Conner
GOTAS DE LLUVIA SOBRE MI CABEZA
Autora: Clumsykitty
Fandom: DC
Género: AU -Sci-Fi/Omegaverse
Parejas: Superbat, JayDick, Halbarry como principales.
Derechos: Los personajes pertenecen a DC y los abogados. Yo solo soy un gusanito.
Advertencias: Pues esto no será agradable, hay mucho dolor, sangre, sufrimiento como lo propio de un Omegaverse. Gente mala haciendo cosas malas. Yo pensando mil locuras con eso. Inspirado en la saga "Injustice".
NOTA CLUMSY: Por las dudas, esto que leeréis aquí no es una oda al canon, hay cambios de hechos y circunstancias para mi complacencia pura y vil. Si no estáis cómodos con eso, os invito a partir en busca de mejores historias que os hagan sentiros a gusto.
Gracias por leerme.
***
Conner.
"La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso, hay que salvarla como sea."
Alberto Moravia.
Dick había llegado con algunas heridas, cargando algo que Alfred guardó enseguida antes de atenderlo, escuchando sus balbuceos sobre drones y soldados atacándoles. Tim escuchó todo escondido en un recoveco de la cueva, al notar que su padre no había vuelto con su hermano mayor. Los rostros de ambos adultos eran una muy mala señal, sembrando en él una angustia que no se fue cuando al día siguiente tuvieron que permanecer en el refugio a causa de la fuerte tormenta cayendo sobre Nueva Metrópolis, todo intento o huella de Bruce Wayne iba a perderse para cuando pudieran salir. Desayunaron, comieron y cenaron en silencio. Dick abrió la cámara de armas, claramente dispuesto a ir en busca de su padre, no podían dejarlo preso a manos del Régimen.
-Iré contigo -habló Tim con seguridad entrando a esa cámara.
-De ninguna manera, tú te quedas aquí.
-Padre...
-Yo iré solo, ¿entendido?
-Puedo ayudar.
-Puedes estorbar. No, Tim. La respuesta es no.
Aquello le enfadó, pensando seriamente en desobedecerlo porque no era Bruce, después de todo. Solamente su padre podía ordenarle. Alfred pareció leer sus pensamientos porque fue a su recámara en la noche, aparentemente para asegurarse de que estuviera descansando.
-Es demasiado el riesgo, Señorito Tim.
-Padre me ha entrenado bien.
-Entrenar y tener experiencia son dos cosas distintas.
-¿Quieres decir que soy... tonto?
-No, Señorito Tim, digo que hay una alta probabilidad de que el escenario al que se enfrentará el Joven Dick será algo que alguien tan joven como usted no pueda asimilar en tiempo y forma adecuada para reaccionar, lo que igualmente tiene altas probabilidades de convertirse en un error que pueda resultar costoso y que eso sería algo que no desearía el Amo Bruce. Si él permaneció en la emboscada fue para que los tres hijos suyos estuvieran a salvo.
Tim torció su boca. -Me siento inútil quedándome en casa.
-Si el Señorito nos ha espiado bien, el Amo Bruce ordenó que todos permanecieran en casa hasta su retorno.
-Yo no... -el adolescente se sonrojó al verse descubierto- Solo quiero que él regrese.
-Lo hará, se lo prometo, Señorito Tim.
-¿Alfred?
-¿Sí?
-... tengo miedo.
-Está bien tenerlo -Alfred despeinó sus cabellos- Pero no por miedo hay que cometer errores que luego pueden costarle a los demás. Ahora, es tiempo de que duerma. Mañana tendremos las respuestas que el Joven Dick haya recolectado.
-Solamente será otro de sus cuentos de cómo conquistó otra chica más.
-Buenas noches, Señorito Tim.
-Buenas noches, Alfred.
