Valhalla
GOTAS DE LLUVIA SOBRE MI CABEZA
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC
Género: AU -Sci-Fi/Omegaverse
Parejas: Superbat, JayDick, Halbarry como principales.
Derechos: Los personajes pertenecen a DC y los abogados. Yo solo soy un gusanito.
Advertencias: Pues esto no será agradable, hay mucho dolor, sangre, sufrimiento como lo propio de un Omegaverse. Gente mala haciendo cosas malas. Yo pensando mil locuras con eso. Inspirado en la saga "Injustice".
NOTA CLUMSY: Por las dudas, esto que leeréis aquí no es una oda al canon, hay cambios de hechos y circunstancias para mi complacencia pura y vil. Si no estáis cómodos con eso, os invito a partir en busca de mejores historias que os hagan sentiros a gusto.
Gracias por leerme.
***
Valhalla.
"El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible."
Oscar Wilde.
El sonido de agua fluyendo fue lo que hizo a Bruce despertar, encontrando que descansaba sobre una cama llena de cojines con una pared circular que terminaba en una ancha puerta. Se quedó muy quieto al notar peces y otros animales marinos nadando alrededor de la habitación detrás de ventanales cual paredes, el mar era azul oscuro, apenas si la luz tocaba aquel recinto. ¿Dónde rayos estaba? Tomándose su tiempo como si esperara algún ataque súbito, fue sentándose en la cama. No había más muebles que donde estaba, con esa enorme puerta a la que se dirigió con pasos lentos, precavidos. No había candados ni estaba cerrada por fuera. Abrió las dos hojas, saliendo a un pasillo con más de esos ventanales que miraban a un fondo marino. Tampoco había vigilancia o alguien que saliera a detener su inspección. Estaba bajo el mar, ¿para qué necesitaba alguien cuidándolo? A menos que fuera un pez podría salir de ahí.
-Oh, ya despertaste, ¿gustas almorzar?
Un hombre alto voz ronca, cabellos rubios largos que caían tras su espalda con unos ojos azul claro estaba sentado en un comedor largo, aunque estrecho. Solo vestía un pantalón escamado oscuro. Alfa. No necesitó más para saber de quien se trataba.
-El rey de las profundidades.
-Wow, suena tan impresionante cuando lo dices tú. Me conformo con el título de rey de Atlantis. ¿Almuerzo?
-Fuiste tú.
-Claro, no arriesgaría a mi gente en semejante misión. ¿Almuerzo?
No armas, no guardias, no cámaras de seguridad o drones. Arthur Curry o era muy confiado de sus habilidades o era un engreído. Caminó hacia la mesa, un almuerzo ligero esperaba por él, que el Alfa ya comía con gusto, canturreando para sí y esperando a que tomara asiento. Bruce lo hizo, estaba cansado y su estómago pedía alimento. No sabía cuanto tiempo había estado inconsciente. Miró con sospecha la comida antes de probarla con un pequeño mordisco sin detectar algún sabor sospechoso. Arthur se echó a reír, cruzándose de brazos.
-¿Me tomaría tantas molestias para matarte envenenando tu comida?
-Podría ser.
-Oh, puedo hacer muchas cosas para levantar la ira del Alto Consejero, pero eso es muy bajo y nosotros no tenemos manías tan pueriles.
-¿La gente del mar?
-La gente de la superficie ha olvidado cosas, y olvidar es convertirse en esclavo. Pero no es momento para hablar sobre los pasados ocultos sino para disfrutar de alimentos saludables. Anda, buen provecho que el rey de Atlantis ofrece una vianda al famoso Batman. Eres mi invitado de honor a esta humilde mesa.
Bruce entrecerró sus ojos ante sus maneras tan peculiares antes de comer. Sentía la cabeza ligera por el somnífero y con muchas preguntas que hacer. A juzgar por la expresión de aquel hombre amante de los océanos, parecía esperar ese momento. Cuando terminaron, lo guió hacia los controles que muy cordialmente le mostró como si fuesen amigos. Era una nave crucero según sus palabras, y se dirigían hacia una isla perdida en el Norte que deseaba mostrarle.
-¿Mostrarme? ¿Me secuestraste para mostrarme una isla perdida en el Ártico?
