21. Addictive habits
Sin querer fue que se sumieron en una nueva rutina fría, ahora suponía un problema que no tuvieran idea como convivir como pareja, pero al menos trataban de alguna manera pasar tiempo al lado del otro. Era extraño pero a veces aún hacían cosas de antes de separarse.
Esa mañana Otabek despertó con ganas de ser diferente, de alguna manera, tratar de acercarse a Yuri y hacerle sentir mejor, y por supuesto que lo hubiera logrado si al despertar no hubiera encontrado una visita inesperada.
Saoirse desayunaba junto a Yuri en la pequeña mesita de la cocina, platicándole sobre algunas cosas que vivió en su natal Dublín. Otabek no podía ser...cariñoso si había alguien más por ahí.
—Joder, Bek, duermes como oso.
— ¿Que haces aquí?
—Sutil —rodo los ojos, bebiendo de su café—. Vine a ver a mis adorables vecinirijillos.
Yuri casi se atragantó con el café y comenzó a toser tratando de no morir en el proceso.
—Sólo vengo a cobrar tu deuda —dijo más seria, tratando de ayudar a Yuri a sobrevivir.
— ¿Estás escondiéndote?
—Más o menos —murmuró carraspeando.
—Si te escondes de Ragna créeme que este será el primer lugar que busque.
—No, me escondo de...mi esposo —soltó un suspiro largo y abrazo al rubio, dejando caer todo su peso en él.
— ¿Que? ¿Tú estás casada? —Beka arqueo una ceja.
—Me encontró de alguna manera —sollozo molesta, sin derramar lágrimas.
— ¿Estás bien? ¿Quieres esconderte en el cuarto?
La muchacha no pudo contestar pues los toques a la puerta interrumpieron la charla, habían sido fuertes y desesperados, de hecho, no se detenían. Vieron a la castaña hacer una mueca y sus orbes agua hirvieron de rabia.
—Yo voy a correrlo.
—No, déjalo entrar —murmuró, apretando los puños—. Pero no se vayan, no quiero estar sola.
— ¿Estás segura? —Yuri arqueo una ceja y miro al azabache.
—Puedo sacarlo de aquí en un segundo.
—No...debo arreglar esto de una vez.
Suspiraron y no hubo más que acceder, Otabek giró el pomo y se hizo a un lado para que ni la puerta ni el recién llegado le arrollara.
— ¡Saoirse!
Ella hizo una mueca y antes de dar un paso hacia él, se masajeó las sienes.
—Ya me arrepentí —murmuró para ella aunque fue audible para los otros tres.
—Te he buscado como loco por todo Reino Unido, ¿en qué pensabas al irte de casa?
—Obviamente no quedarme contigo.
—Eres mi esposa.
—No por mutuo acuerdo.
—Tú padre te entrego a mi.
—Eso fue hace doce años —alzó la voz ya que el otro también lo hacía—. Prometiste darme el divorcio en cuanto cumpliera los veintiuno, pero sólo te haces más imbecil cuando te lo pido.
—No voy a dejarte ir, entiende que te amo...y tú también lo haces.
— ¿Quien te dijo eso?
— ¡Tú!
—Eso fue hace años, era una niña y estaba sola, te creía diferente —suspiro y negó—, pero gracias a que me fui me di cuenta que no te necesito.
—Me necesitas, aunque no lo quieras, dependes de mi completamente y no tienes lugar a donde ir más que a casa.
Hizo una mueca y apretó los puños, se había visto tentada a ceder por un segundo pero negó. No iba a volver a la nada.
—Esa ya no es mi casa, es la tuya, si no mal recuerdo cambiaste todos mis bienes a tu nombre.
Dio un paso que ella retrocedió, buscarla por tanto tiempo y encontrarse con eso era frustrante, era suya, le había jurado amor, ¿que no era suficiente? ¿O sólo lo había olvidado?
—Ven aquí, vamos a Milán y olvidemos que todo esto sucedió, todos en casa te extrañan.
La risa burlona de la irlandesa retumbó en las paredes, no era la mujer más silenciosa pero con esa risa era aún más estruendosa.
—No me hagas reír, por favor, todos en tu casa me odian, me quedo muy claro cuando me llevaste la primera vez, y no creo que a la señorita Lulú le guste compartir su casa.
— ¿Que? ¿Lulú? ¿De qué hablas?
—Sabe hacer cara de idiota pero no lo es —le dijo a Yuri, quien parecía a la defensiva, no conocía al tipo y ya le caía mal—. Dejémonos de juegos, Mac, dame el maldito divorcio y olvidémonos que esto paso.
—No.
—Ah, vamos, no voy a seguir con esto toda la vida, ya tienes todo lo que era mío, ¿qué más quieres?
—A ti.
—Que cursi —su expresión indiferente era peor que la que ponía cuando se enfadaba—, pero no te creo ni un poco, acaba con este teatro.
—Saoirse —dio otro paso hacia ella y se sintió amedrentado cuando los otros dos presentes parecieron reaccionar también, en su pose defensiva bastante agresiva para él.
—No —su voz determinante fue dura, mientras daba otro paso hacia atrás—, te dije que yo no doy segundas oportunidades, la jodiste conmigo pues qué pena —se cruzó de brazos y bufo—. Si mi padre hubiera sabido todas las mierdas que ibas a hacer conmigo entonces no te hubiera dejado a mi cargo.
—Saoirse —repitió frunciendo el ceño.
—Vete.
