× On a rainy day ×
Había pasado un mes desde que el Apocalipsis había sido evitado por un grupo de lo más pintoresco; un mes desde que Crowley y Aziraphale consiguieron librarse de las condenas a muerte de sus respectivos bandos; un mes desde que éstos dos personajes celebraron su victoria en el restaurante Ritz de Londres.
Desde aquél día, la relación entre el ángel y el demonio comenzó a cambiar: se veían más seguido, salían a comer, hacían cosas juntos... Y todo ello sin preocuparse de que les descubrieran, pues ahora solo pertenecían a un bando: al que ellos mismos habían formado durante esos seis mil años.
Ahora Crowley se encontraba mirando por el ventanal del restaurante al que había ido a comer con Aziraphale. El demonio estaba perdido en sus pensamientos mientras observaba como la lluvia caía en el exterior.
—¡Crowley, Crowley...! —le llamó por tercera vez el ángel, quien miraba al contrario con el ceño fruncido ya que llevaba varios minutos sin hacerle caso.
El demonio finalmente volvió a la realidad gracias a la voz del ángel, y algo desconcertado, desvió la mirada hacia él—. Uh... Sí, disculpa, ¿qué decías? —dijo, bebiendo después un pequeño sorbo de su vino.
—Decía que este nigiri está delicioso —repitió, señalando con los palillos una porción de sushi que había en el plato—. Deberías probarlo, querido —dicho aquello, el ángel tomó el nigiri que quedaba y le dio a probar al demonio.
—Mmh... Tienes razón, sabe bien —le dedicó una sonrisa y volvió a beber de su copa.
[...]
—Crowley, la próxima vez dejame pagar a mí —se quejó el rubio mientras se ponía su chaqueta—. Es injusto que hayas pagado todo tú cuando ni siquiera has comido.
El demonio, quien ignoraba los reproches del ángel, tomó el paraguas del recipiente que había en la entrada y salió del establecimiento, abriendo inmediatamente el paraguas para evitar mojarse. Aziraphale salió justo después y se juntó al demonio para evitar mojarse; y éste, de manera natural, entrelazó su brazo con el del contrario, comenzando a caminar en dirección a la librería.
Caminaron pegados el uno al otro, charlando sobre diversos temas y a veces únicamente disfrutando del silencio. La lluvia no parecía cesar en ningún momento, cosa que a ninguno de los dos les importaba ya que disfrutaban de la compañía del otro.
A mitad de camino decidieron hacer una pequeña parada en el St. James Park porque al angel se le había antojado observar la lluvia caer en el lago del parque, y obviamente Crowley no se lo iba a negar; además, le gustaba la lluvia, así que no tenía ningún inconveniente en cumplir la petición del ángel.
Se adentraron entonces en el parque, buscando el lugar perfecto para contemplar la lluvia. En la zona había varios bancos donde tomar asiento, sin embargo ellos prefirieron permanecer de pie frente al lago, observando las ondas que se formaban en el agua por la lluvia. Esta vez no había ningún pato rondando por el estanque o pidiendo comida, pues todos se habían refugiado de la lluvia; esta vez únicamente eran ellos dos: Crowley y Aziraphale. Un ángel y un demonio.
Ambos se encontraban sumidos en sus pensamientos y, casualmente, ambos pensaban en lo mismo: su primer encuentro en el Jardín del Edén, cuando el ángel utilizó sus alas para cubrir a Crowley de la lluvia. Pero ésta vez los roles se habían invertido, ahora era el demonio quien protegí al ángel de la lluvia.
Aún con aquél pensamiento en la cabeza, Crowley miró de reojo al ángel y sin poder evitarlo sonrió; siempre le ocurría cuando miraba a su ángel. Con algo de timidez, acercó su mano a la del contrario y la tomó con firmeza, entrelazando sus dedos con los de él. Ante aquella acción, Aziraphale simplemente giró la cabeza hacia el demonio y le dedicó una cálida sonrisa para justo después descansar su cabeza sobre el hombro del contrario.
—Querido... —dijo Aziraphale en un suspiro, frotando suavemente su mejilla contra el hombro del demonio—. Esto me recuerda a nuestro primer encuentro —comentó en un tono bajo.
—Tienes razón... —sonrió levemente el demonio—. Aunque algunas cosas han cambiado.
—¿Ah, sí?, ¿cuáles? —preguntó con curiosidad, alzando levemente la cabeza para poder ver al demonio.
—Pues... ahora soy yo quien te proteje de la lluvia..
—Cierto —asintió con la cabeza el ángel—. ¿Algo más que haya cambiado?
—Hmm... nuestra relación, por supuesto —dijo, y sonrió cuando el ángel apretó su mano con cariño, dándole la razón—. Pero también hay algo que no ha cambiado desde entonces...
El ángel alzó una ceja con curiosidad y esperó a que el demonio siguiese hablando.
—Sigues sin tener tu espada flameante —soltó una pequeña risa. El ángel se apartó un poco de él y le propinó un suave manotazo en la nuca—. ¡Ouch, oye! No me golpees, ángel —se quejó el demonio, volviendo a reír después, y esta vez Aziraphale se unió a él.
