09

Años atrás

— ¿Cómo que reprobaste Seokjin?— La voz firme y fuerte de la madre retumbó en los oídos de Jungkook que escuchaba la conversación a un costado de su hermano.

—Má, no pude responder el examen.

—¡Cállate! — SeokJin desvió la mirada hacia un lado del sillón. - Tienes todo el tiempo del mundo para estudiar, diremos que trabajas, no haces nada, solo estás jugando con tierra y los carros esos. ¡No puedes reprobar!

- Má...

— Eres flojo, inútil y tonto. — La mujer estaba histérica, tenía la cara roja y gruñía con rabia.

—¡Má!— Jungkook levantó sus manitas para impedir que la mujer siguiera gritándole a su hermano, SeokJin lo miró con sorpresa y la mujer terminó de enfurecer.

— ¡Hazte a un lado Jungkook!

—Mamá, el examen de SeokJin hyung estaba difícil, no es su culpa...

—Dije que te quitaras...

—Jin-hyung estudió mucho, no le pegues mamá, no le pegues. — Pidió aferrándose a la cintura de su progenitora que terminó controlándose un poco.

La madre observó a su hijo mayor, tenía las mejillas rojas y su cabello cubría poca parte de su frente haciendo visibles un par de lágrimas que caían de sus mejillas incluso si trató de detenerlas.

La mujer vio después a su hijo menor, el pequeño reposaba en la mesa del comedor con un par de colores que daban forma a un arcoíris en su bitácora.

—Jungkook.

—¿Si?— El mediano separó su rostro del pecho de su madre en dónde se había aferrado y alzó la vista para escuchar a su madre.

—Ve a ver a SeungWoo.

El niño asintió y se retiró de la sala limpiando con cuidado sus mejillas antes de que su hermanito se diera cuenta de que había llorado.

Sabía que algo pasaría después de aquel suceso, pero no dijo nada y continuo como si todo estuviera bien.

Solo supo que antes de eso tenía un hermano mayor en quien podía confiar, pero desapareció sin explicación y él ya no quería buscarlo si resultaba que no valía la pena.

En el edificio B de la institución había un caos por la mayoría de los salones, en uno se organizaba una festividad de cumpleaños y en el alterno a este, los jóvenes tenían un estresante debate sobre los problemas sociales del mundo.

Al final de los pasillos había una contidad moderada de jóvenes tomando apuntes del pizarrón mientras que la gran mayoría estaban fuera del aula comprando bebidas o paseando sin preocupación por los pasillos.

SeokJin terminó sus apuntes minutos después de que la profesora hubiese salido del aula y vaciló un rato viendo la ventana, hasta que sus compañeros de aventuras terminaron la tarea y se dispusieron a salir de ahí.

— Jin... — Lo llamó uno de los chicos que esperaba pacientemente en la puerta para que se les uniera. —¿Te quedarás aquí?

El joven que parecía perdido viendo a un punto fijo fuera del aula lo miró y negó con un movimiento de cabeza.

—Vallan, tengo que hacer algo.

—¿Tienes un problema? ¿Quieres que te ayudemos?

—Jin, si es el baboso de Jefferson dime. Hoy tengo ganas de pegarle a alguien.

SeokJin sonrió y lanzó una hoja de libreta arrugada a la cara de uno de sus amigos.

—Busca a quien maltratar en otro lado...

Los chicos rieron divertidos y salieron en conjunto con otras chicas del lugar que se unieron después.

Cuando solo quedaron el y un par de alumnos en el colegio que hojeaban libros, SeokJin tomó uno de los libros que estaban en su pupitre y lo lanzó al suelo. Estaba harto, no quería seguir haciendo eso, no le correspondía y aunque se sentía bien ver cómo ese par sufría los regaños de sus progenitores no terminaba de agradarle.

En el fondo de su corazón se sentía culpable, cuando veía a su hermano menor huir de las reuniones grupales del colegio o cuando el baboso de su hermano mediano corría por la casa de un lado a otro evitándolo a él y a sus padres para sacar al menor sin que los cuestionaran.

