Baile
GOTAS DE LLUVIA SOBRE MI CABEZA
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel
Género: AU -Sci-Fi/Omegaverse
Parejas: Stony, Cherik, Thorquill, Winterwidow como principales
Derechos: Los personajes pertenecen a Marvel, Stan Lee y los abogados. Yo solo soy un gusanito.
Advertencias: Pues esto no será agradable, hay mucho dolor, sangre, sufrimiento como lo propio de un Omegaverse. Gente mala haciendo cosas malas. Yo pensando mil locuras con eso. Inspirado en la serie "The Rain".
Gracias por leerme.
***
Baile.
"Si no tienes algo por lo que bailar, encuentra una razón para bailar."
Melody Carstairs.
—Tony.
—Silencio.
—No puedes evadir lo que pasó.
—Mírame hacerlo.
Steve gruñó, tomando una de sus muñecas para tirar de él, obligándole a dejar de mirar por la mirilla de su arma hacia la fosa creada por las explosiones. El castaño se había pasado el resto del día disparando a los infectados que aún quedaban y trataban de cruzar como si fuese un entretenimiento. Tony rugió, tratando de zafarse, pero el rubio no lo consintió.
—No lo hice por instinto, maldita sea, Tony.
—Creo que tienes la capacidad de aprovecharte de varios Omegas a la vez, disculpa mi escepticismo... ¡estúpido Alfa de mierda!
—Te equivocas.
—Por favor.
—¿Qué es lo que te hace dudar, eh?
El Omega chasqueó su lengua, mirándole. —Sé sincero, Steve.
—Lo estoy siendo.
—No. Solo quieres... hacer lo mismo que hizo ese pelirrojo con mi hijo.
—Tony, eso no es cierto. Y ya te dije que Nat...
—¡No lo digas!
—¿Cuál es tu problema?
Desesperado, Tony se levantó del suelo de aquel alto edificio, recogiendo su arma y sacudiéndose la nieve y cenizas para bajar de ahí, dándole la espalda al rubio. Un rugido del Alfa le detuvo, castañeando sus dientes. Mirando al cielo nublado, se giró, abriendo sus brazos.
—Hechos, Steve. Hechos. Tú eres un Alfa joven, jodidamente fuerte que puede tener toda una comuna de Omegas muriéndose por ti. Omegas jóvenes —la voz del castaño vaciló— Soy un Omega viejo... nunca voy a...
—¿Eso es lo que tanto te preocupa?
—Oh, disculpe señor que lo moleste con mis pensamientos.
Steve rodó sus ojos, caminando hacia él. —¿Es que acaso mi cortejo no te dijo nada?
—¿Tú qué?
—Cortejo... —el rubio parpadeó incrédulo— Tony... un cortejo.
—No sé de qué hablas.
Ambos se miraron, uno sinceramente confundido, el otro no creyendo lo que acababa de escuchar.
—Mis atenciones a ti... a Bucky que es tu cachorro... las comidas. Eso forma parte de un cortejo de un Alfa a un Omega al que pretende unirse.
—Patrañas. Estamos huyendo de una legión de infectados, es sobrevivencia no esos... cortejos.
—No, Tony. Nos hemos conocido, me gustas. Te deseo.
—Steve, por última vez, estoy fuera de estas cosas. Un Alfa como tú querrá un cachorro, alguien con quien hacer las cosas que sea que hagas, que viva...
—Pues las quiero contigo —el rubio atrapó las manos enguantadas de su Omega, llevándolas a su pecho— No quiero a otro Omega que no seas tú.
—¿No escuchaste lo que dije?
—Si piensas que mi primer objetivo es preñarte, te equivocas, Tony. Es algo más allá de eso.
—¿Qué puede ser?
—Una pareja. Para siempre.
—Te han contado muchos cuentos para dormir en Nova.
El castaño tiró de sus manos, siendo apresado entre esos brazos que se negaban a dejar de tocarlo luego de haberle puesto esa Marca en su cuello. Tuvo enormes ganar de patear la entrepierna del comandante sin sesos, distrayéndose de su objetivo al escuchar la voz ronca en su oído.
