Puente
GOTAS DE LLUVIA SOBRE MI CABEZA
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel
Género: AU -Sci-Fi/Omegaverse
Parejas: Stony, Cherik, Thorquill, Winterwidow como principales
Derechos: Los personajes pertenecen a Marvel, Stan Lee y los abogados. Yo solo soy un gusanito.
Advertencias: Pues esto no será agradable, hay mucho dolor, sangre, sufrimiento como lo propio de un Omegaverse. Gente mala haciendo cosas malas. Yo pensando mil locuras con eso. Inspirado en la serie "The Rain".
Gracias por leerme.
***
Puente.
"Quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación."
Proverbio árabe.
No podía ceder.
No podía.
No.
Tony tragó saliva, lavándose la cara en el baño del búnker que habían encontrado, pasando la noche ahí para descansar cuando atravesaron la ciudad. Las nevadas continuaban, cerrando caminos, impidiendo que avanzaran hacia el Consejo. De haber seguido el camino por el bosque ya estarían más cerca, pero aquello era una sentencia de muerte. El Omega se miró, su mano derecha pasando por aquel tatuaje que lo señalaba como Aullador, mirándose al espejo. Sí, las predicciones se habían cumplido y necesitó de las estúpidas manos del Alfa para solucionar uno que otro problema en el camino porque los dos Omegas no eran suficientes. Aquel rubio sonriente hizo gala de su fuerza, alegre como si fuese un cachorro ayudando a su madre cuando no volvió a ponerle los grilletes. No tenía caso, él no conocía el camino, era demasiado estúpido para sobrevivir solo.
O eso era lo que se decía el castaño.
Aquel Alfa dejaba su apestoso aroma por doquier, no sabía si de manera intencional o era que su cabeza no daba para fijarse de aquellos detalles que incomodaban al Aullador. Siempre atento, siempre sonriente, aunque estuvieran caminando bajo una nevada sin haber probado alimento en horas, ayudando a Bucky o a él sin que se lo pidieran. Demasiado entrometido, demasiado. Como obediente. Era lo que más le fastidiaba a Tony, de no haber sido porque Richards le había enviado un mensaje pidiéndole que escoltara sano y salvo ese Alfa hasta las instalaciones del Consejo al ser un caso de alta prioridad... ya lo hubiera dado a los lobos. No quería aceptar que ese rubio no era de la clase Alfa convencional, realmente tenía algo que ensombrecía a todo Alfa con el que se hubiera topado en su vida, incluyendo al mal parido de Nathaniel.
No debía caer en la tentación de aquel aroma que Steve Rogers despedía, fuerte pero suave al mismo tiempo que colocaba una palabra en su mente. Hogar. Era un truco de sus feromonas Alfa como solían hacerlo todos ellos, no indicaba algo más pese a haberse encontrado alterado por el ritmo de su corazón al latir tan aprisa con su cercanía. La culpa inmediata se hallaba en su desliz al haber charlado con el rubio cuando no debía haberlo hecho. Caminar por el bosque en silencio era más pesado que hacerlo hablando y si bien no había tenido en mente que la conversación se fuera por otros derroteros, Tony cayó en la curiosidad por saber más a cerca del pasado de ese extraño hombre con sus raras costumbres.
-¿Por qué le has llamado prometida?
-¿Ah?
-La mujer contigo que perdió la vida.
-Así se le llama en Nova a la pareja con la cual te casarás.
-¿Van de caza?
Rogers rió divertido, negando apenas. -Claro, perseguimos la felicidad.
-No trates de pasarte de listo conmigo.
-Lo siento, no se repetirá.
-¿Cómo murió?
-Bueno -el Alfa miró al cielo apenas visible entre las ramas de los árboles- La verdad es que yo la maté.
-¿Qué? -Tony frunció su ceño- Típico.
-Fue un accidente, jamás lo he sentido como uno.
El Aullador hubiera terminado ahí la charla al escuchar eso, pero el tono con que el rubio lo había dicho le dijo que deseaba hablarlo, y él quería escucharlo.
-¿Qué sucedió?
