Trampas

GOTAS DE LLUVIA SOBRE MI CABEZA

Fandom: DC

Género: AU -Sci-Fi/Omegaverse

Parejas: Superbat, JayDick, Halbarry como principales.

Derechos: Los personajes pertenecen a DC y los abogados. Yo solo soy un gusanito.

Advertencias: Pues esto no será agradable, hay mucho dolor, sangre, sufrimiento como lo propio de un Omegaverse. Gente mala haciendo cosas malas. Yo pensando mil locuras con eso. Inspirado en la saga "Injustice".

NOTA CLUMSY: Por las dudas, esto que leeréis aquí no es una oda al canon, hay cambios de hechos y circunstancias para mi complacencia pura y vil. Si no estáis cómodos con eso, os invito a partir en busca de mejores historias que os hagan sentiros a gusto.

Gracias por leerme.



***

Trampas.

"Si busco en mis recuerdos los que me han dejado un sabor duradero, si hago balance de las horas que han valido la pena, siempre me encuentro con aquellas que no me procuraron ninguna fortuna."

Antoine de Saint-Exupéry.



Otro día más para Nueva Metrópolis, con sus edificios atiborrados de ciudadanos viviendo en míseros cuartos donde apenas si pueden moverse, llenos de letreros luminosos, las sirenas que siempre están sonando al anunciar tormentas. La lluvia de la noche había dejado una neblina que ascendía por las calles junto con el aroma de orines, cuerpos en descomposición, humo de cigarros hechos con desperdicios y el sopor de la resignación flotando en el ambiente. Pantallas gigantes anunciabas una lluvia ligera para mediodía, aunque siempre parecía de noche sobre la metrópolis. Bruce observaba desde una gárgola de una construcción abandonada la pelea de un numeroso grupo de personas peleando por la comida que un transporte del Régimen había llevado, dejando caer los costales y cajas en el sucio y húmedo suelo. Los perros fueron ahuyentados antes de la riña por una caja de grano pasado, de pronto alguien sacó un cuchillo, otro más y la pelea se tiñó de sangre hasta que los vencedores se hicieron de la comida, dejando heridos en la calle. Una escena que se repetía por toda Nueva Metrópolis, todos los días, a todas horas que los transportes llevaban las raciones al pueblo siempre hambriento, cansado, atemorizado.

-No sé quién es más salvaje, si los perros o esa gente.

-La desesperanza transforma al más noble en una bestia.

-Amaneciste muy filósofo.

-Vamos, tenemos que seguir.

Dick rodó sus ojos, jugando en el aire con sus bastones que cruzó en su espalda al dejarlas atoradas en su estuche, siguiendo los pasos de su padre por los techos encharcados, llenos de escombros y basura hacia la dirección que la tarjeta entregada por Jason le había indicado. Fueron a la zona roja, donde la prostitución era el negocio más prolífico, con todo tipo de mercancía a ofrecer para todos los gustos y perversiones. Al no haber alimento, el sexo era un buen consuelo. Perdiéndose entre los letreros, llegaron a la estrecha puerta de un edificio cayéndose a pedazos, tocando de la manera que habían indicado en la tarjeta. La puerta se abrió con un chirrido suave sin que nadie saliera a encontrarlos. Un largo y húmedo pasillo apareció ante ellos, terminando en unas escaleras que bajaban tres niveles hasta unas compuertas donde Batman insertó la tarjeta, permitiéndoles el paso al abrirse esos pesados metales.

-Los viejos acueductos -comentó Dick- Creí que solamente Barry los usaba.

-No es el único que los conoce.

-¿Quién...? Oh.

Metros delante de ellos estaba una figura encapuchada, un joven de piel oscura y una sonrisa amigable. La mitad izquierda de su rostro cubierta por metal, un ojo rojo brillando en esas penumbras del viejo acueducto.

-Has vuelto -saludó Batman.

-Lamento la tardanza.

-¿Qué sucede?

-Vengan conmigo. Dick, has crecido.