La ciudad amaneció inundada, cansada, exasperada. Dick había entregado una fórmula para alguien, pero nadie le pudo decir del paradero de Bruce. Era como si nada hubiera ocurrido. No hubo registro en ningún cuartel del Régimen sobre la emboscada y definitivamente no estaba en ningún lado de Nueva Metrópolis, como si el agua se lo hubiera llevado consigo. Tim prefirió salir, no aguantó más estar encerrado en el refugio sin tener noticias, esperaba que, como le había enseñado su padre, en algún callejón alguien dijera algo. Una esquina, un rumor, una pelea, ebrios o ladrones. Alguien debería tener una noticia y entonces comenzaría su propia búsqueda. Estando en esas meditaciones, vio sobre un techo una figura que le hizo ponerse de pie, sonriendo de oreja a oreja por la sorpresa de encontrarle ahí.
-¡Conner!
Fue a alcanzarle, riendo y abrazándole, un gesto que fue correspondido junto con una sonrisa amable. El joven sacó de su sudadera un pequeño paquete que le entregó a Tim con ojos brillantes.
-¡Traje esto para ti!
-¿Ah? ¿Qué es?
-Se llaman... um... pastelitos.
-¿Pastelitos?
-Sí, ¡vamos, pruébalos!
Tim parpadeó al ver aquel paquete transparente donde venían un par de panecillos decorados y rellenos con lo que parecía ser una crema dulce y otras cosas que no había visto en su vida. Fueron debajo de un techo oxidado a sentarse mientras abría aquel curioso paquete con unas letras que le parecieron decían Atalaya. Duplicado 001/Kon-El, olfateando lo delicioso de ese postre. Conner estaba expectante, ansioso porque los probara, siguiendo cada movimiento de sus manos y boca al morder uno de esos pastelitos que le supieron a gloria, alzando sus cejas y asintiendo como signo de aprobación a lo que fue algo tan rico como suave, esponjoso.
-¡Es muy bueno!
-Sabía que te gustarían, los guardé para ti. Por cierto, gracias por ayudarme, estaba desorientado y me asusté.
-Bueno, no hice mucho.
-Claro que sí.
-Am... Conner, tú... ¿te escapaste de algún lado?
El muchacho abrió en sorpresa sus ojos azules, luego abrazando sus piernas con una sonrisa triste, descansando su mentón entre sus rodillas.
-Estaba aburrido.
-¿Aburrido de qué?
-De estar siempre encerrado.
-Oh, lo siento.
-No es tu culpa. ¿Por qué estabas muy triste hace unos momentos?
-Ah, mi padre... desapareció.
-¿Cómo yo?
-Bueno, no sé cómo desapareciste tú. Él... hace cosas buenas por mucha gente y eso a veces es peligroso, y tiene un día sin volver a casa. Estoy buscándolo.
-¿Te puedo ayudar?
-No sé... -Tim se mordió un labio al ver la cara de decepción en Conner- Okay, puedes ayudarme, me has convencido por estos pastelitos tan buenos.
-¡Genial!
-Conner... ¿por qué dice esto de Atalaya y Duplicado 001?
-Atalaya es mi casa, Duplicado 001 soy yo. Conner.
-¿Por qué te dicen Duplicado?
-Porque... lo soy.
-No entiendo eso.
-Vamos -Conner sonrió, levantándose y tendiéndole una mano- Vamos a buscar a tu padre, como lo estabas haciendo.
Según lo que le fue explicando aquel extraño e inaudito chico, la Atalaya era una casa flotante -Conner no era bueno con las palabras- en donde había nacido, dentro de un laboratorio. Había estado desde bebé ahí pero su padre adoptivo, Lex Luthor, había conseguido permiso para que conociera Nueva Metrópolis. Emocionado por salir por primera vez, no midió su alegría e ímpetus, saliendo de la casa de Luthor y perdiéndose en la ciudad, donde Tim le encontró. Cuando Conner olfateó el hogar de Lex Luthor, volvió enseguida para no ser castigado, pues desde bebé siempre le habían enseñado que desobedecer era igual a recibir un castigo doloroso. Sin embargo, al parecer su padre adoptivo estaba complacido de que tuviera tanta autonomía, en su siguiente descenso, como le llamaba a bajar de la Atalaya, expresamente Conner le pidió permiso para andar solo, cosa que Luthor concedió bajo promesa de volver antes de anochecer.
