Regalos

GOTAS DE LLUVIA SOBRE MI CABEZA

Autora: Clumsykitty

Fandom: DC

Género: AU -Sci-Fi/Omegaverse

Parejas: Superbat, JayDick, Halbarry como principales.

Derechos: Los personajes pertenecen a DC y los abogados. Yo solo soy un gusanito.

Advertencias: Pues esto no será agradable, hay mucho dolor, sangre, sufrimiento como lo propio de un Omegaverse. Gente mala haciendo cosas malas. Yo pensando mil locuras con eso. Inspirado en la saga "Injustice".

NOTA CLUMSY: Por las dudas, esto que leeréis aquí no es una oda al canon, hay cambios de hechos y circunstancias para mi complacencia pura y vil. Si no estáis cómodos con eso, os invito a partir en busca de mejores historias que os hagan sentiros a gusto.

Gracias por leerme.



***

Regalos.

"Busqué mi alma, pero no la pude ver. Busqué mi dios, pero me eludió. Busqué mi hermano y encontré a los tres."

Elisabeth Kübler-Ross.



Barry le había dicho que los niños comelones de libros siempre terminaban con un gusto por el café, como si una cosa tuviera que ver con la otra. A Tim le había gustado más por el sabor por todo lo que implicaba preparar café, esos factores y el proceso tan meticuloso para lograr un buen grano, aunque Jason estuviera riéndose de él todo el tiempo. Le daba la sensación de que preparar café y su vida personal tenían mucho que ver, eran casi lo mismo. Si no se cuidaba una cosa, todo lo demás podía echarse a perder, como era el caso de su amistad con Conner que sin querer había descubierto ante sus hermanos y el resto de los amigos de su padre cuando Jason le hizo enojar. Tenía muy presente la amenaza de Deathstroke de no hablar sobre aquel Duplicado, y esperaba con fe poco esperanzada a que su boca floja no le costara la vida a su amigo.

Verlo aparecer por el techo que miraban las gárgolas de la vieja catedral una vez más le tranquilizó, tomando su mano para ir a correr, hacerles travesuras a los ladrones o correr despavoridos de los perros salvajes o de uno que otro infectado que les saltaba de las alcantarillas cuando se paseaban por los callejones abandonados. Conner era fuerte y lo demostraba cuando Tim estaba en riesgo, en varias ocasiones ya había dejado como coladera más de un infectado cuando trataron de ponerle un dedo encima, pero en general, era bastante tranquilo. Le gustaba mucho ayudar a Tim a entrenar o realizar sus misiones con todo y que eso luego resultaba en que regresara a casa con las ropas manchadas por lodo u otras cosas. Además, había un asunto extra que le gustaba charlar con él, buscando no ser tan obvio con el tema.

-¿Volviste a ver al Omega?

-Sí, ah, estaba tan triste. Pero me gusta estar con él, huele bonito.

-¿Sabes por qué estaba triste?

-Oh, bueno no sé bien, siento que le falta algo.

-Ya lo creo.

-¿Eh?

-Aún traes mi pulsera.

-No me la quito ni cuando me dan un baño. Es mi preferida.

-¡Es tu única pulsera!

Conner rió con él, mirándole fijamente. -¿Tim?

-¿Qué pasa?

-Me gusta estar contigo, pienso en ti cuando estoy allá arriba solo.

-Yo también te extraño.

-¿De verdad?

-¿Por qué lo dudas?

-Bueno -el chico se mordió una mejilla- Dicen que nadie debe preocuparse por mí, porque solo soy Conner.

-Ah, pues qué idiotas los que lo dicen. Tú eres muy importante para mí, te quiero mucho...

Tim se quedó callado, sonrojándose de golpe ante la mirada curiosa de Conner al escucharle decir aquello. Se levantó sacudiendo sus ropas con una tos nerviosa.

-¿Otra carrera?

-¿Me quieres? ¿Cómo a los pastelitos?

-El que llegue al último, carga al otro de regreso. De aquí hasta la gárgola que está por allá.

-¿Si te gano me respondes las preguntas?

-¡En tres, dos, unoooooo!

-¡TIM ERES UN TRAMPOSO SALISTE PRIMERO!

