〰5 Nicole
Narrador omnisciente
Carl se levantó cuidadosamente de la camilla cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta.
—Adelante —dijo haciendo pasar a un chico de tez blanca y pelo rubio, que por lo que parecía había estado llorando toda la noche.
—Nicole, verás... mierda me he confundido de habitación, lo siento mucho.
Antes de que se fuera, Carl se dio prisa y dijo:
—¡No! ¡Espera! —el chico desconocido se giró— Llevo bastante tiempo sin hablar con nadie, mis familiares vienen poco a verme, así que si no encuentras a la tal Nicole y quisieras hablar con alguien de lo que sea, bueno... yo estaré aquí.
El chico se vio confundido y se marchó sin decir nada más.
La verdad es que Carl ya estaba cansado, ya había ocurrido tres veces que alguien entrase en esa habitación preguntando por una chica llamada Nicole. Que eso a Carl no le parecía mal, se equivocaban sin más, pero empezaba a pesar que esa chica había muerto y que los doctores no habían avisado de nada, por ello sentía algo de pena.
Además no falta decir que cada vez que Carl escuchaba que llamaban a la puerta se hacía la ilusión de que fuese uno de sus familiares, las única personas que iban a verla eran su madre y su hermana, sobre todo la última.
Por lo menos allí en el hospital, se encontraba fuera de cámaras, la Reina Cotilla no podía espiarle ni publicar nada sobre él, pero presentía que no era del todo así.
***
Kurt se hallaba en su escritorio, la inspiración no le venía a la cabeza. ¿Sobre qué podría escribir? Ninguno de sus libros había tenido éxito, ni siquiera "Violetas muertas", en el cuál se había tardado más tiempo en escribirlo de lo normal.
Tenía el bolígrafo en la mano y lo golpeaba repetidas veces de manera suave contra la mesa. A su izquierda se hallaba un papel algo arrugado, que tenía por título "Lluvia de ideas", pero que por lo demás estaba totalmente en blanco. El escritorio en el que estaba sentado se encontraba enfrente de un gran ventanal con vistas a las transitadas calles de Nueva York. El lugar, la calle, el apartamento, todo estaba diseñado para que fluyera la imaginación, pero todo eso no estaba funcionando.
El castaño soltó un suspiro de cansancio cinco segundos antes de que le llegara un mensaje:
"¿Has enviado el borrador ya?"
Kurt se sentía algo presionado, ¿Borrador? Pero si la hoja todavía seguía en blanco y tenía que enviarla cuanto antes. Con el ratón del ordenador clicó una carpeta y envío a la editorial uno de los documentos que se encontraba dentro, "mejor enviar algo viejo que estresarme" pensó.
Aún así Kurt se sentía como un fracasado, veía que no tenía éxito y que no llegaba a ninguna parte, podría decir su nombre por la calle y nadie le reconocería. Era muy joven para haberse dejado los estudios y la carrera de escritor no estaba de su parte.
Fue el momento en el que tuvo una gran idea:
—Es la hora de que vuelva al instituto.
***
Se llevó un cigarrillo a la boca. Pocas veces fumaba pero se sentía como una idiota. Jack se lo había dejado muy claro y sus últimas palabras retumbaban en su cabeza "¡De que el tal Gabe Kingston dejará más que en evidencia que era mujeriego cuando estaba contigo!".
Una lágrima le cayó por la mejilla, pero se la apartó con el meñique con gran rapidez, no iba a volver a llorar por esto otra vez.
Muchos se habían reído de ella cuando la noticia salió al descubierto en el blog de la Reina Cotilla, pero ella ya estaba cansada, y se fue. Ahora que ha vuelto es como si nada hubiera cambiado, sigue siendo la Rose de hace un par de años, sigue siendo la destrozada Rose al que su antiguo novio no quería.
Le dio la última calada al cigarro, esta vez aspirando más profundo, para luego lanzarlo despreocupadamente al suelo.
Y se dio cuenta de que ella ya no era la antigua Rose, de que esa misma noche dejó de ser cristal para ser hierro. Y que temblase Manhattan, porque la rubia venía con venganza.
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