-Ya lo has dicho, fue un año de una feroz tormenta y Peggy... así se llamaba ella, estaba conmigo explorando la zona Oeste más alejada de Nova cerca de los glaciares, queríamos averiguar si existía una zona de pesca segura. Peggy era la mejor exploradora que el Triunvirato tuviera y la comida escaseaba. Yo la había conocido desde cachorro, fuimos grandes amigos y luego un día fui con sus padres a pedir su consentimiento para casarnos. Esa excursión sería de las últimas como prometidos, luego nos casaríamos. En aquel entonces yo era más tonto de lo que soy hoy, confiaba demasiado en mi fuerza y menos en mi cabeza.
El Aullador solo le miró en silencio, sin perder rastro de su camino o de las señales que su hijo le daba a lo lejos mientras iban camino al búnker.
-Llegó la tormenta y nos quedamos varados en un risco, con nuestro trineo y perros sin saber cómo volver. Una manada de lobos nos alcanzó, ya nos venían cazando, pero yo no me di cuenta hasta entonces. Lo sabes, estoy seguro, lo que hicimos. Eran los perros o nosotros. Mientras los lobos los devoraban buscando un recoveco donde escondernos de ellos, yo abracé a Peggy contra mi pecho con fuerza, pidiéndole que no se moviera para que la nieve cubriera nuestra esencia. La abracé tan fuerte contra mí que... la asfixié.
-Oh...
Steve torció su boca. -Sí, yo no... pensé que se movía por miedo no porque estuviera faltándole el aire. Yo era demasiado fuerte para ella, no medí mis fuerzas. Cuando los lobos se alejaron y le llamé para decirle que correríamos fue que noté que no se movía. Estaba blanca ya. Los lobos aún rondaban... yo estaba destrozado. Todos ellos murieron por mis manos. Cargué el trineo con sus cuerpos que sirvieron de alfombra para Peggy y así fue como llegué de vuelta a casa, ardiendo en fiebre y quedándome inconsciente por días. Al despertar ya habían enterrado a mi prometida, yo estaba roto. Entonces vi en el Triunvirato la oportunidad de servir ciegamente al pueblo al que le había fallado.
-¿Sin buscar nunca más una pareja?
-Fue lo que pensé -respondió el Alfa mirándole fijamente.
Tony cortó ahí la conversación, inquieto por su expresión. Sus ojos recorrieron su rostro en el espejo donde ahora se observaba, de hombre ya entrado en años, un Omega maduro con algunas cicatrices que narraban sus aventuras a lo largo y ancho de las comunas. Las sonrisas de Steve eran la cosa más odiosa del mundo, lo había decidido. O su mirada fija en él. Tal vez eso primero. Luego las sonrisas y en tercer lugar su amabilidad como si fuesen amigos de toda la vida. Stark gruñó, golpeando con un puño junto al espejo. No era hora de andar pensando en tonterías, había surgido algo más que estaba preocupándole. Recordaba muy bien el paso por Washington de todas las veces que lo recorrió bajo la lluvia buscando la nave de Happy pues le había dado su palabra a Pepper de encontrarle, vivo o muerto y traerlo de vuelta a casa. Por lo tanto, tenía bien memorizado la mayor parte, como el paisaje que no podía variar mucho conforme a los años.
Cuando habían cruzado el puente notó la primera cosa rara, los escombros no estaban en su lugar original, parecían movidos. Algunos no estaban según su memoria. Caminando por Washington notó de nuevo que ciertas cosas también habían desaparecido. Por algunas marcas en muros y el suelo tuvo una idea desquiciada pero no improbable: contagiados. Y si los habían detectado era probable que estuvieran siguiéndoles. Su pista había sido, precisamente los lobos. En aquella zona, tanto zorros como lobos abundaban, eran necesarias al menos cinco fogatas para mantenerlos a raya y evitar ser su cena de la noche. Tan solo habían necesitado una para mantener sus cuerpos cálidos, con buena iluminación. ¿Dónde estaban esos lobos y zorros?
Los contagiados solían comer lo que hubiera en tanto el virus carcomía sus cerebros y sistema inmunológico, muriendo entre convulsiones. Así que los animales salvajes solían ser sus usuales víctimas, o los restos de campamentos de Aulladores inexpertos. Si no habían encontrado manadas de lobos ni de zorros, significaba que éstos habían escapado a una zona segura. Eso, sumado a su inquietud al ver desaparecidos escombros o removidas partes de la ciudad le trajo esa corazonada que estaba convirtiéndose en una sospecha próxima a ser realidad. Tenía un gran problema, sin FRIDAY no tenía manera de comunicarse con el Consejo, ni con Pepper. Rhodey y los demás no estaban cerca para auxiliarlos, lo único que podía hacer era continuar lo más aprisa posible a una zona donde pudieran toparse con algún Comando Aullador para exterminarlos.
