora no solían usarse esos transportes por el riesgo de una tormenta eléctrica o las corrientes de aire demasiado bruscas para volar. Señales amarillas formaban una valla caída que saltaron, tenían un extraño símbolo, tres triángulos negros apuntando entre sí. Carteles con la lengua antigua, rasgados, muchos ya descoloridos. Edificios de concreto que solamente eran ya los pilares y algunos soportes flanqueaban el otro lado del puente donde esperaba Bucky, señalando a lo lejos dirigiéndose hacia su padre.
-Hay más de estas construcciones por allá.
-La ciudad -respondió Tony, deteniéndose para mirar un letrero de metal caído sobre un auto- Washington.
-¿Puedes leer eso, padre?
-No es tan difícil, un día te enseñaré. Voy a regalarte un cuaderno hecho con piel de un perfecto Alfa.
-Es un honor servir a Tony Stark -replicó Steve, arriesgándose a un golpe.
Bucky se echó a reír, callando luego por la mirada reprobatoria de Tony, girándose para avanzar y dejar atrás aquellos dos. Tony miró los restos del puente, pasando por entre los edificios cayéndose. Steve estaba a su lado, inspeccionando alrededor, claramente sorprendido de ver lo que fue alguna vez un lugar donde hubo seres humanos muy diferentes a ellos en su forma de vida, había cosas que ni siquiera entendía para qué servían, entre los escombros, preguntándose si acaso el doctor Strange podría decirle al verlos. Avanzaron por calles que se entrecruzaban, trepando por columnas y paredes caídas, restos de edificios. Stark miró algo a lo lejos, golpeando el pecho del Alfa con su arma para que se detuviera y silbando a Bucky, llamándolo de vuelta.
-Hey, Buck, ven.
El joven Omega le siguió con curiosidad, entrando a una construcción que parecía haber tenido muchos pisos en una forma muy rara. Siguió a su padre hasta una esquina donde había una máquina igualmente extraña para él. Parecía como un congelador, pero con una puerta que no se abría, sin nada en su interior salvo un objeto cilíndrico atorado entre resortes metálicos. Tony le guiñó un ojo, pateando aquella máquina inservible. Los resortes se sacudieron y el bote cayó por una amplia apertura, siendo atrapado por la mano del Mercader, limpiándolo. En una de las tapas había un trozo de metal a forma de ganchillo que Tony jaló. Bucky se echó hacia atrás al escuchar un zumbido, luego acercándose cuando le fue ofrecido ese bote. No sin antes de que su padre bebiera de él para mostrarle cómo hacerlo. El líquido que tenía dentro le hizo toser, picaba, pero era dulce.
-¿Qué es esto?
-Soda. Una bebida de viejos tiempos.
-¿Cómo pudo conservarse?
-El frío, estar dentro de esa lata de metal -sonrió Tony, mirándole beber- ¿Mucho mejor que ese alimento de la tierra, eh?
-... sí, padre.
-Debemos seguir, se nos cansa el Alfa.
Steve solamente les había estado observando, quedándose donde el Mercader le había detenido. Como ya había supuesto, ese Aullador era duro, pero guardaba nobleza para cuidar de su cachorro adoptivo. Bucky avanzó con su lata en mano, los otros dos siguiéndole metros atrás.
-Te gusta consentirlo.
-Es mi hijo. Cuando seas padre... oh, que pena. No lo serás.
-Disfrutas de hacer esto.
-La verdad es que sí.
-Humillar Alfas debe ser increíblemente gratificante.
-Uno de los mejores placeres en esta vida.
-¿No se te ha ocurrido pensar que quizá todos somos iguales sin importar la casta?
-Dime algo, súper Alfa, ¿hace cuánto que eres del Triunvirato?
-No lo soy.
-Puedes tratar de engañarme, solo te recuerdo que te llevo años, y uno de tus hombres se despidió de ti llamándote Comandante. Nova solo tiene un comandante, que se sienta en una de esas hermosas sillitas de madera tallada.
-Diez años.
-¿Ves que todo es más fácil cuando cooperas?
-De no tener grilletes tu lengua no sería tan osada.
Tony chasqueó su lengua. -¿Eso crees?
-¿Por qué quieres saber de mi lugar en el Triunvirato?