Corrieron como locos, cambiando de meta porque Conner estuvo por ganarle, así que Tim hizo trampa eligiendo otro sitio al cual llegar que estaba más cerca de él, olvidando que su amigo era increíblemente veloz. Gruñó cuando le alcanzó, jadeando luego al ser levantado por un brazo como si fuese un costal que llevar pegado al costado de Conner cuya risa divertida calló toda queja del otro adolescente, simplemente sujetándose de sus hombros mientras tomaba impulso para saltar hacia un puente que se le hizo demasiado lejano.

-Conner, Conner, Conner no.

-¡SÍ!

Uno aulló de furor, el otro de terror al ver que la caída sería mortal, aferrándose por su vida de Conner, cuya mano alcanzó a aferrarse de una viga, ambos quedando balanceándose sobre un rió de desperdicios con alambres y escombros que bien podían dejar sus huesos hechos trizas.

-¡Tonto!

-¿Creíste que nos caeríamos? Vamos, Tim, yo nunca te soltaría así.

-... no lo vuelvas a hacer.

-¿Estás enojado?

Tim le miró, torciendo su boca en una sonrisa al sacudir su cabeza, notando que sus rostros estaban demasiado cerca.

-¿Por qué tu corazón late tan aprisa?

-¿Eh?

-Tu corazón, suele tener un ritmo particular, pero ahora está como loco.

-¿Tú... tú puedes escuchar los latidos de mi corazón?

-Desde que bajo -asintió Conner muy orgulloso- Sé que estás esperándome donde siempre.

-Oh, vaya.

-Se ha puesto más loco todavía. ¿Estás bien?

-Debemos subir, tu brazo...

-No me duele nada, mira -muy a propósito, Conner se balanceó haciendo que el otro casi se pegara por completo a él.

-¡¿Qué haces?!

-¿Ves? Te dije que soy muy fuerte.

-Sí, ya lo entendí. Ahora subamos antes de que tu vanidad nos mate.

Tim buscó en su cinturón su lazo que disparó para subir por su cuenta, murmurando cosas sobre muchachos Alfa sin cabeza. Cuando estuvieron a salvo, en el piso viejo de concreto del puente, Conner rió pensando en algo. Se acercó a él, jalándole por sus codos antes de darle un tierno beso en sus labios que dejó a Tim de una pieza, sin moverse ni hablar mientras el otro se giró, canturreando una de las muchas canciones que ya le había enseñado anteriormente. Tim se llevó una mano a su boca, luego gruñendo para alcanzarle, empujándolo un poco, pero sin reclamar nada, su rostro hirviendo. Conner le empujó de vuelta y comenzaron a jugar de nuevo. No quiso pensar mucho en lo del beso porque tal vez solamente había sido un gesto más que Conner había aprendido o visto, aunque su estómago pareciera un remolino igual que su corazón.

-¿Conner?

-¿Sí?

-¿Puedo pedirte un favor?

-Claro.

-¿Podrías darle un fuerte abrazo al Omega cuando lo vuelvas a ver? Para que no se sienta tan triste.

-Okay, eso haré.

-¿Y Conner?

-¿Qué pasa?

-¡TIENES UNA ARAÑA EN LA CABEZA! ¡JAJAJAJAJAJAJAJA!

Tim echó a correr mientras se reía a carcajadas, huyendo de un ofendido Conner quien le persiguió sin ánimo de alcanzarle si bien podía, disfrutando de aquella tonta persecución con el aroma húmedo de la ciudad anunciando una tormenta. La primera sirena sonó, alertándolos, aunque estaban muy entretenidos forcejeando entre sí mientras pasaban al otro lado del puente hacia los muelles abandonados donde podían jugar sin que nadie los viera, sobre todo por Conner y su fuerza que no era ordinaria. Tim escuchó algo a lo lejos, callando a su amigo. Con unas señas que previamente le había enseñado su significado, se fueron acercando por unas ruinas de viejos almacenes. Había un sonido, un rumor de gritos con alguien más hablando. Red Robin entró en su papel de protector, pidiéndole silencio a Conner y ordenándole quedarse tras él hasta acercarse lentamente a una ventana de vidrios rotos por donde miraron al grupo nutrido de mercenarios reunido alrededor una mujer cuyas coletas rubias de puntas rosadas y azules alertaron a Tim.