-Am, gracias.

Los tres caminaron en silencio por los laberintos del acueducto, bajando otro nivel. Dick ya sabía que de nada valían las preguntas porque Bruce jamás las respondía, lo mejor era esperar a ver qué tenían que mostrarles. Llegaron a un gran tubo de concreto adaptado como sala médica, tras las cortinas translúcidas estaba un hombre en camilla. Su guía les miró unos segundos antes de correr esas cortinas para mostrarles la identidad de aquel hombre en coma. Barba y cabellos rubios crecidos por la falta de corte, piel blanca algo pálida. Apenas respiraba, con un collarín, mano izquierda enyesada igual que la pierna de ese lado.

-Queen -susurró Bruce.

-Lo hallé en uno de esos hospitales de caridad del sur, con un nombre falso -el joven apretó una sonrisa, mirando al hombre- Está vivo.

-¿Quién...?

-Ya sabes cómo son estas cosas, el amigo de un amigo escuchó de ese amigo que otro más le comentó que había un extraño que se parecía a Green Arrow en un hospital de enfermos terminales. Lo demás fue solo logística, unos cuantos hackeos, algo de intimidación sana... aquí está.

Batman se acercó, observando las vendas en su pecho y luego a los monitores, leyendo los signos vitales del arquero al que habían dado por desaparecido hace años.

-¿Tienes un buen diagnóstico?

-Estamos haciendo todo lo posible. No te mentiré, Batman, si conseguimos la fórmula de esas píldoras, lo tenemos de vuelta.

-La tendrás. Cuídalo mientras tanto.

-Como ordenes, Bat.

-Buen trabajo, Cyborg.

-¿Cómo en los viejos tiempos, eh?

-Como en los viejos tiempos. Vamos, Nightwing.

-¡Gracias por el tour! ¡Nos vemos!

-Cuida de ese necio.

Dick rió, alcanzando a Bruce camino de vuelta por los conductos.

-¡Está vivo! Bueno, algo maltrecho pero vivo. Creí que...

-Tenemos que ir a los laboratorios del Este.

-Oye, B, si Green Arrow puede despertar, ¿nos dirá quién le hizo eso?

-Concéntrate en el plan, entraremos a la zona de guerra del Guasón.

-Ya, ya.

-¿Te inyectaste?

-Sí, mamá.

Bruce gruñó, haciendo reír a Dick quien se adelantó, animado de ver dos viejos rostros de vuelta, girándose a su padre.

-Revisaré el perímetro. Te informaré. Ya sé, no necesitas hacer caras, le diré a Red Robin que se mantenga alejado.

-No te confíes.

-Tranquilo, ¿de acuerdo? ¡Te veré luego, murciélago!

Entre otros tantos proyectos secretos que Lex Luthor le había comentado, estaban las píldoras que aparentemente, fortalecían a los soldados del Régimen. Medicina biogenética, uno de los derivados del proyecto principal, los Metahumanos. Buscando la supervivencia de la especie, el Régimen estaba experimentando con las personas, tratando de empujar un salto evolutivo en su ADN. Para Luthor era algo viejo que ya estaba en puertas mucho antes que la Peste del Agua viniera a poner todo de cabeza. Algo difícil de comprobar sin registros de esas investigaciones. Mientras que los Metahumanos pretendían ser seres humanos inmunes al virus del agua, con fuerza, sentidos, inteligencia y habilidades superiores, las píldoras eran al menos un exitoso logro que usaron primero en sus soldados. Menos cansancio, regeneración acelerada, resistencia al virus si bien no una total inmunidad, lo suficiente para las fuerzas que rondaban las calles de Nueva Metrópolis, asediando a los Insurgentes, sofocando motines o buscando sospechosos.

