22. Bittersweet feelings

Yuri trataba de no hacerse bolas con el estambre y veía casi angustiado a Ragna que reía por su graciosa expresión. La mujer tejía sin problemas ayudándole a desenredarse cuando lo necesitaba.

A la mayor le gustaba cuando ambos le visitaban, era reconfortante tenerlos en su casa y no sentirse sola.

— ¿Crees que Otabek tarde mucho? —preguntó a Yuri luego de ver la hora.

—Espero que no o será difícil volver a casa.

—No quiero que se vayan a oscuras, se llevan el auto.

—No creo que sea necesario —soltó una risa baja y suave—. No te preocupes.

—Me preocupo, hará mucho frío está noche y no quiero que se enfermen.

—Ragna, tranquila.

—Si me dices tranquila me pongo más nerviosa, Otabek tarda mucho.

—Fue a la ciudad vecina, claro que se tomará su tiempo.

Suspiro y dejo el tejido de lado, sobando sus sienes, Yuri termino de enredar la bola de estambre para poder sentarse junto a ella.

—Pensemos en otra cosa, así no te pones nerviosa.

—Está bien —suspiro y volteo a ver al muchacho—, ¿arreglaste ya las cosas con él?

—Hablamos de eso pero...aún no estoy seguro, es como si hubiera algo que no nos deja comportarnos como queremos —hizo una mueca, acomodándose un mechón de cabello tras la oreja—. ¿Crees qué hay algo más que nos falte?

—Pues... —se quedó pensativa, parecía tan concentrada en lo que sea que surcaba su mente que no se movía—. Yuri, ¿ustedes tuvieron una cita alguna vez?

Arqueo una ceja y le vio extrañado.

—No, ¿eso es necesario?

—Pues si, de alguna manera, gracias a las citas pueden conocerse bien, me dijiste que estuvieron separados cinco años, los dos cambiaron y hay cosas nuevas que descubrir en el otro —sonrió ampliamente y palmeo su rodilla de forma maternal, como alentándolo a hacerlo—. Cuando mi marido y yo nos divorciamos, nos separamos muchos años...un día él volvió y me dijo que quería intentarlo de nuevo, pero no funcionó, porque cambiamos y ya no éramos necesario para el otro...si ustedes tienen la disposición de intentarlo, entonces empiecen de cero.

—Nosotros no tuvimos un inicio convencional, Ragna —hizo una mueca y suspiró—. Fuimos del odio al amor en algún punto de nuestra relación, la dependencia tuvo mucho que ver pero...bueno, no lo sé.

Suspiró también algo triste y acaricio su cabello con tanta dulzura que Yuri se sintió indefenso, frágil de alguna manera.

—No lo sé, estoy seguro que ambos creímos que no nos volveríamos a ver porque nos hacíamos daño —desvío la mirada al fuego y se mordió el labio—. Pero el día que finalmente estaba mejor, que de alguna manera sabía que podía seguir adelante sin él aunque quisiera buscarle...ahí estaba, ofreciéndome una nueva vida lejos de todo lo que conocimos, de lo que nos dañamos y nos daño... ¿crees que hicimos mal?

Ragna observó atenta los ojos sinceros del menor, el muchacho decía tanto con sus preciosos orbes, podía ver que era sincero y que las dudas tenían demasiado rondando en su cabeza. La noruega tomó sus manos y le sonrió con la calma que le caracterizaba la mayor parte del tiempo.

—El amor no es dulce y el odio no es amargo.

Yuri parpadeo confundido, esperando una explicación.

—Los sentimientos son agridulces, Yuri, a veces el amor no es bueno y a veces el odio no es malo.

—No lo entiendo —murmuró igual de perdido que antes.

—Somos humanos, Yuri, y la única forma en que podemos expresarnos correctamente es aprendiendo a sentir la emoción correcta —acaricio la mejilla del ruso sin borrar su dulce sonrisa—. Ninguna emoción es mala cuando la sientes y la expresas como es, hacernos ilusiones, creer que sentimos algo que no es solo por tratar de no ser malos es lo que más daño nos hace.