-¡... el Régimen es cruel y malvado! ¡Nos arrebató a mi Pudín! ¡Pero nuestro momento de venganza ha llegado!

-¡SÍ! ¡VENGANZA! ¡VENGANZA PARA EL GUASÓN!

-Tim, ¿quién...?

-Ssshh.

-¡Y nuestros amiguitos nos han traído hermosos regalos! ¡Abran las cajas!

Varios hombres arrastraron pesadas y altas cajas con protecciones de madera que quitaron, descubriendo contenedores de armas. Una a una las fueras sacando, todos maravillados de lo nuevas y poderosas que lucían. Tim grabó eso, con el ceño fruncido. No eran armas que pudieran haber robado al Régimen, ni tampoco que le hubiera visto al Clan del Guasón. Tampoco eran de los Insurgentes, tenían un diseño completamente diferente. Harley Quinn tomó una que disparó contra un muro, pulverizándolo entre sus risas chillonas que los mercenarios celebraron, cada uno haciendo una prueba de las diferentes modalidades de esos cañones tan refinados. No era algo normal y con esas armas aquella loca mujer podría hacer mucho daño en Nueva Metrópolis.

-Tim.

-Espera, Conner. Un poco más.

Tim miró hacia el muelle a lo lejos, ajustando sus binoculares para tener un acercamiento. Las cajas lucían recién desembarcadas, el carguero tenía que seguir ahí, cerca. Si podía tener una imagen de este sería una pista contundente de quien había estado ayudando el movimiento del Guasón. Un tirón en su traje le hizo maldecir sin querer.

-¡Conner! ¡Ya te dije...!

Se quedó callado ante la manada de enormes perros salvajes echando espuma por la boca que estaban rodeando las ruinas donde ellos estaban escondidos. A lo lejos, Harley torció una sonrisa, apuntándoles con su cañón como si les disparara.

-Wof.

Los perros brincaron hacia ellos, Tim sujetó a Conner para saltar fuera de las ruinas a un muro donde cayeron, con aquellos canes infectados persiguiéndolos. Notó que traían en la oreja un dispositivo que los dirigía y hacía más salvajes. Se fueron lanzando uno a uno contra el pesado muro que comenzó a tambalearse. Las manos del joven Robin se movieron apresuradas, pensando en como evadirlos para escapar antes de que los mercenarios tuvieran ganas de ir tras ellos. Un brazo de Conner rodeó su cintura, alzándole en vilo al saltar con fuerza hacia los animales, cayendo sobre un par de lomos que se quebraron al impacto. Otro salto más los llevó de nuevo de camino al puente sin que el joven Alfa disminuyera la velocidad, Tim jadeó sorprendido. Se recobró de la sorpresa inicial sacando de su cinturón unas pequeñas bombas que preparó, lanzándolas a los costados del puente.

Varios aullidos se dejaron escuchar cuando el puente cayó junto con los perros, ellos ya habían cruzado del otro lado gracias a la carrera tan veloz de Conner, quien sujetó a Tim, mirándole por alguna herida que no tenía. Red Robin le tranquilizó con unos manotazos al sentir que recorría su cuerpo de una manera que le inquietó, prefiriendo que corrieran de nuevo para volver a casa, la segunda sirena ya había sonado. Conner asintió, más tranquilo para ir con él. Apenas llevaban caminando un par de metros cuando éste le brincó encima, gruñendo al caer sobre el cemento de la acera sucia. Tim rodó a un lado, confundido y escuchando otro silbido que pasó cerca de su cabeza. Estaban disparándoles. De inmediato giró sus ojos hacia su amigo que se sujetaba un hombro por un disparado que había rozado su brazo. Sangre manchaba esas ropas finas como los dedos temblorosos de ese temerario e inocente Alfa.

-¡NO!

Tim lanzó una granada de humo, pasando un brazo por debajo de los brazos de Conner para levantarle, corriendo lejos de ahí hasta edificios que le sirvieran de protección contra aquellos cañones de largo alcance. No se detuvo ahí, pues la tercera sirena sonó, anunciando ya la llegada de una fuerte lluvia. Casi llorando de desesperación entraron a una vieja iglesia que les abrigó, dejando a Conner en una banca, mientras sacaba apurado de su cinturón medicamento y material para curar esa herida, tirando algunas cosas entre maldiciones. Estaba asustado. Una mano atrapó su mentón, levantándolo hacia unos ojos azules que le miraron tranquilamente con una sonrisa quieta como si nada ocurriera.