-Wow -comentó Tim, terminando el otro pastelito- ¿Y por qué tienes esas franjas de código en tu brazo izquierdo?
-¿Tú no las tienes?
-¿No?
-¿Por qué no? ¿Tú no eres un Duplicado?
-Am, creo que no -rió Tim, rascándose una mejilla- ¿Sabes lo que dicen esas franjas?
Conner negó, mirando un edificio bajo frente a ellos. -¿Saltamos de nuevo?
-Tendría que usar mi...
-No, así saltar sin nada.
-Imposible, es muy lejos, no llegaría.
-¡No! ¡Podemos hacerlo! Ven, sube a mi espalda.
-¿Conner?
-¿Tienes miedo?
-Ja, date vuelta. Pero si caemos yo caeré sobre ti para que aprendas.
-Hecho.
Tim saltó sobre la espalda de Conner, quien sujetó sus piernas, retrocediendo unos metros de la cornisa para correr en un sprint tan veloz que Tim tuvo que sujetar su máscara al creer que se le caería, sujetándose al cuello de su amigo durante el salto en curva. Conner aterrizó, apenas si rozando con una rodilla el suelo, levantando sus brazos en victoria mientras que Tim bajó, empujándole enfadado por haberlo asustado de esa manera.
-¡Eres un Alfa idiota!
-Te dije que no caeríamos.
-¿Cómo puedes ser tan fuerte?
Conner se encogió de hombros, sonriendo alegre. Si no fuese humano, sería un perro moviendo la cola frente al otro chico.
-¿Seguimos buscando?
-Claro, pero luego debemos buscar refugio, pronto habrá lluvia.
Aquella pequeña travesía fue alegre para ambos chicos, Conner reconociendo las partes de Nueva Metrópolis que no conocía fuera de la zona de la Élite, pero que, según sus narraciones, había visto desde la Atalaya cuando ésta descendía. Luego de la explosión que barrió con media antigua Metrópolis y ocasionó severas inundaciones en Ciudad Gótica, ambas terminaron unidas a través de una serie de gruesos puentes de varios niveles algunos, cuya función además de ser la unión entre ambas ciudades y sobre las cuales se construyeron barrios flotantes, también era para mantener juntas ambos territorios. Todo mundo escuchaba las narraciones de tierras que eran tragadas por la nefasta agua o que se hundían por las mareas que iban arrastrando consigo los trozos de islas. Los muelles fortificados como los pilotes submarinos que el Régimen había colocado eran los salvadores de toda la población, aunque parte de las iniciales estructuras ahora estuvieran inundadas o dadas por perdidas, aparentemente. Esos acueductos que se pensaban atestados de infectados funcionaban perfectos de escondite para la Insurgencia, paso de comunicaciones y otras cosas, como salidas de emergencia de los diferentes distritos.
No encontraron nada durante todo ese tour, en cambio, Tim volvió a sonsacarle información a Conner. Desconocía que las personas nacían de otra manera que no fuese en un laboratorio rodeado de batas blancas y máscaras que ocultaban rostros. Lo habían entregado a Lex Luthor porque él había sido el genio detrás de su nacimiento, pues habían hechos otros Duplicados que murieron o no se formaron adecuadamente. Conner era el primero exitoso. No sabía quién era exactamente era su padre, nunca lo había visto o éste le había visitado, lo único de lo que estaba enterado era que le llamaban el Alto Consejero, el amo de la Atalaya. Tim siempre se cuidó de no mostrar otra expresión que no fuese curiosidad, aunque cada vez los datos que Conner le daba le provocaban más y más temor. Aquel chico era sin duda noble porque no había aprendido ninguna maldad, más guardaba en sus propios genes una herencia que era ya la oposición a la causa de la Insurgencia.
Todo lo que deseaba Conner se resumía a jugar, explorar y guardar golosinas para su amigo Tim.
-¿Cómo se llama tu padre?
-Ah, se llama Glenn O'Neill -respondió con el alias falso.
-Tiene un bonito nombre.
-Sí, bueno, igual tú.
