Prisioneros
GOTAS DE LLUVIA SOBRE MI CABEZA
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC
Género: AU -Sci-Fi/Omegaverse
Parejas: Superbat, JayDick, Halbarry como principales.
Derechos: Los personajes pertenecen a DC y los abogados. Yo solo soy un gusanito.
Advertencias: Pues esto no será agradable, hay mucho dolor, sangre, sufrimiento como lo propio de un Omegaverse. Gente mala haciendo cosas malas. Yo pensando mil locuras con eso. Inspirado en la saga "Injustice".
NOTA CLUMSY: Por las dudas, esto que leeréis aquí no es una oda al canon, hay cambios de hechos y circunstancias para mi complacencia pura y vil. Si no estáis cómodos con eso, os invito a partir en busca de mejores historias que os hagan sentiros a gusto.
Gracias por leerme.
***
Prisioneros.
"Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar."
Bertrand Russell.
Damian era perfecto. No podía quedarse más tiempo en la Atalaya.
Había nacido en la madrugada cuando la torre estaba más tranquila, irrumpiendo en el mundo con un fuerte llanto de un par de buenos pulmones y un enorme puchero. Tenía ojos azules como su padre, el cabello azabache suave y fino como su piel rosada. Había nacido antes de tiempo, el estrés que Bruce había acumulado desde el estallido de la bomba había mermado su periodo de gestación, adelantándola. Ambos habían estado una semana en el área médica, celosamente vigilados por todo el equipo y también por un protector mayordomo que evitó que más estrés se sumara a sus vidas. Su cachorro estaba sano, muy fuerte, sin ningún problema. Inquieto todo el tiempo que estaba despierto con un hambre voraz y un sueño pesado. El orgullo de su Alfa.
Clark no había sido agresivo con él todo ese tiempo, no al menos de forma directa, era su comportamiento en general el que había asfixiando al Omega sin que pudiera sacarlo de ese estado de agresión permanente, una vigilia posesiva sobre él. Bruce había comenzado a temerle, porque el humor del Alto Consejero era cada vez más inestable conforme pasaban los días y la situación en Nueva Metrópolis era más precaria. Aquella bomba había afectado el clima, alargando un invierno que se extendió sobre una primavera que murió bajo las gruesas capas de la nieve azotando a la población más vulnerable. Los ataques del Clan del Guasón con los movimientos de la Insurgencia y una aparente amenaza de Atlantis hacían que las juntas fuesen más comunes, que las discusiones con Diana aumentaran. Su Alfa regresaba a su recámara siempre de mal humor, despidiendo un aroma que pedía sangre y venganza mientras le abrazaba por su espalda con fuerza, a veces mordiendo la Marca en su cuello, pero sin lastimarle.
Tal vez se debía a la presencia de Alfred que no se inmutaba ante semejante despliegue de furia Alfa, o que él trataba de mantenerse tranquilo, aunque las feromonas de Kent casi le hicieran caer inconsciente al ser demasiado fuertes para combatir. El Vínculo permanecía intacto entre ellos, tan solo era que parecía haber una barrera que le impedía alcanzar la mente del Alto Consejero como lo hiciera en días pasados. Sin esa habilidad, hablar con Clark era muy difícil, el Omega había optado por quedarse callado la mayor parte del tiempo o simplemente asentir. Discutir era mortal, y con su cachorro a punto de nacer lo que menos quería y necesitaba era una amenaza de toda esa ira viviente sofocando la Atalaya. Tal esfuerzo era el que al final había adelantado el nacimiento de Damian, como le nombró en cuanto le vio, hasta entonces el único capricho que su Alfa le consintió.
Bruce sentía la mirada del Alto Consejero sobre él así estuviera a la distancia, le tenía en estado de alerta esa mano sobre su cadera que apretaba o en su cintura tomándole de forma tan posesiva que bien podía etiquetarse de paranoia. Esos besos repentinos, en algunas ocasiones algo bruscos. Sin duda lo que más le tenía así eran sus ojos rojizos de forma permanente, apenas unas manchas azules claras se podían ver. Le preocupaba cuando desapareciera por completo aquel color celeste. ¿Clark Kent dejaría de ser un humano? Algo que tenía claro era que la bomba no solo había sido un arma cuya energía principal se había disparado al fondo del mar, también había creado una alteración en el virus que su Alfa poseía y era el responsable directo de ese cambio de actitud. Luthor le había obsequiado un libro, inocentemente agregando notas para señalarle sus citas favoritas, un código viejo que usaban en la Insurgencia desconocido para el Régimen.