-¿Tony?
Y ahí estaba. -¿Qué te pasa ahora?
-La cena está lista.
El Omega olfateó, frunciendo su ceño, aquello no olía ni remotamente a sus alimentos. Dejó sus meditaciones frente al espejo, tomando su sudadera y pantalón para vestirse, caminando descalzo por el búnker hacia el área de la cocina, viendo sobre los platos cosas que le hicieron hacer una mueca de disgusto.
-¿Qué carajo es todo esto?
-Comida. Real.
Rogers tenía una vocación torcida por prepararles alimentos que buscaba en el bosque por donde llegaban a pasar entre carreteras, alegando que eran más nutritivos y sabrosos. Tony se había rehusado tajantemente a probarlos por todas las razones del mundo, pero un día había descubierto a su cachorro más que concentrado comiendo. Luego de un debido sermón sobre las precauciones de comer algo que pudiera estar contaminado, cedió al aroma apetitoso porque estaba hambriento y cansado. No habían muerto lo que era ya una ganancia más no dejó pasar una advertencia al Alfa de no estar haciendo estupideces que le costaran la vida porque no tenían medicamento en caso de que sufriera alguna enfermedad por haber comido cual animal del bosque.
-¿Ahora esto que es? -el castaño levantó un alimento raro. Steve rió.
-Se llama... ave asada.
-Eew.
-Bucky se terminó todo.
-¡¿Qué?!
-Ya se ha ido a dormir -respondió antes de que formulara su pregunta, sentándose en uno de los bancos adheridos al suelo- Buen provecho, Tony.
Éste miró su plato como si fuese un contagiado puesto en la mesa, gruñendo antes de sentarse para tomar el tenedor con que picó aquellas cosas. Olía muy bien, no lo podía negar, pero él había vivido bastante bien con sus alimentos ordinarios, no había necesidad de cambiar la receta. Sintió la mirada de Steve, quien le sonrió como era su estúpida costumbre, jalando su plato para clavar su tenedor en una de las cosas claras que levantó, acercándolo a su boca.
-Esto se llama... patata.
-Huele a orines.
-Oh, vamos. Una mordida.
-No soy un cachorro.
-Te comportas como uno.
Tony entrecerró sus ojos, considerando seriamente arrojarle a la cara sus alimentos al idiota Alfa que seguía sonriendo. El frío había exterminado sus neuronas. Eso debía ser. Miró la famosa patata, acercando su rostro al infame alimento que mordió por una esquina. Caliente, salado, con un sabor más, como de hierbas aromáticas.
-¿Lo ves? Está bueno. Anda, otro poco. Se le dice verdura y tiene lo suficiente para que nuestros cuerpos no sufran por el frío.
-Eso ya se inventó y se llama abrigo.
La risa del Alfa resonó en la cocina. -Vamos, el Mercader de la Muerte no puede temer a unas cuantas verduras con una codorniz frita.
-Hablas en acertijos.
-Di aaaahhh...
No tenía tanta hambre, así que no terminó con todo. Su olfato detectó algo más que Steve destapó al final con una sonrisa más misteriosa. Había un termo de donde salía agua caliente, pero... había algo más en ella. A un lado estaba un platito con una cosa redonda con dulce encima y un agujero. El rubio acercó ambos a él, sentándose a su lado esta vez.
-¿Delicioso, eh? Lamento si me tardé en preparar el café, pero los granos toman su tiempo. Oh, y esto -empujó el platito hasta dejarlo frente a sus ojos- Te va a encantar.
-¿Es una llanta diminuta?
-No -rió el Alfa- Pruébalo primero y también el café. Son tus... ¿cómo los llamas? Alimentos gratificantes.
