Stryker
GOTAS DE LLUVIA SOBRE MI CABEZA
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC
Género: AU -Sci-Fi/Omegaverse
Parejas: Superbat, JayDick, Halbarry como principales.
Derechos: Los personajes pertenecen a DC y los abogados. Yo solo soy un gusanito.
Advertencias: Pues esto no será agradable, hay mucho dolor, sangre, sufrimiento como lo propio de un Omegaverse. Gente mala haciendo cosas malas. Yo pensando mil locuras con eso. Inspirado en la saga "Injustice".
NOTA CLUMSY: Por las dudas, esto que leeréis aquí no es una oda al canon, hay cambios de hechos y circunstancias para mi complacencia pura y vil. Si no estáis cómodos con eso, os invito a partir en busca de mejores historias que os hagan sentiros a gusto.
Gracias por leerme.
***
Stryker.
"Mucha infelicidad ha llegado al mundo a causa del desconcierto y de lo que no se dice."
Fyodor Dostoyevsky.
-Mi Omega.
Bruce se arqueó contra la mesa, sus manos aferrándose a las muñecas del Alto Consejero que tomaban entre sus dedos aquella erección que sus atenciones habían provocado, meciéndose sobre la lisa superficie de cristal por las embestidas pausadas, pero con impulso que recibía. La luz del ventanal caía sobre la ancha espalda de Clark, mirándolo con ojos entrecerrados y una sonrisa quieta, ronroneando de vez en cuando al sentir como lo apretaba al tocar su próstata. Las piernas de Bruce apresaban las caderas del Alfa, jadeando pesadamente con el rostro vuelto a un lado, rozando la fría mesa en la sala mayor de juntas no hacía poco ocupada.
-¡Aahh...!
-Eso es, disfrútalo, cariño.
El Celo del Alfa se acercaba, Bruce lo sentía. La paciencia de Kent se acortaba conforme los días avanzaban, siendo de temperamento más volátil con un apetito por él más insistente. Varias veces el Omega terminaba agotado al final del día, y sabía que, a menos que un milagro ocurriera, la situación iba a empeorar para cuando arribara ese Celo. No sabía todavía cómo pensaba hacerlo el Alto Consejero porque tenía entendido de que, al ser demasiado fuerte y agresivo, la Atalaya no era el mejor lugar para tenerlo ahí. Podría matar a la mitad de los habitantes de la torre antes de que terminara su Celo, nadie hablaba de ello ni tampoco se tenía a la vista algún plan, lo que le hizo sospechar que Clark bajaría, junto con él.
-... por favor, ya no puedo más...
-Lo sé, mi Omega -una mano del Alto Consejero acarició su vientre semi descubierto por su chaqueta- Has estado recibiendo muy bien a tu Alfa, mereces ser consentido.
-¡AH!
Una embestida en particular lo hizo respingar y arquearse, sus manos buscaron por acto reflejo de donde sujetarse, terminando de esparcir por el suelo los pocos papeles que había inicialmente en la mesa a donde Clark le había tumbado luego de llamarle. Sus piernas se movieron inquietas, no iba a resistir más, cosa que sucedió segundos después, empapando la mano que le masturbó al tener un nuevo orgasmo, quedando con el cuerpo flojo y gimiendo adolorido ya con ese miembro todavía duro dentro de su cuerpo, martilleando su interior. El Alfa lamió su mano, riendo apenas antes de sujetarle por sus caderas, acelerando el movimiento de sus penetraciones. Bruce se quejó, sus manos sujetándose débilmente de los brazos del Alto Consejero, mismo que se inclinó sobre él, lamiendo la marca al descubierto.
-Siempre tan estrecho, cálido y delicioso.
Los labios de Kent mordieron por debajo de su mandíbula, subiendo hasta alcanzar los labios entreabiertos de Bruce en un beso lento a diferencia de sus embestidas. El Omega se separó de su boca al sentir el Nudo entrar con más semen alojándose en su vientre, gimiendo exhausto. Dejó caer sus piernas, cerrando por completo sus ojos, respirando agitado. Una mano gentil acarició su mentón, haciendo que levantara su rostro para recibir un beso en su frente empapada de sudor. Una de las manías de aquel Alfa recién adquiridas era presumir cuando le tomaba, dejando sus ropas manchadas o sonriendo al verlo regresar a sus aposentos con una cojera que no podía ocultar por más entrenamiento o resistencia que tuviera. Eso y su constancia de estarle llenando de pequeños obsequios eran los nuevos hábitos de Clark.