—Me interesas tú. No habrá cachorros, tendremos una vida diferente, está bien. Pero te quiero conmigo.
—¿Viviendo por siempre felices en Nova?
—No necesariamente si este plan resulta.
—Tu edad te hace ingenuo todavía, Steve.
—Y tú te has vuelto demasiado pesimista.
Steve le apretó contra su pecho, sin intenciones de dejarle ir por ese aroma en su Omega que ansiaba disipar. Miedo. Le daba razón ante algo que en su vida jamás había conocido, las ideas del Colmenar estaban muy lejos de ser humanas. Haciendo círculos muy lentos por la espalda del castaño, continuó susurrando despacio, todavía necesitaba decirle lo más importante, preparado para su reacción agresiva cuando se enterara.
—Tony, sé que todo esto te parece repentino, que todo luce como te lo han contado, nosotros como animales salvajes que pueden reavivar la Peste del Agua con sus hábitos salvajes. No es verdad, lo que en realidad hemos tratado de hacer todo este tiempo es rescatarlos. A veces hemos tenido éxito... otras no tanto. El Doctor Reed Richards es tan inteligente como cruel.
—¿Richards? No, tú estás equivocado.
—No, no, Tony, él ha estado manipulando todo esto desde que llegó al Consejo... incluso ha estado manipulándote —el rubio se separó apenas, rebuscando en los bolsillos del Mercader hasta encontrar un paquete de ese famoso alimento gratificante- Como ESTO.
—Pero eso es inocuo. Un...
—Premio por obediencia, que tiene los químicos para hacer de ti lo que Richards desea.
El castaño miró el paquete y luego a los ojos del Alfa, buscando la burla o la mentira en ellos, encontrando solamente una expresión de sinceridad absoluta que no podía ser tan bien ensayada. No lo olía en él, ese tinte de burla cuando trataban de engañarle. Comenzó a negar cuando Steve lanzó lejos aquello, sujetando con fuerza su mentón para que le mirara.
—¿Te parece que esta persecución de enfermos es casualidad? Dímelo, Tony.
—Imposible... R-Richards no tiene... esa capacidad...
—El Consejo oculta muchas cosas, Richards todavía aun más, tú no has visto ni la mitad de ellas. ¿Piensas que tenemos esa clase de tecnología y armas para atacarlos a ustedes? ¿Las comunas tan frágiles?
—Yo he estado en el Consejo, he entrado a las Arcas.
—Son fachadas, Tony, la verdadera Arca está escondida en alguna parte que no hemos podido localizar, el laboratorio real de Richards está ahí. Con sus abominaciones —un pulgar de Steve acarició los labios de su Omega— De poder mostrarlas a todos, entenderían nuestra verdad mejor que todas las palabras que fuésemos capaz de pronunciar.
Tony frunció su ceño, el rubio besando su frente con su mano acariciando ahora sus cabellos como si fuese un niño pequeño al que consolar. Apretó su mandíbula, resoplando y empujando a Rogers con fuerza, acomodando su arma en su hombro.
—No sé qué estás haciendo o qué está sucediendo, pero lo voy a averiguar. Por mí mismo, no necesito de ti ni tus maneras raras de Alfa.
—Mírame a los ojos y dime que no sientes nada por mí.
Eso dejó sin palabras al Mercader, porque no pudo hacerlo en cuanto levantó su mirada hacia esos intensos ojos azules que parecieron taladrar su mente. Ya no puedes negarlo. Simplemente no pudo pronunciar las palabras que dentro de sí sabía que eran mentira. Prefirió darse media vuelta, señalando los edificios alrededor de la ciudad, muchos solo pilares.
—Debemos poner explosivos en los edificios con trampas, podemos enterrar esos infectados en esta ciudad.