Tony frunció su ceño, levantando el platito para mirar de cerca esa llanta de pan que había hecho de alguna manera, picándola con el tenedor con el que pellizcó un trozo con algo del dulce que le cubría, llevándolo dudoso a su boca. Si vomitaba lo haría sobre el rubio para que aprendiera. Al primer contacto, se quedó quieto, sus pupilas dilatándose. El Alfa sonrió complacido, sus ojos no perdiendo detalle de aquella genuina expresión de felicidad, apoyando su mejilla contra un puño, su codo en la mesa.
-Sabía que iba gustarte.
-¿Qué... qué es?
-Solía llamarse simplemente... dona.
-Dona...
-Prueba el café.
-¿Cómo un color puede beberse?
-Sólo hazlo, Tony.
Más empujado por la curiosidad que por la orden sutil del rubio, el Omega tomó el termo, olfateando ese aroma que hizo a su estómago rugir como si estuviera muriendo de hambre. Lo bebió, un trago pequeño como siempre hacía cada que probaba las cosas que Steve preparaba. Un involuntario gemido de placer escapó de sus labios, cerrando sus ojos unos momentos mientras ese sabor y textura del café pasaban por su lengua y luego por su garganta a su estómago. Era mil veces mejor que cualquier sedante o tranquilizante que se pudiera administrar cuando su ansiedad era demasiada como una que otra pesadilla. Casi se acabó de un solo sorbo el café, jadeando un poco al terminar, tomando otro poco de la dona para comerla. Juntos eran como un manjar no descrito en ningún manual de comuna alguna. Al volverse al rubio, se topó con que éste estaba todavía más cerca, peligrosamente cerca. Las pupilas del Alfa estaban dilatadas.
-¿Steve?
-No fallé, te encantaron.
-Están buenas. Solo eso.
-Comienzo a detectar cuando dices mentiras.
-Ja. ¿Cómo vino a esa podrida mente tuya la idea de hacer estas dos cosas?
-Tu aroma me lo dijo.
-¿M-Mi... aroma? -Tony bufó, olfateando sus antebrazos- No tengo ningún aroma, estúpido, llevo neutralizado mucho tiempo.
-Pues yo detecto tu aroma -replicó Steve sonriendo de lado- Y es un aroma lindo.
El Omega tragó saliva, mirando fijamente al comandante antes de ponerse de pie casi en un respingo, terminando el café y la dona para dejar los trastes en el fregadero.
-Te toca la guardia si mal no me parece, no abras el búnker a nadie, si algo sucede me despiertas. Bucky te relevará. Limpias todo este desastre, no quiero nada en desorden para la mañana. ¿Entendido, Alfa?
-Como tú digas, Tony.
Steve sacudió su cabeza, apenas riendo al escuchar perfectamente la sarta de maldiciones que el Omega soltó mientras se perdía en el pasillo hacia su recámara. Dos pasos adelante, uno atrás. Se levantó para limpiar todo, preparando las armas en modo automático como esos dos Aulladores le habían enseñado, activando el sistema de seguridad del búnker. Fue hacia lo que debía ser la sala, tomando uno de esos mapas con las ubicaciones de los demás refugios, el próximo estaba muy lejos, debían atravesar otra ciudad y por la tensión creciente en Tony, algo le decía que ese viaje estaba encontrándose con su primer peligro. También lo había detectado. Un aroma a podrido a lo lejos, una sensación de peligro, muerte inminente. Para él era el olor del virus en sus víctimas, pero jamás había estado cerca de un infectado para asegurarlo.
Las luces titilaron, apagándose y encendiéndose para luego quedar las rojas de emergencia. Steve se puso de pie de inmediato, activando su brazalete donde cargaba su escudo con otras armas. Salió de aquella salita hacia el pasillo para ir al área principal. Los Omegas estaban durmiendo tranquilamente, si el instinto del Mercader no se había disparado era porque no existía un riesgo, al menos no uno que él pudiera considerar. Caminando con sigilo, preparó su automática para disparar al detectar un aroma dentro del búnker, bajando luego el arma y rodando sus ojos. Sus pasos fueron más relajados, cruzándose de brazos al ir hacia la figura arreglándose sus cabellos cortos rubios, con un arco tras la espalda y el uniforme negro de los espías de Nova. Nada menos que Clint Barton, la mano derecha de Nathaniel.
-Tienes pelotas para venir aquí.
-Estás tú, no me dejarías morir.
-¿Qué sucede, Clint?