—Yo...

—El amor es como todo en la vida, tendrá sus altas y sus bajas, pero si aceptas todo lo que conlleva entonces serás verdaderamente feliz.

Hizo una mueca leve y desvío la mirada, pensativo.

—Sufrir por el sufrimiento que aún no llega, es la mayor causa de sufrimiento.

— ¿Eres budista acaso?

—No, es un dicho de mi abuela —se rió cubriendo su boca.

—Entonces...

—Disfruta lo que venga, di lo que sientes y entrega tu corazón, no tengas miedo, Yuri, lo peor ya pasó.

— ¿Como puedes estar tan Segura?

—Porque tú lo estás, ¿me equivoco?

Sonrió y negó, abrazándola por iniciativa por primera vez en el tiempo que llevaban ahí. Ragna correspondió gustosa y beso su cabeza como una madre satisfecha luego de que su hijo entendiera el sermón del día.

—Gracias —suspiró cerrando los ojos, no quería alejarse de ella porque era cálida y tenía tiempo sin recibir un abrazo así de maternal.

—No es nada, Yuri, me alegra haberte ayudado.

—Me adelantare a casa —dijo alejándose despacio cuando sintió que estaba mucho mejor —. ¿Puedes decirle a Otabek?

—Claro, ve con cuidado y enciende la chimenea en cuanto llegues.

Asintió, y después de despedirse, salió animado hacia la nieve, ansiaba volver a su hogar.

Era temprano cuando volvió a casa, es decir, aún había luz y eso era una ganancia, andar en el bosque por la noche nunca sería una buena idea. En la maleta estaban todas las cosas que les hacían falta para la despensa y para el cuidado de los gatitos, se sentía tranquilo y satisfecho porque finalmente podría intentar pasar el tiempo con Yuri, porque por más que lo había intentado nada de lo que planeaba le salía como esperaba.

Soltó un suspiro de alivio en cuanto divisó la cabaña y apuro el paso casi de forma inconsciente, sólo podía pensar en la cena caliente y tirarse frente a la chimenea hasta dormirse.

— ¡Llegas tarde!

Escuchó un grito y volteó confundido, sólo para que en su rostro se estampara una bola de nieve. Sacudió la cabeza y vio a Yuri que le sonreía burlón, de brazos cruzados, había salido de debajo de la escalera.

— ¿Qué estás haciendo?

—Castigándote —se inclinó para tomar otro poco de nieve y formarla a medias en una bola, lanzándosela.

Giro la cabeza, sintiendo el impacto en el hombro y bufó, volteando a verlo con una media sonrisa.

— ¿Castigándome por qué? —preguntó bajando la mochila despacio.

—Por ser un idiota —dijo mientras se inclinaba para tomar más nieve, un golpe en su cabeza le aturdió y alzó la mirada para ver al otro que se burlaba de él con la mirada.

— ¿Qué me hace un idiota? No te he hecho nada.

—Eres un idiota, así naciste.

—No me conociste cuando nací —se quejó lanzando otro poco de nieve—, ¿cómo puedes saberlo?

—Es que siempre te comportas como un idiota —se encogió de hombros y lanzó otra bola, escondiéndose detrás de los escalones de nuevo.

—Mira quien lo dice —se acercó, despacio, aprovechando que no le veía—, ¿ser berrinchudo no te hace idiota?

— ¡Yo no hago berrinches! —sacó la cabeza de su escondite para recibir un golpe de lleno en la cara.

Otabek se rió al ver su expresión y trató de controlar su voz, Yuri se limpió haciendo una mueca y tomó nieve para lanzársela como venganza, aunque el otro logró esquivarla para contraatacar.

—Eso es trampa —se quejó, volviendo a salir para alcanzar más nieve, ¿por qué su entrada tenía que estar tan despejada?

El azabache aprovecho su cercanía y que había bajado la guardia para tomarle de la cintura, jalándole con él y lanzándolo a la nieve, el ruso se quejó y trató de gatear lejos, pero sintió que su sudadera era alzada, soltó un chillido cuando el frío erizó su piel y se removió para tratar de sacar la nieve de debajo de su ropa.