-¿Bruce?
Abrió sus ojos, cansado, encontrándose con los azules con pequeñísimas marcas rojas en donde se reflejó completamente cansado. El Alfa sonrió, acariciando sus mejillas.
-Te tengo una noticia que te gustará, iremos a la isla Stryker. Unas vacaciones, debes extrañar el estar en tierra firme, ¿no es así?
Extrañaba su hogar y a sus hijos. -¿Vacaciones?
-Sí, bueno, mi Celo está por aparecer. Suelo pasarlo en la isla Stryker, con el campo de protección de la Atalaya y la seguridad alrededor, no tengo problemas. Unos cuantos cambios y todo estará listo para nuestro arribo.
-¿Cuándo bajaremos?
-Mañana -Clark rozó con su nariz su cuello, lamiendo sus glándulas- Hay algo que debo hacer antes, Diana y los otros estarán ahí también.
-¿Hacer?
-Ya lo verás.
Bruce estaba demasiado cansado para hacer buenas preguntas, quedándose en silencio mientras los labios del Alto Consejero dejaban nuevas marcas en su pecho al descubierto, esperando a que el Nudo desapareciera para poder levantarse, vestirse de nuevo y salir de ahí con toda la dignidad que pudiera. Sus piernas no fueron cooperativas esta vez, por lo que Kent le tomó en brazos, sonriendo de oreja a oreja al hacerlo.
-Lo siento, mi hermoso Omega. Creo que esta vez realmente te he dejado sin energías.
Podían existir accesos imposibles para los Insurgentes, la isla Stryker era un objetivo desde un inicio descartado. Lejano a cualquier punto de apoyo o ayuda, con las torretas de vigilancia y esa muralla rodeando la isla, un ataque o infiltración era algo que requería años. Una que otra vez lo habían hecho solamente para ir recolectando información de la fortaleza, con muchas vidas de por medio, razón por la cual lo abandonaron. Ahora estaría ahí, en el corazón de Stryker bajo circunstancias que le iban a impedir dar información a los suyos. No se arriesgaría, no con la amenaza latente del Alfa.
-Cierra tus ojos, Bruce, yo te atenderé.
Al Omega le contrariaba mucho lo cariñoso que podía ser Clark en contraste con su agresividad cuando se le desobedecía. Bruce ya no había intentado algo desde aquella noche en el balcón, el sentimiento de derrota comenzaba a sembrarse en él. Más callado que de costumbre, a veces prefería perderse en sus pensamientos, actitud que probablemente había llamado la atención del Alfa, llenándole de atenciones que podían ir desde las cosas más triviales, a las tonterías que a veces hacían sentir a Wayne que estaba teniendo un vistazo fugaz del verdadero Kent. Había comenzado por rosas, grandes y frescos pétalos perfumados. Ropas que eran de su gusto, con diferentes telas que posiblemente en la Élite serían la envidia, paseos por la Atalaya sin que nadie le molestara. Incluso había podido hablar con el pequeño Conner una vez más, mordiéndose la lengua para no enviarle un mensaje a Tim y ponerlos a ambos en riesgo.
También le había obsequiado joyas, que solamente usaba en las cenas o galas que tenía el Alfa con sus generales y miembros del Régimen. Bailes. No era fan de tales regalos de cortejo, pero de vez en cuando el Alto Consejero tomaba su mano y le jalaba a su estudio donde bailaban alguna pieza lenta, escuchando palabras cariñosas con caricias tiernas. Unas manos fuertes que eran sumamente cuidadosas con su persona, y que al otro día podían romper cuellos o fracturar cráneos. Clark podía llevarle en brazos tan galantemente de la sala de juntas a la recámara, para ayudarlo a darse un baño, comer algo antes de tomar una siesta o colocar una mano sobre un tablero sin titubear al activar un cañón que destruía alguna tierra desconocida en una prueba de las nuevas armas de la Atalaya. Esos contrastes le dejaban pensativo y reconocía la duda carcomiendo su mente.