Bajó por las escaleras exteriores del edificio, aferrándose al pasamanos porque se sintió temblar. Estaba furioso consigo mismo por haber cedido ante el Alfa, estaba furioso con Steve por ser tan cariñoso y protector. Confundido ante las evidencias que estaban haciendo añicos la realidad en la que había vivido si no cómodamente, al menos en paz toda su vida. Recordaba de forma particular la primera vez que llegó ante el doctor Reed Richards para una inspección anual de Aulladores Omegas que solicitaba el Consejo. Nada fuera de lo normal, salvo que él estaba presente en algo que no era digno de su atención, siendo el líder del Consejo y la mente maestra detrás de toda la vida en las comunas. Un personaje muy ocupado como para perder su tiempo viendo como los médicos revisaban a los Omegas. Richards pidió inspeccionarlo a él.
Aún era joven, años menos que Bucky, muchísimo más ingenuo. Estar ante la eminencia en ciencia lo puso nervioso, obedeciendo torpemente las instrucciones de su examen. Se sintió profundamente orgulloso de la mirada que Richards le obsequió, esos ojos brillantes sonriéndole con una mano en su cuello masajeando sus glándulas. Estaba complacido. Charlaron como solamente dos Omegas podían hacerlo, en confianza, sobre su vida, sus padres. Fue la primera vez que recibió un alimento gratificante, con la promesa del doctor de ayudarle a ser uno de los mejores Aulladores en todas las comunas. Amigos. Stark jadeó, corriendo lejos y chocando con un contenedor de basura junto al cual vomitó, la rabia haciendo que su estómago se vaciara. La primera muestra de confianza entre ellos fue la neutralización que Richards repitió en él, porque la que le habían dado había sido defectuosa y eso entorpecería su labor como protector y fiel amigo del Consejo. Amigos.
Reed le había jurado que sería su mejor amigo, su mano derecha mientras lo operaba.
"Serás como yo, un Omega que nadie ha tocado, así somos mejores, Tony."
Amigos.
Porque entre Omegas no se mentían, no se traicionaban, jamás estaban solos.
—¿Tony, estás bien?
—Ve por las bombas, tengo que arreglarlas como las trampas —tosió el castaño, dándole la espalda— Iré a medir el perímetro.
Llegó casi la medianoche cuando terminaron de colocar todas las bombas unidas a cronómetros y sensores en los restos de los edificios. Volarían en cuanto la turba estuviera pasando cerca de ellos, aplastándolos. Al menos así quedarían muchísimos menos, los suficientes para que ambos pudieran encargarse de esos infectados. El siguiente problema era donde tendrían que pasar la noche, la siguiente nevada, aunque no fuerte, imposibilitaba viajar al otro extremo de la ciudad. Steve seguía pegado al Omega, como si fuese otro cachorro, exasperándolo, más porque tenía esa sonrisa confidente de Alfa salvaje y sin neuronas que era.
—¿Qué tanto me miras?
—Solo te admiro.
—Pf.
—Y me digo que debo prepararte.
—¿Prepararme? ¿Para qué?
—Aunque me complace mucho que estés intacto... sería doloroso para ti el que me recibieras. Tengo que ayudar a tu cuerpo con eso.
Tony se giró, arqueando una ceja. —¿Te has golpeado la cabeza o al fin el virus va a matarte?
—Cuéntame cómo hacen los Príapo para... polinizar a los Omegas.
—Ah, es de conocimiento público. Un Triunvirato como tú debe saberlo.
—Me gusta más cuando me cuentas cosas. Tienes una voz seductora, Tony.
—Voy a hacerte un agujero en el trasero, lo necesitas.
—Cuéntame.
Caminando por una amplia calle, buscando unas ruinas decentes, el Mercader suspiró, haciendo un mohín antes de explicarle.
—Sencillo, el Alfa está listo para preñar al Omega, que está en una sala de fertilización con los médicos asintiendo el proceso. Le ayudan al Príapo a introducir su miembro dentro del Omega, esperando a que la hormona inyectada haga su labor y luego lo pasan al siguiente Omega. Solía hacerse de otra manera, pero la fertilidad del Alfa caía a niveles peligrosos. Los médicos también están presentes para que el Príapo no toque al Omega de manera inapropiada ni vaya a lastimarlo.