Cuando la risa se desvaneció, ambos se fundieron en un abrazo; Crowley siempre teniendo cuidado de cubrir a ambos con el paraguas. Tras unos minutos de aquella forma, Aziraphale decidió subir sus manos hasta el rostro del demonio, acunando sus mejillas con cariño. El demonio, totalmente obnubilado por las acciones del contrario, acercó su rostro al del ángel para recibir el beso, pero éste nunca llegó.
En un principio, Aziraphale iba a besar a Crowley, pero antes de cerrar los ojos algo llamó su atención: un pequeño gato salía de entre los arbustos que se encontraban a unos metros de ellos. El ángel se quedó observando con curiosidad al animal, el cual miraba de un lado a otro en busca de un escondite donde refugiarse de la lluvia.
—¿Ángel...? —llamó extrañado el demonio. Al ver que no recibía respuesta alguna, abrió los ojos encontrándose al ángel observando algo por sobre su hombro—. ¿Pero qué...? —farfulló, girándose levemente para descubrir qué tanto miraba el ángel. Entonces vio al pequeño gato tratando de esconderse de nuevo entre los arbustos—. Ugh, ¿en serio, ángel?
Sin decir palabra alguna, Aziraphale comenzó a caminar con cautela hacia los arbustos donde el gato se había escondido. El demonio simplemente bufó y observó desde su sitio como el ángel se acuclillaba frente al arbusto y trataba llamar la atención del animal.
Tras varios minutos con la mano extendida y completamente inmóvil, finalmente el gato decidió acercarse al ángel. Primero olisqueó con curiosidad su mano y después frotó su cabeza contra ella, demostrándole a Aziraphale que confiaba en él; tal vez por su naturaleza de ángel.
Desgraciadamente, todos los avances del ángel se arruinaron cuando Crowley se acercó a él, queriendo cubrirle de nuevo con el paraguas. El gato se asustó ante el repentino acercamiento del demonio y salió huyendo hacia la salida del parque.
—¡Crowley! —se quejó el ángel, levantándose del suelo para justo después correr tras el gato. Y sin más remedio, el demonio fue tras él.
Una vez en el exterior del parque, el demonio cubrió de nuevo al ángel con el paraguas, mientras que éste miraba de un lado a otro en busca del gato. Le vio entonces cruzando despreocupadamente la carretera; sin embargo, el claxon de un auto alarmó a Aziraphale. Y sin persarlo dos veces, corrió hacia el gato para salvarle de una muerte segura.
Aquella acción alarmó al demonio, quien preocupado por la seguridad de su ángel, soltó el paraguas y corrió tras él. Todo ocurrió muy rápido: Aziraphale tomó al gato en brazos y justo después, Crowley se abalanzó sobre ellos, consiguiendo alejarles del auto. Los tres acabaron en el suelo.
—¡Por el amor de Dios! —exclamó el ángel, respirando agitadamente por la adrenalina y el impacto—. Crow... ¡El gato! —se acordó del animal y comenzó a buscarlo desesperadamente, encontrándolo recostado en la acera. El gato gimoteaba y se lamía una de sus patas, la cual le debía de doler.
Inmediatamente, el ángel fue junto al gato y lo cogió en brazos, haciendo uso de sus poderes para disminuir el dolor que sentía mientras le susurraba palabras bonitas para qué se calmase. Mientras, Crowley aún se encontraba en el suelo, sobándose el hombro derecho con algo de dolor; y sus tan queridas gafas de sol, yacían destrozadas en mitad de la carretera. El auto había pasado por encima de ellas.
En cuanto se aseguró de que el gato estaba bien, el ángel lo dejó a salvo en la cera y se apresuró en ir junto a Crowley. Le ayudó a levantarse del suelo y justo después le abrazó con preocupación.
—Oh, querido, ¿estás bien?, ¿te duele algo? —preguntó el ángel cuando se separó del abrazo.
—Estoy perfectamente —dijo algo molesto el demonio. Bajó entonces la mirada hacia su ropa, descubriendo que estaba completamente empapada; luego, miró a su alrededor en busca de sus gafas—. ¡Joder! —maldijo al verlas destrozadas en el suelo.
El ángel era consciente de que Crowley estaba molesto con él, seguramente por haber salido corriendo tras el gato. Y tenía razón, el demonio estaba molesto con el ángel por haber actuado de manera imprudente; también por haberse preocupado antes por el gato que por él; y por último, estaba molesto porque sus gafas y ropa se habían arruinado.
—Yo... Crowley, lo sien.. —pero fue interrumpido por el demonio, quien agitaba su mano desinteresadamente.
—Sí, sí, lo que sea, vámonos —dicho aquello, comenzó a caminar por la calle sin importarle la lluvia.
Aziraphale suspiró y fue hacia la otra acera para tomar el paraguas que el demonio había dejado olvidado; después volvió junto al gato y lo cogió de nuevo entre sus brazos. No pensaba dejarle solo bajo la lluvia.