—Aún no cedo, no voy a dejarte —dijo caminando a la salida, sabiendo claramente que estaba en desventaja de intentar cualquier cosa ahí.
Suspiro cuando finalmente la puerta se cerró y Beka le dijo que ya no estaba cerca, se cubrió el rostro y quiso rodar en la alfombra de la sala.
— ¿No deberías denunciarlo a la policía?
—Mi lindo marido nada en dinero como cerdo en un chiquero, he intentado de todo y siempre se sale con la suya...esconderme hasta que se muera es mi mejor opción.
— ¿Está segura?
—Sí, creo que mudarme a Seúl no me haría mal.
—O puedo prestarte a Beka como guardaespaldas —se rió Yuri, ante la mirada de ambos—, puedes pagarle con crema de arroz.
Los dos se rieron a costa del azabache que solo les veía desde la ventana con una ceja arqueada.
—O puedes quedarte aquí un tiempo —les interrumpió, cerrando la cortina.
—Me iré —dijo sin duda en la voz—, no quiero causarles problemas y de cualquier forma ya estuve aquí mucho tiempo, tal vez, si logro que se aburra de perseguirme, vuelva.
—Creo que sé quién puede ayudarte a desaparecer —Otabek tomó su teléfono y busco un número en específico, esperando que lo que pensaba se logrará.
— ¿Seung no se molesto porque le pidieras un favor para una desconocida? —Yuri acariciaba a la gatita que bañaba a sus tres cachorros con ahínco y orgullo.
—Sí, pero de esa manera nos aseguramos que Saoirse tenga un buen guardaespaldas sin querer —Otabek estaba recostado cerca de la chimenea, con los ojos cerrados.
—Eso espero...
El sonido de la madera crujiendo ante las flamas evitaba que el silencio fuera incómodo, había pocos momentos en los que estaban sin hacer cosas y ahora era extraño estar en un momento de ocio.
Yuri miro hacia el cuerpo del otro, estaban relativamente cerca, pero sin tocarse, se preguntaba porque si las cosas habían cambiado es que seguían manteniendo cierta distancia y también se preguntó si quería seguir de esa manera hasta el fin de esos momentos.
—Me duele la cabeza —murmuró, tratando de alguna manera de recobrar la conversación.
— ¿Tienes fiebre? —preguntó abriendo los ojos para verle.
Verde y café están hechos para encontrarse, pensó de forma cursi, casi sin inmutarse, olvidando casi por completo que tenía que responder.
—No —dijo al fin, luego de que procesará lo qué pasa y donde estaba—, creo que es el calor de la chimenea, debería irme a dormir.
Asintió y miro a la gata que ronroneaba ante las caricias de Yuri.
—Buenas noches —murmuró besando la cabeza de la gata para ponerse de pie.
Otabek vio al muchacho entrar al baño y suspiro, se pasó una mano por el rostro y se puso de pie tan rápido que casi tropieza con el sofá. Casi corrió a la habitación para cambiar su ropa y fue a la cocina para lavar sus dientes, esa noche tenía el objetivo de empezar a comportarse como una pareja normal así que implicaba el irse a dormir con él como antes de que se separaran.
Tardó más de lo que le hubiera gustado porque su linda mascota maulló exigiendo su manta especial, Otabek en serio no se creía cuán mimada estaba esa gata.
Al entrar a la habitación, Yuri se deslizaba bajo las cobijas sin prisa, usaba una playera con un dibujo de un tigre y un pantalón negro muy delgado como pijama, le gustaba verlo así porque le hacía sentir que realmente vivían una vida normal.
—Beka —murmuró sorprendido, escondiendo sus piernas bajo las cobijas, apenado por el pantalón negro con letras de colores—, ¿vienes a dormir tan temprano?
—Le prometimos a Ragna ir a su casa en la mañana.
—Lo había olvidado —suspiro y se dejó caer en las mullidas almohadas, tratando de que el nerviosismo instalado en su estómago no creciera.
El azabache se acercó despacio y apago la lámpara de su lado de la cama, en un claro intento por sentirlo cotidiano. Se subió a la cama sin prisa alguna y se sorprendió cuando sintió los brazos de Yuri rodear su cuerpo, fue un contacto extraño, inesperado, pero bueno.
—Te esfuerzas mucho —escucho la voz del rubio algo apagada porque chocaba contra su pecho—. Gracias.
Negó y acaricio la cabeza del menor, depositando un beso en su frente.
—Buenas noches —murmuró en su oído, viendo después como esbozaba una hermosa sonrisa.
—Buenas noches, Beka —respondió contento, restregando el rostro en su pecho, ese tipo de cosas eran a las que quería volverse adicto.
Lunes queridas y hermosas criaturas
Vengo muy feliz y triste porque es la última semana de Good Behavior y realmente me encanta este fic, será duro despedirse, pero por otro lado me alegro mucho que les gustara tanto :')
En fin~ si se preguntan porque puse lo de Saoirse, fue para dar una idea de lo que pasaría si Yuri y Beka hubieran seguido con la relación tóxica cómo iba, Yuri se habría dado cuenta de la verdad y viviría huyendo de un Otabek obsesionado, así que esto qué pasó es lo mejor :) ustedes lo saben~
Mil gracias por leer, votar y comentar, les extrañe la semana pasada TuT y ya esta Red delicious que será el fic que quedara en lugar de este :3 pasen a darle un vistazo si les gustan los cambiaformas, seguro les parecerá bien~
Les mando todo mi lof y smooches al infinito~
Rave (◡‿◡✿)
Próximo capítulo:
22. Bittersweet feelings
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