—¿Nada de besos? Bueno, con toda esa gente ahí... como si fuesen animales que cruzaran.
—¿Besos?
El rubio se recordó que su Omega ignoraba buena parte de toda la dinámica y cortejo entre ellos.
—Cuando nuestras bocas se unen, eso que hacemos, se llama beso.
—Es asqueroso.
—Tus gemidos opinan lo contrario. Y lo que es asqueroso es la manera en cómo nacen nuevos seres humanos en las comunas. Nunca son libres. Tocar de manera inapropiada...
—Así es, los Alfas son sucios y molestos.
—¿Lo crees así?
—Sí.
Steve rió, empujando al castaño contra el muro por donde pasaban. Tony estaba por azotarle la culata de su arma en la cabeza cuando notó que las manos del Alfa estaban desabrochando su pantalón, colándose debajo de su abrigo. Sus mejillas se incendiaron sin que fuese consciente de ello, jadeando y empujando al otro.
—¿Q-Qué haces?
—Siendo inapropiado.
—¡Steve, no seas idiota! E-Estamos...
—Al descubierto, sí —el comandante rió, hincándose con un brillo malicioso— Ya sabes, los Alfas somos todos unos salvajes.
—¡Steve!
—No sigas gritando mi nombre porque te haré más cosas.
El Omega iba a quejarse cuando sintió la lengua de Rogers lamer su vientre antes de bajar y simplemente llevarse a la boca su miembro. El arma se le cayó de las manos, sujetándose a los hombros del rubio con un gemido, temblando de pies a cabeza al sentir un latigazo de placer que brotó desde su entrepierna hasta la punta de sus cabellos. Sus manos fueron de esos cabellos rubios a su espalda o sus hombros, sin estarse quietas como su cuerpo estremeciéndose. Ahí estaba de nuevo, esa comezón, un ardor doloroso, pero al mismo tiempo delicioso que le hizo jadear, llamando al Alfa entre quejidos suaves y notando el vapor de su aliento desvanecerse en esa noche fría. La nieve cayendo sobre ellos sin que al comandante pareciera importarle.
—T-Tu l-lengua... n-no... aaahhh... S-Steve...
Parecía que su pene fuese comida y no una parte de su cuerpo. Los colmillos del Alfa rozaron la punta, haciendo que respingara casi a punto de caer de no ser por el fuerte agarra que el rubio tenía sobre sus caderas, jurándose que iba a dejarle marcados esos dedos. Estaba sudando, temblando, gimiendo con su vista nublaba. Aquel fuego que solamente Steve sabía provocar comenzaba a nacer de nuevo, apoderándose de sus sentidos, cada célula de su cuerpo. Sus manos se enredaron en el cabello de su Alfa, gimiendo con fuerza al venirse en esa boca hambrienta que le succionó con fuerza, bebiendo cada gota de su semen hasta no dejar nada. Tony abrió sus ojos que no notó había cerrado, mirando alrededor entre jadeos erráticos, sosteniéndose de los hombros del rubio aun temblando de cuando en cuando. Con una risita discreta, el comandante se separó, acomodando su miembro de vuelta dentro de su pantalón que cerró, levantándose para ver el rostro con mejillas rojizas y ojos nublados de su Omega.
—Realmente me tientas demasiado, Tony.
El castaño no pudo replicarle, aún perdido en su orgasmo. Steve rió complacido, recogiendo el arma del suelo con una mano y otra empujando levemente a su desorientado Omega para que no cayera, pasando un brazo por su cintura para ayudarlo a andar. No tuvieron que caminar mucho, sus ojos encontraron un sitio perfecto que le hizo sonreír, de las pocas construcciones sobrevivientes. Entraron con la nevada aumentando, pasando por arcos y salones altos llenos de objetos caídos, pocos de pie, llenos de cenizas, polvo y telares desprendidos de los techos. El Alfa miró a todos lados, llevando a un más consciente Stark a una larga banca en medio de un salón, besando su sien con cariño, dejando sus mochilas y armas a un lado.