¿Realmente Clark Kent era perverso o solamente estaba perdido a causa del virus?
-Descansa un poco, amor. Te veré para la cena.
Había algo más que inquietaba a Bruce. En toda la Atalaya o al menos en las partes que importaban para el caso, no existía ni un solo espacio dedicado a la memoria de Lois Lane y su hijo neonato. Tenía entendido por las charlas escuchadas que se debió en un principio a que anteriormente Clark y Diana habían intentado una relación, pero no funcionó. A la princesa amazona no le había agradado ver fotos o recuerdos de Lois, ordenando retirar los pocos que hubiera. Sin embargo, eso bien pudo haber cambiado cuando ellos se separaron. No había nada por ningún lado. Y sí en cambio comenzaban a existir cosas que bien pudieran ser llamadas de él. Como esos ramos de rosas por varias habitaciones, una pequeña sección particular donde nadie más podía estar más que él. O también detalles que el Alfa hubiera detectado que le gustaban, no se movían de ahí bajo amenaza de muerte. Como si Kent estuviera "decorando" la Atalaya para él.
Para él.
Semejante pensamiento era peligroso si permitía que se alojara en su mente, pese a ser lo suficientemente tentador para decirse a sí mismo que no había nada de malo en esa clase de despliegues Alfa hacia su persona. Tenía que seguir peleando, aunque cada vez todo fuese más difícil, más lejano de alcanzar y su voluntad comenzara a quebrarse. Desde lo sucedido en el balcón su fortaleza se había menguado, trataba de salir adelante, pero costaba demasiado cuando lo que escuchaba y veía solamente apuntaba a volver a perder. Así que ese pensamiento de que el Alto Consejero estuviera realmente interesado... no podía creerlo, no debía creerlo ni mucho menos sentirlo. Una ilusión que lo haría caer en la trampa que seguramente Clark estaba esperando a que probara, no podía hacer eso. Debía ingeniárselas para escapar, así tuviera que explotar la Atalaya.
-¿Bruce? -un dedo índice levantó su mentón del plato a medio terminar que había estado observando, perdido en sus pensamientos.
-¿Preguntaste algo?
Kent sonrió. -No, solo que te he notado... apagado.
-Estoy bien.
El Omega retomó su cena, ambos a solas en los aposentos del Alfa, la mano de éste alcanzó la suya que levantó para besarla por el dorso. Eso. Bruce le miró, notando esos ojos de cachorro herido que una vez hace mucho había visto por primera vez.
-Lo siento, no quise ser... así contigo.
¿Culpa? ¿Remordimiento? Comenzaba a detectar en el Alto Consejero sentimientos que no expresaba, pero se arremolinaban en su interior, golpeando esa mente decidida. Lo sospechaba, sin embargo, hasta esos momentos, Bruce se atrevió a probar su suerte.
-Clark, ¿qué sucede?
Muchas piezas de un complicado rompecabezas empezaron a unirse al ver ese brillo en los ojos del Alfa, miedo, ira, desconcierto, frustración. El Omega apretó la mano que sujetaba la suya, tranquilizándolo. ¿Acaso...?
-No quiero perderte.
¿Acaso los sentimientos de Clark Kent eran genuinos debajo de esa capa de agresividad?
-No lo harás.
Clark sonrió, llevando esa mano a su mejilla que rozó con la palma, besando esta luego con cariño sin dejar de observarle. -Gracias.
¿Qué pasaba con los suyos? Una pregunta que Bruce no quiso responder, prefiriendo terminar con la cena, dormir para prepararse para el descenso. El Alto Consejero no viajaría con él, había bajado antes para reunirse con Lex Luthor en Nueva Metrópolis. Shayera y Hal serían los que le escoltarían esta vez a la isla Stryker. En la nave había más soldados y guardias. Sus ojos se cruzaron con los de Hal, quien lucía tranquilo. No le dijo nada, no había nada que decir, al menos a él. La habitación donde se quedó no tenía ventanas ni pantallas, así que solamente hizo sus mejores deducciones sobre el movimiento de la nave al descender. Un viaje tranquilo sin ninguna novedad que realmente hubiera esperado. Bruce no quería pensar mucho en la nueva posibilidad que se abría ante él. Era jugar con su propia persona y poner en riesgo todo lo que había estado haciendo.