Para cuando el ángel llegó a la librería, el demonio ya se encontraba esperándole bajo la marquesina del establecimiento, cubriéndose de la lluvia. Esperó a que el ángel abriese la puerta, y cuando lo hizo, se adentró en la librería sin dirigirle la palabra, dirigiéndose directamente hacia la trastienda del local.
[...]
Media hora más tarde, el gato ya se encontraba acomodado y medio dormido entre un montón de mantas que Aziraphale había preparado para él. Sin embargo, las cosas entre el ángel y el demonio aún estaban algo tensas.
Crowley había usado sus poderes para secarse la ropa y ahora estaba sentado en el sofá, bebiendo su segunda copa de vino completamente en silencio. Por su parte, Aziraphale después de haberse encargado del animal, se hizo una taza de té y tomó asiento a un lado del demonio, guardando distancias por si acaso.
—¿Crowley...? —le llamó algo cohibido, pero no recibió respuesta alguna. Entonces el ángel dejó la taza de té sobre la mesa y volteó hacia el demonio—. Mira, Crowley, sé que estás enojado conmigo por lo que ha ocurrido... —suspiró—. Lo siento mucho, ¿vale? He intentado decírtelo antes, pero no me has dejado... —murmuró, agachando la mirada.
El demonio suspiró y bebió de su copa antes de hablar—. Ten más cuidado la próxima vez, por favor... —pidió, aún sin mirarle.
El ángel asintió levemente con la cabeza y apretó los puños al ver que el demonio aún seguía distante con él. Algo le decía que aún no le había perdonado del todo.
—Querido... —susurró el ángel, acariciando la mano del contrario—, ¿qué ocurre?
—Me ha molestado que te hayas preocupado antes por el gato que por mí —confesó, bebiendo de un trago lo que le quedaba de vino. A pesar de su semblante de tipo duro, el leve rubor que se había instalado en sus mejillas delataba que se sentía avergonzado al confesar aquello.
—Oh, querido... —el ángel terminó de acercarse a él y le abrazó—. Lo lamento mucho... Pero me preocupé más por el gato porque tú eres inmortal y él no —explicó, acariciándole la mejilla.
—Pero podía haber salido herido... —murmuró el demonio, apartando la mirada de él.
—Crowley, querido... —le agarró suavemente de la barbilla y le obligó a mirarle—. Eres la persona... bueno, demonio, más importante en mi vida. Claro que me preocupo por ti, muchísimo... —susurró, mirándole a los ojos. Esos ojos que tanto le gustaban—. Además, ¿estás celoso de un gato?
—¿¡Qué!? —se apartó abruptamente de él—. ¡No, no, no! No estoy celoso de esa criatura.
—¿Seguuuro? —insistió el ángel, aguantando la risa.
—¡Que no estoy celoso, ángel!
Antes de que Aziraphale pudiese decir algo más, el demonio le tomó de las mejillas y estampó sus labios con los de él. El ángel, por la sorpresa, tardó varios segundos en reaccionar, pero después correspondió gustosamente al beso.
Estuvieron besándose durante un buen rato, disfrutando de la compañía mutua; y después, ambos se acomodaron en el sofá. El demonio rodeó con sus brazos al ángel y éste se acurrucó contra él. De vez en cuando compartían algún que otro beso y caricias.
—Ángel... —habló el demonio, tras un rato en completo silencio—. ¿Te quedarás con el gato?
—Mmh... Seguramente... —respondió, mirando hacia el animal—. Parece que no tiene hogar... y en mi librería hay espacio de sobra.
—¿Y cómo le llamarás?
—Uh... Eso no lo había pensado... Tal vez.. —examinó al animal, en busca de inspiración. Era un gato pequeño, de pelaje corto y grisáceo, con alguna mancha más oscura adornando su cuerpo—. Tal vez... Ugh, no se me ocurre nada..
—¿Por qué no le llamas Gato? —sugirió el demonio.
—¿Estás de broma? —rió el ángel, incorporándose para mirar al demonio.
—¿Qué? —frunció levemente el ceño—. ¿Acaso Adam no llamó a su mascota Perro?
—Sí, sí, pero...
—Pues ya está —sentenció el demonio—. O sino, siempre puedes llamarle animal, criatura...
—¡Crowley, basta! —rió de nuevo el ángel, acurrucándose de nuevo contra el demonio—. Ya pensaré en algo... Pero eso ya mañana.. —bostezó.
El demonio negó con la cabeza divertido y sonrió al ver a su ángel cerrar los ojos. Al parecer, un nuevo miembro se había unido a la familia.
[Hey, muy buenas! Primero de todo, quiero disculparme por la tardanza. Tenía planeado publicar este shot antes de irme de viaje, pero tuve unos problemas (se me borró y tuve que rehacerlo), y no pude subirlo hasta hoy. Lo segundo, volveré a irme de viaje dentro de poco, pero intentaré escribir algo en el transcurso <3
Y por último, me gustaría vuestra opinión: ¿os gusta el nombre de Gato para el gato, o preferís otros nombres?]
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