-Hay que ser original al conquistar -Arthur rió al escucharle gruñir- Mientras llegamos será importante ponernos al día en nuestros conocimientos mutuos, comenzando por el hecho de que tienes una pregunta que mueres por hacer. Todo tu ser Omega huele a ansiedad.
-¿Quieres dejar de olfatearme?
-Hueles muy bien.
-Estoy hablando en serio.
-Yo también.
Bruce gruñó más, frunciendo su ceño.
-Okay, ¿cómo es que Alfred Pennyworth y Arthur Curry se conocen? Simple, porque los Pennyworth son los últimos guardianes de los libros olvidados. Y nosotros, la gente del océano, los conocemos por ello. Porque no olvidan.
-¿Qué? ¿Alfred...?
-Me envió un mensaje, para que le ayudara a infiltrarse a la isla Stryker, quería verte y también ayudarme con mi plan. Era eso o seguir el consejo de Lex Luthor de liberar al Guasón, algo que no me convencía, robarme un Omega marcado es más entretenido.
-No comiences.
-De acuerdo -Arthur torció una sonrisa- El Guasón era importante, pero ya lo habían torturado sin obtener nada. Es que nada iban a sacarle, ni yo tampoco. En cambio, Alfred te tiene una fe que no había visto antes, ahora que estos tiempos tan llenos de desolación hacen a las personas olvidarse de sí mismos. Aposté por ti, fui por ti.
-¿Por qué conoces en particular a Alfred?
-Ah, bien, él conoció a mi padre, mi padre conoció a tu padre. Iba a llevar a los Wayne a un mejor lugar, donde estuvieras a salvo. Pero lo asesinaron, a mi padre, solamente pudo enviar un mensaje de alerta a Alfred. El resto de la historia la viviste.
Bruce se quedó callado, buscando donde sentarse al recuerdo. Por eso Alfred había aparecido, no era extraño, pero tampoco era usual. Y nunca le permitió darse por vencido. Arthur le observó, ladeando su cabeza.
-¿Quiénes... quienes lo hicieron?
-Ellos.
-¿Ellos?
-Oh, lo siento. No sabría decir quienes son porque no tienen nombre, no hasta ahora. Tampoco un rostro, usan a otros para encubrirse. Pero existen. Sé que suena como una tontería, cuando lleguemos a la isla ya no lo será.
-¿A dónde pensaban... llevarnos?
Arthur tomó asiento a su lado, acariciando los controles. -Temo que será muy poco lo que pueda responder a eso, yo era un cachorro, sólo recuerdo que mi padre hablaba de un lugar donde los Omegas gobernaban. ¿Imaginas eso? Cuando crecí la idea se me hizo estúpida, pero... una vez que me hice Metahumano lo consideré mejor. Un sitio que era difícil llegar más no imposible, perdimos los datos de la ruta, aunque he tratado de localizarla. Es un arduo trabajo ubicar un sitio que puede haber desaparecido en treinta años.
-¿Desde entonces ya sabías que yo era un Omega inmune?
-Claro. Pero me tomó mi tiempo, como dije, antes era un cachorro insensato.
-¿Cómo te convertirse en Metahumano?
El Alfa silbó. -Pues como todos, por idiota. A mi pueblo pesquero llegaron unos hombres, la mayoría ancianos. Respetamos mucho las canas, así que no se hicieron muchas preguntas y mi madre ya había muerto por la lluvia. Nada tenía que perder, no quería saber nada de los navegantes de los siete mares ni de Atlantis, nuestro verdadero pueblo. Luego comencé a ver los míos morir por esa vacuna milagrosa, excepto yo.
-Parece que solamente algunos sobrevivieron a la prueba.
-En parte, pero también hay otra cosa.
-¿Qué es?
-El poder que te da. Verás, yo tengo esta afinidad con el agua, el elemento. Pero si me esfuerzo más allá de lo que mi cuerpo resiste, el virus se activa y mueres al instante.
-Un candado.
-Claro, ellos no harían Metahumanos sin controlarlos. No son así de estúpidos.
-Ellos...
-Lo siento, parecieran fantasmas que...
-El mejor truco es hacer creer que no existen.
-Oh, tu mente es ágil como las corrientes marinas. Eso me da gusto, cada minuto me convenzo de que haberte robado en las narices del Alto Consejero ha sido de mis mejores proezas.