Tal como se lo había mencionado el Alfa, una vez que llegaron al puerto, les esperaba esa alta muralla de acero que apenas dejaba ver la fortaleza piramidal que se levantaba sobre la cima de la isla, con soldados por todas partes y drones en el aire vigilando además del escudo que la rodeaba. Alrededor de la fortaleza estaba un bosque de árboles con troncos delgados, no muy altos, que iban disminuyendo en número conforme subían hacia la pirámide de metal. Ese pequeño paisaje era agradable, diferente a la impecable Atalaya carente de espacios verdes salvo esos ecosistemas en los laboratorios que llegaba a visitar. La construcción podía lucir muy fría por fuera, pero dentro, la arquitectura se parecía mucho al hogar de Lex Luthor, lo que sin duda le dijo de la influencia de éste en el lugar más amigable, casi hogareño que pertenecía a la parte alta, los aposentos del Alto Consejero a donde fue guiado, permaneciendo ahí.
Notar los víveres y otros objetos listos para lo que sería ese período de Celo solamente vino a poner en contradicción todo lo que estaba pensando. Bruce cerró sus ojos, respirando hondo para calmarse y mejor dar un paseo para no aburrirse, después de todo, si no salía de la fortaleza podía andar con libertad, incluso mirar por los balcones hacia el bosque, los riachuelos que se colaban por debajo de la muralla. La muy lejana vista de Nueva Metrópolis. Sus cachorros. Ese descenso a la isla era lo que había estado esperando, la única oportunidad que bien podría tener para escapar. Todo dependía de sobrevivir al Celo del Alfa y encontrar un punto débil en toda aquella seguridad. Ahora tenía otro problema que le frustraba, esa parte de él negándose a hacerlo. Dejar solo a Clark y que llegara a morir por el efecto devastador de su condición Metahumana.
-Maldita sea -susurró para sí.
-Omega Kent -la voz de Hal le distrajo, caminando hasta llegar a su lado frente al ventanal- ¿Todo está bien?
Bruce le miró de arriba abajo, sin responderle antes de dar media vuelta para seguir su camino. Una mano del Metahumano le detuvo, frunciendo su ceño.
-Siento lo de J'onn.
-¿Lo sientes? -el Omega no pudo evitar bufar a la oración.
-Perdí el control.
-Perdiste más que eso, pero no es de mi incumbencia.
-Yo...
-Escucha, centinela, no intentes redimirte conmigo. Es tarde, muy tarde.
-¿Acaso crees que tu punto de vista es el único correcto?
-¿Y tú crees que el tuyo lo es?
Hal gruñó, de frente a él. -¿No has pensado que solamente es tu manía de Omega queriendo probar que eres superior a cualquier Alfa? Ese orgullo ha arrastrado a muchos a la desgracia.
-Dos cosas, centinela -siseó Bruce, dando un paso hacia Hal- La primera, tú sabías que J'onn nunca hubiera levantado una mano contra ti, te aprovechaste de eso, así que puedes elaborar cuanta retórica quieras, nunca cambiará el hecho de que lo mataste a sangre fría. Segunda... ten mucho cuidado como te diriges a mí, porque curiosamente, sí soy superior a ti.
-¿Qué estás diciendo?
Bruce se dio media vuelta, mirándole de forma burlona casi retadora por encima del hombro al caminar aprisa para salir de ahí y encontrarse con Kent en aquel ancho recibir del piso. Hal iba a seguirle, de eso estaba seguro, era lo que quería. Todos hicieron una reverencia a la llegada del Alfa, quien frunció de inmediato su ceño al detectar la inquietud en su Omega al que abrazó apenas este se le acercó, buscando el refugio de la protección entre sus brazos. La mirada rojiza de Clark se posó en Jordan, quien tragó saliva, hincando una rodilla en el suelo.
