𝚇𝚇𝚅𝙸𝙸𝙸↬𝓛𝓵𝓮𝓰𝓪𝓻𝓸𝓷 𝓵𝓪𝓼 𝓻𝓮𝓼𝓹𝓾𝓮𝓼𝓽𝓪𝓼 𝓺𝓾𝓮 𝓫𝓾𝓼𝓬𝓪𝓫𝓪
Era una noche sofría y fría. Estaba todo tranquilo, no coexistían sonidos alternos a mi alrededor. El cuchicheo de los grillos junto al croar de las ranas se sentía desde el interior de la casa. La suave brisa nocturna acariciaba mis cabellos con un suave toque al arremeter contra mí después de colarse por la ventana. Me quedé ahí, con la cabeza apoyada al suelo de la ventana mientras admiraba el exterior. La luna apenas descubría su picuda forma por quedar oculta entre los nubarrones. Parecía que en cualquier momento acabaríamos bajo en diluvió. Pero no llovió. Se mantuvo todo el rato nublado sin caer siquiera una gota del cielo. Eso impedía ver las estrellas. La bóveda celeste estaba más deprimente que de costumbre. Por mis labios escapó un suspiro. Estaría sola en mi casa por unas cuentas horas más, aburrida.
En estos momentos son los que por mi mente pasan un sinfín de pensamientos. No tenía nada que hacer aunque me quedaba por hacer algo. Ese “algo” es el último deseo de la señora Choi. Desde que ella falleció aquel asunto no salía de mi cabeza. Ya era hora de cumplir mi promesa.
Este asunto va a ser duro de resolver.
¿Qué debía hacer? No puedo contarle a mi amigo Soobin todo de sopetón, mucho menos intentar hablar de esto con Yeonjun ¿Cómo se lo tomaría después de saber la verdad e pasar por todo lo que ha pasado? ¿Qué pensará al saber que llevo dos meses sabiendo la respuesta que estaba buscando y no le he confesado nada?
Pero Yeonjun debe ser el primero en saberlo, Malía. Tu relación con él te da ese deber.
Gracias conciencia por recordarme que tu trabajo en esta vida es llevarme a la contraria en todo.
La voz de mi cabeza tenía razón: Si quería hacer las cosas bien tenía que contarle a Yeonjun ¿Y qué estoy esperando ahora? ¿Qué me detiene?
Con las manos frotó mi rostro mientras pienso en una solución a todo este enredo. Lo primero en mi lista fue llamarlo, lo descarté al instante, estas cosas no se deben contar por teléfono. Lo segundo fue escribirle un mensaje, prácticamente igual a la idea anterior. Lo tercero y último, fue ir a verlo a su casa. No sé de dónde pienso sacar la confianza de mirarlo a la cara para contarle la verdad. Lo tengo que hacer porque es todo o nada.
Subí a mi habitación, agarré las llaves del coche y salí a buscar al chico. Lo más probable es que esté en su departamento. Yeonjun únicamente permanece ahí todo el tiempo. Desde que nos reencontramos después de cuatro años es en ese lugar donde permanece. Nunca lo he visto salir mucho, quizás deba atribuirlo a que está siendo buscado por el sistema policial. Y como sé que siempre está donde mismo, no tengo que llamarlo para decirle que le voy a visitar.
Las calles de la ciudad están oscuras por la falta del astro en el cielo. Agradezco grandemente a las farolas, luces y semáforos que me iluminan el camino. No podría llegar sin ellas jamás. La cosa se empieza a complicar cuando estoy ya cerca de casa de Yeonjun. Por acá esas maravillas modernas estaban destruidas en su generalidad, la suerte es que transitan pocas personas. Ustedes deben estar creyendo que le temo a la oscuridad. No es así. Solo tengo miedo de acabar estrellando el auto de Beomgyu contra un poste ¡Me mataría si algo le ocurre a su auto! ¿Qué hago con el coche de mi mejor amigo? Robárselo, claro está. Esto es sin su consentimiento, me declaro “suma inquisidora” de sus cosas como suele llamarme él. Estoy segura que cuando me vea mañana en el trabajo va a querer asesinarme agonizantemente.
