𝚇𝙸𝙸↬placenтero
El pasado no necesitamos borrarlo, ni editarlo, ni se puede cambiar, solo debemos aceptarlo, superarlo y seguir adelante.
A simple vista parecen palabras fáciles, cuando en realidad es casi imposible salir de él solo pensando que lo debemos "aceptar".
Hay que admitir que para ser feliz hay que tener mala memeoria.
Quizás, tan solo quizás, de esa manera sí se puede llegar a seguir adelante.
Esta visto y comprobado que todas las cabezas no trabajan igual. No todos tenemos la capacidad de olvidar nuestro pasado, ni superarlo a pesar de nuestro esfuerzo. No cuando todo tus pesares fueron provocados por una persona. Una persona la cual no ha sido castiga. Y mientras tú has vivido un infierno, esa persona ha vivido la mejor vida del mundo.
Tú el infierno. Él el Edén. No es justo. No es para nada justo. Y si no hay nadie ley que lo castigue. Tú mismo tienes que virar la balanza. Si estás harto de todas las injusticias, queda únicamente hacerlo por tu cuenta.
Porque como dicen por ahí: si quieres algo bien hecho tienes que hacerlo por ti mismo.
Entonces todo termina en venganza.
Porque la venganza es placentera.
Y aunque parezca bien. Aunque disimule toda la mierda que he pasado como si del mejor actor de Hollywood sea mi identidad secreta. Me siento semejante a estar mintiéndome a mí mismo. Necesito libertad. Pero esa libertad no la puedo conseguir hasta que tranquilice mi mente, y vuelvo e lo repito, no hasta que haga pagar todo el daño que me han hecho. Solo esa manera me ayudará a superar mi pasado.
Otras vez revivo ese momento traumático. En esa maldita noche que destrozó mi vida pasando nuevamente igual que si no tuviera retorno, viviéndolo como el primer día. Solo seguía pasando. No sé detenía. Quitándome la poca paz conocida.
– Yeonjun...
Un pequeño yo es levantado de la cama por su madre. Ella está llorando, las lágrimas recorren su rostro igual que un océanos con furiosas olas. Luce abatida, destruida y sin fuerzas.
– Pase lo que pase no salgas de tu habitación – Suplica mientras atrapa mi rostro entre sus manos – ¿Lo prometes?
– Mamá...
No le respondí, me quedé todavía en shock, sin saber lo que estaba pasando. Más su beso va a mi frente y luego me abraza.
– Por favor... – Y se marcha cerrando la puerta de mi habitación tras sí.
Intenté acurrucarme para continuar soñando, sin embargo, ahora el sueño no se activaba. Conté ovejas, cambié de posición e apagué mi mente. La imagen de mamá en ese estado no dejaba de perturbarme aunque me forzaba a olvidar.
Golpes. El sonido iba en aumento, cada vez se escuchaban más fuerte. Gritos le siguieron. Podía distinguir la voz de mis padres pero no entendía nada. Mi corazón estaba chocando contra la caja torácica, tenía miedo. Tampoco sabía qué hacer.
Luego el chasquido de los cristales romperse en el piso superior, y justo después, el de algo colisionando en el balcón de mi habitación.
El estruendo hizo que me despertara y descubriera mi cuerpo de todas las mantas que me abrigan al dormir. Y de la nada, todo se sucumbió en silencio. Un silencio ensordecedor.
Entre toda las sombras del velo de la noche, la tenue luz de la luna llena se colaba por la ventana, permitiéndome una buena visión de todo mi alrededor.
Entonces vi lo que fue el inicio de desestabilizar mi mundo.
La sangre escurría el suelo mientras esta era destilada por un cuerpo en llamas. Era papá. El rostro lo tenía muy desfigurado, era imposible distinguir bien sus rasgos faciales. Su pecho se encontraba inerte, no bajaba ni subía con la normal respiración. La carne quemada se fundía con el aire, otorgando un aroma repulsivo. Los ojos los tenía abierto, pero su mirada no reflejaba nada salvo mi pequeña persona.
Encontrarlo de esa manera, logró que mis emociones se descolocaran y entrara en pánico. Corrí en su dirección sin importar los cristales adentrándose en las plantas de mis pies descalzos.
Papá yacía en el balcón de mi habitación. Sin vida.
Muerto.
Mi madre apareció por detrás, sostuvo mi cuerpo que se resistía intentando llegar a mi padre. Comparada a mi situación actual, ese pequeño cuerpo no tuvo oportunidad por más intentos que ejerciera.
– Yeonjunie hay que salir de aquí, la casa está en llamas – Habló mi madre y lo mejor que tengo – No podremos tardar más.