—Espera aquí.
Tony parpadeó, apenas recobrando el uso de la razón, ¿qué era lo que había hecho ese tonto? Sintió de nuevo su rostro caliente al recordarlo, tosiendo ligeramente antes de observar alrededor el sitio a oscuras donde estaban. Levantó su rostro, sorprendido, cuando todo se iluminó luego de un gran chasquido lejano. Ese enorme salón estaba lleno de grandes cuadros con marcos de madera ya podrida, las telas caían, tapando parte de lo que en ellas había. Otras estaban desaparecidas, un tanto más en el suelo. Junto a su banca había una mujer de piedra blanca semidesnuda, como si estuviese a punto de saltar, sostenida por lo que creyó eran animales que jamás había visto. Parte del rostro de la hermosa mujer estaba destruido, uno de sus brazos estaba hecho trizas en el suelo. Así le encontró Steve, sonriendo al notar la curiosidad en los ojos del Mercader.
—¿Te gusta?
—¿Cómo obtuviste energía para iluminar?
—Mmmm, secretos de Alfas tontos —rió el comandante, alzando sus manos al recibir una mirada de reproche— De acuerdo, estos lugares siempre tuvieron su propio generador de electricidad.
—¿Estos... lugares?
—Sí, estos, Tony. Los llamaban... museos. Estamos dentro de un museo.
—¿Museo? —el Omega miró a todos lados— Pero yo leí que... en los museos solamente había cosas que perjudicaban a la humanidad.... Art...
—Arte —corrigió Steve, frunciendo su ceño— Y no es perjudicial, al contrario. Es lo que más nos hace humanos, Tony. Estos cuadros, son pinturas que otras personas en tiempos muy lejanos hicieron, su visión del mundo, de la vida. Del amor.
—Pues su visión no ha sobrevivido. Apenas si se ve qué está ahí.
—Una tristeza. Es lo que hace la maldad contra nosotros mismos, nos arrebata lo más hermoso para convertirnos en objetos que pueden ser manejables.
—De nuevo con tus palabras rebuscadas —el Omega se puso de pie— Bien, buscaré alguna fuente de agua para asearme, tus idioteces han ensuciado mi ropa, apesto a ti.
—Eso no se va a quitar ni porque te cambies de piel.
Tony le gruñó, saliendo de aquella sala del museo para buscar un lugar donde lavar sus ropas y limpiarse. Descubrió algunos pasajes subterráneos del edificio, pero nada que le sirviera, al doblar una esquina vio a su Alfa apoyado en la entrada de un cuarto con la luz encendida, de brazos cruzados con su patética sonrisa al verlo llegar.
—Tu Alfa encontró primero lo que buscas. Si me dejaras hacer las cosas, estarías más a gusto.
—No eres mi Alfa.
—Eso ni tú lo crees —rió el rubio, señalando dentro— Su Majestad.
—¿Qué?
—Ay, Tony, cariño. Tu inocencia es refrescante como dolorosa.
Con un bufido del castaño, ambos entraron a una larga, aunque angosta habitación, tenía unas máquinas con aroma a detergente y un pequeño cuarto que lucía como un baño, diferente en algunas cosas. Serviría de todas maneras.
—Oh, vaya, mira esto —le llamó Rogers, descubriendo unas cajas polvosas que abrió, había más detergente dentro, toallas, jabones, botellas con líquidos extraños, un calzado suave y esponjado, almohadas, muchas frazadas y batas de la misma tela de las toallas— Tenemos suerte.
El Omega entrecerró sus ojos. —No voy a bañarme contigo.
—Está bien, toma.