-¿Sí? -Conner levantó sus cejas, observándole con una sonrisa alegre.
-Am, hay que buscar donde refugiarnos.
-¿Refugiarnos?
-Sí, de la lluvia, es mala por el virus.
-¿Virus?
-¡Conner! -gruñó Tim al darse cuenta de que su amigo sonreía travieso.
Supuestamente buscaron un refugio, aunque lo que hicieron fue correr y brincar por los techos, pasando por las vigas jugando a los equilibristas, asustando palomas o huyendo de perros que habían subido a los techos entre gritos mezcla de susto y diversión. Pelearon en juego sobre precarios techos de los que luego tuvieron que huir al comenzar a derrumbarse. Conner le cargó otro tanto en su espalda, era veloz, fuerte y muy risueño, siempre dispuesto a escuchar toda explicación que Tim tuviera para darle. Hubieran seguido con aquella rutina de travesuras algo imprudentes de no ser por la sirena que fue la primera alerta a la tormenta.
-Ah, el refugio, debemos encontrar uno, ¿por dónde te parece mejor?
-Okay, creo que por... -el rostro de Conner se ensombreció, bajando la mano que pretendía señalar un refugio- Oh, tengo que irme.
Tim frunció su ceño, olfateando. Tras ellos estaba un Alfa que conocía de sobra, no había necesidad de mirar esa máscara roja y negra como su uniforme. Gruñó, apretando sus puños.
-Deathstroke.
-Hora de volver a casa, Conner -ordenó aquel, cruzado de brazos, bajando de la cornisa.
-¿Qué?
-Bien... hasta pronto, Tim. Ojalá pueda ver la lluvia contigo otro día.
-Sí... ¿qué? ¿Por qué vas con él? ¿Conner? ¡Conner!
Deathstroke bufó, palmeando la espalda de aquel para que subiera al transporte flotando junto a la cornisa que esperaba por él. Tim jadeó, enfadado con el mercenario que le apuntó con un dedo.
-Nada de preguntas y todo estará bien. Canta pajarito y el primero en morir será Conner.
-Eres un maldito bastardo.
-Quedas advertido, Red Robin. Si quieres tener más citas te quedarás calladito como las gárgolas de aquel edificio.
Tim tuvo muchas ganas de tomar sus armas y atacar a Deathstroke pero tampoco fue tan insensato para no medirse, simplemente se quedó observando aquella nave partir con las sirenas de la ciudad ululando para una nueva tormenta. Se acomodó su traje, con un nudo en la garganta mientras corría de vuelta al refugio. Ya sabía que Lex Luthor los apoyaba, pero no esperaba ver a alguien sin escrúpulos como lo era Deathstroke relacionado con Conner. Quizá Luthor lo tuviera para asegurar su confianza con el Alto Consejero puesto que el mercenario había exterminado a varios miembros de la Insurgencia antes de desaparecer por un tiempo, ahora junto al empresario y Conner. Su amigo no era malo. Eso ya le constaba, pero estaba rodeado de la peor calaña. Llegó a tiempo al refugio cuando la tormenta cayó, invitándole a llorar de frustración, resistiendo más por orgullo que otra cosa.
-¿Señorito Tim?
-¡Llegué, Alfred!
-¿Desea algo de comer?
-¡Sí... claro!
Fue a la baticueva, buscando los decodificadores de su padre. Había tomado una captura de aquellas franjas de código en el brazo de Conner. Necesitaba saber más de él. Bien, podía guardarlo como secreto, pero eso no quitaba que averiguara qué estaban pretendiendo hacerle. Con nerviosismo, tecleó en la pantalla que comenzó a leer ese código encriptado de las franjas, tamborileando en el escritorio mientras la computadora hacia su trabajo. Muy lento, esas delgadas líneas negras comenzaron a transformarse en letras. ¿Y si podía salvarlo? ¿Qué tal rescatarlo de las garras de Lex Luthor o del mercenario? Sus ojos leyeron ansiosos las formas de esas primeras letras.
Fecha de Elaboración. ¿Elaboración? ¡Conner no era un producto! ¡Era un ser humano!