-Vaya que ese Aulladorcito es un dolor de cabeza, estoy tratando de alcanzarles desde hace dos días. Hay algo que debes saber.
-Dilo ya porque tienes poco tiempo.
-Alguien se infiltró en nuestra red, Nathaniel no pudo ubicar el origen.
-¿Daños?
-Ninguno, eso fue lo más extraño, solamente dejaron un mensaje encriptado. Por eso debía alcanzarte.
-¿Qué decía ese mensaje?
-"Eliminación de los dos Aulladores Omega, extracción en solitario del Alfa 00."
El rubio frunció su ceño. -¿Sólo eso?
-Sí, me suena a una advertencia, que estoy entregándote. Quieren matar al Mercader y su Cachorro del Invierno.
-¿Cachorro del invierno?
-Ahora le dicen así por todo el incidente ocurrido, deberías ver a Nathaniel, está de un humor...
-No tengo tiempo para las rabietas de Nat, esto es más urgente. Puede suceder en cualquier momento, estamos aislados.
-Y tienen algo persiguiéndolos, Steve.
-¿También los has visto?
-Solo te puedo decir algo, son como las hormigas que atacan otra colonia, se mueven como uno solo a gran velocidad. Tienen que llegar a un lugar mejor protegido que este búnker porque... -Clint se estremeció- Es malo, realmente malo.
-Traten de averiguar de dónde provino esa transmisión, y dile a Nathaniel que se controle.
-Lo primero es un hecho, lo segundo no te lo prometo. Hasta pronto, Steve... y cuídate, por favor. No queremos perder otro Triunvirato.
-Date prisa.
Las luces volvieron a la normalidad cuando el arquero se marchó, dejando pensativo y preocupado al Alfa. Ya no le cabía duda de que la avaricia de Richards no tenía compasión ni por el amigo que le había servido ciegamente por décadas. Se las arregló para borrar cualquier rastro de Clint, aunque este era experto en no dejar huella, esperando silencioso en la sala a que Bucky despertara para ir a su cama, sin poder conciliar el sueño. No podía permitir que esos dos Omegas perdieran la vida, solamente porque querían tenerlo a solas. Claro, entre menos supieran de la intrusión de un ejemplar Alfa que haría las delicias de los genetistas, mejor. Así lo habían estado haciendo, secuestrando de su casta en la muralla para exprimir hasta el último gramo de ADN que pudieran obtener de sus cuerpos, con los Aulladores persiguiendo a los involucrados, tachados de enfermos o de provocadores de motines. Ladrones. O asesinando a los Alfas que conseguían huir de las Arcas donde los tenían prisioneros.
La mañana trajo una de las primeras lluvias de la estación que estaba llegando a su final, tomando sus trajes impermeables antes de salir del búnker, bien cargados con víveres y armamento. Su camino fue una avenida que serpenteaba por el bosque, subiendo a un puente alto sostenido por pilares de concreto y lámparas de focos ausentes, algunas caídas. Tony miró por los costados del puente mientras caminaban por él, calculando tiempos y distancias, buscando al mismo tiempo aquel acueducto escondido por donde corrían ahora aguas claras. Le hizo señas a Bucky para que tomaran la desviación que bajaba a la izquierda, cerca de una alambrada de acero, con gruesas enredaderas congeladas que se colaban por entre los huecos del tejido. Usaron el puente como techo provisional para descansar, tomando agua y comiendo un poco para resistir la caminata restante hacia la ciudad cuyas ruinas apenas eran visibles en lo alto del puente.
-Buck, hijo, vas a tener una misión en solitario.
-¿Qué? Pero, padre, ¿por qué ahora? Aún tenemos que...
-Yo puedo entregar el Alfa al Consejo, pero necesito que vigilen el camino que estamos dejando atrás, necesito apoyo para la ruta faltante. Debes encontrar a Rhodey y traerlo acá.
-¿Eso no contradice la orden del Consejo?
-La prioridad es este Alfa, Rhodey comprenderá. ¿Puedo confiar en ti?
Bucky miró al rubio y a su padre no muy convencido, algo tenían esos dos que estaban cada vez más irritables.
-De acuerdo, lo haré, padre.