Tony dio un manotazo al tomar las cosas para asearse, maldiciendo a ese Alfa que estaba preocupándose por él todo el tiempo. Ambos terminaron envueltos en las cálidas batas, esperando a que sus ropas estuvieran limpias con esas máquinas cuyo funcionamiento Steve parecía entender. A su sugerencia, subieron de vuelta al museo que inspeccionaron. El rubio tenía olfato para encontrar habitaciones con los objetos más exóticos no antes vistos por el Mercader. Se perdió unos minutos a la vista del Omega, quien estaba admirando un dibujo sobre una mesa que una vez estuvo protegido por gruesos vidrios. Era un hombre con alas mecánicas, el idioma le fue completamente ajeno, pero el dibujo llamó su atención. Detallado, ampliaciones de los mecanismos para que las alas funcionaran, imitando el movimiento de las alas de un águila.
—... Da... Vinci... —susurró lo que le pareció fue la firma del autor.
A su olfato llegó el aroma de leña quemándose, caminando hasta encontrar en otra sala a Steve encendiendo una fogata con las frazadas y almohadas formando una amplia cama. Una sola. Entrecerró sus ojos de nuevo ante el descaro de aquel Alfa, quien le sonrió justo cuando en todo el museo se escucharon sonidos que hicieron respingar a Tony, queriendo alcanzar su arma.
—No, Tony, tranquilo... —el rubio fue a él, jalándole suavemente— Es música.
—¿Música?
—Sólo escucha.
El Mercader prestó atención, cejas levantadas al escuchar lo que le pareció un animal muriendo porque la máquina o dispositivo que estuviera haciendo esos sonidos parecía enferma de la nariz. Lentamente, sonidos más claros y rítmicos se dejaron escuchar, conforme las bocinas se limpiaron luego de décadas de no usarse. Ante los atónitos ojos de Stark, el rubio comenzó a moverse de forma chusca, aunque parecía que seguía el ritmo de esos sonidos.
—¿Qué carajos haces?
—Bailar. Anda, baila conmigo.
Well, since my baby left me
Well, I found a new place to dwell
Well, it's down at the end of Lonely Street
At Heartbreak Hotel
Where I'll be--where I get so lonely, baby
Well, I'm so lonely
I get so lonely, I could die
—Steve... ¿te sientes mal?
—¡Baila conmigo!
El Alfa tiró de él, poniendo sus manos en su cintura para guiarle mientras le explicaba cómo moverse. Tony gruñó primero al no entender al principio cómo bailar, comenzando a moverse tímidamente, a veces deteniéndose.
—Lo estás haciendo bien, cariño.
My baby don't care for shows
My baby don't care for clothes
My baby just cares for me
My baby don't care for furs and laces
My baby don't care for high toned places
My baby don't care for rings
Or other expensive things
He's sensible as can be
My baby don't care who knows it
My baby just cares for me
Poco entendía lo que se cantaba, el idioma era el mismo y no, muchas palabras le fueron desconocidas, tratando de coordinar sus pies, a veces tropezando. Steve le abrazaba entonces, meciéndole en su baile. Su aroma tranquilizador, protector tan latente al chocar su nariz contra su cuello, aspirándolo sin darse cuenta. O tal vez deseando hacerlo.
You have to show them that you're really not scared
You're playin' with your life, this ain't no truth or dare
They'll kick you, then they beat you,
Then they'll tell you it's fair
So beat it, but you want to be bad
Just beat it, beat it, beat it, beat it
No one wants to be defeated
Showin' how funky and strong is your fight
It doesn't matter who's wrong or right
Steve le cargó por sus caderas, dándole vueltas.
—¡Idiota, vamos a caernos!
—Relájate, Tony. Nunca permitiría que alguien te hiciera daño. No más.
—Mentira.
—Cambiaré el mundo solo para ti.
Don't stop me now I'm having such a good time
I'm having a ball
Don't stop me now
If you wanna have a good time just give me a call
Don't stop me now ('Cause I'm having a good time)
Don't stop me now (Yes I'm havin' a good time)
I don't want to stop at all
Esos dichosos bailes, las manos del rubio acariciándole, terminaron por hacer sonreír al Omega, y luego reír sin contenerse ante los movimientos de Rogers y los suyos tan torpes. La mirada del comandante brilló al escucharle carcajearse. Ambos entregados al ritmo de la música, la nevada colándose por algunos huecos en los techos, la noche avanzando.