199306500. Okay, aquello no le dijo nada, habría que investigar.
Fecha de Caducidad. ¿Caducidad?
Tim abrió sus ojos, dejando caer su mandíbula.
-¿Señorito Tim? ¿Está aquí?
Quitó la imagen, apagando el decodificador y guardándose su chip en un bolsillo, corriendo a donde los trajes para quitarse el suyo.
-¡Sí! ¡Estoy dejando mi traje!
Alfred apareció, con una sonrisa. -La comida está servida, vamos, Señorito.
-Gracias, Alfred.
-¿Todo está bien?
-Sí, ¿por qué la pregunta?
El mayordomo arqueó una ceja, negando luego con un gesto para llamarle a su lado. Tim corrió para alcanzarle, ofreciendo su mejor sonrisa, aunque por dentro realmente quería patear y dispararle a algo. Fecha de Caducidad. ¿Es que acaso Conner iba...?
-¿Señorito Tim?
-¿Qué pasa, Alfred?
-¿No hay nada de lo que quiera hablar?
Los ojos de Tim se humedecieron, el primer amigo, el primer auténtico amigo con el que podía corretear por los techos, hablar prácticamente de todo y hacerle bromas a costa de su ingenuidad tenía una maldita fecha de caducidad como... una fecha de muerte. Todos los demás chicos de la Insurgencia estaban muy metidos en hacerse los bravos, o en apenas hablarle porque era el hijo de Batman y eso era razón suficiente para alejarse. Solamente un muchacho perdido en un callejón apestoso había querido estar con él, guardarle unos pastelitos porque había sido lo suficientemente gentil en un mundo donde la bondad ya no tenía cabida. Alfred puso una mano en el hombro del adolescente quien le abrazó de golpe, sollozando en su pecho. Tim le contó todo porque sabía que ese cariñoso mayordomo jamás contaría a nadie lo que le confesó.
-Aún no se dé por vencido, Señorito Tim.
-No sé qué hacer. No quiero ver la fecha, Alfred. No podría ver a los ojos a Conner sabiendo eso.
-Entonces no lo haga. Hay una cosa que olvida, Señorito -Alfred tomó su rostro para sacar un pañuelo de su bolsillo y limpiar su rostro- Todos tenemos una fecha de caducidad, lo que pasa es que no la vemos. Por ejemplo, yo puedo morir mañana.
-¡No, Alfred! ¡Eso no!
-Por eso debemos apreciar la vida así sea muy breve. Porque al no saber nuestra fecha de caducidad lo único que nos queda es disfrutar hasta que llegue el momento. Es un riesgo que hace todo más valioso, porque mañana no puede estar.
-¿Soy débil por llorar por Conner cuando apenas tenemos poco de conocernos?
-No, Señorito Tim. Al contrario, es fuerte porque reconoce la nobleza en medio del fango, eso significa que aún es un ser humano. ¿Se siente mejor?
-Sí... gracias.
-Creo que la comida se ha enfriado, ¿me ayuda a recalentarla?
-Sí.
Para cuando Dick regresó, estaban jugando una partida de cartas en la salita de descanso. Su hermano mayor sonrió al verlos, mirando al menor.
-Cámbiate, vendrás conmigo.
-¿Padre?
-No, la píldora ha funcionado. Nuestro arquero ha despertado, me lo llevo, Alfred. Espera por nosotros.
-Como siempre, Joven Dick.
Con una mirada cómplice al mayordomo, Tim se puso de nuevo su traje, siguiendo a su hermano por ese viejo acueducto, saludando a Cyborg al verlo de vuelta antes de ir donde un Alfa de barbas y cabellos largos descuidados estaba sentado, en la orilla de su camilla, aún tenía vendajes puestos, pero se notaba muy repuesto. Tenía una mirada de ojos azules alegres como su sonrisa. De los pocos Alfas cordiales que Tim hubiera conocido.
-¿Otro cachorro? A Bat sí que le gusta coleccionarlos. Hola, soy Oliver Queen, alias Green Arrow.