En él había leído los análisis tan temerarios que Luthor había llevado a cabo en Kent, confirmando sus sospechas sobre la mutación del virus. Bruce no tenía duda que aquella primera bomba que barrió con el refugio de sus padres como con su esposa Lois y su neonato, había sido detonada no por mero capricho del Guasón sino como parte de un complejo plan para activar el virus que se había adaptado a sus genes sin problemas. Esta segunda denotación iba a llevar ese rasgo Metahumano hasta sus límites, por ello la agresión en el Alto Consejero, su poca paciencia. Todo su cuerpo estaba sufriendo un cambio químico del que no estaba consciente para mutar de nuevo ese virus y elevar aun más sus habilidades adquiridas. Ya lo había visto, su fuerza había aumentado, sus sentidos eran más refinados al punto de ser capaz de detectar el latido de su corazón o el de su cachorro, la regeneración era más acelerada, haciéndolo parecer casi inmortal.
-Estás distraído, mi Omega.
-Sólo pensaba en Damian.
-Me gusta cómo lo cuidas, eres bueno con él.
-Igual tú, Alfa.
Clark torció una sonrisa, su mano tomó el mentón de Bruce que sujetó ligeramente con más aprehensión, acercando su rostro para darle un beso en la frente.
-No duermas tan tarde.
-¿Volverás a salir?
-Tengo que asegurarme de que este mundo esté en orden para mi primogénito.
Las peleas en las que se involucraban terminaban cada vez más sangrientas y el Omega ya no quería más ejercicios imaginativos del por qué el Alto Consejero llegaba a sus aposentos con un marcado aroma a muerte. Estaba persiguiendo cual demente todo rastro de los Atlanteanos, buscaba de manera casi obsesiva al Clan del Guasón que había mostrado ser más escurridizo que antes, pero ahora tenía una cara nueva al poseer armas capaces de mermar las fuerzas del orden impuestas en Nueva Metrópolis. Clark iba de un lado a otro imponiendo sus órdenes, arreglando con sus propias manos lo que tuviera que arreglarse así eso implicara, por ejemplo, asesinar a sospechosos de crímenes al solo atraparlos. Sin juicios ni investigaciones, ya no perdía el tiempo en eso. Lentamente, Clark Kent estaba imponiendo un reinado de terror.
-¿Alfred?
-Dígame, Amo.
-¿Realmente todo va a estar bien?
Alfred le sonrió, un brazo alrededor de sus hombros. -Lo estará, Amo Bruce. Lo estará. Ahora, me parece que es hora de que este cachorro vaya a dormir.
-Es muy inquieto. Dicen que los Alfas siempre son inquietos tan pequeños.
-Usted sigue siendo inquieto y no es un Alfa, Amo.
-Tal vez debí nacer siendo uno.
-Y tal vez debería recordar que hacer esa clase de declaraciones solamente le llevará por un camino engañoso que le nublará el buen juicio que siempre ha tenido.
Bruce tomó aire, bajando su mirada al pequeño Damian entre sus brazos que gruñía como un bebé de semanas podía hacerlo al no poder llevar a su boca esa manecita que se paseaba sin control frente a sus ojos, bostezando luego y quejándose. Sus ojos se clavaron en los del Omega, buscando el refugio de su presencia para dormir tranquilo, algo que no le fue negado, con un beso en su frente que lo hizo gorgotear antes de cerrar sus ojos. La mano de Bruce acomodó sus cortos cabellos, mirando ese símbolo en forma de S en su ropa obsequio de su padre Alfa. No quería mantenerlo más tiempo en la Atalaya, pensando en que Damian también podría ser objeto de esa exposición radiactiva silenciosa para estimular su ADN Metahumano. Debía salvarlo, sin embargo, aún no tenía un plan completo de cómo o en qué momento. Ser un Omega con un cachorro presentaba una serie de dificultades que en otras circunstancias no hubieran sido un problema.
-¡... pero Clark...!
Las puertas abriéndose con la voz alterada de Diana despertaron a su hijo, quien sollozó sacudiendo sus manos en reclamo. El Alto Consejero se giró sobre sus talones, clavando su mirada en la princesa amazona con una expresión que hizo a ella guardar silencio.