-Diez años, apenas estás aprendiendo a ver el mundo. Eres joven, aunque digan que eres un súper humano. Es como tener la mejor arma sin manual de instrucciones.
-Estoy seguro de que mis misiones y tus misiones han tenido la misma clase de peligro.
-Un Alfa jamás será igual a un Omega.
-Nadie es igual a nadie, eso es lo que hace al mundo hermoso.
-Ser diferentes hizo a esta ciudad las ruinas que estás viendo.
-Demasiada generalización.
-Miembros del Consejo, nos han enviado a un filósofo. A tu derecha, Alfa.
Caminaron hacia lo que parecía ser un edificio de cuatro plantas, muy largo con una fachada que aún luchaba por estar de pie, arcos y ventanas de madera pudriéndose. Una nueva nevada comenzaba a caer, densa como abundante. Volvieron a hacer una fogata, encerrados dentro de una habitación sin puertas donde había curiosos muebles destrozados. Usaron esa madera para la fogata, poniendo sus mantas para dormir. Steve no tuvo más alternativa que aceptar esos raros alimentos si no quería morir de hambre. Bucky hizo la primera guardia, explorando alrededor más que quedarse donde ellos, dando su informe a Tony cuando le despertó. Los copos de nieve caían como una lluvia en el hueco de la ventana por donde miraban el paisaje. Esta vez el Alfa no fue amarrado a ninguna columna o pilar porque no había, además hacía demasiado frío incluso para él, quedándose cerca de la fogata, apenas si dormitando, despertando para ver la espalda del Mercader perdido en sus pensamientos, un pie apoyado en alto sobre la cornisa de la ventana.
-Vuelve a dormir, Alfa, mañana será un día pesado.
-Estamos solos, ¿por qué no me dejas hacer una guardia y ambos descansan? ¿Crees que podría huir a alguna parte en estas condiciones?
-Mis éxitos se deben a no prestar atención a idioteces como la tuya.
-A veces me das la sensación de que tienes el corazón tan endurecido que lejos de hacer feliz a Bucky, estás amargando su vida.
-Seguro tienes una amplia experiencia en cuestiones sentimentales.
El rubio se quedó callado, Tony bufó sin girarse para verle, sus ojos observando el caer de los copos de nieve con un ligero viento.
-Te contaré algo, igual eso termina de cerrarte el pico. Dijiste que hace diez años que fuiste nombrado Triunvirato. ¿Por qué te nominaste?
-... quería hacerlo.
-Algún samaritano motivo debió empujarte.
Rogers tragó saliva, acomodándose bajo la frazada. -Mi prometida murió. ¿Qué hay de ti?
El castaño se quedó en silencio mirando hacia afuera tanto tiempo que Steve creyó que no le diría, suspirando resignado cuando escuchó su voz lenta, casi en un murmullo.
-Muchas vidas se perdieron hace diez años, porque hace diez años hubo la peor tormenta que duró la mayor parte del año. Hace diez años yo estaba enamorado de Pepper, mi guía de camino, y ser un Aullador tan duro como dices me impidió decirle lo que sentía. Ella se casó con un Beta honesto y trabajador llamado Harold. Hace diez años fue la primera vez desde que me convirtiera en parte de los Comandos Aulladores que pedí un descanso, porque su boda me hizo infeliz. Harold había sido ascendido a Inspector de Caminos, una de sus misiones era revisar el estado de la muralla. Hace diez años, si no hubiera estado de descanso, hubiera sido parte de su grupo de protección, y probablemente, su nave no se hubiera estrellado luego de ser golpeada por un relámpago, cayendo a un lado de un puente. Porque le hubiera dicho que una nave era la peor de las ideas en una tormenta tan salvaje, pero yo estaba envuelto en mis sentimientos por haberse casado con Pepper. Hace diez años, de no haberme comportado así, no hubiera tenido que venir aquí para recoger el cadáver del esposo de la mujer que amé, verla llorar, destrozarse. Te diré algo, Steve, sentir cosas te sirven para enterarte que estás vivo, pero no para ser feliz.