If we live our life in fear
I'll wait a thousand years
Just to see you smile again
Kill the press for love in peace
You'll wake the far police
We can hide the truth inside
La mano del Alfa acarició la mejilla del castaño, quien levantó su mirada hacia él, bailando despacio, abrazados. Steve inclinó su rostro y Tony cerró los ojos.
But you get ready, you get all dressed up
To go nowhere in particular
Back to work or the coffee shop
It don't matter because it's enough
To be young and in love
To be young and in love
Don't worry, baby
Don't worry, baby
Sus pies supieron donde llevarlos, tumbándose a la cama con las batas cayendo. Las manos del castaño cubriéndose, apenado antes de que su Alfa negara, susurrando palabras tiernas mientras las retiraba, acariciando ese tatuaje que había perdido su color rojizo, parecía más bien una combinación entre rojo y azul. Steve lo lamió, haciendo jadear a su Omega, sensible a sus toques, tirando de sus cabellos con algo de desesperación al buscar sus labios. El rubio se acomodó entre sus piernas, empujando sus caderas contra él, un mismo gemido al sentirse ambos excitados. Los labios de Steve fueron bajando por su cuello, lamiendo esas glándulas ya hinchadas que hicieron estremecer ese inquieto cuerpo debajo suyo, bajando a su pecho donde se entretuvo en sus pezones que mordió, ganándose un gruñido de reclamo. El Alfa sonrió, bajando aún más, una de sus manos atrapando la naciente erección de Tony, acariciándolo lentamente con su lengua delineando ese miembro, chupando ligeramente esos testículos que se tensaron.
—Ssshhh, tranquilo —canturreó a su Omega, levantando una de sus piernas que pasó por encima de su hombro, descendiendo aún más.
El grito que hizo eco en la sala inflamó de orgullo al comandante, su lengua probando a su Omega, asegurándose de que estuviera lo suficientemente excitado antes de continuar. Pegó su rostro por completo a ese tembloroso trasero, casi riendo al sentir un par de manos rasguñar su cabeza. Le lamió hasta escuchar súplicas temblorosas de labios de Stark, jadeando con su cuerpo más cálido, sus mejillas rojas, cabellos despeinados. Tony abrió sus ojos, arqueándose y aferrándose a las sábanas cuando sintió unos colmillos enterrarse ligeramente en la piel de su perineo, haciéndole ver estrellas. Ese dolor y placer tan adictivos. No supo bien en qué momento el rubio le soltó sino hasta que la mano de este tocaba su cuello, relajándole de nuevo, lamiendo su mejilla. Su fornido cuerpo le cubrió, un pene muy duro y caliente rozando su entrepierna. Grande.
—Steve...
—Estoy aquí, Tony.
Sus manos se clavaron en la piel de su Alfa, rasguñando con fuerza y dejando gotas de sangre al aferrarse por el dolor inicial al ser penetrado. El castaño sollozó, sus piernas apretando las caderas de Rogers.
—Respira, amor, respira.
Tony lo hizo y su cuerpo se relajó, gimiendo al escozor que dejó ese miembro una vez que estuvo completamente dentro. Los labios del rubio besaron sus párpados, un par de pulgares limpiando sus lágrimas antes de cepillar sus cabellos. Sentía que iba a partirse en dos, agradeciendo que su Alfa no se moviera. En cambio, Steve bajó sus labios a su cuello, donde había aparecido una marca en forma de un par de alas, jugueteando con su piel. Las manos del Omega al fin dejaron su espalda, subiendo a sus hombros a los que se sujetó, entrecerrando sus ojos y sonriendo apenas al apretar la erección que palpitaba ansiosa en su interior, complacido con el rugido que el comandante dio en su oído. Contra su propia razón, Tony se sintió de pronto en calma, dichoso... amado.
—Tony...