-Buenas noches, Diana.
Su Alfa rugió bajo, cerrando las puertas antes de ir hacia ellos en la sala de descanso, tomando a Damian entre sus brazos para nervios de Bruce. Nunca le haría daño, pero cada día estaba menos seguro de ello. Como también el que un día simplemente Clark decidiera separarlos por ninguna razón más como un castigo o una medida de sumisión. El Alto Consejero sonrió a su hijo, meciéndole suavemente hasta calmarlo, algo a medias porque Damian sentía igual que Bruce esa aura agresiva en él que no era buena para un bebé. Kent besó una mejilla rojiza por el llanto anterior, llamando a Alfred para que lo tomara y llevara a su habitación, despidiendo al mayordomo por ese día. El Omega ni siquiera respingó cuando un par de brazos le sujetaron de su cintura, llevándole a un pecho duro.
-Te he extrañado.
Clark tampoco le lastimaba al volver a tomarle luego del tiempo de espera para recuperarse del nacimiento de Damian. No era una garantía, se lo decía el instinto de Bruce, esa inquietud que solo aumentaba conforme veía las peleas, los gritos, las actitudes inestables de su Alfa. Iba a llegar un momento en que el Alto Consejero iba a perder sus estribos con él, un día que no deseaba experimentar, por ello debía escapar de esa prisión flotante junto a Damian y Alfred. Los labios de Clark se sellaron sobre los suyos, levantándole para llevarlo a la cama donde le despojó de sus ropas, con cierta impaciencia. A veces, tal vez en esa innata naturaleza de su cuerpo, Bruce llegaba a creer que detrás de la rabia que gobernaba la mente de su Alfa, se escondía todavía ese pequeño que estaba muerto de miedo por haber perdido su mantita roja.
-Mi Omega...
Nunca le había comentado a Clark sobre aquella memoria que en su Celo se había desprendido de algún rincón olvidado de su mente. Ahora menos podía hacerlo. El aliento ronco y caliente del Alto Consejero resolló sobre su oído igual que ese sonido obsceno de sus caderas chocando con fuerza contra él. Los brazos del Omega se sujetaron a la espalda marcada por los movimientos, sudorosa igual que su propio cuerpo dejando escapar apagados sonidos, a veces con el nombre de Clark en ellos mezclados. Cada vez era más fuerte en todos los sentidos, su Alfa pronto sería realmente un ser supremo, una clase de súper hombre. Bruce cerró sus ojos, descansando un poco boca abajo, recordando la mirada tan extraña del Guasón cuando le vio al lado de Kent. Una sonrisa de victoria. ¿Por qué? ¿Qué era lo que había olfateado? ¿Había sido acaso que el Alto Consejero le había preñado y era algo que estaba esperando ocurriera? ¿Algo que necesitaba confirmar?
Gimió ahogadamente, sus manos aferrándose a las sábanas que estrujó entre sus dedos al sentir entrar de nuevo a Clark. Los colmillos de éste buscando su cuello, un par de manos posesivas recorriendo su cuerpo, una de ellas acariciando su vientre antes de tomar su pene para estimularlo al ritmo de las lentas pero profundas embestidas, cubriéndole con su cuerpo. Bruce entreabrió sus ojos, mirando la argolla dorada en su mano con sus cejas fruncidas al cambio de ángulo que presionó de golpe su próstata. El Guasón había sido enterrado en la isla Stryker, la misma que desapareció con la bomba, donde Clark le asesinó sin que pudiera saber el por qué de su sonrisa victoriosa. Ahora su amante Harley Quinn estaba azotando Nueva Metrópolis en venganza. No eran hechos aislados, todo debía tener una conexión, pero no alcanzaba a verla todavía. Faltaba algo más, un elemento más que uniera las piezas en la forma adecuada y no como lo había creído.
-Alfa...
-Mi perfecto Omega -Kent ronroneó, empujando con más fuerza, mordisqueando su cuello- Espero ansioso que nuestros Celos se sincronicen, te ves realmente hermoso con un cachorro mío en tu vientre. Vamos a crear un mundo mejor, Bruce, uno donde la maldad y los crímenes dejen de existir. Y nuestros hijos van a gobernar ese mundo.