-¿Te hizo algo? -murmuró con voz ronca el Alto Consejero contra los cabellos de Wayne.
-No quiero volver a quedarme a solas con él.
Hal jadeó al sentir esa agresividad del Súper Alfa concentrarse en su sola persona.
-Consejero...
-Última vez que te dejo a cargo de mi Omega. Será Raven quien te sustituya. Diana, encárgate.
-Como tú ordenes.
-Largo todos de aquí, ¡AHORA!
Un alto precio por un pequeño experimento. Bruce había comprobado que, así como él podía reaccionar a Clark, éste también lo hacía con la misma intensidad, claro que eso implicaba que su Vínculo se reforzaba, haciéndose más fuerte. No estaba tan seguro ya de lo negativo en ello. Las manos del Alfa le sujetaron por la cintura, levantándole. El aroma del Celo brotando con fuerza, obviamente impulsado por aquel pequeño enojo. Apenas si llegaron a la amplia sala cuando sus ropas ya habían sido desgarradas, dejándolo desnudo ante los voraces ojos del Alto Consejero, a sus manos que le recorrieron seguida de su boca. Pelear contra semejante fuerza era inútil, y esa duda en su mente tampoco ayudó. Primero lo hicieron ahí, hasta que simplemente sus ojos se cerraron del cansancio, aún con un Nudo dentro y unos colmillos mordiendo su Marca. Luego contra las paredes del pasillo rumbo a la habitación bien apenas fue capaz de abrir sus ojos.
Agradeció que su espalda tocara la mullida cama cuando al fin llegaron a ella, si bien sus caderas comenzaban a quejarse, sujetándose de los hombros de Clark, rasguñando su espalda a las fuertes embestidas. Una imagen vino a él, como si alguien hubiera abierto una ventana. Era un pequeño niño en un granero, tirando todas las cosas viejas que había dentro, asustando a los pocos animales que descansaban ahí, pateando la paja hasta que cayó en el suelo húmedo entre pataletas y rugidos con sus puños en el aire como si estuviera peleando con alguien imaginario. Había mucho miedo en ese pequeño niño de rostro húmedo por sus gruesas lágrimas. La noche se acercaba, con ella la tormenta que traía relámpagos que le asustaban y su única protección había desaparecido. Una mantita color rojo. Bruce gritó, arqueándose contra la cama, sus muslos apresando las caderas de Kent quien se enterró en él, un nuevo Nudo. Ese pequeño niño había perdido lo único que le daba fuerzas para enfrentar a los relámpagos. Y estaba furioso consigo mismo por ello.
-Alfa...
La mantita. El Guasón. Relámpagos. Lois Lane. Un bebé. La mantita. Bruce. Padres. La bomba.
-Alfa...
No quiero perderte. Ya no puedo perderte. Te amo.
-Alfa...
Los labios de éste cubrieron los de Bruce, quien llevó sus manos al rostro sudoroso del Alto Consejero, sintiendo lágrimas que corrían por su rostro, limpiándolas con sus dedos. Dos brazos le levantaron de la cama, sentándole en el regazo de Clark, haciendo que el Nudo entrara un poco más, haciéndole gemir en el beso, sintiendo esos espasmos que le llenaron. Solo se escucharon sus respiraciones agitadas, dos corazones latiendo aprisa al mismo ritmo. Kent se corrió de nuevo, haciéndole jadear, recostando su rostro en su hombro que notó tenía una mordida suya. Bruce cerró sus ojos, la imagen del niño llorando por su mantita aún persistió en su mente que se perdió unos momentos en el sueño. Volvieron a hacerlo. Perdió la cuenta de cuantas veces y de las formas. Su Alfa jamás se separó de él, dejando marcas por todo su cuerpo igual que su aroma.