Ya no recordaba la última vez que los tres jugaron en el patio o la última plática que tuvieron para contar como les iba en el colegio. Eran extraños que vivían bajo el mismo techo y dormían en la misma casa.

Salió de su salón unos minutos después con las manos en los bolsillos y la consciencia rota por el baúl de recuerdos que había vuelto a abrir y no quería cerrar hasta que su alma se sintiera menos culpable por ciertas cosas.

Caminó por los pasillos hasta llegar al campus de los del primer semestre, SeungWoo estaría por ahí seguramente estudiando en compañía de su soledad o escondido en algún rincón mientras el resto salía a degustar sus alimentos en la cafetería.

Y como lo imaginó, lo encontró en el salón de álgebra hojeando un libro que reconoció como parte de la pequeña colección que tenían en casa.
Tenía los ojos de su padre pero su rostro era más delgado que el de este y se asimilaba más al de su abuela materna. La camisa del uniforme cubría sus muñecas y solo dejaba ver un par de dedos delgados que cambiaban de hoja cada que terminaba de leer páginas.

SeokJin quería entrar, hablar con el y preguntarle que tal le estaba yendo en la preparatoria, cosa que no había hecho desde que SeungWoo estaba en la Secundaria.

—¿Vas a hablar con el o solo vas a espiarlo como psicópata?— Escuchó a su costado. SeokJin saltó en su lugar y miró al dueño de aquella voz.

—No te importa lo que hago con mi hermano.

El otro sonrió de lado como burlándose de sus palabras.

—Lo sé SeokJin, ni a ti te importa lo que haces, ¿Cómo quieres que me importe a mi?— Daniel tenía el cabello mojado y su nariz presentaba un raspón. Sus zapatos estaban sucios y su chaqueta tapaba el logo de la escuela.

—Lárgate y deja a mis hermanos en paz.— Pidió. El pelinegro se rio una vez más de aquellas palabras.

—No SeokJin, eres tú quien tiene que dejar de espiarlos a cada maldito segundo.— El azabache se tensó al escuchar aquello. —¿O crees que no sé cómo es que tu padre se entera y viene a reclamarle a mi madre que soy una mala influencia?— El mayor de los Jeon se mantuvo en silencio. —Creo que no te toca a ti decidir quiénes son buenas y malas influencias. Ni siquiera eres capaz de reconocer el rostro de tus hermanos.

—¡Lárgate!

—Me iré el día en que ellos me lo pidan, no cuando tú quieras que lo haga. Ya pasó el tiempo en que podías controlar sus decisiones, ellos crecieron, déjalos vivir.

SeokJin iba a decirle que se equivocaba, que los estaba cuidando, que por más idiota que sonara era así, pero Daniel ya no quiso escuchar y simplemente lo dejó ahí, mientras ingresaba en el salón y acompañaba a SeungWoo quien lo recibió con una sonrisa amplia.
Y era cierto, el ni siquiera recordaba lo tan lindo que se veía su hermanito sonriendo de esa manera.

Ellos habían crecido y el a pesar de haber crecido con ellos ya no los conocía y no había sido testigo de ese crecimiento.

Taehyung había escuchado que existían unas leyendas. Una muy peculiar era en la que se decía que aquellos que ruegan por un deseo en medio de la noche serán escuchados por los antiguos dioses y se les concederá aquello que anhelan con tanto fervor.

Pero Taehyung no creía en eso, porque eran leyendas sin sentido que no concebían una base lógica para ser reales. Y no creía en la fantasía.

Buscaba una base lógica, algo que tuviera un punto creíble y que no tuviera lugar a la imaginación, pero recientemente comenzaba a dudar de ello.

Había quedado en verde con David por la tarde, así que en cuanto ingresó en su departamento, ofreció una inspección diaria a sus plantas y después de hacer anotaciones en su bitácora fue a cocinar un poco para su estómago que rugía desesperado por alimentos.