Un par de colmillos se enterraron en el cuello del Omega, igual que un Nudo con una feroz estocada que le dejó sin aliento, terminando en la mano que tanto le había masturbado. Bruce cayó exhausto sobre la cama, entre los brazos que no le soltaron, sintiendo una lengua recorrer su nuca y hombros para limpiar el sudor en ellos. Bajo ninguna circunstancia se podía quedar más tiempo, si llegaba a tener un Celo nada iba a evitar que Clark le preñara de nuevo, y estaba muy seguro de que, si lo retrasaba a propósito bajo cualquier pretexto, su Alfa lo provocaría con el dominio que ahora tenía. Con besos sobre sus cabellos descompuestos y húmedos, fue quedándose dormido, exhausto con todas esas ideas revoloteando en su cabeza, arrullado por el calor de unos brazos acariciando su cuerpo lentamente.
La desaparición tan abrupta de Hal Jordan levantó más la paranoia del Alto Consejero, los rumores hablaban del Clan del Guasón como responsables de su aparente muerte. Eso apresuró uno de los planes que había escuchado, la creación de un cañón aún más poderoso, capaz de llegar a las fosas marinas. Bruce observaba esos trabajos en la parte central de la Atalaya, cambios en su estructura para alojar el poderoso cañón. Un arma demasiado potente que podía salirse de control o hacer un daño irreversible en el planeta, algo que nadie estaba considerando. Damian gorgoteó al mirar por encima del hombro del Omega a Clark, quien les abrazó, besando la sien de Bruce antes de tomar al bebé que admiró por unos segundos con una sonrisa de satisfacción.
-¿Qué te sucede, Bruce?
-No entiendo la pregunta, Alfa.
-Estás tenso.
El Omega tragó saliva, mirando esas manos gruesas y fuertes pasar por la cabeza pequeña y muy vulnerable de su cachorro. Sus ojos se fueron hacia donde estaban remodelando el piso superior de lo que sería la entrada a los cuartos de máquinas del cañón.
-Es el cañón -murmuró, viendo la oportunidad que necesitaba- Realmente es un arma poderosa.
-Por supuesto -su Alfa arqueó una ceja.
-Que apenas van a probar.
La mirada de Bruce se posó en Damian y luego en el Alto Consejero, quien ladeó su rostro.
Vamos, sé un Omega angustiado por su cachorro recién nacido. Vamos.
-Oh, mi Omega -Clark rió sacudiendo su cabeza y tomando el mentón de Bruce para besarle- Ahora entiendo. ¿Eso es lo que pasa? ¿Crees que la Atalaya es insegura para Damian?
-Sólo hasta que el cañón sea seguro.
-¿Bajar a Nueva Metrópolis?
-O a donde tú desees... Alfa.
-Mmm... podría elegir una de las pequeñas islas remanentes, pero no hay la seguridad para mi familia, no voy a confiarle a un par de idiotas mis mayores tesoros. Será Nueva Metrópolis, después de todo, cada vez es más tranquila -el Alto Consejero acarició una mejilla del bebé- ¿Lo ves, Damian? Mamá está realmente preocupado por ti. Eso hace un buen Omega. Irán con Lex, me ha demostrado una lealtad sincera y ha cuidado de ti muy bien.
-Sólo hasta que el cañón sea seguro.
-Bien, vamos Damian, harás tu primer paseo.
Alfred se encargó de los preparativos. Irían escoltados por Raven, Shayera y Diana, aunque esta última regresaría para estar con Kent en las pruebas del cañón. Lo único que necesitaba era salir de la Atalaya, de ahí se abriría paso. Siendo el descenso en Nueva Metrópolis, Bruce esperaba poder encontrar a sus hijos y todos huir lo más lejos posible. Si Arthur aún seguía siendo su amigo, quizá podría auxiliarles, no estaba tan seguro de ello más estaba dispuesto a probar suerte. El Alto Consejero los despidió una vez que llegaron a la residencia Luthor, prometiendo volver personalmente por ellos cuando las pruebas acabaran. Con decenas de soldados y esas dos guardianas Metahumanas vigilando el edificio, salir parecía imposible.
-Es un hermoso bebé -comentó con calma Luthor al ver a Damian.
-No tengo tiempo, debemos marcharnos lo antes posible. ¿Puedes localizar a mis hijos?
-Nueva Metrópolis se nota cambiada, ¿no es así? Tan tranquila cubierta de nieve con esas nubes oscuras relampagueando entre nevadas ligeras, ocultando la muerte que va ganando terreno en las calles.