-O estupideces.
-Para lograr lo increíble hay que ser estúpido también.
-¿Dominas el agua?
-Oh, ¿qué mejor que aterrorizar con lo que provoca la muerte? No necesitas decírmelo, sé que el agua no es el veneno. Lo sé. Me habla.
-Es un líquido, no es posible que te hable.
-Necesitas alivianarte más, dulce Omega.
-Prefiero que me digas a dónde exactamente vamos.
Arthur rió, tecleando unos botones para mostrarle un mapa del Polo Norte.
-La parte del archipiélago congelado, esta zona de islas diminutas. Hay una cubierta por la nieve que oculta recuerdos del pasado que ellos no supieron enterrar. Tengo la corazonada de que ahí encontraremos más respuestas, pero si bien mi pueblo ha sabido recopilar todo lo que pueda del saber antiguo, hay cosas que nos son ya imposibles de reconocer. Alfred me dijo que tú podrías hacerlo, que te enseñó lo que él sabía, la tradición Pennyworth.
-¿Por qué se arriesgó tanto?
-¿Realmente no sabes la respuesta?
Bruce la sabía. Era su hijo. Alfred era un padre para él. Cerró sus ojos unos segundos, desviando luego su mirada a todas las pantallas y controles de aquella nave submarina. No le sorprendía que aquel elegante mayordomo tuviese semejante pasado y que apareciera así en su vida, quedándose para siempre de manera incondicional sin nunca revelarle lo que realmente era y sí en cambio, haciendo de él un líder, un guerrero, un padre. De pronto se sentía indigno de él, cediendo ante el Régimen, ante Clark Kent.
-Hey, lindo Omega, no entristezcas. No me he muerto.
-Deja de hablar idioteces.
-Nos acercamos, ven conmigo, tienes que protegerte, el frío es cruel y no has traído nada.
-¿Alguien me secuestró en plena lluvia bajo un ataque?
-Cierto. Vamos.
El Alfa le ofreció nuevas ropas, más suaves y cálidas, botas para la nieve, guantes, un grueso abrigo con capucha de pelo natural, lentes, una gruesa bufanda con un pequeño equipo para escalar.
-¿Y tú? -preguntó Bruce al notar que el Metahumano no buscó ropas.
-Yo estoy bien. Te dije que el agua y yo somos uno, la nieve es agua.
Rodó sus ojos, preparándose para cuando salieran a la superficie. Era una isla pequeña de montañas que una vez fueron altas, pero ahora estaban cercenadas. Toda la isla estaba cubierta por la nieve, salvo en la playa de rocas lisas negras. La temperatura era muy baja, de no ser por aquellas ropas hechas para el clima se hubiera congelado en los primeros minutos de caminata. No se podía ir en ningún transporte debido al terreno tan irregular como traicionero. Arthur iba descalzo y de torso descubierto como si estuviera caminando por el pasto en primavera, guiando el camino hacia la primera parte de lo que había llamado una excursión al pasado. Bruce levantó su vista, quedándose quieto al ver algo demasiado increíble para ser verdad, y, sin embargo, ahí estaba sobre ellos en lo alto. Las nubes parecían una réplica de los icebergs rodeándolos. Como estalactitas enormes colgando de grises cúmulos que tronaban al moverse lentamente.
-Oh, lo sé, hace tanto frío que las nubes mismas se congelan. ¿Quién podría desear poner un pie aquí para ver algo tan aterrador? -Arthur bufó, alcanzando la mano enguantada del Omega- No debes preocuparte, no se caerán sobre nosotros, demasiado altas, siempre se evaporan.
Siguieron lo que parecía un camino natural que serpenteaba a una montaña de tres picos, dos de ellos cortados por la erosión o algo más. Conforme ascendían, los ojos de Bruce detectaron por debajo de la nieve lo que parecían ser los restos de casas de madera y piedra si sus deducciones no le fallaban. El Alfa asintió adivinando su mirada por debajo de los lentes que le protegían del viento sacudiendo sus cuerpos, tirando de él para llegar hasta una cueva de hielo azul donde entraron. Arthur sacó del equipo preparado en la nave unos drones que iluminaron la estancia, para caminar despacio hasta donde los restos eran de mayor tamaño. Grandes tablones de madera atrapados en las columnas de hielo desde hacía mucho tiempo. El Omega se acercó, notando los signos tallados en los maderos que rozó con sus manos.