Su madre no había llamado aún así que supuso que estaría ocupada con los labores del hogar o atendiendo a su padre. Taehyung realmente tenía ganas de volver a casa y probar nuevamente la comida de su madre, pero aún faltaba buen tiempo antes de las vacaciones por semana santa y eso solo le daría 2 semanas en las que quería avanzar con su tesis, así que no entraba en sus planes como vacaciones.
Si lo planteaba así, entonces vería a su madre en la ceremonia de graduación y talvez durante un tiempo antes de conseguir trabajo y comenzar a ganar dinero para su propio patrimonio. Ya había caído en cuenta de que se había convertido en un adulto.

Dejó los platos en el fregadero, echo un poco de agua en un vaso y bebió clavando su vista en las plantas que adornaban su cuarto haciendo contraste con las paredes y los posters de científicos y no que otro gráfico sobre la estructura de unas plantas.

—¡Taehyung!

Escuchó en una de las ventanas. Una sonrisa pequeña se formó en su rostro imaginando que David ya habría llegado para platicar con el.

Dejó el vaso en el fregadero y retiró la cortina que conectaba al pequeño balcón de su departamento.

La calle estaba vacía, el tono rojizo del atardecer indicaba que faltaban tan solo 1 hora para que anocheciera.

Pero no había rastro de David por ningún lado.

—¡Taehyung!— Llamó aquella voz nuevamente, pero está vez hubo respuesta a su llamado.

—¡Estoy aquí!— Gritó una voz que parecía pertenecer a un niño de por lo menos unos 5 años.

—¿Qué haces aquí? La tía Kim va a regañarme si ve como te ensuciaste.— Taehyung observó en esa dirección de la calle donde se encontraban aquellas dos figuras.

El niño más alto vestía unos pantalones negros y una camisa color amarillo, mientras que el menor que se encontraba minutos antes en el suelo limpiaba sus manos en su overol café y su camisa blanca con manchas de tierra.

—Mamá va a regañarme de todas formas Jimin-hyung.— Dijo el menor como si ya supiera lo que vendría.

—No digas eso, la tía Kim no es tan mala.

—Lo dices porque te regalo chocolate.

—Es tu mamá Tae...

—Ya sé— El menor hizo un puchero y cruzó sus brazos.

—Ven, volvamos a casa...

El par de niños se tomó de las manos y continuaron caminando por la calle. Taehyung parpadeo tratando de asegurarse de que aquellos niños eran reales y no producto de su imaginación.

—Ey, es de noche, no vallan por ahí...— Gritó, pero ellos no parecieron escucharlo. —¡Deténganse! Es peligroso...

No hubo respuesta una vez más y el solo grito hasta que no los pudo ver más.

Taehyung estaba tan absorto en ellos que ni siquiera notó las lágrimas que caían por sus mejillas. Por alguna razón dolía, quería detenerlos, decirles que se quedaran, que lo esperaran, que lo escucharan y que le explicaran porque dolía en sobremanera. Pero ya no estaban ahí y nunca habían estado más que en su memoria.

—¡Taehyung!— Escuchó está vez al otro extremo de la calle una voz que lo llamaba a despertar de su locura o quizá de su realismo enterrado entre escombros de un pasado que quiso olvidar. —Taehyung... ¿Estás en casa?

El azabache dirigió sus piernas a la puerta del departamento, con delicadeza y con todos sus pedazos abrió aquella puerta encontrándose con la imagen del pelinegro alto que lo esperaba en la calle con un ramo de flores silvestres mientras daba vueltas y sonreía con nerviosismo aún sin notar su presencia.

—Jungkook— llamó casi en un susurro, pero el pelinegro fue capaz de escucharlo y sonreírle con dulzura.

—Hola Taehyung, solo quería regalarte un par de flores que encontré de camino... ¿Taehyung?

El mayor frunció su ceño al no recibir respuesta.

—¡Taehyung!

Y en el fondo de su alma, cuando escuchó el llamado de aquel niño y vio la sonrisa del joven Jeon que le dedicó sus pensamientos en noches de insomnio, Taehyung supo, que apenas había comenzado a ser un Adolescente.

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