— ¡Beka! Eso es trampa.

—En la guerra todo se vale.

Bufó y giró para estirar los brazos hacia él, tirándole a su lado y sentándose en su abdomen.

—Esto no es una guerra, es un juego —le puso montones de nieve en la cara, soltando risitas bobas por verle tratando de pelear a ciegas.

—Yuri, eso entro en mi boca.

—Es tu culpa.

Gruñó y les hizo girar de nuevo, sacudiéndose para tirarle toda la nieve que le quedaba encima, ignorando todas sus quejas.

— ¿Eres un perro o algo?

—Puede ser, ¿te molesta? —arqueó una ceja, estirando el gorro de la sudadera para llenarlo con nieve.

— ¡No! —gritó cuando el gorro le cubrió la cabeza.

Sonrió y le vio sacudir la cabeza, tratando de quitarse la sensación que tanta nieve le había provocado.

—Yo gano.

—Jamás —se negó, removiéndose en un intento por hacerlos girar.

—Puedo llenarte ropa tanto como quiera hasta que te rindas.

Resopló y rodó los ojos, volviendo la mirada al otro con una media sonrisa. Otabek suspiró y le admiró atentamente, tenía las mejillas y la nariz roja, también la frente por la nieve, sus ojos brillaban como nunca antes y no supo descifrar por qué, pero le gustaba. Se inclinó y tomó sus labios sin esperar o preguntar, había deseado besarle desde el momento en que se encontraron, pero no lo había hecho por miedo a ser rechazado.

Yuri dejó escapar todo el aire y sus labios se movieron suaves correspondiendo al tacto, le había tomado por sorpresa la iniciativa, pero no se quejaba para nada, de hecho, le gustaba lo que estaba sintiendo en ese momento, era tan inesperado y se sentía bien, ¿tenía algo que ver lo que habló con Ragna o sólo era por haber aceptado lo que pasaba?

Separarse fue muy difícil, la ausencia fue extraña y se buscaron a ciegas como estaban, besándose una y otra vez, no podrían parar ahora que daban rienda suelta a sus deseos, los verdaderos deseos. Otabek jadeó y se enderezó despacio, sus ojos se cruzaron de nuevo y la sonrisa del ruso atrajo la del mayor.

—Es la primera vez que actuamos como personas normales, entre nosotros —comentó el rubio, carraspeando apenado.

— ¿No te gusta?

—De hecho, sí, deberíamos ser así siempre.

—Tal vez deberíamos —suspiró y se inclinó para darle otro beso, sin preguntar—. Te amo, Yura —le dijo con voz suave al separarse, pasando los dedos por sus labios hinchados y rojizos, pensando en lo mucho que le gustaban.

—Te amo, Beka —respondió con una sonrisa amplia, sentía cosquillas por donde el otro pasaba las yemas—. Estaba asustado, pero ya no más —alzó las manos y tomó el rostro del azabache con delicadeza—. Ya no tenemos nada que temer...sólo quédate conmigo, por favor.

—Sólo si me quieres a tu lado.

—Claro que sí, por eso estoy aquí.

Otabek sonrió y se puso de pie, jalando a Yuri con él para cargarlo sin problemas, el rubio soltó una risita por el repentino cambio y lo abrazó, enredando las piernas en su cadera y los brazos en su cuello.

Compartieron un beso más, corto y húmedo, por la nieve derretida que mojaba el cabello de ambos, ese pequeño momento había sido mucho más cálido que cualquier otro en los meses que llevaban ahí.

Buenas madrugadas xD

Ando mala de mi estómago y no he dejado de vomitar todo el día, si termine esto es milagro, me siento de la chingada (como decimos acá en México xD) pero sigo viva y el reflujo no me matara(?) espero

Gracias por leer~ nos quedan tres caps y se viene lo bueno uwu mil gracias por votar y comentar, les mando todo mi lof y smooches infinitos

Rave (◡‿◡✿)

Próximo capítulo: 23. Burning passion

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