-Valhalla.
-Entonces, ¿sabes de las lenguas antiguas?
-La Casa de Bor.
Bruce levantó sus lentes, para leer mejor. No todo era legible. Los pocos trozos que ofrecían texto eran, sin embargo, reveladores.
-Una boda... la casa de los... Vanes con la casa de los... Ases.
-Oh, tiene sentido. Vivieron aquí.
-Alfa... -Bruce parpadeó- Una mujer Alfa.
-Ja, lo sabía -Arthur bufó mirando alrededor- Lo sabía, malditos desgraciados.
-No se puede leer lo demás, hablan del nacimiento de ella, una mujer Alfa. Imposible.
-Como un Omega naturalmente inmune al virus.
-Espera... -las manos de Wayne limpiaron algo del hielo sin romper la frágil madera- Navegantes... tú... ¿ustedes ya los conocían?
-¿Recuerdas lo que te dije de la isla?
-Sí.
-Mi padre ya había hecho ese viaje antes... se llevó gente de aquí, bueno yo no sabía que eran de aquí. Los demás navegantes solo hablaban de los que estaban en el Norte. Esto es el Norte. Y no me equivoqué en mi corazonada, te lo dije, el agua me habla.
-Vik... Vikingos...
-¿Qué será eso?
-Tal vez como se llamaban a sí mismo. Muchos pueblos lo hacen así, como los Atlanteanos.
-Ah, sabía que dirías algo así.
Bruce tuvo que buscar donde sentarse, lejos de la impresión de aquel sitio, aún no se recuperaba del todo de aquel Celo. Seguía cansado. El Alfa le observó con una sonrisa quieta, mirándole de arriba abajo con una expresión que le hizo gruñir, tomando algo de nieve que le lanzó.
-Deja de mirarme así.
-Es hora de volver, bueno, luego que descanses. Tenemos que bajar de nuevo para que la Atalaya no nos encuentre ni tampoco tu posesivo Alfa.
-¿Así será la dinámica?
-Me temo que sí, debemos que ver otros lugares, pero no podemos recorrerlos todos al mismo tiempo. Estas montañas guardan celosamente sus secretos, conforme los descubramos realmente podremos liberar a la humanidad de la peste y de aquellos que la provocaron.
Arthur no mentía, las lentas exploraciones que hicieron fueron ofreciendo más pistas sobre aquel pueblo de vikingos. Habían sido varias tribus al parecer, dos de ellas, los Vanes y los Ases, fueron quienes mejor prosperaron entre la lluvia y los infectados. Al parecer, entre ellos era usual que nacieran mujeres Alfa, que no era nada sorprendente ni tampoco habían entendido del todo la importancia de tal acontecimiento porque "parecía" que era algo normal, sin mencionar a esos Alfas que llamaban "dioses". Bruce hubiese querido hacer esas búsquedas en menos días, pero sus fuerzas no ayudaron en nada, a veces teniendo que hacer una pausa en el ascenso o el descenso porque sus piernas no resistían más y se negó siempre a que Arthur le pusiera una mano encima. El cielo congelado, el aire silbando contra su rostro cubierto, aquel ambiente cargado de una extraña tristeza también robaba sus energías.
Según las narraciones del Alfa, su pueblo había decidido vivir en el fondo del mar cuando las peleas en la superficie fueron demasiado salvajes para considerarse una vida digna. Aprendieron del océano y su vida marina, siendo pescadores igual que navegantes, formando todo un complejo submarino que llamaron Atlantis, nombrado él más adelante como el líder. El título de rey venía de la superficie no de ellos, aunque la hubieran adoptado más tarde. Eligiendo esa vida oculta, es que un día escucharon algo inusual, como si fuese el paso de ballenas más ya tenían suficiente conocimiento de ellas para distinguirlas. Pronto se dieron cuenta que sus monitores no detectaban animales sino una nave paseándose. Nadie en la superficie poseía esa clase de tecnología, tan buena que incluso a ellos les costaba mucho buscarlos alrededor de Atlantis.
