Atalaya

GOTAS DE LLUVIA SOBRE MI CABEZA


Fandom: DC

Género: AU -Sci-Fi/Omegaverse

Parejas: Superbat, JayDick, Halbarry como principales.

Derechos: Los personajes pertenecen a DC y los abogados. Yo solo soy un gusanito.

Advertencias: Pues esto no será agradable, hay mucho dolor, sangre, sufrimiento como lo propio de un Omegaverse. Gente mala haciendo cosas malas. Yo pensando mil locuras con eso. Inspirado en la saga "Injustice".

NOTA CLUMSY: Por las dudas, esto que leeréis aquí no es una oda al canon, hay cambios de hechos y circunstancias para mi complacencia pura y vil. Si no estáis cómodos con eso, os invito a partir en busca de mejores historias que os hagan sentiros a gusto.

Gracias por leerme.



***

Atalaya.

"Convivimos con personas de las que creemos conocerlo todo, pero en realidad no sabemos nada de ellas..."

Donato Carrisi.



Había dos cosas que odiaba por sobre todas las cosas, porque plagaban sus pesadillas como un elemento constante desde que murieran sus padres. La lluvia y los infectados por el virus. En buena parte porque ambos estuvieron presentes en ese momento amargo cuando vio caer sin vida a Thomas y Martha Wayne en aquel callejón, joyas de su madre rodando por el suelo al soltarlas, un mapa que sujetaba su padre. Escondido en el recoveco donde Alfred le abrigó, miró a la lluvia llevarse el mapa, las joyas, la sangre de sus padres, atrayendo a los infectados que saltaron de una alcantarilla para devorar sus cuerpos. Siempre recordaba eso, el sonido de las mandíbulas ansiosas arrancando las carnes de su madre, tirando de los cabellos a su padre mientras él lloraba en silencio con una mano de Alfred callando su dolor para no ser descubiertos. Bruce jaló aire, sintiendo ese dolor que partía su ser al volver a tener esa pesadilla, sintiendo su cuerpo sumamente adolorido, el sabor en la boca de una anestesia anteriormente aplicada. Pero había algo más fuerte, un aroma.

Alfa.

Sus párpados se fueron levantando muy despacio, adormilados todavía por la anestesia, la esencia Alfa lastimó su mente exhausta. Todo apestaba a un solo y un solo Alfa. Clark Kent. Miró un techo altísimo de color gris claro con lámparas incrustadas en el mismo. Había silencio alrededor. Estaba recostado en una amplia cama con sábanas de una tela muy sedosa, azul claro, como las fundas de las almohadas. Las paredes eran blancas muy pulcras, apenas si con otras lámparas discretamente incrustadas, apenas uno que otro mueble sin decoraciones u objetos en esa enorme recámara sin ventanas. Bruce se irguió, jadeando al ligero mareo. No estaba más herido, ni siquiera tenía vendajes en el cuerpo. Solamente un pantalón holgado como la playera que vestía, todo con ese irritante aroma a Alfa impregnado hasta en el suelo, así le pareció. Del lado izquierdo de la recámara vio una luz proyectarse en el suelo, brillante. Bajó de la cama, caminando descalzo hasta ir al arco que dividía la recámara a una sala de descanso con un enorme ventanal que miraba al exterior.

Se quedó sin aliento al contemplar lo que era un sol brillando claramente sobre un cielo azul claro, por encima de nubes. Dondequiera que estuviera, flotaba por encima de las nubes. Recordó las palabras de Tim al narrar su encuentro con un extraño amigo. La casa encima de las nubes. Bruce se perdió en aquella vista, acercándose al ventanal de vidrio único y redondeado. Jamás había visto el sol, únicamente en los libros que su padre le leía, pero nunca con sus propios ojos, en Nueva Metrópolis jamás hubo un día de sol en toda su vida, hasta ese momento. Su mano derecha se pegó al vidrio, queriendo sentir más de esa calidez de los rayos cayendo sobre el ventanal, absorto en ese paisaje tan hermoso, dejando de lado por unos minutos que estaba en una nave flotante lejos de su ciudad, preso en lo que eran los aposentos del Alto Consejero. Un sol en un cielo claro. Sin suciedad, contaminación, pestilencia. Era una vista magnífica.