Y me sacó de adentro. Todo estaba en llamas, apenas logramos salir. En la parte exterior mis otros dos hermanos estaban mirando todo ser consumidos. El mayor se acercó rápido a socorrernos, mientras que mi hermano menor no paraba de llorar.
Todo ardía. Todo destruido. No quedaba nada.
Y entre las sombras lo vi. Nadie más lo vio. Sus ojos grises miraban al fuego con admiración. Fue como si le deleitara. Además de ese rostro con expresión maravillada. Se volteó en mi dirección y esa mirada recayó en mí. Sus labios se movieron sin emitir sonido. El mensaje enviado era "Shhh, pequeño".
En ese momento no lo dude, fue él. Él causó todo esto. Él destrozó todo.
Ahora era el momento de hacerle pagar.
El sonido del timbre me hizo jadear sobresaltado, desperté del sueño o martirio, de esta última sería la mejor manera llamarlo.
Observo la hora en mi reloj, suspirando más por la pesadilla que por la hora. Sola hay una persona que llegué tan temprano. Jin y mi pequeña.
Sí, mi pequeña. Una forma bastante retorcida de llamar a Malía dadas las circunstancias. Lo que me amerita una mente ingeniosa. Solo yo comprendo la razón. Posiblemente más nadie pueda deducirla.
Saliendo de la habitación bajo a la puerta, al abrirla me encontré efectivamente a las personas que creía. Un Jin curioso y una Malía mirándome cohibida, probablemente pensando en nuestro último y suculento encuentro. Aunque me encuentre más dormido que despierto los saludo y les indico que me esperen donde siempre mientras me tomo el trabajo de alistarme un poco.
Ya de vuelta me siento junto a ambos hermanos, salvo que esta vez compartiendo sofá al contrario de detrás de mi escritorio. Malía queda en el medio e una proximidad a mí muy prudente. Jin no para se hablar sobre lo asombroso que fue el sábado en la noche, donde luego de una exposición de arte Malía durmió plácidamente por primera vez, bueno, al menos la primera vez que él conoce. La chica por otro lado se pone cada vez más ansiosa estar entre ambos, me mira sabiendo la razón de su mejoría que también conozco y se pone roja, además de apartar la mirada de mí. Odio que no me mire. Me encanta verla nerviosa, ruborizada y tímida, más conociendo que soy la causa.
– Eso es genial Jin, ¿no es cierto, Malía? – Inquiero complacido y sonriendo – Los ejercicios de relajación que hacemos están rindiendo buenos frutos.
La chica se pone más nerviosa. Sabiendo a sobra qué clase de ejercicios son los que estoy hablando y en qué sentido.
– ¿Qué clase de ejercicios hacen? – Vuelve a indagar Jin tan chismoso como siempre.
– Podemos mostrarte, ¿no, Malía? – Suelto con cierto tono de ironía que luego transmuto a serio – Ven para mostrale a tu hermano algunas cosas que hacemos. No tengas vergüenza. Acércate, pequeña.
Me encanta la forma en la que ya reacciona cuando la llamo "pequeña", tal de si fuera un nuevo interruptor acabé de instalar en su mente. Me mira anonadada, temerosa, ansiosa.
– Anda, pequeña.
Malía observa fijamente a Jin, temiendo lo que pueda pasar enfrente de su hermano y con las ganas de huir plasmadas en su rostro. Pero no huye, no lo hace porque sabe que no puede. Y no hablo de que si lo haría su hermano sospecharía, si no, porque ya presione el botón de "pequeña" en su mente. Ni siquiera ella sabe lo sumisa que está llegando a ser.
No me pone a esperar mucho, lenta pero segura se traslada a mi lado. Alejándose de su hermano para ir hasta mí. Casi pegando las pieles. Sus ojitos sacudidos por la expectación, no lo sabe, pero ella desea más que yo ser poseída por mí.
Ladeo mi cabeza para quedar frente a la suya. Mi mano viaja nada más y nada menos a su cabello, extrayendo el palillo que yace ahí para mantener su cebolla despeinada en pie. En olas negras cae este por los hombros. Y mi mano se escabulle todavía más, entre las hebras, acariciando gratamente la parte de atrás de su cabeza.
Su cuerpo se destensa y veo como aguanta las ganas de liberar un jadeo placentero. Por eso conduzco su cabeza hasta descansar en mi regazo, deseando darle mucho placer e de otra maldita forma. Termino mirando a Jin, y le dejo muy en claro una cosa...
– A partir de mañana necesito que Malía venga sola los turnos. De esa forma se podrá liberar mejor y será más placentero para ella.
– Está bien, no vendré más hasta que sea a recogerla o traerla.
Dicen que un sesenta y nueve de personas le buscan doble sentido a las palabras, creo que Jin no está en entre esa cuenta.
Definitivamente esto hay que hacerlo más placentero para ella y yo.
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