Para todos ellos, la gente que movía semejante nave -o naves, no estaban seguros- era quien estaba detrás de todo aquel suceso de los Metahumanos, el virus como los problemas en la superficie. Los navegantes más viejos concordaban en que la gente que ellos sacaron de ciertos lugares para llevarlos a otros paraderos más seguros, por lo general, eran seguidos por esos personajes de las sombras. Muy en particular el padre de Arthur porque conocía bien todos los océanos, había explorado todos los rincones de la Tierra, pero sabiamente no dejó nada escrito sobre ello, protegiendo así a su familia como a su pueblo de ser perseguido por semejante conocimiento, sobre todo al encontrar aquella famosa tierra donde los Omegas dominaban. Nadie creía que realmente existiera, lo tomaban más como una isla tranquila como otras donde los conflictos no eran tan agresivos. Si Arthur había hecho bien sus cálculos, estaban en la parte que había correspondido al pueblo que su padre ayudó a emigrar.
-Hay algo particular con esta zona -dijo Bruce en una cueva de roca en el corazón de una montaña, Arthur había desplegado un mapa holográfico de lo que Atlantis había recolectado como la superficie- Todo este Norte tuvo que ser necesariamente un continente amplio, los vikingos hablan de conocer más pueblos -levantó su vista al Alfa- De conocer a las Amazonas.
-Diana.
-No es posible que haya ocurrido un cambio geográfico en tan corto tiempo.
-Si usas energía nuclear sí.
-¿Crees que esa nave misteriosa ha volado territorios desde abajo?
-Eso explicaría las inundaciones y cambios en las corrientes marinas. Dime, dulce Omega, ¿por qué serían tan salvajes?
-Las mujeres Alfa.
-Puedo entender que serían las únicas de la casta en ser capaces de llevar cachorros en sus vientres, pero eso no las hace particularmente especiales.
-Si consideras que serán madres de Alfas, puede cambiar un poco el panorama. Alfas de Alfas, de forma natural.
-¿Cómo tu Súper Alfa, solo que sin virus?
-No es mi... sí, algo similar. Queda el asunto de Diana.
-Es claro, trataron de que ella y Clark estuvieran juntos pero la compatibilidad supera cualquier interés oculto. Ahí entras tú.
-Aislar comunidades para conducir experimentos evolutivos de selección artificial, ver que condiciones son las más adecuadas. Es perverso y cruel.
-Por eso nosotros decidimos vivir en lo profundo. Lejos de eso -Arthur sonrió- Hemos logrado mucho con estos avances.
-Aún no tenemos el nombre de esas personas.
-Estoy casi seguro de que lo descubriremos con lo que tenemos. Tiempo de comer algo.
-¿Qué hay en aquella colina?
-Sospecho fue un puerto, podríamos ir luego de terminar, si ese lindo cuerpo tuyo aún tiene energía para andar.
-Vuelve a decir eso y te arrepentirás.
-Recuerda que soy quien controla el agua.
-No me amenaces.
El Alfa se carcajeó. -Bravío como ninguno. Anda, aún es temprano.
Bruce no quería aceptarlo, pero era verdad que estaba comenzando a sentirse de nuevo cansado, algo que su orgullo no podía aceptar. Había hecho guardias en la ciudad que alcanzaron incluso las 72 horas sin dormir, ¿cómo era posible que una caminata en el hielo le agotara? La estancia en la Atalaya había sido perjudicial. Fueron a la colina de forma irregular para una elevación así, él como siempre siguiendo los pasos de Curry en la nieve con la ventisca azotando por un costado sus cuerpos. Se giró un poco para mirar atrás, al escuchar un suave siseo. Del cielo caía una de las elevadas estalactitas de las nubes, haciéndose polvo blanco que caía sobre la montaña más alta. Frunció su ceño, algo inquieto por la visión, volviendo sus pasos para alcanzar al Alfa, trastabillando un poco, lo que le hizo maldecir. Tomó aire, abrochando bien su abrigo. Otro siseo más le hizo volverse, otro trozo congelado del cielo caía.
Algo no estaba bien.
-¡Arthur!