Oliver Queen necesitaba esas píldoras para despertar y aclarar uno de los mayores misterios dentro en los anales de la rebelión Insurgente. Como todos los aliados de Batman, primero habían peleado al encontrarse, charlando después bajo la lluvia y, por último, siendo parte de ellos. Increíble arquero, Green Arrow había sido un pilar del movimiento, hasta su abrupta desaparición. Todos lo dieron por muerto menos Bruce, quien siempre estuvo buscándole. Solo él y Cyborg fueron los únicos que con el paso del tiempo no se rindieron en la búsqueda de Oliver, así fuese para encontrar su cadáver. Las pesquisas del Omega habían rendido fruto, Víctor Stone había desaparecido para rastrear esos rumores sobre cada desconocido en cualquier hospital, morgue, prisión, manicomio... ahora traía de vuelta a Green Arrow. Todo ese tiempo Bruce no había podido quitarse de la mente la coincidencia de hechos entre la desaparición del arquero, una bomba y la ascensión del Alto Consejero.

-Batman, ¿me escuchas?

-Nightwing.

-Los amorosos están de paseo.

-Entraremos. Prepara el cebo.

-Afirmativo.

Los laboratorios clandestinos del Este pertenecían al Guasón, mismo que hacía un tiempo había interceptado un cargamento de píldoras, entre la trifulca éstas habían terminado consumidas por el fuego. Aparentemente. Pero Batman sabía por experiencia que, si algo tenía aquel hombre maníaco, era que siempre obtenía lo que conseguía cuando se trataba de robar secretos del Régimen. Con esa igualmente desquiciada joven que lo adoraba como si fuese un dios, habían provocado numerosos desastres que les habían constado tanto poder contener. Cazándolos en sus rutinas, ya tenía ubicada el ala y nivel donde estaban replicando la píldora, no se había decidido a infiltrarse por ser mucho el riesgo, pero un arquero requería ese medicamento pues un hospital de alto nivel estaba fuera de su alcance.

-Baile a punto de comenzar en tres... dos...

Una explosión movilizó a los drones centinelas del lugar, dejando solamente unos cuantos a los que Batman lanzó unos discos, robando su energía para inutilizarlos. Entró por uno de los accesos de los empleados, con una bomba de humo ayudándole a no ser visto por las cámaras grabando hasta el ala con puertas blindadas, mismas que desactivó, entrando al laboratorio. No le sorprendió ver que no solo estaban replicando la fórmula, estaban tratando de hacer variaciones. Tomando una de las muestras normales, dejó el resto al no saber su efecto, solamente grabando para posteriormente poder analizarlo en el refugio. Sus ojos captaron algo que jamás había visto, en una esquina. Era una placa que contenía dentro un microchip. Había llamado su atención porque el escudo tallado en el metal era un dibujo que le pareció haber visto antes.

-B, los amorosos vuelven.

-Salgo enseguida.

Alcanzó aquella placa, corriendo aún oculto por el humo. Las sirenas comenzaron a dejarse escuchar por toda Nueva Metrópolis, una tormenta. Nightwing y él ya salían de la zona de los laboratorios para cuando el convoy del Guasón entró, alejándose rápidamente para perderse en los techos y callejones oscuros. Dick silbó por el éxito de la misión, girándose para ir a donde esos viejos acueductos, pero una mano de Bruce le detuvo.

-¿Qué sucede?

-Ven conmigo.

-Am... Bat... me asustas. ¿Qué pasa?

-Dile a Tim que vuelva a la casa.

-Okay.

La mente de Bruce estaba haciendo un viaje desesperado al pasado. Ese escudo... ese escudo ya lo había visto antes. Mientras corrían por los techos y luego por las alcantarillas, huyendo de vez en cuando de infectados que aparecían, salieron a la zona olvidada de la metrópoli, donde los pantanos se habían adueñado del territorio. Con la lluvia cayendo con fuerza sobre ellos, ambos llegaron a la muralla láser que rodeaba lo que alguna vez fue la mansión Wayne. Dick parpadeó confundido, porque nunca en su vida junto a su padre adoptivo había visitado ese lugar, de hecho, era un tema tabú en la familia. Frunció su ceño, recibiendo las herramientas que Batman le tendió para ayudarlo a apagar el muro y entrar, haciendo una cara de asco bajo la máscara de protección al sentir sus pies entrar en el fango lodoso que apestaba a cadáveres pudriéndose. Un basurero más que otra cosa.