-Estoy bien, Tim.

-No, tu herida...

-Estoy bien, mira -Conner retiró su mano, la tela desgarrada mostró una piel que ya no tenía herida alguna, solamente manchada de sangre- ¿Lo ves?

-¿Qué rayos...? Tú...

-No llores, no me gusta verte llorar.

-¡No estoy llorando! Es... es el polvo de esta iglesia.

Conner rió, inclinándose hacia él sin soltar su mentón, esta vez el beso duró más que el anterior, aunque igual de casto. Tim abrió sus ojos, sonrojándose.

-¿Por qué haces esto?

-¿Hacer qué?

-Esto... besarme.

-Um, bueno, porque me gusta hacerlo. Me siento bien y estás rojo.

-¡No es cierto! -gruñó Tim, soltándose- Y debo limpiar tu hombro de todas maneras.

Pasaron la lluvia ahí arrinconados, Tim repartiendo las últimas golosinas que había traído consigo, platicando de todo y nada. Cuando la lluvia pasó, Conner regresó con un vendaje en su brazo que hizo a Deathstroke mirar fijamente al joven Robin quien le mostró un dedo medio sin darle explicaciones, despidiéndose de su amigo quien le guiñó un ojo. Un día de muchas aventuras, se dijo antes de dar media vuelta y correr de vuelta a la cueva. Dick ya le esperaba, al haberse tardado más de lo debido y sin comunicarse. Tim le mostró lo que había grabado, incluyendo la imagen apurada del único carguero extraño en el muelle, sin oxidar ni tampoco un modelo conocido.

-Tiene un escudo. Pero la imagen es muy borrosa, veré si la computadora puede restaurarla. Muy bien, Timbo, pero muy arriesgado. Esa mujer está loca y no debes volver a acercarte a ella.

-Lo siento, pero era importante.

Dick le despeinó. -Cuida por donde vuelas, pajarillo.

-¿Todo está bien?

-¡ALFREEEED! -Tim corrió al mayordomo al escucharle para darle un fuerte abrazo, casi tacleándolo- ¿Dónde estabas?

-Fui de compras, se lo dije al Joven Dick.

-¡Pero eso tomó días!

-Oh, conseguir esto -le mostró unas extrañas golosinas- Requiere de muchas negociaciones y espera, ¿quiere ayudarme el Señorito a preparar este postre?

-¡Claro que quiero!

-Bienvenido, Alfred -saludó Dick, sonriendo- Tim nos ha conseguido información valiosa, la enviaré a Cyborg ahora mismo.

-Luego un baño y cenaremos.

-Claro, Alfred.

Tim siguió al mayordomo a la cocina, olfateando aquellas golosinas que parecían ser de dulce, aunque era algo más, siendo un buen ayudante solícito que ayudó pasando trastes o ingredientes para hacer una tarta que decoraron con las golosinas.

-¿Qué son?

-Frambuesas.

-¿Frambuesas? Suena raro.

-Pero son muy ricas, ya lo verá. ¿Preparará café el Señorito Tim?

-¡Sí!

El adolescente sacó ahora todas sus herramientas, incluyendo su recién creada tostadora para hacer su café. Se quedó pensativo unos segundos, dudoso o no de hablar de algo, gesto que Alfred notó, sonriendo al ver su indecisión.

-¿Sucede algo, Señorito?

-Pues... un poco.

-Le escucho.

-¿Sabes, Alfred? Hoy... tuve mi primer beso.

El mayordomo sonrió, levantando su mirada de la tarta. -¿Será acaso el Señorito Conner el responsable de robarse la inocencia de mi Señorito Tim?

-Bueno, fue algo fugaz -murmuró éste sonrojado.

-Los besos no son fugaces si provocan mejillas tan rojas como una manzana.

-¡Alfred!

-¿Todo está bien, Señorito?

-Sí, todo está bien. Me gustó.

-Eso me alegra o tendría que ir a buscar al canalla para ajustar cuentas.

-Ja, ja, ja, ja, ¡Alfred!

-Nadie lastima a mi familia. ¿Cómo va ese café?