Éste se giró, notando lo que sucedía. Corrió de vuelta a él para cargarlo, echándolo sobre su hombro sin preguntar ni escuchar su protesta que murió al considerar que era lo mejor, pues el Alfa corrió a gran velocidad, saltando sobre rocas salientes para llegar a la colina. Otros trozos más cayeron y finalmente un haz de luz golpeó la montaña, destruyéndola. La Atalaya estaba sobre ellos. Bruce contuvo su respiración en busca de ocultar su esencia, no debía alterarse o Clark iba a encontrarlos más rápido. La colina era más bien como un gran túnel, un antiguo embarcadero que hubiera deseado tener tiempo de explorar, solo buscando los datos que necesitaba para que el dron lector de Arthur se llevara la información que iba encontrando. Fue de un lado a otro, casi gritándole al Alfa para mover los restos de la nieve o sacarlos del hielo, muchas cosas eran inservibles ante la emergencia.
-¡Aquí! ¡La casa de Bor se marchó! ¡La casa de los Vanes después!
Un rugido, el temblor de toda la isla seguido de un zumbido de naves bajando por el hueco hecho gracias al poderoso cañón de la Atalaya.
-¡¿Dice dónde?!
Bruce gruñó, quitándose los guantes para arañar el hielo de un trozo de piedra, una bitácora marina que los vikingos dejaron antes de partir buscando una mejor vida. Las manos le dolieron por el frío, leyendo aprisa aquellas runas.
-¡Esto... debo...! -buscó alrededor un trozo afilado con que escribir, traduciendo la dirección que escribió en un trocito de madera- ¡Las coordenadas!
Arthur le cubrió cuando una onda de choque barrió con el techo de la colina túnel, dejándolos al descubierto. Eso no había sido por un arma.
-Clark... -el Omega jadeó, estupefacto.
-Está furioso -Arthur gruñó- Quédate detrás de mí.
-¿Qué estás pensando hacer?
-Sólo quiero que se revuelque en rabia.
-Arthur no puedes...
Esta vez la onda de choque provino de aquel Alfa, levantando un muro de agua y hielo que lanzó hacia la dirección del ataque anterior. No había bromeado sobre su poder. Bruce trató de ponerse de pie, cayendo de rodillas por el cansancio, algo mareado. Dos ondas de choque se encontraron a medio camino, destruyendo hacia los costados parte de la isla. Alfa contra Alfa. Un aroma más le hizo buscar con la mirada, era Diana aproximándose por un costado. Arthur también la detectó, lanzando un ataque de un tsunami contra ella y los demás Metahumanos antes de girarse hacia el Omega, sonriéndole entre pesados jadeos, tomando ese trocito de madera que esperaba por él.
-Nuestros caminos se separan aquí, hay algo más que debes saber.
-Estás loco, no pierdas...
-Clark debe estar bajo su control, el de ellos. Puede ser fuerte, pero están olvidando algo importante y más poderoso aún.
-¿Qué?
-A su Omega.
Curry se acercó, tomando su mentón para darle un beso en la frente, corriendo hacia el mar justo cuando otra onda se dirigió específicamente hacia él. Un altísimo muro de agua congelada se levantó, amenazando con caerle encima. El mareo fue más fuerte, el piso se movió. Cuando la neblina dejada por el ataque pasó, se encontró en los brazos del Alto Consejero cuyos ojos brillaban al rojo vivo, mirando el mar congelado por donde había escapado el rey de Atlantis. Diana los alcanzó con Raven y Hawkgirl. Lo había perdido de nuevo. Bruce observó el perfil duro de Clark, estaba iracundo, sus manos le apretaban de forma dolorosa. Se atrevió a hacer algo que nunca había pensado antes. Levantó sus brazos para rodear aquel tenso cuello, acercándose al rostro sudando por la ira.
-Alfa -le llamó con suavidad- Estoy bien.
Fue como si a Kent le hubieran presionado un botón, todo alrededor que había estado estremeciéndose se calmo igual que su rabia, lentamente disipándose al girar su rostro y mirarle, recorriendo su cuerpo para volver de nuevo a sus ojos. No se negó al beso ansioso, posesivo que le dio el Alto Consejero, sin soltarle del cuello.
-Hora de volver -murmuró Clark mirando a Hawkgirl- Que resguarden esta isla.
-Sí, Consejero.