-B...

-Silencio.

Dick apretó sus labios, lanzando los pequeños drones que iluminaron el paso hacia las ruinas de la mansión Wayne, casi cubierta por enredaderas, raíces y musgo oscuro.

-Quédate aquí.

-¿Qué...? Okay.

Cuando su padre daba una orden con ese tono ya no había más que discutir, quedándose en lo que le pareció debió ser una sala o algo parecido. Todo estaba ya demasiado destruido para saber. Bruce siguió caminando, forzando a su mente a recordar sus carreras por aquellos pasillos. La mansión apareció en sus mejores tiempos, los muebles, objetos, el aroma del perfume de su madre que estaba persiguiéndole, jugando a las persecuciones. Un resbalón por la alfombra, una risa. Gateó hacia la habitación más próxima para que mamá no le encontrara. El estudio de papá. Gateó en silencio para ocultarse bajo una mesita mirando a papá guardar algo en un compartimento secreto de su escritorio. La luz de las lámparas del estudio iluminó aquel cuaderno rojo donde estaba estampado en negro un curioso escudo. Mamá le llamó, estaba cerca, pero se quedó agazapado bajo la mesita, viendo desaparecer ese cuaderno misterioso en la esquina oculta del escritorio.

Bruce se giró lentamente hacia el mueble casi hundido en un charco. Mamá le encontró, haciendo que papá se asombrara, pero riera casi enseguida, ayudándole a salir de la mesita porque se había quedado atorado. Quiso preguntarle del libro, olvidándolo a la mención de un paseo por los muelles. Iban a conocer a un capitán que tenía una nave de ésas que alcanzaba las tierras perdidas. Nunca más volvió a recordar el libro ni el escondite. Hasta esos momentos. La mano enguantada de Batman estrujó la madera enmohecida y húmeda, tirando hasta sacar esa esquina todavía cubierta por la vieja madera que arrancó, varias capas de protección y luego una de metal oxidado que pasaba como la continuación de la pata del mueble. Sacó unas pinzas, arrancando los tornillos. El metal se venció a su fuerza, rechinando al ser tirado al fango. Cubierto por una bolsa de tela suave, estaba el libro de pastas rojas. Su corazón latió aprisa, al sacarlo, dejando que se hundiera el mueble al extraer ese tesoro oculto. Ahí estaba en la pasta, el mismo escudo.

-¡BATMAN! ¡TENEMOS COMPAÑÍA!

Guardó la placa con el chip dentro de la bolsa de tela junto con el libro corriendo aprisa para alcanzar a Dick. Drones gigantes iluminaban la zona, el sonido de armas silbando con el aroma inconfundible de Alfas cazadores llegó a su olfato a través de la máscara. La lluvia seguía cayendo densa, fría. Tiró del brazo de su hijo para ir hacia una salida, encontrando a los primeros soldados. Ambos los derribaron al mismo tiempo, saltando sobre sus cuerpos para huir por los pantanos. ¿Cómo los habían encontrado? Bruce solo pensó en algo. El Guasón. Se había marchado para tenderles una trampa y hacer que el Régimen le siguiera. Se detuvo de golpe, Dick casi cayendo al chocar con él, mirándole confundido por el cambio brusco de su actitud.

-Padre, ¿qué...? -una mano enguantada le azotó en el pecho una bolsa de tela- ¿Qué es esto?

-Vete, los distraeré. Que Alfred revise la fórmula y llévala a Cyborg, el resto que Alfred lo guarde eso en la bóveda. No salgan hasta que regrese.

-Pero...

-¡AHORA!