-Luthor...
-Es una calma antes de la tormenta que se avecina, una que está por llegar. Me alegra tanto saber qué pensamos igual, Bruce. Había pensando en enviar un mensaje al Alto Consejero para solicitarle me diera el honor de cuidarlos durante las pruebas del cañón bajo los mismos pretextos, estoy seguro. Pero viniendo de ti, las razones sonaron más convincentes.
-Luthor, necesito escapar ya.
-Lo cual es cierto -el Alfa se giró del ventanal al que se había acercado- Bruce, hay algo que debo decirte, es importante.
-¿Ahora?
-Tu sistema inmune se parece mucho a ti, fuerte, necio, siempre adaptándose. Le restas al virus lo dañino que es de una manera asombrosa. Tengo la ligera sospecha que Martha Wayne sufrió una exposición a la peste y Thomas la sanó sin darse cuenta de que estaba alterando el ADN de su primogénito con ello. Para bien suyo, claro, pero atrayendo la atención de personas que han estado buscando por décadas el brote natural de resistencia a una enfermedad tan terrible.
Bruce frunció su ceño, mirando a Alfred quien entretenía a su cachorro, volviéndose a Luthor.
-¿Qué estás tratando de decirme?
-¿Recuerdas el símbolo que encontraste en los laboratorios del Guasón?
-Sí.
-Es de una organización muy antigua llamada HYDRA. Cuando digo antigua realmente lo es, Bruce. Y ha sobrevivido en las tinieblas todo este tiempo, pero ahora -Lex señaló hacia el paisaje blanquecino de la ciudad- Van a mostrarse, arrasando con todo. ¿Tienes idea del por qué?
La risa inocente de Damian trajo un escalofrío a Bruce, quien se sintió palidecer. Luthor asintió, entrecerrando sus ojos al verle fijamente.
-Bruce, sé que amas a Dick, a Jason y a Tim. Sé que morirías por Alfred, que harías todo por tus amigos, incluso que le darías una oportunidad a Clark Kent. Y te lo admiro, en verdad, pero no nos sirve eso ahora, HYDRA viene en camino por ustedes. Querrán a Damian y van a llevárselo contigo... o sin ti.
-No...
-Tu hijo vale otra extinción masiva. Lo harán sin pestañear, así que si quieres salvarnos a todos vas a marcharte solo con Damian. ¿Ahora lo comprendes?
Un ligero temblor sacudió la torre, Lex Luthor suspiró, caminando a la barra de bebidas para servirse un trago mientras Bruce miraba a Alfred quien le sonrió, asintiendo. El Omega bajó su cabeza, apretando sus puños. Raven apareció por la puerta principal con Deathstroke detrás, observándoles antes de dirigirse a Luthor.
-Hay un movimiento inesperado en el mar, debemos llevar al Omega Kent y el cachorro a un lugar más seguro.
-Tienes toda la razón querida -Lex sonrió detrás de la barra.
-Adelante.
-Sólo espera un poco.
-¿Qué?
Bruce jadeó al ver a Deathstroke sacar un arma de su espalda que disparó contra Raven, la joven rugió imponiendo sus manos para crear un campo de energía que fue pulverizado por la energía azulada de aquel cañón que el Alfa disparó. Raven cayó de rodillas, aullando de dolor envuelta en un torbellino de luz que lentamente fue penetrando su cuerpo hasta desaparecer, no sin antes lanzar un cuchillo tan veloz que el mercenario no pudo evadirlo, clavándose en su pecho a la altura de su corazón. Deathstroke miró al CEO con ojos turbios antes de caer de rodillas y luego de costado, ya sin vida. Ella cayó en un silencio sordo frente a un Luthor seguro que movió con la punta del pie su cuerpo que humeó como si hubiera sido carbonizado. Damian sollozó por los ruidos bruscos y aquel grito de agonía, siendo arrullando por un increíblemente sereno Alfred.
-Interesante, el virus tiene Metamaterial, probablemente de tipo sólido metálico.
-¿Qué dices? ¿De dónde sacaste esa arma, Luthor?
-El Clan Guasón, los muchachos las confiscaron. Tim dijo que son para asesinar Metahumanos, tuvo razón.
-¿Raven está...?
-No hay tiempo -otro temblor ligero movió los objetos de la torre que se cimbró- Ya vienen.