-Te ves hermoso.

Respingó al escuchar la voz de Kent, girándose de golpe para verle con un gruñido. El Alfa le observaba recargado de una pared donde una puerta estaba cerrándose en el silencio más discreto que no había prestado atención.

-Ah, ah, ah, nada de correr o escapar.

-¿Qué hago aquí?

-Bien, has pasado la primera prueba con éxito. Estoy sorprendido, y complacido. Te he traído aquí para que atiendan tus heridas.

-¿Qué es este lugar?

Clark rió divertido. -Bienvenido a la Atalaya, Bruce. Tu nuevo hogar.

-¿Hogar?

-Ahora eres mío.

Wayne se quedó mortalmente serio antes de echar a correr hacia la puerta antes de que se cerrara, el Alfa sonrió, moviéndose tan aprisa que le dio la sensación de que parecía dejar una estela, atrapándole por su cintura. Las puertas se cerraron mientras era arrastrado de vuelta a la recámara no sin dar feroz pelea, era como golpear un muro de concreto. Un Metahumano. Aquello explicaba su extraordinaria resistencia e inmunidad. Clark lo arrojó a la cama donde rebotó ligeramente, uno de sus tobillos atrapado por una mano firme. Intentó patearlo, pero todo fue como en su primer encuentro, parecía no agotarse en lo absoluto, solamente riendo. De un tirón, le quitó el pantalón, dejándolo desnudo de la cintura para abajo al no tener nada más encima. Bruce lanzó un puñetazo que conectó con la mejilla del Alfa, quien se quedó inmóvil, girando su cara antes de tomar su muñeca sujeta solamente para ser besada por el dorso.

-Tranquilo, solo es la segunda prueba.

Dos manos fuertes se clavaron en sus caderas que fueron levantadas sin miramientos, dejándole expuesto al rostro de Clark. Bruce rugió buscando un punto de apoyo para usar sus pies y alejarlo, jadeando cuando la lengua del Alfa le probó. Negó, resistiéndose todavía. Con su cuerpo casi doblado no tenía mucho espacio para maniobrar. Sus manos se aferraron a las sábanas, tirando de ellas con un jadeo a la punzada de dolor que sintió por un par de colmillos mordiéndole, temblando ligeramente. Aquella lengua se abrió paso con un rugido posesivo de Kent, explorándole. Bruce apretó sus párpados, negando, sus piernas temblando. Pelear. Pelear. ¿Cómo? Sus dedos se encresparon, tirando de las sábanas. El Alfa le dejó, relamiéndose sus labios. Un traicionero calor hizo su aparición en sus mejillas, arrastrándose hasta el otro lado de la cama dispuesto a bajarse y poner distancia entre ellos. Bruce se detuvo, quedándose quieto.

-¿Sucede algo, Omega?

-¿Q-Qué... qué me has hecho?

Clark ladeó su rostro, mirándole con detenimiento. -Prueba número dos.

Todo el cuerpo de Wayne se estremeció, llevándose una mano a su vientre donde un escozor se hizo imposible de soportar, encogiendo sus piernas para hacerse ovillo. Algo le quemaba por dentro, haciendo que su cuerpo bajara su temperatura y se estremeciera sin control. Hielo con fuego mezclados, fue lo mejor que pudo describir, cerrando sus ojos ante los espasmos incontrolables de los que fue víctima los siguientes minutos, apretando sus dientes para no clamar por misericordia. No frente al Alto Consejero, no frente a ningún Alfa. El dolor fue menguando, dejándolo agotado, la frente perlada de sudor, desorientado. Jadeó, queriendo llevar aire a sus pulmones mientras unas manos le retiraban la camiseta, dejándole desnudo a unos ojos que le devoraron. Las feromonas Alfa se hicieron más abundantes.

-Sabía que no ibas a fallarme.