-Buenas noches, señor. Timothy Wayne, Red Robin.
-Y tan bien educado. Ya no los hacen así.
-¿Cómo te sientes? -preguntó Nightwing.
-Increíble. Estas píldoras sí que son geniales. Y eso me preocupa también, Dick. El ejército del Régimen no será cosa fácil.
-¿Qué fue lo que te pasó? -Víctor hizo la pregunta que todos querían hacer.
-Bueno... -el arquero suspiró, palmeando un lugar a su lado para que Tim se sentara- Supongo que debería empezar diciendo que quien casi me mató fue Clark Kent. El Alto Consejero.
-¡¿Clark Kent?! ¿El Clark Kent que...?
-Ya sé, Víctor. Suena tonto, pero fue él.
-¿Por qué...? ¿Cómo?
-Okay, veamos -Oliver se sobó su mentón barbudo- Esto fue de la siguiente manera: Bat y yo apenas comenzábamos junto con Cyborg y el flacucho de Flash esto de buscar proteger a la gente, hacer cosas buenas con lo de la Liga de la Justicia... cielos, me siento viejo hablando de eso. A veces Bat me daba ciertos nombres, de personas que ayudar a trasladar o proteger. Una de esas fue Clark Kent.
-Estás de joda.
-No, Dick, hablo en serio. No era el Alto Consejero todavía, vamos, dudo que siquiera estuviera en el Régimen. O no lo sé. Verán, estaba con esta mujer, Beta... Lois Lane. Pareja, felices, buscando un distrito menos conflictivo porque ella estaba embarazada y los padres de Clark recién habían llegado de las últimas tierras inundadas. Ahora, esto no se lo pude decir a nadie porque fue cuando el golpe terrorista, ¿recuerdan? Estaba con los Kent en ese momento. Bat me había dado ya la ubicación de los búnkeres donde refugiar personas. Se quedaron ahí junto con otros tantos más que pude rescatar, debía comunicarme, pero la tormenta rostizó todo. Luego vinieron estas personas... rayos, no recuerdo su nombre.
-Tranquilo, poco a poco esos detalles vendrán.
-Gracias, Víctor. Bueno, la cuestión es que ellos traían una vacuna para la peste, eso se me hizo tremendamente sospechoso. ¿Quién llega ofreciendo una cura gratis sin pedir nada a cambio? Clark fue uno de los que aceptó, no porque realmente la quisiera. Si la vacuna funcionaba, entonces podría usarla Lois y su bebé. Lo hizo por eso. Aquí es donde entra el Guasón.
-Oh, cielos.
-Sí, es que... Clark cambió. Primero, físicamente, como ahora estas píldoras conmigo, aunque lo guapo ya lo tengo. Clark ya era un Alfa fuerte, pero de pronto comenzó algo en él muy extraño, diría que dejó de ser aquel hombre que había conocido. Le pedí encarecidamente que viniera conmigo para que Bat lo revisara porque ya no me estaba gustando lo que pasaba con él. Apenas pude comunicarme con Bat me llamó a un laboratorio no lejos del búnker de refugiados, yo aquí debo confesar me puse nervioso. Esos tipos de las vacunas gratis tenían en sus laboratorios las fórmulas del Espantapájaros.
-Joder.
-Sí, sí, ¡sí! Habían sido atacados por el Guasón y fuimos tras éste. Le dije a Bat que Clark corría peligro, le dije de la vacuna y eso. Me pidió que lo buscara y nos veríamos. Al regresar al bunker... -el rubio suspiró, apretando un puño- Todos estaban aterrorizados, Clark se había puesto loco y herido algunos, Lois había salido tras él. Cuando pude localizar, aquel Alfa tenía entre sus brazos a su pareja, muerta. Sus manos estaban marcadas en su cuello roto. Supe que la había matado, pero que no lo había hecho conscientemente, en el búnker ya había detectado un aroma que en Clark era más persistente. La droga del Espantapájaros. Traté de decirle, traté de hacerlo razonar, pero simplemente su furia explotó y... me atacó. Despierto muchos años más tarde acá en un acueducto viejo y apestoso para saber que Clark Kent es llamado el Alto Consejero, que está el Régimen, que todos ustedes son Insurgentes y que una bomba arrasó con una parte de la ciudad cuando yo desaparecí, lo que trajo el caos sobre el cual se impuso este Súper Alfa. Si alguien tiene el resto de la historia con gusto quiero escucharla.