Lex tomó el arma de manos de un muerto Deathstroke y caminó hacia otra sala esperando por los otros dos que le siguieron hacia un pequeño pasillo que terminaba en una puerta con varios sistemas de seguridad que el Alfa fue abriendo hasta revelar lo que parecía ser una cápsula de emergencia que se solía usar en cargueros o naves acuáticas. Muy estrecha, apenas si para un adulto dentro. Bruce jadeó, imaginando ya lo que iba a suceder. Alfred se adelantó con toda la calma, canturreando a Damian a quien colocó en un espacio acolchonado, con cinturones de seguridad y una mascarilla de oxígeno deseándole un buen viaje. Luthor posó una mano en un tenso Omega que le miró resentido.
-Debes marcharte.
-Esa cápsula es para rescate en el mar, estamos a la mitad de la ciudad. ¿Cómo piensas...?
-Pronto estaremos inundados.
-¿Qué? ¿Cómo?
Un nuevo y más fuerte sismo se dejó sentir. Lex tomó aire, mirando al cachorro quedarse dormido bajo los arrullos del mayordomo que besó su frente como despedida.
-HYDRA aísla a las comunidades, juega con las variables climáticas para hacer sus experimentos genéticos con la población. Prueban. Cuando no pudieron tener el poder, soltaron el virus, azotando a la humanidad que dejó de pensar en ellos para salvarse a sí misma. Entonces jugaron a ser dioses ocultos proporcionando diferentes formas de evolución genética, buscando aquella que fuese la que estaban buscando. Súper humanos capaces de resistir cualquier enfermedad, ambiente, guerra o ataques, soldados para un ejército invencible, siervos dispuestos a forjar el mundo que ellos habían soñado siglos atrás. HYDRA estaba consciente que tales juegos provocarían a la madre naturaleza que daría sus propios cambios. La inmunidad natural con el paso de los años. Siendo solamente una sombra que nadie notaba, se movieron para mover las piezas de su juego, lentamente, haciendo que todo fuese como ellos querían. Encontraron su tesoro en el hijo de los Wayne, pero lo perdieron cuando sus mercenarios fueron demasiado torpes.
Bruce contuvo su aliento.
-Pero entonces, siempre han existido aliados de un poder así. El Guasón. Adoraba el caos que ellos traían, adoraba como ellos podían ser capaces de destruirlo todo y no dejar nada. Fue su mejor rastreador para ubicar lentamente a todos los Metahumanos, tentando al más fuerte de ellos para convertirlo en un dios. Uno que empujó hacia la colisión con el líder de la Insurgencia al enterarse de que era el precioso Omega que buscaban. Un Súper Alfa con un Súper Omega. Una vez que confirmó que ambos habían procreado un cachorro, vio la culminación de su carrera. Quise inspeccionar su cuerpo buscando dónde se había alojado todo ese tiempo el dispositivo con el que se comunicaba con HYDRA, pero ellos ya me habían visto. Desaparecieron la isla.
-¿Cómo has podido saber todo esto?
Luthor activo de nuevo el arma que brilló azul por sus circuitos.
-Porque yo también estuve con ellos, no tan directamente como el Guasón, pero sí lo suficientemente cerca para saber cosas hasta que se dieron cuenta de mis intenciones.
-Tú... -el Omega tensó su mandíbula- Mis hijos, yo...
-Te di mi palabra y la cumpliré. Ahora... vete, Bruce. Arthur ya no podrá contenerlos más.
Un rugido provino de fuera, no lo podían ver porque estaban en un área sin ventanas. Era un tsunami gigantesco que cayó sobre Nueva Metrópolis como una manaza que azotó la bahía y entró con fuerza por los distritos abandonados rumbo a la parte central. Hubo dos temblores con ellos, uno por el tsunami y otro que resquebrajó muros a su alrededor. Bruce tragó saliva, girándose lentamente hacia la puerta de aquel pasillo. Su Alfa estaba ahí, con esos ojos rojos brillando rabiosos. Luthor no perdió tiempo, disparando el arma. Contrario a Raven, la energía del cañón no le provocó ningún daño al Alto Consejero, mismo que lanzó a Lex contra una pared, enviándolo a otra habitación al romperla por su ataque.