Se sintió levantado y recostado en el centro de la cama, parpadeando para volver en sí justo cuando los labios de Kent atacaron los suyos, mordiéndolos primero y luego abriéndose paso en su boca, buscando su lengua con que jugar. Llevó sus manos al pecho firme del Alfa, su corazón latiendo aprisa al sentir sus piernas ser separadas, un cuerpo pesado dejándose caer y el roce caliente de una erección contra su entrepierna. Abrió sus ojos a la idea, una mano en su nuca alcanzando su cuello que fue masajeado sobre sus glándulas. Clark ahogó el grito que lanzó a esa embestida profunda, nada considerada que tensó su cuerpo, clavando sus uñas en los bíceps del Alto Consejero, quien gruñó, soltando su boca para tomar sus manos que puso a los lados de su cabeza, mirándole con sus ojos rojos carmesí.

-Ah... ningún otro Alfa antes -ronroneó- Ningún otro Alfa después.

-D-Detente...

Era como sentir una daga caliente rompiendo sus entrañas. Demasiado dolor, demasiado grande. Bruce jadeó, las palpitaciones de ese miembro haciéndole temblar. Kent soltó una ligera risa, besando su frente empapada de sudor, juntando sus muñecas con una mano para llevar el brazo libre por debajo de su espalda baja, apenas levantándole. Le miró cuando hizo eso, negando apenas.

-Ssshh... sé que dolerá más, pero es un dolor que valdrá la pena.

-¡No!

No hubo misericordia ni pausas, Bruce se mordió su labio hasta sangrar, tratando de contener las lágrimas de agonía al ser embestido de esa manera tan frenética. Escuchó un rugido de satisfacción en su oído, una lengua lamiendo una de sus glándulas. Creyó que le mordería, pero no sucedió para su poco alivio. Sus manos en puños aún presas de aquella más fuerte que ya dejaba marcas en su piel, mientras el vaivén acelerado continuaba, el peso del Alfa sobre su cuerpo, sofocándole con sus feromonas, su sudor y esos gruñidos. Jaló aire con sus pies buscando alejarse al empujarse en un intento vano al sentir que ese miembro que lastimaba su interior comenzó a mostrar una inflamación en la base. Un Nudo. Al bastardo no solo le bastaba con humillarlo así, quería además dejar su huella en su cuerpo. Negó con fuerza, sus caderas adoloridas al ritmo, ese escozor que solamente se había avivado con las penetraciones. Bruce no pudo evitar el gritó que escapó de sus labios cuando el Nudo se abrió paso en su cuerpo, arqueándose contra la cama. Kent gimió en la curva de su cuello, sonriendo al terminar dentro de él entre empujones cada vez más erráticos.

-Bruce, Bruce... mi Omega.

Sus manos fueron liberadas pero su cuerpo estaba en agonía completa para tener fuerzas de hacer algo más que quedarse inerte. Una mano levantó su mentón, limpiando con un pulgar una mejilla húmeda.

-Ssshh, sé que duele, pasará. Deja que tu cuerpo haga para lo que fue hecho, Bruce.

-E-Eres...

-Ssshh, calma -Clark sonrió, tomando su rostro entre sus manos- Tranquilo, si te dejas llevar, pasará más rápido.

De buena gana le hubiera escupido si su garganta no estuviera cerrada. El dolor cesó apenas, mientras el Alfa se entretenía con su cuerpo, recorriéndolo con sus manos, mordiendo su piel sensible en su pecho, hombros, una de sus muñecas. Bruce se arrepintió con todas sus fuerzas el haber cometido el error de no haberse matado en la celda. Jadeó cuando pasado un tiempo que se le hizo eterno, el Nudo comenzó a desaparecer, permitiendo cierto descanso a su interior que ardía cual metal caliente. Miró a Clark, quien le observaba con curiosidad, sus ojos rojizos y su sonrisa expresando orgullo, satisfacción. Había algo más.

-Eres tan perfecto.