Bruce le miró partir, aquel camino era más difícil para drones y soldados. Puso unas trampas de pulso electromagnético, lo que se acercara no solo iba a recibir una descarga, también quedaría inconsciente por horas. Se giró, corriendo en dirección contraria, por donde habían entrado y pisando a propósito ramas para que aquellos idiotas le escucharan. Como una horda de perros salvajes, fueron tras él. Preparó su primera carga de explosivos que fue dejando clavados en los árboles cubiertos de musgo. Una secuencia de explosiones, maldiciones y drones despedazados fue su estela. Podrían haber probado la píldora, pero la estupidez era algo que no podía remediarse. Otros Alfas le salieron al paso. Saltó sobre el primero, rompiendo su cuello con sus piernas, usando su cuerpo como escudo para las balas cayendo sobre él igual que la lluvia. Un brazo que fracturar, un rostro que patear. Una docena de soldados le rodearon, lanzando un disco de navaja filosa que rasgó sus trajes, haciéndolos sangrar. Camino despejado.

Corrió hacia el campo más regular, escuchando las últimas explosiones detrás de él, los gritos de confusión y algo de terror por los heridos expuestos a la lluvia. Se detuvo al escuchar un siseo, mirando alrededor. La lluvia no dejaba ver mucho. Algo golpeó su costado, lanzando por los aires, chocando con unos troncos que se vencieron, hundiéndose apenas en un charco. Un relámpago iluminó la figura de una mujer con alas, sujetando un arma pesada en las manos. Le faltó aire para enfocar su vista, respirando agitado. Sacó una bomba que lanzó. No te quedes quieto, ¡muévete! Corrió, alejándose de aquella misteriosa figura, jadeando cada vez más. Una costilla rota. Eso no era nada, podía correr. Debía correr. Los árboles a los que se dirigía terminaron hechos cenizas por un láser amarillo proveniente de una segunda figura que miró de reojo. Un hombre con un dispositivo en su guante. Un anillo. Lanzó la bomba, pero cerca de él, levantando un muro de lodo, musgo, tierra, raíces y escombros que fue atravesado por ese láser, golpeando su hombro izquierdo.

Levántate. No te rindas. Sigue peleando.

Unas paredes de energía amarilla le rodearon, la mujer de alas flotaba sobre él. Bruce rechinó sus dientes, pensando en un escape. Drones llegaron, haciendo una formación alrededor de la energía que le atrapó, formando un cubo de metal al desplegarse que lentamente se fue cerrando. Las dos figuras le observaron por el último resquicio de espacio entre las placas antes de que todo fuera oscuridad. Sin oxígeno. Un cuadrado estrecho que lo obligó a estar en cuclillas, percibiendo el claro movimiento de un vuelo. Estaban llevándoselo. Al menos Dick estaba a salvo, con la fórmula y el libro, Alfred podría cuidarlos. Revisó las paredes, sin encontrar un punto donde abrirlas. El oxígeno se terminó, comenzando a marearse, de por sí las heridas lo estaban haciendo. Golpeó una de las paredes, tosiendo, sintiendo que todo se movía, los sonidos más huecos.

Se recostó en el suelo. Respirar lento, ahorra el oxígeno. Los drones le dejaron caer sin miramientos en una celda que era la copia exacta de ellos. Paredes, techos, suelo de metal con lámparas iluminándole. No estaba solo. Bruce levantó su mirada al ver frente a él a un hombre alto, fornido, de ojos azules y cabellos castaño oscuro que le observaba fijamente. Conocía esas facciones. Ese rostro, otra memoria vieja que vino a su mente que no dio crédito porque encontró chocante lo que recordaba con lo que estaba olfateando. Un Alfa extremadamente fuerte. Demasiado. Mareaba su aroma dominante que le hizo gruñir. Llevaba un uniforme azul oscuro, en el pecho portaba un símbolo de tiras serpenteando que formaban una especie de S en color rojo. No era como lo recordaba, sus labios murmurando el nombre que su mente en automático le hizo pronunciar.

-Clark...