Cuando ya estoy subiendo por el elevador tengo un millón de ideas para entablar la conversación con él y luego soltarle la bomba. No quiero lanzársela para que reviente como tenga que reventar, no quiero causarle más daño. La información de por sí sola es nefasta. De solo imaginarme lo duro que va a ser para él saberlo me pone estresada. Las repetidas veces que camino de un lado a otro hasta que las puertas de la caja metálica se abren son la prueba.
Inhalo. Exhalo. Vuelvo a inhalar. Termino exhalando. Trato de calmarme antes de entrar. Yeonjun me conoce, aparte de eso también es psiquiatra y se le da de maravilla reconocer las emociones de las personas a su alrededor. No quiero que de una simple ojeada sepa todo lo que traigo para decir.
–– Venga Malía. Tú puedes con esto –– Intento animarme a mí misma –– Es solo Yeonjun, no tienes que complicarte tanto con eso. Tú puedes con él.
Ja. Si pudiera con él no habría pasado por lo que pasé hace cuatro años.
¡No pienses esas cosas!
¡Sí puedes! ¡Sí puedes! ¡Sí puedes!
Mis nudillos tocaron la madera de la puerta con el número cuarenta y seis de plástico en la sima. Era su habitación. No había marcha atrás. Desde que él abriese la puerta comenzará todo.
–– Uhhh pequeña, ¿qué te trae aquí a estas horas?
El tono insinuador que usó mientras se apoyaba con el brazo y la cabeza a marco, me ayudaron a aliviar un poco mi estrés. Además, él parecía encantado con mi visita, sus intenciones lujuriosas seguramente camuflaban mejor mi inestable existencia.
La mirada osada, la sonrisa doblada y esa ceja enaltecida, eran la clara muestra de que mis ejercicios de respiración habían surtido efecto. Probablemente no aparento tener ganas de salir corriendo por mi vida.
Si ustedes supieran lo que le tengo que contar estoy segura que se sentirían como yo en estos momentos.
Creía que mi inseguridad después de que este mismo chico que intento apoyar me destruyera, había desaparecido. Odio que vuelva en este preciso momento. Me hace sentir incomoda.
–– Vengo a hablar contigo de un tema muy serio, Yeonjun ¿Puedo pasar? –– Trato de sonar segura pero no amenazante ni brusca, más bien relajada e positiva.
–– ¿Piensas saludarme primero?
Ahí va de nuevo ese maldito acentito masculino. Ese mismo ronroneo cual gato insinuante que si fuera otra ocasión me tendría ya a sus pies.
–– ¿Cómo quieres que te salude? –– Inquirí conociendo perfectamente la respuesta.
–– Ummmh… –– Se acercó, sostenido mis caderas a ambos lados con sus grandes manos –– No sé; tal vez un: “te extraño, tenía muchísimas ganas de verte, te quiero” o ese tipo de cosas.
–– Yeonjun “te extraño, tenía ganas de verte, te quiero o ese tipo de cosas” ¿Feliz?
–– Eres cruel –– Pucherea acercando su rostro al mío hasta rozar los labios –– ¿Eres así solamente conmigo?
–– No es nada perso–sonal.
Su cercanía me estaba instalando nervios, tener labios contra labios tampoco ayudaba a mejorar la situación. Nuestros encuentros sexuales habían sido mucho más frecuentes en estos meses. Se puede afirmar que nuestra “relación” mejoró. Lo quiero mucho más que antes, al menos no quería sacarle los ojos nomás topármelo, parte de mí le tiene aprecio a este nuevo chico de cabello negro.
–– En serio, Yeonjun. Tenemos que hablar.