-Ése es solamente Batman -respondió Cyborg- Y lo tenemos perdido. Creemos que el Régimen lo ha capturado, pero no hay nada en toda Nueva Metrópolis sobre él. Nada.
-Hay algo en tu narración que llama mi atención -Dick se quedó pensativo- Dices que aparecieron unos tipos de un laboratorio ofreciendo una vacuna que Clark tomó como prueba. ¿Recuerdas quienes más lo hicieron?
-Ah... sí, aunque... ahora que lo recuerdo mejor, varios murieron, pero... fue de las peores lluvias en nuestra historia. No puedo asegurarte de que haya sido la vacuna la culpable o la Peste del Agua.
-Trata de hacer memoria de quienes sí vivieron y no murieron en la explosión.
-¿Qué estás pensando, Dick?
-Metahumanos. La prueba.
-Oh...
-Hay que encontrar a Batman -musitó Cyborg, volviéndose al arquero- ¿Nos ayudas?
-¿Estás loco? Bat no paró de buscarme y ahora estoy aquí. Lo vamos a encontrar porque lo vamos a encontrar, así tenga que surcar las tormentas para hallarlo. Dime que me tienes un nuevo traje.
-Cortesía de Batman.
-Estúpido murciélago. Vamos.
Tim se quedó en la camilla, serio. Oliver notó que fue el único que no se movió de inmediato, girándose a él para verle.
-¿Todo bien, cachorro?
-¿Cree que mi padre esté vivo?
-Oh, pequeño -Queen le abrazó apenas- Lo está, tu padre es un hombre duro de roer, es más, el concreto es más suave que él. No te preocupes, yo me encargo de que vuelvas a abrazar a ese gruñón murciélago, ¿de acuerdo?
-Gracias.
-Esta pelea no ha concluido, pajarillo. Todavía falta lo que yo tenga que decir. Anda, ve con tu hermano, y quita esa carita.
Tim ya tenía una idea de dónde podía estar Bruce. La Atalaya. Si no habían podido localizarle en ningún lugar con los rastreos tan escrupulosos de Cyborg en la red del Régimen, quería decir que no se encontraba en tierra firme. ¿Cómo decirlo sin echar de cabeza lo de Conner? Deathstroke era un Alfa al que no podía retar de esa manera. Luego de ver de vuelta a un Green Arrow recién bañado, afeitado y con su humor usual, Dick lo llevó de vuelta al refugio, para que les ayudara con la computadora de Bruce, tratando de buscar en los viejos archivos que poseía la información de qué organización había repartido esa antigua vacuna que hiciera a un Alfa un Súper Alfa, un Metahumano, porque no habían parado. Estaban creando más, si los rumores eran ciertos.
Miró la imagen de las barras impresas en la piel de Conner, mordiéndose un labio. Fecha de Caducidad. Conner iba a morir. Su único amigo iba a morir porque alguien estaba jugando a crear humanos muy fuertes para vencer al virus en lugar de buscar una manera de convivir todos juntos y salir adelante con todo y peste. Tim tecleó unos comandos. En la pantalla apareció la palabra Eliminar que parpadeó en espera de su confirmación. El adolescente suspiró, borrándola de su chip y todo registro. No lo vería. Si podían dar con la verdad sobre los Metahumanos, el Alto Consejero, la vacuna, las píldoras, el paradero de su padre... podrían encontrar la manera de ofrecerle a Conner la libertad y la vida que no tenía. Lucharía como lo había hecho su padre hasta encontrar a Green Arrow cuando todos los demás se habían dado por vencido. Pelearía por una oportunidad para ese tonto ingenuo súper fuerte, un duplicado inocente del Súper Alfa.
En la entrada de la baticueva, Alfred sonrió.
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