Antes de ser un feroz líder de la Insurgencia, cuando todavía un tipo de héroe casual de las calles hubo una inundación que atrapó todo un distrito, a punto de ahogar a todos sus habitantes. Nadie quería ayudar, él solo puso tablones, bloques de concreto y vigas de metal para crear un puente entre aquel distrito y el suyo. Todos querían pasar, desordenados, a punto de destruir el precario puente. Una voz los apaciguó, haciendo que obedecieran a Bruce para salir de ahí tranquilos, en orden. Había aparecido un joven Alfa de gentiles ojos azules que ofreció sus manos y hombros de apoyo al paso, sonriendo y animando a los aterrorizados habitantes que dieron las gracias a ambos. Bruce le miró entre desconcertado y admirado. Un Alfa gentil, noble, protector. Parecía como algo salido de algunos de los cuentos que aún existían perdidos por ahí. No eran muchas personas, todas salieron ilesas. Al terminar, Bruce se acercó para preguntarle por su nombre, recibiendo una mano que estrechó la suya.

"-Kent. Clark Kent."

Sonrisas de agradecimiento y esperanza hicieron que Bruce se quedara mirando aquel Alfa unos minutos más antes de marcharse. Fue cuando se decidió a ser más que un defensor de las calles, un cazador, porque si aún existían esa clase de personas con semejante nobleza como ese Alfa tan noble y de presencia tan clara, limpia; aquella metrópolis valía la pena defenderse. Con mucho, había sido el motor para convertirse más adelante en Batman y luego en el líder de la Insurgencia. El hombre que tenía enfrente era completamente opuesto a ese recuerdo. Agresivo, frío, mirándole con odio, sus puños apretándose hasta dejar blanco sus nudillos. Pero era aquel mismo Alfa de su recuerdo, porque al escuchar su nombre, frunció su ceño, mirándole de arriba abajo.

-¿Te conozco?

El oxígeno le trajo claridad a su mente, al fin entendiendo a qué se estaba enfrentando. Tanto poder... aquel Alfa era nada menos que el famoso Súper Alfa. El Alto Consejero. Líder del Régimen. Bruce se levantó, vacilando un poco por el dolor en su costado. Aquel Clark Kent que conociera no existía en la figura delante de él. Quizá lo que más le dolió sin saberlo era que no le reconociera... que nunca lo hubiera hecho desde que lo delató. ¿Por qué lo había olvidado?

-No sabes cuánto anhelaba verte frente a frente, Batman. ¿O debo decir Bruce Wayne? -Kent torció una sonrisa- Me has costado muchísimo.

-Te costaré aún más.

-Veamos de qué está hecho el líder de los Insurgentes.

Veloz, directo, los golpes no buscaban jugar, buscaron romperle los huesos. Esquivó uno que otro, reuniendo toda la fuerza que pudo para asestar los propios en ese rostro de sonrisa despectiva. Si era inmune al virus, no le afectaría de momento que lo tocara con sus guantes empapados de agua, tampoco sus botas lodosas que tuvo el placer de estampar contra su cara en una patada certera, antes de ser azotado contra la pared. Su máscara cayó, revelando la mitad inferior de su rostro. El hombro le molestó, pero calló a su mente, apoyándose en la pared para levantarse. Kent se sobó el mentón, limpiándose el lodo con un gesto de asco. De pronto, se quedó quieto, observándole de arriba abajo mientras Bruce jadeaba recuperando aire para el siguiente embate. Ya no esperó que le reconociera, había sido un fugaz momento y con esa mente delirando como le había contado Lex Luthor, sus recuerdos debían estar nublados. El Omega se quedó muy quieto al notar el gesto de su oponente, un escalofrío recorriendo su espalda.

Estaba olfateándole. Imposible.

