V: La estrategia de Amber
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ADVERTENCIA: uso de drogas, alcohol y violencia.
Cuando era pequeña me gustaba mucho mirar el techo de mi habitación. Me gustaba mirar el blanco techo e imaginarme mil historias en mi mente que luego le contaba a mis padres. Eran historias llenas de fantasía, donde era una princesa que sabía luchar, pero que seguía viviendo en su castillo de ensueño y esperaba a su rubio príncipe azul a que le llevase a recorrer mundo.
Ahora lo único que me trasmitía mirar el techo era una avalancha de malos recuerdos. Ya no era la princesa ni vivía en un castillo. Ahora era la bruja mala y villana que lo había perdido todo y solo buscaba venganza.
El cuerpo entero me temblaba cuando me levanté de la desastrosa cama harta de pensar en lo que me estaba convirtiendo y avancé por encima de la ropa sucia hasta la cocina. Choqué mi frente contra la puerta de la nevera y gruñí con mala leche al descubrir que solo quedaba un limón en etapa de descomposición y latas de cerveza. En los muebles de la alacena tampoco había nada comestible.
Me cago en la hostia. Estaba muerta de hambre. Necesitaba tener algo en mi estómago.
Cogí uno de los tops negros del suelo y me lo puse sobre la cabeza. Por poco me caí cuando me subí los vaqueros negros al pisar algo que había por la moqueta. Me saqué la parte trasera del cabello por el cuello de la chaqueta de cuero. No había pasado ni dos minutos desde que salí de casa que ya tenía otro filtro del cigarro bailándome en los labios. Con el rostro serio caminé el largo camino hasta la única tienda que había en el pueblo. Las manos me temblaban dentro de los bolsillos de la chaqueta, una de mis manos jugueteó con la tarjeta que me había dado la doctora Malone en una de nuestras sesiones.
Una parte de mí pensaba que debía seguir su consejo e ir al gimnasio ese del que tanto hablaba; pero otra parte decía que no debía confiar en ella. ¿Qué clase de doctora mandaba a su paciente a pegarle de hostias a un saco y a una persona? No tenía sentido lo que decía. Tampoco es que yo fuera la voz de la razón ni la persona más estable del planeta en este momento, pero simplemente no lo veía.
La rubia estaba detrás del mostrador con una expresión aburrida y hastiada, pero se recompuso y me saludó con algo más de ánimo cuando entré en la tienda. Tuve que rodar los ojos ante su entusiasmo, pero me salió responderle con un movimiento de cabeza casi imperceptible. Avancé por los pasillos que ya me había recorrido mil veces desde que estaba aquí y encontré lo que buscaba. Dejé las bolsas de patatas fritas, los refrescos y el paquete de chicles de menta sobre el mostrador.
La rubia cotilla y pesada se quedó mirando la mano que tenía con el corte de la botella de hacía un par de noches. También tenía los nudillos algo jodidos. Su ceño se frunció y yo rodé los ojos. No necesitaba que fingiese preocupación ni nada parecido. De pronto escuché cuchicheos de parte de las viejas del pueblo y suspiré con fuerza en mi interior.
¿Es que solo venían a comprar cuando yo estaba? ¿No tenían nada más interesante que hacer en sus aburridas y viejas vidas? ¿No tenían que echarle de comer a las palomas o esperar a que la muerte viniese a por ellas mientras tejían en sus butacas? Me estaban comenzando a cabrear.
—¿Te has enterado lo que le hizo al pobre Cam?
—Le han echado tres puntos en la cabeza. Pobre niño.
—Menudo regalito nos ha llegado al pueblo. Solo trae problemas.
Apreté los puños con fuerza para calmar el temblor en mis manos debido a la furia que estaba sintiendo al escuchar a esas tres hablar. Tenía la mandíbula apretada y me dolían las muelas debido a la fricción de mis dientes.
—Mira las pintas de drogadicta que tiene. Seguro que la han echado de su casa y no tiene donde caerse muerta.
—Aunque seguro que...
—Si no van a comprar les pido que se vayan —cortó la rubia lo que iba a decir la señora número tres.
El trío soltó un grito de exclamación e indignación y miraron con reproche a la rubia que solo contaba el dinero que le había entregado. Escuché como seguían murmurando, pero ahora el blanco de sus cotilleos era la barbie que las ignoraba. Con la mano temblorosa, agarré la bolsa llena de mis cosas y salí de ahí. Ya se me había cerrado el estómago, no tenía hambre.
Necesitaba otro cigarro.
Metí la mano en mi chaqueta y saqué el paquete medio vacío de tabaco. El cigarrillo me temblaba entre los labios cuando encendí la punta y aspiré todo el aire con mis pulmones. Sentí como todas las sustancias dañinas de este entraba en mi interior y las expulsé todas con un gran humo. Pero, a pesar de las sustancias que tenía, no sentía alivio. Mierda. Necesitaba algo más fuerte.
Pero, ¿dónde coño conseguía maría en este pueblo de mierda? ¿Quién tenía pinta de vender aquí?