Caminaron por la alambrada hasta dar con el acueducto, estaba cubierto por maleza y troncos que Steve rápidamente ayudó a quitar. Mostrando una amplia entrada por donde se podía caminar sin necesidad de agacharse, el agua que bajaba del puente corriendo hasta perderse dentro de aquel túnel en la oscuridad. Tony revisó el equipo de Bucky, tomando su muñeca para colocarle una muñequera.
-Esto es un localizador, lo hice para ti. Yo tengo el otro -le mostró su propia muñeca- Ambos sabremos donde estamos todo el tiempo. Sigue todo el camino del agua, nunca te detengas hasta que encuentres el pozo donde el agua cae, habrá unas escaleras pegadas a unas tuberías. Subirás por ellas hasta salir por una alcantarilla cerca del Triskelion. Todo estará bien, cachorro. Ahora corre, corre y no te detengas.
El joven Omega miró a Tony, apretando su arma a punto de negarse al tener un mal presentimiento, pero Steve habló con voz firme.
-Obedece a Tony, ¡ahora!
Aquel comando de Alfa movió las piernas de Bucky, entrando por el acueducto sin mirar atrás. Stark apretó sus labios, sus ojos vacilando unos segundos, endureciendo su expresión al volverse al rubio para ordenarle que cubriera de nuevo la entrada tal y como estaba, echando algo de nieve para mantener esa apariencia de intacto, usando unas ramas para borrar sus rastros cuando se alejaron, subiendo de vuelta al puente. Steve miró al castaño en silencio, la lluvia aun cayendo sobre ellos. de pronto le abrazó, porque le fue clara la angustia que estaba sintiendo el Omega.
-Has hecho lo correcto, Tony, no puedes arriesgar así a tu hijo -susurró, apretándole contra su pecho, tratando de calmarle con su propio aroma- Ese brazalete solo funciona en Bucky, ¿cierto?
-No podía... si algo...
-Van a volver a encontrarse.
Stark le empujó, recobrando la compostura. -¿También los has detectado, cierto?
-Son muchos, demasiados.
-Podemos volar este puente, una vez que una parte esté sobre él, la caída los matará o al menos los dejará inválidos. Les cerrará un poco el camino.
-La ciudad debe servirnos de trinchera.
El Omega le miró por detrás de sus lentes, confundido por esa actitud desesperada por querer ayudarle.
-Ellos no te atacarán, algo me lo dice.
-No voy a dejarte solo.
-El Comandante Rogers cobrando venganza por su pueblo, tomando la vida del Mercader de la Muerte. Pasarás a la historia de Nova.
Lo último que pasó por la mente de Tony sobre las posibles reacciones del Alfa era que gruñera y de pronto, sin que tuviera tiempo de hacer algo, lo tacleara para llevárselo al hombro, corriendo a toda velocidad por el puente con el Omega rugiendo ofendido al verse cargado de esa manera, casi a punto de perder su arma al forcejear sobre el hombro de Steve. Dejaron atrás el puente en un parpadeo, entrando a las ruinas de una ciudad pequeña, con pocos edificios y sí muchas casas ahora sin techos, algunas incluso mostrando lo que fue una gran explosión que acabó con varias manzanas alrededor. El castaño ya había dejado de pelear, mirando alrededor. Ahí no había rastros de movimiento extraño, una ventaja. Steve corría a una velocidad espantosa con todo y la nieve con lluvia, que pronto estuvieron en el centro de la ciudad, golpeando su espalda ahora para decirle que fuesen hacia el edificio de ventanas pequeñas que en su mayoría estaba de pie, contrario a las ruinas alrededor en esos azares curiosos de las bombas que se dejaron caer sobre esa ciudad.
El Omega soltó unas palabrotas cuando lo tumbó sobre lo que era un sofá, jadeando por el rebote contra el mueble, quitándose la capucha, lentes y máscara.
-¡Imbécil yo no...!
Se quedó callado e inmóvil cuando Steve le miró con dureza, todo ese poder de Alfa al fin desplegándose, pero no de forma agresiva contra él. Estaba protegiéndole.
-Quédate aquí, ahora haremos las cosas a mí modo.