Frunció su ceño, buscando algo de voz para replicar sin encontrar fuerzas para hacerlo. Lo que fuese que ese Alfa estuviera obligando a su cuerpo a reaccionar escapaba a sus deducciones, pero era incomprensible. De nuevo vino ese fuego naciendo desde su vientre y expandiéndose por todo su ser, era como si una fiebre súbita apareciera igual a la que padecían los infectados antes de morir o quedar como esos cadáveres vivientes. Tembló de nuevo para su vergüenza, jadeando por aire al sentirse hervir y mirando a Kent quien le sujetó por debajo de la espalda, levantándole de modo que quedó sentado sobre su regazo, cepillando con calma sus cabellos descompuestos, olfateándole siempre con esa sonrisa idiota en el rostro.

-No lo combatas. Está bien, mi Omega.

Negó, moviendo sus brazos para quitar sus manos de sus cabellos, pero aquel gesto dolió como si le hubieran roto todos los huesos del cuerpo. Lanzó un quejido, jalando aire como si se estuviera asfixiando. Demasiado calor, iba a freírle los sesos. Tragó saliva mirando alrededor, sintiéndose mareado, buscando algo que no estaba en ninguna parte. Una mano devolvió su mirada al Alfa que le besó de nuevo. Ahí estaba. No. No. No. Eso no podía ser. ¿Cómo podía...? Ni siendo un Metahumano podía haber provocado su Celo tan de golpe, tan solo así. No podía. Él no podía hacerle eso, los Supresores eran infalibles.

-Ssshh, calma, tu Alfa está aquí, deja que me encargue. Tranquilo, tranquilo.

Wayne gimió al sentir de nuevo una erección volver a nacer en dentro de su cuerpo, estremeciéndose a la imperiosa necesidad de apretarlo, de que... Gruñó, peleando con el instinto tan fuerte de llamar al Alfa, saciar esa urgencia. Kent le embistió, haciéndolo arquearse. La fiebre se disparó, su mente nublándose, aferrándose a los anchos hombros cuando le sujetó por sus caderas, haciéndole bajar y subir de su miembro. Era demasiado. Un cambio en los movimientos del Alfa, tocando algo que le hizo ver estrellas, que le hizo tener un orgasmo tan fuerte que terminó prácticamente desmayado en los brazos de Clark. Le pareció imposible como inexplicable, perdiéndose sus últimos pensamientos coherentes mientras su cuerpo al fin se rendía a la imperiosa necesidad de tener cerca al Alto Consejero, de lamer esa piel con aroma fuerte, picante. De mover sus caderas buscando sentir una vez más un Nudo que le complació con más semen.

Complacer. Llenar. Morder. Sentir. Unir.

El golpe de aquel Celo súbito apagó su razón por completo, hasta que pasó y comenzó a volver en sí en la última oleada de fiebre, muy tenue. Solo entonces Bruce volvió a estar en sus cabales. Una vez más todo el cuerpo le dolía peor que tener todos los huesos rotos, hambriento, algo sediento. Le dolía la mandíbula y con algo de asco reconoció el sabor de un semen en su lengua. Seguía en esa bendita cama que apestaba a sexo. Miró alrededor preguntándose donde podría conseguir algo de agua que poder beber. Por la luz colándose del ventanal de la sala, notó que... ¿estaba amaneciendo? ¿Cuántas horas habían pasado? Esperaba que fuesen horas y no días. Iba a tener que arrastrarse porque su cuerpo no estaba muy cooperativo en esos momentos.

-Oh, miren quien ha vuelto en sí. Tan hermoso que lucías sediento de mí.

Bruce no se movió, tragando saliva al escuchar el rumor de las sábanas que apenas le cubrían correrse. El cuerpo del Alfa cubriendo el suyo boca abajo. Se estremeció no estuvo muy seguro de la razón, mirándole por encima del hombro cuando le abrazó, serpenteando una mano debajo que tocó cariñosamente su vientre.

-Casi termina, Bruce, solo falta algo más.

-¿Qué rompas mi cuello?

Kent rió, besando su sien que apartó bruscamente con un gruñido.

-Debo admitir que tienes tu encanto siendo así, bueno...