Aquello le dejó un mal sabor de boca, quizá había más pistas por encontrar, y sabía al mismo tiempo que no había nada que convenciera a su Alfa de permitirle seguir investigando. Llevado de esa manera a la nave y luego a la Atalaya, Bruce se guardó lo que pensaba. El grueso abrigo como sus ropas cambiaron por aquellas usuales, con el largo manto rojo de Clark sobre sus hombros. Por una pantalla observó la isla quedar atrás conforme se alejaban. Kent no le soltó, aún queriendo llevarlo en brazos pese a que ya podía caminar. Así llegó a la Atalaya, entre filas de soldados con sus cabezas inclinadas, una rodilla en el suelo, escuchando órdenes sobre cazar a esos habitantes de las profundidades a cualquier precio. El Alto Consejero le dejó a solas en sus aposentos, caminando al balcón. Aún desde la distancia de la torre flotante pudo observar ese punto blanquecino en el océano ártico de lo que fuese alguna vez tierra de vikingos, dentro de sí pidiendo una disculpa por los ataques del Régimen.
-La vista es deprimente pero no hay que entristecer por ello.
Los ojos de Bruce se abrieron de par en par, girándose del ventanal para mirar boquiabierto la figura querida de Alfred Pennyworth caminando hacia él. Había estado en la isla Stryker y ahora estaba ahí, en la Atalaya.
-Alfred...
-Me alegra que aún recuerde mi nombre, Amo Bruce.
Corrió a él, si no estaba temblando al menos si se estremeció o el suelo lo hizo... como las paredes y el techo que parecieron desafiar la gravedad. Alfred le sujetó antes de que cayera al suelo.
-Tranquilo, Amo. Demasiadas emociones son malas.
-Alfred, ¿cómo...?
-No podía dejar a mi amo solo. Hice una promesa y un Pennyworth cumple sus promesas.
Bruce rió desganado, sintiendo ganas de llorar. Ambos sentados en el suelo, él refugiado en los brazos de su mayordomo quien palmeó cariñoso su espalda.
-Vamos, vamos.
-Alfred -el Omega levantó su rostro, queriendo hacer una pregunta que no pudo.
-Todo está bien, Amo. TODO está bien.
Supo a qué se refería y eso lo tranquilizó, recostando su rostro en el pecho de Alfred, sin quererle soltar al no creer que fuese real. La habitación dio otra vuelta, conteniendo su aliento.
-Tranquilo, Ssshhh...
-Esto no es normal.
-De hecho, lo es.
-¿Qué?
Alfred sonrió, mirándole con el rostro ladeado, arreglando sus cabellos antes de posar una mano sobre su vientre.
-Un cachorro.
Bruce se quedó muy quieto, tanto que escuchó los latidos de su corazón en los oídos al no dar crédito a lo que había escuchado. Su mente Omega le dijo que era verdad. Alfred picó su pecho, al notar que comenzaba a hiperventilar.
-No hay necesidad de eso, todo está bien. Lo repetiré hasta que lo entienda.
-No puedo... Alfred, no...
-¿Confía en mí, Amo Bruce?
-Siempre.
El mayordomo tomó su mano que apretó. -Entonces no debe preocuparse por nada. Ahora estoy con usted, y le prometo, que esto tendrá un buen término. Tiene mi palabra.
-Alfred, no hagas nada que te ponga en peligro.
-Aquí yo soy el mayordomo, no usted, Amo Bruce.
-Por favor. Si algo te ocurre...
-Quiero que respire hondo, cierre sus ojos y se tranquilice. Ya estoy aquí, quiero que confíe en mí también con esto. Este cachorro y usted van a estar fuera de peligro porque los cuidaré como he cuidado todo lo que tiene que ver con Bruce Wayne.
-... un...
-Cachorro, sí. Un Wayne.
Bruce apenas sonrió, cerrando sus ojos. Por eso siempre estaba cansado, sin ánimos o casi quedándose dormido de pie. Ni siquiera un Supresor de última generación había podido detener la naturaleza Alfa de Clark Kent. Iban a escapar de ahí, a como diera lugar. No cedería un hijo suyo a las garras de quienes jugaban a los dioses con todos ellos. Ya no era solo la rebelión o los Metahumanos. Un cachorro. Alfred le abrazó con fuerza, arrullándole.
-Todo va a estar bien.
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