La pelea tuvo otro tinte, Bruce golpeando para vencerle, Kent intentando algo que no le quedó claro, rugiendo al recibir sus puñetazos. El resto de su máscara salió volando, despeinándole. Tenía un hilito de sangre corriendo por una sien. Wayne le dio un buen golpe en su nariz con su cabeza, liberándose de su agarre, alejándose. Aire, necesitaba respirar otro poco mientras cambiaba de estrategia. Aquel Alfa era extremadamente fuerte y no tenía armas ya. Todas las había usado. Salvo sus cuchillos que fue sacando discretamente en tanto Kent maldijo, tocando su nariz, pero sin quitarle la vista de encima. Lentamente los ojos del Alfa fueron cambiando de color, dejando ese frío azul para mutar a un rojo vivo. Había visto Alfas hacerlo al enfurecer, pero nunca un cambio total ni en ese color brillante. Sus feromonas asfixiándole, exigiendo sumisión. Bruce rugió, irguiéndose pese a sentir uno que otro hueso roto, haciendo a Kent bufar.

-Increíble. Increíble.

Izquierda, costado derecho, mejilla, muslo izquierdo... por lo menos tuvo el gusto de cortarle antes de perder sus cuchillos al ser atrapado por su espalda, ese par de brazos sobre los suyos, pegándole por completo al pecho de Kent. Fue hasta entonces que entendió su cambio de planes cuando una nariz se acercó peligrosamente a su cuello. Quiso patear, gimiendo en dolor al ser apretado con fuerza, recordándole esa costilla rota que se clavó aún más. Bruce jadeó al sentir unos labios rozar la piel de su cuello, sintiendo claramente como formaban una sonrisa.

-Omega...

No estaba mostrando ni un solo síntoma de infección del virus pese a haberlo herido y tocado con el agua de su traje. Bruce cerró sus ojos. Movió su pierna para golpear la entrepierna del Alfa, quien jadeó sorprendido, aflojando su agarre. Se retorció para liberarse, casi a punto de lograrlo cuando una mano apresó su muñeca izquierda, respondiendo con un rodillazo directo al estómago de Kent. La mano de éste sujetó su pierna luego del golpe, como punto de apoyo para levantarle y estamparle contra la pared más próxima. Una oleada de dolor hizo ver puntos blancos a Bruce, distracción que usó el otro para colarse entre sus piernas al levantarle por sus caderas, pegando su rostro a su cuello que lamió, una mano cual tenaza de acero sujetando sus cabellos por su nuca, obligándole a ladear su rostro y dejando expuesta la curva de su cuello. Un ronroneo de Kent se dejó escuchar, pegándose por completo al cuerpo del Omega, cuyo dolor estaba empujándolo a la inconsciencia. Bruce trató de alejarlo, sus manos tratando de apartar ese pecho que le aplastaba.

-Un Omega... intacto. ¿No es toda una ironía? Mi mayor rival ha resultado ser un Omega puro. Hoy es mi día de suerte.

-Púdrete.

-Mmm, haré algo mejor -rió el Alfa, restregándose contra su cuerpo, el latigazo de dolor hizo que las paredes comenzaran a girar- Vamos a averiguar si toda esa rebeldía puede tener un buen uso.

La mano que tiraba de sus cabellos le liberó, sujetando ahora su rostro por mentón que levantó para que le observara. Bruce llevó sus manos a ese rostro queriendo empujarle, pero estaba perdiendo fuerza, todos se movía cada vez más rápido y las luces eran cada vez más brillantes, sin contar que ese aroma tan asfixiante del Alfa no ayudaba para nada. Sus ojos se abrieron de par en par al notar que el rostro de Kent se acercaba al suyo. Esos dedos le impidieron apretar su mandíbula. Aún trató de patearle en vano, provocando solo que el Alfa se tallara de nuevo contra él, aumentando la agonía de su cuerpo herido. Jadeó por el dolor, golpeando apenas a Kent cuando le besó, abriéndose paso en su boca con una lengua invasiva, el sabor de su saliva combinándose con la suya a la fuerza, dificultándole el respirar. Sus manos cayeron, exhaustas como su cuerpo que el Alfa tuvo que sujetar al quedarse sin energías, todo convirtiéndose en una enorme neblina negra, con la sonrisa triunfal de Clark Kent como último recuerdo.

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