El Omega terminó tan exhausto que apenas si fue consciente del término de aquel Celo tres días después cuando las manos cariñosas de Clark le atendieron, recordando esos gestos y su voz ya tranquila hablándole de algo que no pudo recordar. Bruce despertó al mediodía siguiente, pero sin moverse todavía, muerto de cansancio con sus caderas punzándole. El Alto Consejero le cuidó, entre besos y unos inusuales mimos que no rechazó, no tenía fuerzas ni para hablar. Pasarían otros días más antes de que fuese capaz de sentarse en la cama para comer solo. Clark estaba feliz cual cachorro teniéndolo así o con la oportunidad de mostrar sus dotes de protector Alfa, no estuvo seguro de cual de las dos. Le dejó hacer mientras pudiera descansar, dormir, y comer.
-Buenos días, amor.
Rosas y otros obsequios le esperaban a Bruce días más adelante cuando al fin pudo poner un pie fuera de la cama. Maldiciendo con todas sus fuerzas la resistencia del Súper Alfa y ese Celo que por nada estuvo por dejarlo sin movilidad en sus piernas. Tuvo unas ganas enormes de estrellarle un plato en la cabeza al Alto Consejero, más era más importante recuperar energías que gastarlas en un gesto que nada bueno iba a traer. Aún no hablaba con Clark, esperando el momento oportuno para hacerlo, sobre esa memoria que estaba seguro había sido real. Sobre esas palabras que habían resonado en su mente no solo una vez, sino varias durante el Celo. ¿Había sido la calentura Alfa o en verdad lo sentía de esa manera? Quería que fuese lo primero, no estaba seguro de poder lidiar con lo segundo. De nuevo eran trampas que prefería no sortear.
-¿Qué tal un paseo por el bosque? Sé que te encantan los bosques.
-No sé si pueda caminar tanto.
-Te puedo cargar si te cansas.
-... estás disfrutando esto, ¿no es así?
Clark sonrió, esa sonrisa inocente, divertida, sincera. -Mucho.
Cuando estaban a solas, cuando el Alto Consejero dejaba de serlo para convertirse únicamente en Clark Kent, ese Alfa bobalicón, Bruce realmente llegaba a dudar de sí mismo. Deja todo esto, huye conmigo. Podemos volver a comenzar. A veces creía que eran los demás los causantes de su cambio de actitud, pero eso era darles demasiada importancia. Clark era un Alfa agobiado por el dolor, la culpa y jodido virus que estaba trastornando su mente. Yo también te necesito. Esos paseos por el bosque le dolían, porque eran casi perfectos, sin problemas, hablando de la ardilla amiga de Kent y que corría a su mano cada vez que lo veía para regalarle una bellota. O las risas de aquel idiota porque lo hacía gruñir al estarle haciendo cumplidos que podían hacer que sus mejillas se sintieran ligeramente calientes. La mente Omega tan traicionera haciéndolo imaginar que estuvieran paseando de esa misma manera con Dick, Jason y Tim peleando alrededor.
Y luego, venía la tormenta llamada realidad.
Ese descanso que ya había pasado el mes desde el Celo del Alfa, terminó cuando Diana se presentó para hablarle de su última orden. Al mediodía llegaron soldados trayendo a un peligroso prisionero al patio trasero de la fortaleza, que daba al bosque. Se trataba del Guasón, que lucía horrible por las torturas a las que había sido expuesto, riendo como el demente que era mientras lo ponían de rodillas en esa colchoneta. Atado de manos tras la espalda, levantó su mirada hacia ellos, escupiendo un diente al pie de Diana que se hizo hacia atrás con una mueca de asco. Bruce miró al Alto Consejero, esa mirada iracunda de nuevo, de rencor, clamando venganza. Quiso llamarle a través de su Vínculo, arrepintiéndose a los minutos siguientes de no haberlo hecho cuando Clark avanzó hacia aquel monstruo, levantándole por el cuello. Sabía que lo haría, y no debía. Así no.
-Tus días terminaron, criminal.
-¿Sí? Creo que todos siempre recordarán como la mataste con tu hijo en su vientre. Y como explotaste media ciudad. Sí. Fue tan lindo que hicieras eso por mí. Tan... manipulable.
-¡SE ACABÓ!
-Ah, pero las obras del hombre viven para siempre -canturreó el Guasón siempre desafiante, sus ojos posándose en Bruce brillando misteriosos- He completado mi trabajo.