Su Alfa comenzó a moverse, sintiendo claramente como su miembro resbalaba casi abandonándole antes de volver con fuerza. Un vaivén que su cuerpo pareció comprender, sincronizándose con sus ojos buscando los azules de Steve, notando esa expresión feliz, extasiada que le hizo sentir un burbujeo en su pecho. La sala se llenó de gemidos y jadeos cada vez más altos, de ambos. El rubio le abrazó, acelerando el movimiento de sus caderas, escuchando a su Omega casi gritar. Sus colmillos buscaron de nuevo esa marca, apenas si mordiendo. Tony se arqueó bajo él, tensándose cuando la punta de su erección rozó su próstata, abriéndose paso a donde nunca algún Alfa le volvería a tocar.
—No... Steve... espera... duele... aaaah... duele...
Por más que Rogers hubiera querido contenerse, le fue imposible. Tony olía a hogar, a vida. Le envolvió por completo entre sus brazos cuando el castaño lanzó un entrecortado grito de dolor, sollozando luego. Era suyo... casi... El cuerpo del Alfa despidió sus propias feromonas, uniéndose a las de su tembloroso Omega sin dejar de embestirle, percibiendo el nacimiento de su Nudo. Fue a los labios de Tony, besándole, callando todo sonido de sus labios. Aquel vaivén fue más furioso, con el Omega estremeciéndose una vez más, terminando entre sus cuerpos, relajándose lo suficiente para recibir el Nudo del rubio, que se unió a su orgasmo. La mente de Stark se perdió en una nube de placer que le llevó lejos de todo, jadeando por la extraña, pero agradable sensación de un semen caliente inundando su interior que se contrajo en cada palpitación de la erección que ahora estaba anudada a su cuerpo, quedándose abrazado a su Alfa hasta que recuperó el aliento como la consciencia. Se quejó con un ligero gruñido del peso del comandante sobre el suyo, moviendo apenas sus caderas. Una punzada de dolor le dejó quieto.
—Hey, no, no, todavía no, Tony.
—Steve... —el castaño tragó saliva, parpadeando— ¿Qué...?
—Puedes lastimarte, debemos esperar.
—¿Esperar? ¿Qué debemos esperar? ¿Qué hiciste?
Steve se hubiera podido sentir ofendido, pero en cambio rió, su lindo Omega estaba desconcertado.
—Mi Nudo está dentro de ti, cuando un Alfa y un Omega se han unido como nosotros, suele aparecer...
—Ya tengo idea —le cortó Stark, más rojo que nunca— ¿Cuánto tiempo...?
—¿Prometes no dispararme luego?
—¡Steve, qué carajo! ¡Es imposible! Tú no eres humano —refunfuñó Tony, dando golpes desganados al pecho aún inquieto del rubio, estaba alegre por dentro, cosas inexplicables de su casta Omega— Hiciste algo... raro en mí. Y ahora ese monstruo poniendo a prueba la salud de mis caderas.
—Te... desfloré.
—¿Qué es eso? No, espera, no quiero oírlo. ¿Qué es? No, no, no, no. Ni te atrevas a decirlo.
—Te amo.
El Omega le miró asustado, después serio. —Steve, un día encontrarás a alguien más, un Omega más joven, más lindo del que realmente estarás enamorado y...
—Ese día me volarás la cabeza.
—Bueno sí, pero la idea aquí es...
—Que me matarás, hazlo. Lo digo en serio. Si me vuelvo así de estúpido no quiero vivir.
—A veces no sé si eres idiota de nacimiento o finges serlo.
—Tal vez ambas cosas —el rubio le guiñó un ojo, acariciando sus cabellos con un beso en sus labios—Pero no hago promesas vanas, Tony, he dicho que quiero pasar mi vida contigo. Sin cambiar nada de ti, sin pedirte nada más. Te amo.
—Yo... —Tony se relamió sus labios— Aún no sé...
—Está bien. Primero debemos ocuparnos de arreglar este mundo, en ese trayecto terminaré de ganarme tu corazón —el Alfa besó su frente— No tienes que decirlo porque te sientas obligado, no vas a volver a estar así, amor.
—Steve Rogers versus el mundo.
—Suena genial, ¿no?
—¿En serio es tanto tiempo?
—Pues...
—Alcánzame mi arma.
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