Cuando Dick regresó, tanto el café como la tarta estaban listos, así que cenaron los tres con una nueva lluvia cayendo afuera.

-La computadora no pudo restaurar mucho de la imagen, solo es un escudo con alguna clase de brazos, pero estaba muy oscuro para sacar conclusiones -comentó Dick en la mesa.

-Nos lanzaron perros infectados.

-Te escuché la primera vez, no intentaba decir nada. El video, por otra parte, ha sido muy bueno, Tim. Cyborg y los demás están de acuerdo en que habrá una ola de violencia que seguro van a adjudicarnos por haber capturado a Batman. Harley y sus mercenarios van a darnos problemas como al resto de las personas, ya han alertado a los demás para que estén al pendiente. ¿Quién podría haberles dado esa clase de armas así nada más?

-¿Lex Luthor? -sugirió Tim.

-No, esa no es tecnología de Luthor. Víctor no reconoció ni material ni estructura típica de Luthor Corp. Proviene de alguien más, como la imagen del carguero.

-El Régimen no debió matar al Guasón, solamente empeoró las cosas.

-Según se ha dicho, era el responsable por las pérdidas del Alto Consejero.

-Pero eso no es justicia, es un crimen, ¿no, Alfred?

-Cierto, Señorito Tim. Pero aquel hombre está muerto y su Clan no va a quedarse de brazos cruzados sin hacer algo en respuesta -el mayordomo se puso de pie, sacando otro plato y taza.

-¿Alfred?

-Su hermano está aquí, Joven Dick.

Tim giró su rostro con la cuchara en su boca y mejillas llenas para mirar a Jason entrar con su usual mirada hostil, dejando sobre la mesa unas cuantas frutas. Dick apretó sus labios, suspirando luego para sonreír.

-Buenas noches, hermano.

-El café de hoy es muy bueno, el Señorito Tim se supera a sí mismo.

-Que bien.

Jason jaló la única silla vacía, subiendo sus pies a la mesa pese a la mirada de reproche de Dick al hacer eso. Alfred le dejó hacer, sirviendo el postre con el café que Jason probó en silencio sin decir ni alabar nada respecto a la cena. Tim alzó sus cejas, esperando las palabras de reproche de su hermano menor, que no aparecieron por esa noche. Suspiró al pensar en la razón, cada vez estaban todos más silenciosos desde que Bruce desapareciera, como si su captura se hubiera llevado también las ganas de los otros de pelear. Apenas si decían algo, aunque si lo pensaba bien, esas esporádicas riñas subían mucho de intensidad. No era para menos si parecía que Dick había heredado esa aversión por los Alfas como su padre y Jason era el blanco perfecto. Terminaron pronto sus platos y tazas, dando gracias al mayordomo antes de retirarse. Al menos Tim que salió, fingiendo que entraba a su recámara, ya sospechaba que esperaban que no estuviera para hablar.

-... bien podrías estar aquí. No puedo cuidar de Tim todo el tiempo.

-Para eso está Alfred.

-Tú eres su hermano maldita sea.

-Si no estuvieras tratando de conocer cada cama en Nueva Metrópolis, quizá fueses un mejor hermano mayor.

-Cállate, Jason.

-Te sientes con poder solamente porque eres un Omega como él, pero ¿adivina qué? La realidad es otra y también te tocará a ti.

-¿Siempre tiene que ser así contigo, no es así?

-Le recuerdo a los jóvenes Amos que las recámaras no están lejos. El Señorito Tim puede escucharlos.

-Pues que Dick mueva esa boca para hablar cosas sensatas. No es nada más para lamer traseros.

-Tú... ¿sabes algo, Jason? Haz lo que quieras, Alfred, Tim y yo lo traeremos de regreso, no te necesitamos.

Tim fue de puntillas corriendo a su puerta al escuchar los pasos de Dick acercarse a la puerta de la cocina, saliendo de ahí para ir a su recámara que estaba frente a la de su hermano menor. Se encogió de hombros al escuchar la puerta azotarse, misma que no cerró por lo mismo, quedándose entreabierta. Tim se asomó apenas, preocupado. Dick se paseaba aparentemente de un lado a otro, murmurando cosas. El adolescente se giró, cerrando su puerta pensando en algo. Giró su rostro hacia una pared donde tenía un viejo reloj en forma de gato que mecía sus ojos al ritmo del tic tac de su cola enroscada. Apenas pasaba de la medianoche. Fue hacia uno de sus cajones de donde sacó una pequeña caja de regalo que llevó detrás de su espalda, saliendo de la recámara hacia la de su hermano mayor que tocó con los nudillos.