–– Vale, vale, ya lo noté. Hoy no vienes a hacerme ese tipo de visita.
¿Cómo lo descubrió tan rápido? Este hombre es capaz de sorprenderme cada vez más.
–– Gracias –– Murmuré agachando la mirada.
Agradecí mentalmente cuando se alejó. Yo también lo quería cerca como él me quiere a mí, pero este no es el momento. No vine a follar ni pasar tiempo de caridad juntos. Estoy decidida a contarle quién es el asesino de su padre.
–– ¿Qué quieres contarme?
Me adentro tras el pelinegro al interior del departamento. Sigue igual que siempre, Yeonjun sigue igual que el chico que vi ayer en la tarde salvo por la ropa. Me indica a tomar lugar en el sofá, tomando él territorio en uno de las butacas enfrente de mí, justo como cuando me daba las consultas como psiquiatra.
–– Es sobre el asesinato de tu padre.
Clava una mirada brutalmente analizadora sobre mí. Sus ojos no expresan asombro ni ninguno de sus gestos. Con aquellas orbes marrones se dedica a buscar las mías, consigue mirarme directamente a los ojos y no sé qué demonios hacer. Estoy inquieta como antes de salir del elevador. La angustia corre por mi sangre como si fuera esto lo que mi corazón trasfiriera, acabo de olvidar todo lo que planeé para darle la respuesta ¡Malditos nervios!
–– Emh –– Intento hablar pero no me salen las palabras.
¿Por qué no dice nada? ¿Debería de continuar hablando? ¡Este silencio es peor que morir ahogada!
–– Yeonjun –– Respiro tratando de retomar la postura –– Tu madre–
–– ¿Ella te lo contó, verdad? –– Me interrumpió.
–– Sí –– Suspiro atreviéndome a preguntar –– ¿Cómo lo sabes?
–– Hace cuatro años desde que le dieron baja del hospital psiquiátrico suponía que lo recordara –– Contestó aún con aquella mirada severa sobre mí.
Me da miedo a veces, siento como si estuviera mirando mi alma totalmente desnuda e plena a su vista, me hace sentir expuesta.
–– ¿Qué te contó ella, Malía? –– Aseveró la pregunta utilizando mi nombre.
–– Y–yo, ella… –– Un enésimo suspiro escapa de mis labios –– tu madre me dijo quién asesino a tu padre.
Por primera vez de esta conversación veo sus ojos turbarse. No porque fuera a llorar sino porque este posiblemente sea el asunto más serio e doloroso de su vida. Aquella mirada analizadora se detiene, su rostro finalmente expresa algo. Yeonjun está ansioso, dolido, melancólico, impresionado.
No me gusta verlo así. No me agrada para nada. Preferiría si fuera otra persona quien se lo explicara. Siquiera concibo qué vio la señora Choi en mí para encomendarme está tarea.
–– Yeonjunie –– Por primera vez en mi vida decidí llamarlo de una manera tierna. Me levanté y caminé hasta él, agachándome frente a su persona mientras agarro su mano en las mías –– Tu madre–
–– Está bien, Malía… –– Una dolorosa sonrisa de labios cerrados surca sus belfos –– Ve al grano, creeré todo lo que me digas. Confío en ti. Puedo ver que vas a decir la verdad –– Agarra con su otra mano las mías, las lleva cerca de sus labios, besa el lugar lentamente y cierra los ojos unos segundos antes de volverme a mirar –– ¿Quién mató a mi padre?
–– Esa es la cosa Yeonjun. La persona que mató a tu padre fue… tu propia madre.
*****
¡Tan, tan, taaaan!
Mañana vendrá una explicación completa por un capítulo narrado por la señora Choi como si fuera un recuerdo. Aviso para que no se me enreden.
Tengan una linda noche/mañana/día. Os quiero.
Yo me voy a mimir que son las dos y cuarto de la madrugada en Cuba.
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