El Omega frunció su ceño, luego tratando de alejarse al sentir sobre su muy adolorido trasero una erección que se restregó. Las pocas fuerzas que le restaban no bastaron, gimiendo entrecortadamente cuando le penetró, despacio, pero hasta quedar dentro, haciéndole respingar por lo sensible que le había dejado. Clark sonrió, abrazándole por completo, sus manos cruzándose debajo de su pecho, apenas si moviéndose.

-No hay mejor premio para un Alfa que un Omega intacto.

Bruce no le respondió, cerrando sus ojos con sus manos aferrándose a la orilla de la cama hasta donde había llegado. Otro gemido escapó de su garganta, de nuevo esa punta presionando en él su próstata, haciendo que su propio miembro comenzara a despertar muy a su pesar. Estaba demasiado débil para controlarse o hacer algo más que apretar sus labios adoloridos por mordidas y besos, intentando guardar un resquicio de dignidad. El Alfa rió sobre su nuca, acelerando sus embestidas, lamiendo su cuello donde sus glándulas estaban inflamadas al punto de doler, quejándose por la lengua rozándole. La mano que había tocado su vientre de nuevo bajó, esta vez tomando su pene que masturbó al ritmo de sus caderas.

-Acéptalo, Bruce, es algo inevitable.

-Ya... basta...

-Casi termina, solo un poco más -Kent se pegó por completo a su cuerpo, haciendo descender más su erección en su interior- Sólo un poco más, mi Omega.

El cambio tocó de lleno ese punto de placer, haciéndolo arquearse contra aquel pecho igual que su cabeza que echó hacia atrás, maldiciendo su naturaleza que sucumbía una vez al toque de aquel Alfa, eyaculando en su mano al mismo tiempo que lo anudaba con un fuerte empujón. El orgasmo calmó ese rastro de fiebre que al fin pareció despedirse de su cuerpo. Bruce jadeó, aliviado, poco atento a los colmillos que rozaron su cuello.

-¡NO!

Gritó a la punzada de dolor ahora en su cuello cuando Clark le mordió, enterrando sus colmillos en sus glándulas, su interior apretando la erección que palpitó, expulsando más semen. La Marca. Inmovilizado por esos brazos que le sujetaron todo ese tiempo, no tuvo más remedio que dejar caer su cabeza contra la sábana, cerrando sus ojos. La fiebre desapareció, dejando solamente el cansancio y ardor. Wayne dejó escapar un quejido cuando los colmillos se retiraron de su cuello, sin pelear ya mientras una lengua sanó la herida, cauterizando con su esencia su piel.

-Esto es lo que llamo una perfecta Unión, ¿no te parece, Bruce?

Kent sacó su mano por debajo de la cama, mirando sus dedos manchados de semen que lamió, no era la primera vez que lo hacía. Todo ese Celo había disfrutado de cuanto su Omega tuvo para ofrecerle. Miró a este, con su rostro de lado contra la cama. Besó sus cabellos húmedos, lamiendo su mejilla donde una lágrima traicionera corría.

-Todo está bien ahora. Lo hiciste perfecto, mi Omega. Estoy orgulloso de ti, nadie había logrado lo que tú, ni nadie más lo hará. Ahora descansa, lo mereces.

Lejos de que casi se lo ordenara, Bruce simplemente se rindió al agotamiento, escapando a la inconsciencia para ya no pensar en todo lo que había sucedido, lidiaría con ello cuando despertara y estuviera mejor. Para su fortuna, el sueño hizo lo suyo, no pesadillas ni tampoco recuerdo de ese maldito Celo provocado. Al despertar, la ausencia de sol sustituido por una luz de Luna señaló la noche en que despertaba. Estaba limpio, con pijama limpia en una cama limpia, pero con el aroma de Clark Kent, igual que en su cuerpo. Tendría que pensar en algo para solucionar eso. Bruce se quejó, recostado de lado mirando hacia la sala. Un par de personas estaban dejando lo que parecía comida en una mesita que habían traído. Verlos disparó algo extraño en él, una agresión o frustración guardada por su humillación, no lo supo decir. Simplemente se levantó pese a dolerle las caderas y las piernas temblarle un poco, corriendo a los hombres que se giraron a él cuando les gruñó. Al primero tumbó con un fuerte puñetazo, otro lo sujetó con fuerza por el cuello, ahorcándole.