El Alfa se quedó mortalmente callado, sin saber qué decir ante semejante revelación. Todavía le dolía al Omega aquello, lo percibió en su tono de voz como en su aroma. Haber sido obligado a pasar de nuevo por la escena para llevarlo como parte de su plan de rescate le dejó un mal sabor de boca. Tony se giró en silencio, caminando hacia él. Steve cerró sus ojos, esperando el consabido golpe que esta vez aceptó que se había ganado. Para su sorpresa, solamente se sentó a su lado, pegando por completo su espalda a la pared.
-¿Sabes lo que es gracioso de todo esto? Que en aquel tiempo pensé que, si hubiera sido yo un Alfa y no un Omega, podría haber sido diferente todo. Como en tus tierras. Ver los cadáveres de los míos muertos por tus órdenes cambio mi pensamiento. Tal vez estoy siendo duro con Bucky, pero no lo quiero ver todavía esperando por un Alfa que lo único que desea es divertirse con él. Reconozco a los de su clase, muestran un genuino interés, pero su naturaleza libertina los hace inestables para tener parejas. Y ningún hijo mío terminará abandonado por un Alfa, menos por uno de ustedes, uno de Nova. Así tenga que destruirlos uno por uno, eso no va a suceder.
-No lo creerás, pero... daría lo que fuera para demostrarte que no somos asesinos, ni tampoco los Alfas de Nova nos burlamos de algún Omega. Nathaniel...
Tony levantó una mano al acto. -Jamás vuelvas a pronunciar su nombre frente a mí.
-Hablo en serio... Tony. Esto no es lo que parece, como dije, no soy tu enemigo. Y estás tan consciente como yo de que en algún momento vas a tener que soltarme porque necesitarás de mis manos de la misma forma que yo necesito de tu protección para continuar hasta el Consejo. Eres el mejor Aullador de todo el Colmenar, y el Omega más fuerte del que haya escuchado o visto. Mis palabras no tienen otra intención que ser sincero, porque no tengo nada que esconder. Si algo quiero, es tu ayuda.
Stark giró su rostro aún pegado a la pared para verle, el Alfa le sostuvo la mirada, decidido como terco que era con su parloteo sobre paz y justicia. Entrecerró sus ojos, buscando en los azules un rastro de mentira, traición, que podía reconocer por experiencia. Rogers no se inmutó, resistiendo su inspección en silencio. Tony apretó su mandíbula, volviendo su mirada a los copos de nieve con el repiqueteo de la madera quemándose como único ruido entre ellos por los siguientes minutos que pasaron sin que algunos de los dos se movieran. Con un todo suave, reconciliador, Steve habló en un murmullo.
-Y no fue tu culpa, Tony. No eres responsable de las decisiones de otros.
Tomando aire, el rubio se atrevió a algo que nunca en los días anteriores hubiera hecho. Levantó la frazada para ofrecer un trozo como espacio al castaño, casi sonriendo, más conteniéndose de no hacerlo, apenas ladeando su rostro. Pasaron otros minutos en esa escena congelada, con Steve preguntándose si acaso el Omega se había quedado dormido despierto. Lentamente, como un animal herido temeroso de acercarse, Tony se pegó a él. Cansado, estoy tan cansado. Fue lo que el Alfa percibió en su aroma, uno dulzón, como canela, manzana... café. Torció una sonrisa, abrigando bien al peligroso Mercader a su lado.
-Duerme, por favor, yo vigilaré. Sé que puedo cuidarlos.
Stark no le dijo ya nada, cerrando sus ojos. No admitiría que la esencia protectora del Alfa era como el cáliz que siempre había estado buscando pero que nunca se le había ofrecido. Cayó dormido antes de ser consciente de ello, su cabeza apoyándose sobre el hombro de Steve, su mano sujetando el arma como si le fuera la vida en ello. Steve rió apenas, removiéndose para acomodarle mejor contra su pecho y que descansara. En el Colmenar les habían enseñado que solamente entre Omegas podían tenerse confianza, que entre ellos nunca existirían dolores, ni traiciones. Solamente entre Omegas podrían sacar a la humanidad adelante. Tal vez al inicio fue así, pero conforme el hambre de poder los trastornó, los peores traidores y asesinos se hallaban entre los de su misma casta. Mirando ese rostro relajado que no se veía tan duro al dormir tan placenteramente, el Alfa se preguntó qué tan mala idea sería romper el vínculo de amistad entre el doctor Reed Richards y Tony Stark, para salvar a éste de su horripilante manipulación.
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