Las alarmas internas de Bruce se dispararon, aquella mirada decía mucho. Estaba seguro de que no habían podido sacarle nada al Alfa, y era seguro que sabía demasiadas cosas. Dio un par de pasos hacia adelante, estirando una mano. No debía hacerlo, no debía. No debía.
-Detente...
-No te acerques -Diana le jaló de vuelta a su lugar.
-No, ¡Clark!
Respingó al ver y escuchar el sonido de un pecho siendo abierto en dos, la mano de Clark había atravesado el cuerpo del Guasón, éste sonriente todavía. Un escalofrío recorrió su espalda, sujeto con firmeza por Diana. El Alto Consejero tiró aquel cuerpo con desprecio, su mano derecha empapada de sangre y vísceras, mirando el cielo nublado que dejó caer una ligera lluvia, el único sonido que se escuchó en los siguientes minutos. Nadie se atrevió a interrumpir aquel momento de un Alfa cuyo aroma era a todas luces una ira desmedida. Bruce tragó saliva, bajando su mirada. Todos los soldados en sus trajes de protección estaban asustados, podía olfatear el miedo en ellos pese a sus protecciones. No eran los únicos así.
El Omega levantó su mirada cuando un aroma le hizo quedarse de una pieza. Entre los soldados estaba... era... era...
¡PELIGRO! ¡PELIGRO! ¡INTRUSIÓN DETECTADA!
Un estallido en la fortaleza levantó el caos. Clark rugió, llamando a sus Metahumanos. Los soldados se dispersaron. Bruce estaba buscando con la mirada aquel soldado con el aroma, sintiendo el corazón latirle aprisa. Eso quizá confundió a su Alfa quien fue a él, sujetándole con fuerza de su cintura para llevárselo, gritando órdenes entre la lluvia. Tres silbidos cortaron la lluvia. El primero lanzó a Diana contra las paredes cercanas de la fortaleza, abriendo un boquete, el segundo envió a los Metahumanos más cercanos a ellos hacia el bosque por la onda de choque. Clark empujó al suelo a su Omega, recibiendo en el pecho aquel disparo que lo envió del otro lado del patio. Ondas ultrasónicas que el agua hacía cual cañonazos. Un arma que jamás había visto.
En la mente de Bruce solamente hubo una cosa importante en medio de la pelea y ese caos, y era encontrar a ese soldado. Se levantó del suelo mojado para correr hacia donde el aroma se movió, aún tratando de ubicarlo, empujando y golpeando a los que se interpusieron en su camino. Tenía que encontrarlo, saber que no era una trampa de su mente. Resbaló por una bajada, sus piernas aún no eran tan fuertes como para un ejercicio así. El aroma estaba cerca y se levantó gateando primero, alejándose de los siguientes silbidos que hicieron trizas a los soldados, hicieron a uno que otro centinela Metahumano. Miró entre los árboles al soldado, alejándose de ahí a paso tranquilo con su arma en mano como si hubiera decidido simplemente desertar. Nuevos estallidos levantaron de forma misteriosa columnas de agua dentro de la isla.
-¡Espera...! -jadeó Bruce, trastabillando.
Sintió sus ojos rozarse, frustrado de sus fuerzas aún no recuperadas. Wayne se apoyó contra un tronco, jadeando pesadamente mientras el soldado metros adelante se giraba hacia él, observándole desde su máscara de protección. Gimió, estirando una mano hacia esa cara oculta. El soldado levantó una mano, llevando un dedo índice por encima de la máscara, a la altura de su boca, pidiendo silencio. Bruce negó, sin entender, frunciendo su ceño.
-No... espera...
Dio un paso, y una mano se cerró sobre su boca, con un brazo sujetándole por la cintura. Cometió el grave error de jadear, aspirando el somnífero de la máscara que el extraño había puesto sobre su boca y nariz. El soldado desapareciendo entre los árboles fue lo último que vio, esa imagen perdiéndose en una neblina que hizo todo borroso, con el repiqueteo de la lluvia como despedida antes de sucumbir a la inconsciencia inducida entre los brazos del desconocido.
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