-Bruce... cariño, suéltalo.

El Alfa lo distrajo, aflojando su agarre. Los hombres miraron al Alto Consejero que les hizo una seña para que salieran de ahí, cosa que hicieron despavoridos. Kent negó despacio con una risita, venía de la habitación adjunta a la salita, un estudio, con cabellos aún mojados que secaba con una toalla, vestido en el mismo uniforme que le conociera la primera vez.

-Mi Omega, ya, tranquilo. Se han ido.

Le miró sumamente extrañado de sus palabras, sus manos aún encrespadas, tensas. Clark dejó la toalla a un lado, tomando esas manos que relajó al masajearlas.

-Creo que será mejor que cenes conmigo. Quería darte privacidad, pero me temo que no es buen momento. Anda, tus ropas están junto a la cama. Iré a pedir que te lleven la cena al comedor, cuando estés listo, únete a nosotros. No te preocupes, sabrás donde estoy -dijo muy seguro.

O el Alfa se había golpeado la cabeza en el baño, o algo sucedía de nuevo. No lo supo. Se giró a la cama, buscando sus ropas, tan similares a las que usaba Kent, pero oscuras como le gustaban. Se vistió aprisa, inspeccionando al fin alrededor. Por alguna razón también quiso cerciorarse de que no hubiera alguien más. Había una comezón extraña en su cuerpo que no pudo explicar, caminando a las puertas que esta vez se abrieron solas, dejándole pasar al brillante pasillo flanqueado por plantas de enormes hojas verdes tras cristales. Esa comezón fue como una brújula para ir hacia otro ventanal enorme donde estaba una larga mesa, las estrellas de fondo con la Luna en una esquina. A la cabecera se encontraba Kent, quien le sonrió, levantando una mano para llamarle.

-No te muevas, Diana.

Había alguien más, una mujer detrás de la mesa, en una esquina de la mesa junto al Alto Consejero que ya había visto antes si bien jamás tan de cerca. De cabellos negros largos que caían por su espalda, ojos azules, cuerpo atlético en un uniforme de colores similares a los del Alfa, pero con bordes dorados que formaban algo similar a unas alas. Caminó despacio, mirando alrededor. No había nadie más, aunque los aromas de Betas llegaron a su nariz que frunció, gruñendo bajo. Soldados. Clark sonrió, alcanzándole para jalarle con un tirón de su brazo que atrapó cuando siguió mirando a la mujer, misma que estaba estupefacta pero no se movió hasta que Bruce estuvo bien sentado en el regazo de Kent, quien le sujetó por la cintura, besando la Marca antes de quedarse con su mentón reposando sobre su hombro. Calma. Tranquilidad. Gruñó por ello sin quitarle la vista de encima a la extraña. Eso era, la mujer era extraña y no debía estar ahí. ¿Por qué?

-Imposible -murmuró ella.

-Sabía que ibas a sorprenderte.

-Clark... no puede ser.

-Lo estás viendo.

Diana jadeó, mirando al Alto Consejero. -El último Omega en estado Feral fue registrado hace casi un siglo, Clark. Él...

-Mi Bruce te va a sorprender en muchos aspectos, querida. Recién acaba de atacar a un par de cadetes solamente por llevarle cena.

-Estás mintiendo.

-Apenas si ha hablado desde el Celo. Sigue tenso como puedes ver. Por eso quise que cenara con nosotros, un Omega Feral es tan peligroso como un Alfa en Celo.

-¿Cómo lograste que no te atacara?

-Impronta.

-Comprendo. Me habías dicho de su condición, pero... esto te lo guardaste bien.