El Omega fue quien se lanzó contra él, recuperando el cañón para atacarle de nuevo, arrojándolo a un lado al ver que ni un segundo ni un tercer ataque servían en su cuerpo, prefiriendo pelear con sus propios puños. El Alto Consejero le miró sorprendido, confundido por unos fugaces segundos antes de responder a su reto. Fue una pelea desigual, Clark era superior en fuerza a Bruce a quien lanzó contra el suelo y luego lo tomó por el cuello, comenzando a ahorcarle sin que las patadas o los golpes del Omega hicieran mella en él, levantándole en alto.
-¡¿Cómo pudiste?!
Fue un certero disparo de un rayo verde el que lo hizo soltar a Bruce, cayendo de espaldas de forma brusca, sintiendo que le faltaba el aliento. Alfred entrecerró sus ojos, caminando hacia él no sin antes ayudar a su amo a ponerse de pie. El mayordomo activó el cañón que ahora brillaba en color verde y no azul, con un segundo ataque que hizo rugir y aullar de dolor a Kent. Cuando estuvo frente a él, Alfred le noqueó con la punta del cañón, rompiendo su nariz y parte de su mandíbula.
-Se lo dije, Señor Kent. Nunca le ponga un dedo encima a mi Amo Bruce o me conocerá.
-¡Alfred! ¿Cómo...? ¿Qué...?
-No han cambiado mucho los cañones, solo los hicieron más ligeros -el mayordomo palmeó el arma, volviéndose a Bruce- A la cápsula, ahora.
-¿También conocías a HYDRA?
-¿Lo olvida, Amo? Soy un Pennyworth. Guardián del conocimiento. A la cápsula.
Bruce miró a Clark con el ceño fruncido, de pronto sintiendo una agonía en el pecho. ¿Había sido mentira todo? ¿Un circo donde él había sido la atracción principal? ¿Solo fueron órdenes enviadas a través de un virus tecnológico las que hicieron que su Alfa dijera que le amaba? Había sido una mascota haciendo malabares para sus amos todo ese tiempo. Las manos de Alfred tomando su rostro lo sacaron de esas sombras en su mente, sintiéndose sollozar.
-No -Alfred negó, mirándole serio pese a notarse triste- ¿Cuál fue la segunda lección?
-Alfred...
-¿Cuál?
-Nunca dejar de luchar.
-Y no lo harás, jamás dejes de hacerlo. Todo va a estar bien, ¿confías en mí?
-Siempre.
-Entonces ahora sube. Todo va a estar bien, te doy mi palabra.
-¿A dónde iré?
Alfred sonrió, empujándole a la cápsula. Damian dormía como si la ciudad no estuviera cayéndose a pedazos por una inundación provocada por el ascenso de un enorme submarino. Desplegó unos controles que señaló al Omega con una sonrisa cariñosa.
-Tú sabes a dónde.
-¿Qué pasa si no existe?
-¿Qué pasa si es verdad?
Bruce tragó saliva, mirando la computadora que esperaba las coordenadas que tecleó con una mano que tembló por más que quiso controlarse, mirando esos números que había escrito hace tiempo para el rey de Atlantis hacerse cada vez más borrosos por lágrimas que no estaba controlando. Se giró a su mayordomo, abrazándolo con fuerza. Alfred le sonrió con ojos húmedos, besando sus cabellos.
-Todo va a estar bien, ahora vete. Deben salvarse.
-Ellos...
-Van a estar bien, todo va a estar bien -el mayordomo tomó aire, volviendo a su papel, casi tirándole dentro de la cápsula- Adentro.
Alfred le ayudó a subir, a poner los cinturones porque sus manos temblaron demasiado, al estar seguro en su asiento, puso en su regazo aquella bitácora rescatada de la mansión Wayne. Bruce casi gritó al verla, alcanzando sus manos que estrujaron las suyas pero que se las quitó cariñoso, cerrando la cápsula sin mirarle ya. La torre se estremeció, los techos comenzaron a caer. Cuando la cápsula estuvo cerrada, el mayordomo presionó el botón que liberó la cápsula, sacando un comunicador del tablero.
-Ahora.
-Atlantis se honra en ayudar a un Pennyworth.
-Gracias, Señor Curry.
Agua comenzó a escurrir por las grietas. Alfred las observó unos segundos antes de sonreír, dejando escapar al fin sus lágrimas, llevando una mano a su pecho mientras veía desaparecer entre las olas de un tsunami a la cápsula con Bruce y Damian.
-Vas a estar bien, hijo mío.
Nueva Metrópolis fue partida en dos.
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