-¿Puedo?

-Tim... deberías estar durmiendo.

-¿Puedo pasar?

-Adelante.

Sonrió al entrar, Dick estaba en la orilla de su cama esperándole con curiosidad. Tim le extendió su pequeño regalo.

-Feliz no cumpleaños, hermano.

Tim había iniciado una tradición familiar, de un "no cumpleaños" para tener dos fiestas al año, una idea que tuvo luego de leer un libro. Sus hermanos se habían reído, pero Bruce lo aceptó sin chistar. Con tantas cosas ocurridas, habían olvidado eso, al menos el mayor. Dick se quedó mirándole como si le hubieran salido murciélagos de los ojos, tomando el regalo con cuidado con una sonrisa tímida y ojos húmedos.

-Tim...

-Anda, ábrelo. Te gustará.

Así lo hizo su hermano mayor, encontrando que eran unos anillos en color azul como su símbolo de su traje. Dick arqueó una ceja al sacarlos, eran demasiado grandes para sus dedos.

-Son para tus bastones, absorben la energía de un ataque o impacto y lo convierten en descargas eléctricas. Los hice para ti.

-Ven acá.

Tim le abrazó, sintiendo esos brazos apretarle con fuerza, la voz de Dick era temblorosa.

-Gracias, hermanito.

-Eres el mejor hermano mayor que he tenido. Yo confío en ti, sé que volveremos a ver a papá.

-Te lo prometo.

-No estés triste, ¿de acuerdo? ¡Eres Nightwing! Todos saben que no pueden contra ti.

-Ni tampoco contra Red Robin.

-Feliz no cumpleaños.

-A descansar -Dick le despeinó, mirando con cariño esos anillos azules- Se los iré a colocar ahora mismo a mis bastones, pero quiero ver que ya te duermas.

-Buenas noches.

-Buenas noches, Tim.

Una vez más, le fue imposible obedecer esa orden porque su curiosidad por ver la reacción de su hermano con sus inventos picó más su curiosidad. Fue descalzo a donde el almacén de armas, trepándose en una columna de roca para espiarle. Dick iba haciendo malabares con los anillos que dejó sobre una mesa, sacando los bastones de su estuche para colocárselos. Calzaban perfectamente porque anteriormente ya había tomado medidas. Tal como esperaba, su hermano mayor comenzó a girarlos y pesarlos para calibrar el nuevo peso con los anillos, golpeó la mesa con ambos al mismo tiempo, notando como pequeños rayos salían despedidos de los bastones. Dick rió, negando y acariciando sus armas. Era como quería verlo.

-¿Qué es eso?

-Jason, creí que te habías largado ya.

-Solo vine por mis armas. Son mías -Jason salió de otro punto que no lo había visto, acercándose para ver los bastones- ¿Qué son esas cosas?

-Un regalo de Tim.

-¿Regalo?

Dick suspiró. -Buenas noches, Jason.

Su hermano mayor se giró, tomando sus armas para guardarlas de vuelta. Jason gruñó, sujetándole por un codo para girarlo de vuelta hacia él, estampándole un beso furioso en sus labios. Tim abrió sus ojos sin atreverse a respirar siquiera, sintiendo que estaba sufriendo un corto circuito. Dick le empujó con jadeo, limpiándose sus labios.

-He dicho que no.

-¿Por qué?

-Jason... tú, ¿es en serio?

-¿Vas a seguir llorándole a Starfire? Está muerta.

-¡Ya lo sé! -Dick se tiró de sus cabellos- Lo sé, maldita sea. Lárgate, estabas ansioso por dejarnos, no vengas a... solo vete ya.

-¿Eso es lo que siempre me dirás?

Dick dejó caer su cabeza. -Jason, ¿qué no lo ves?

-No.

-Tú... tú eres un Alfa.

-Y tú un Omega.