Tomando su mochila donde llevaba las mini bombas, el rubio desapareció. Tony recordó que debía respirar, llevándose una mano a su pecho para calmar su corazón desbocado. La mitad de él estaba rabiando a más no poder, exigiendo que tomara su arma y le dispara a la distancia al insolente Alfa, la otra mitad... por primera vez desconocida en él, susurraba que estaba bien hacer caso al comandante. Observó alrededor, respirando agitado. Todo estaba lleno de polvo, más en general, era como un viaje al pasado donde podía apreciar la vida de los antiguos seres humanos. Al menos en el piso donde se encontraba en penumbras. Recordó su pulsera, activando el rastreador con un suspiro de alivio. Bucky estaba ya demasiado lejos, avanzando a buena velocidad. Podría llegar al Triskelion donde esperaba estuviera Pepper.
La primera de una serie de explosiones le hizo respingar, prestando atención al sonido, calculando la distancia desde su posición. Steve había volado el puente... pero no el centro sino el final. Hizo memoria del paisaje, dejando caer su mandíbula en franca sorpresa. El Alfa había determinado con solo un vistazo el daño que podría hacer una explosión al final del puente, creando una fosa profunda por los acueductos por donde su cachorro había huido, asegurando que nadie le fuese a perseguir al mismo tiempo que impedía el paso de aquellos contagiados. Lo suficiente para hacer un nuevo plan de escape. Tony gruñó al pensar en las habilidades estratégicas del rubio. Quizá solo era casualidad o suerte de principiante. Ya no hubo más explosiones, aunque sí esos penosos gemidos de los enfermos seguramente los que fueron alcanzados por las explosiones. Steve se acercaba y al fin se puso de pie, esperándole a mitad de ese piso con puños en los costados.
-¡No vuelvas a tomar decisiones por mí, nunca más! -reclamó en cuanto el Alfa apareció, caminando hacia él- ¡Tú no eres...!
Máscara y lentes se estamparon contra la pared, al mismo tiempo que Steve sujetó por la cintura y mentón al castaño, estampando un furioso beso en sus labios. Los puños de Tony fueron a su pecho, golpeando sin sentido con un gemido airado que la lengua del comandante aprovechó para invadir su boca, abriéndose paso entre sus labios, mismos que rozó con sus colmillos. El contacto erizó toda la piel del Omega, sintiendo sus piernas doblarse. Steve le empujó hasta que lo estampó contra otra pared, tirando varios objetos colgado de ella al hacerlo. Una de sus rodillas separó las piernas del castaño, levantándole por sus caderas sin soltar esos labios de donde escapaban ya jadeos pesados, acompañando a sus gruñidos posesivos. Las manos de Tony tiraron de esos cabellos rubios, sus piernas rodeando las caderas que se empujaron contra su entrepierna.
-¡Aaahh...!
La boca del Alfa al fin le permitió respirar, bajando por su barba a su cuello mientras seguía restregándose contra él. El Omega se estremeció, mareado por la oleada de feromonas que el rubio estaba despidiendo, sus propias caderas moviéndose a la par de las otras, arqueándose contra la pared por el súbito placer cegando su vista, balbuceando el nombre de Steve. Ambos duros, sus miembros restregándose bajo las ropas, cada vez más rápido, mientras la boca del comandante alcanzó esa parte en el cuello de Tony donde su aroma era más fuerte, increíblemente delicioso a su olfato, lamiendo la piel que cubría sus glándulas. Los gemidos entrecortados que brotaron de esos labios rojizos e hinchados estimularon a sus colmillos para mostrarse, rozando la zona.
-S-Steve... Steve... Steve...
Un quejido ahogado calló a Tony, sus manos aferrándose temblorosas a los anchos hombros del Alfa, sus piernas apretando sus caderas. Dolor y placer mezclados. Los colmillos del rubio encajándose en su cuello, su erección palpitando antes de eyacular, apresada entre sus cuerpos, contra el miembro igualmente duro de Steve, quien le pegó por completo a la pared cuando sus colmillos rompieron por fin esas glándulas, succionando la sangre con las feromonas del Omega que acababa de reclamar como suyo. El castaño sollozó adolorido, extasiado, confundido. Su cuerpo comenzó a sentirse demasiado ligero, una punzada en su cuello que una lengua lamió insistente, calmando el dolor que había aparecido. Abrió sus ojos, tratando de enfocar su vista, pero todo estaba dando vueltas, perdiendo color. La voz del rubio reconfortándole fue lo último que supo, cerrando sus ojos al caer inconsciente entre los brazos del Alfa.
Su Alfa.
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