-Seré sincero, Diana. Tampoco lo esperaba, si bien no me sorprende. Es fuerte, con una voluntad que les costó mucho a los chicos contener -el Alfa acarició la mejilla de Bruce para llamar su atención- Cariño, quiero presentarte formalmente a Diana, princesa de la isla Themyscira, aliada y gran amiga mía. Diana, creo que puedes mostrarte ya.

-¿Es seguro?

-Tienes mi palabra.

Bruce miró al Alto Consejero y luego a Diana quien asintió, liberando su esencia contenida. El Omega abrió sus ojos, mirándole de arriba abajo, siendo ahora su turno de sorprenderse con lo que estaba olfateando, lo imposible hecho verdad. Una mujer Alfa. Kent rió, besando su mejilla.

-Sshh, sin gruñidos, cariño, ella no te atacará.

-De no estarlo viviendo, no te lo hubiera creído, aunque me mostraras una grabación. ¿Sabes...?

-¿Lo que bien pudimos haber perdido? Claro. Lo he estado pensando desde que lo traje aquí.

Diana sonrió, sin quitarle la vista de encima. Bruce le observó también, de pronto pegándose por completo al Alfa a quien escuchó lanzar un rugido de advertencia.

-Olvídalo, Diana.

Ella suspiró, volviéndose a Kent. -Esto... esto te puede ayudar a levantar un imperio. Él puede darte un imperio.

-Lo haremos -asintió Clark, la mano sujetando a su Omega acariciando su vientre- ¿Cenamos? No ha comido desde que el Celo comenzó a desaparecer.

-Buen provecho, Alto Consejero. Brindo por un futuro prometedor contigo como líder supremo.

-Por un futuro prometedor.

Dos copas chocaron, un sonido que le chocó por sus sentidos temporalmente hiper sensibles. La cena fue tranquila, ignorando la mirada que de vez en cuando Diana le dio, mientras comía de la mano del Alfa cuando las suyas no pudieron sujetar ningún cubierto al continuar demasiado tensas, queriendo atacar algo por esa comezón que no se marchaba. Hambriento como estaba, ignoró esos modos de Kent para alimentarle, sin rechazar nada de todo lo que le ofreció. Una comida que más tarde recordaría con mucho remordimiento. Jugosa, limpia, sana. Algo que no se podía ver en Nueva Metrópolis, que hubiera querido para sus cachorros que debían estar preocupados. El cansancio tomó su turno para reclamar su atención una vez que su estómago fue saciado, sintiéndose dormitar en el regazo del Alfa, quien le llevó de vuelta a la cama, dejándole descansar. El Alto Consejero salió para despedir a Diana, quien caminó a su lado, mirándole con una sonrisa maliciosa.

-No puedo sino decir que la suerte está contigo.

-Lo que demuestra que mi causa es la justa. Todo me es positivo y viene a mí en modo y forma precisas cuando se requieren.

-La renovación de Nueva Metrópolis, un nuevo orden, el imperio.

-Esto lo cambia todo.

-Ya es perceptible, Clark. Tu propia esencia es más fuerte que antes -Diana chasqueó la lengua, llegando a donde estaba su nave- Ese Omega vale una guerra.

-¿Estás insinuando algo, querida?

Ella rió, palmeando su espalda. -Sí, de haberlo encontrado primero lo hubiera llevado a la isla y te hubiera invadido después.

-Que tristeza que lo hice yo primero. ¿Debo esperar un ataque de las amazonas?

-Como dije, ese Omega vale una guerra, pero no será entre nosotros -Diana se giró a su nave- Tenemos un asunto pendiente con esa gente del mar.

-El autoproclamado rey no va a tener más fuerza, nuestros ejércitos unidos al fin crearán el orden y la paz que necesitamos. Un renacimiento de la humanidad. Con los Metahumanos gobernando.

-Y el más fuerte de ellos, como emperador, fortaleciendo su poder con una descendencia pura, que ningún laboratorio podría replicar. Estas buenas noticias las llevaré conmigo a la isla, celebraremos al Alto Consejero la fortuna que trae el destino a sus manos. Felicidades, Clark.

-Hasta pronto, Diana.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top