-No, eres un maldito Alfa arrogante que está culpando a medio mundo por lo que te pasó, incluyendo a nuestro padre. Lo siento, no puedo con eso. Yo sé que estuvo mal, sé que todos cometimos errores, pero yo no cargaré con remordimientos que no son míos. Tienes que dejar eso atrás, Jason, ¿no ves como te estás destruyendo a ti mismo?

-Dime que te importa y me detendré.

-Yo... ¡no puedes estar haciéndome esto! ¡Jason, basta!

Jason se acercó y Dick puso distancia entre ellos, levantando uno de sus bastones en signo de defensa con una mirada herida.

-Son diferencias irreconciliables.

-Tú quieres hacerlas así.

-Vete, Jason.

Éste buscó algo en su chaqueta, que aventó a la mesa. -Feliz no cumpleaños.

Tim bajó a toda prisa al ver a Jason dirigirse a donde estaba espiando, corriendo tan aprisa como pudo de vuelta a su recámara donde se juró no salir más por el resto de la noche y madrugada. Su corazón dio un vuelco al recordar la escena, sin saber qué pensar. Era cierto que Dick y Jason un tiempo fueron un dúo, hermanos bastante cercanos. Hasta el accidente de Jason. Luego de eso cambió mucho, Dick aun trató de mantener esa alianza que tenían, pero no resultó, con el paso de tiempo se convirtió en eso. Siempre peleando llegando incluso a los golpes. No tenía idea de la otra cara de aquella agresiva dinámica.

Dick amaneció de buen humor, con Alfred preparando su comida favorita por ser su no cumpleaños. Nadie dijo nada, tampoco él. Se quedó a su lado, entre las bromas y las risas quietas notó que la mirada de su hermano mayor estaba triste, lejos de ahí. No vería a Conner ese día, por lo que pudo pasar todo el día acompañando a Dick como otro discreto regalo de no cumpleaños. Oliver y los demás le celebraron también, abajo en los acueductos. Cuando ambos regresaron con algunos obsequios en los brazos, vieron a Alfred preparando una pequeña maleta.

-¿Alfred?

-Señoritos, que gusto hayan vuelto -el mayordomo les sonrió, abrazándoles con cariño- Joven Dick, creo que ya tiene la edad para hacerse cargo de la familia Wayne.

-¿Qué? Alfred, ¿qué...?

-Hay algo que debo hacer, por lo cual debo marcharme.

-¡Alfred! -Tim le miró angustiado- ¿Qué piensas hacer?

-Nada malo, Señorito Tim. Iré con el Amo Bruce.

-¡¿Qué?! -ambos se miraron y luego al mayordomo.

-Confiaré en que los tres podrán llevarse bien, no más peleas frente al Señor Allen y los demás, ni tampoco entre ustedes. Su padre me necesita.

-Pero, Alfred, ¿cómo piensas...?

-Jason me ayudará.

Tim parpadeó, confundido. -¿Jason?

-Escuchó perfectamente, Señorito Tim. Tengo que irme, por favor, recuerden lavar los trastes antes de irse a dormir y revisar siempre la caducidad de los alimentos.

-Alfred... -Tim dejó los regalos a un lado, abrazándole- No te vayas.

-Debo hacerlo, mi amado Señorito. Pero volveremos a vernos.

-¿Cómo? ¡Ni siquiera sabemos dónde está papá!

-Y eso es algo que me corresponde a mí arreglar. Por favor, recuerden que ustedes son su razón de existir. Cuando nos volvamos a ver, tienen que estar presentables y sanos. ¿De acuerdo? ¿Pueden hacer eso por mí?

-Alfred -Dick negó apenas- No podré...

-Sí lo hará, Joven Dick, es un Wayne.

-Tengo miedo -gimió Tim.

-No me sucederá nada, Señorito Tim. Soy viejo, ni siquiera un perro querría morderme.

-¡Eso no es gracioso!

Alfred sonrió, acariciando los cabellos del adolescente. -Volveré.

-Al menos, déjame acompañarte.

-No, Joven Dick. Recuerden que el Régimen los espía, deben mantenerse unidos y escondidos el mayor tiempo posible. La vida de su padre depende de ello, ¿de acuerdo?

Tim solo se escondió en su pecho, sin querer soltarle. Las manos de Alfred acariciaron su nuca y espalda, empujándole suavemente.

-Son los hijos de Bruce Wayne, nunca lo olviden. Debo irme.

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