Sintiéndome cada vez más nerviosa y frustrada, pateé el cubo de basura que estaba a mi lado. Fue lo primero que vi. El cigarro bailoteaba entre mis labios a medida que pateaba el cubo de metal. El sonido de mis botas impactando con este material era extraño, pero era divertido. Me daba una sensación de calma y relajación. Patear el objeto me traía esa sensación. Sentía que era una forma de liberarme y de dejar ir toda la rabia.
—Si sigues así vas a destrozar el cubo y no son baratos.
Me giré algo agitada ante la voz dulce y suave de la rubia. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y tenía una sonrisa divertida en el rostro. Yo respiraba con dificultad y sentía todo mi cuerpo temblar todavía. La ceniza del cigarro casi consumido cayó sobre mis botas. Así que tiré la colilla al suelo y la aplasté con la suela. Todavía sentía la rabia en mi interior. Golpear el cubo me había calmado algo, pero no lo suficiente para no querer volver y golpear a las viejas insoportables que parecían tener un palo metido por el culo.
—Es difícil, pero el truco está en no hacerles caso y hacer como si nada —levantó el cubo del suelo y se apoyó contra la pared—. Son como depredadores, huelen el miedo —se rio sola ante su propia broma, pero luego se puso seria—. Tienes mucha rabia acumulada en tu interior. Necesitas desahogarte o vas a explotar —levanté una de mis cejas y le miré con seriedad. Ella sonrió levemente como si no le importase mi silencio—. Ya, ya sé que no somos amigas ni quieres que lo seamos —imitó mi voz de una manera grave y seria que casi me hizo reír.
Casi.
Mantuvo su sonrisa a pesar de que yo no tuviera ninguna. Agarré la bolsa de plástico con mi compra y me preparé para marcharme. La voz agitada de la rubia hizo que me parase y me diese la vuelta.
—Creo que hay un sitio que te puede gustar —levanté una de mis cejas con incredulidad y continué mirando a la rubia—. En serio, después de verte patear ese cubo creo que te va a encantar. Hazme caso.
Le iba a decir que no me interesaba, pero había algo que me decía que le escuchase. Quizás fueron sus ojos azules brillando con genuina inocencia. O su voz dulce intentando persuadirme.
—¿Qué lugar es ese?
—Solo te lo diré si vamos juntas. Lucas y Liam también vienen —sonrió y esta vez no era una sonrisa de inocencia y dulce como siempre. Era una sonrisa divertida—. Nos vemos el sábado a las once de la noche aquí. En la tienda.
Con una sonrisa amplia, entró de nuevo en su puesto de trabajo. La sonrisa era una parte de divertida y de victoria.
Amber sabía que había captado mi interés y curiosidad. Amber estaba aprovechando las cartas que tenía y estaba jugando una partida no muy limpia.
La barbie esta me estaba comenzando a caer bien.
—¿Cómo llevas la semana?
Tamborileé los dedos sobre los reposabrazos de la butaca de cuero y levanté la mirada ante la pregunta de la doctora Malone. Tenía el pelo perfectamente planchado y caía sobre su barbilla como una cascada castaña. No estaba escribiendo nada, solo me miraba con una leve sonrisa mientras esperaba mi respuesta. La cual fue escueta y simple. Escondí mis manos dentro de los bolsillos de la chaqueta cuando centró su atención en ellas.
—¿Qué ocurrió el sábado, Ivy? —me relamí los labios con cuidado y desvié la mirada.
Recordaba a la perfección lo que había pasado. Una cerveza tras otra. La borrachera. El borracho pesado que no aceptaba un "no" por respuesta. El botellazo en su cabeza. La brecha en la cabeza y la sangre chorreando. Las manos del segurata arrastrándome fuera del local. La rabia por haber sido yo la vetada y no él. El corte en la mano.
Lo que no entendía era como la loquera se había enterado. ¿Estaba aquí solo para hacerme terapia o también tenía que mantener un ojo sobre mí en todo momento? Me revolví en el asiento algo incómoda y comencé a ponerme nerviosa y algo paranoica. Mierda. ¿Iban a controlarme aquí también?
—Ivy, sabes que tienes que mantener un perfil bajo. No meterte en problemas —su voz era suave y calmada.
Era la voz que usaba mi madre cada vez que me agobiaba por cualquier cosa.
Y, al igual que mi madre, tenía razón. Sabía que no debía meterme en problemas. Sabía que lo mejor era pasar desapercibida. Hacer como si nada. Esperar a que todo pasase mientras me anestesiaba a base de alcohol y tabaco. Pero ella no estuvo allí el sábado. A ella no le tocó aguantar a un borracho pesado. Ella no tuvo que pasar por eso otra vez.
—Nadie hacía nada —fue mi contestación.
La doctora Malone cruzó los brazos sobre la mesa e inclinó la cabeza mientras me miraba. Con esa mirada, sabía que me estaba invitando a hablar y continuar. Como no lo hice, ella presionó haciendo más preguntas.
—Veía como todo el mundo se daba cuenta de que el tío me tocaba sin permiso y estaba siendo un baboso, pero nadie hacía nada —apuntaba cosas sin mirar su libreta y yo hablaba sin ser capaz de afrontar su mirada—. Tuve que tomarme la justicia por mi mano.
—¿Cómo te sentiste en ese momento?
Sentí tantas cosas en ese momento. Era una mezcla de rabia porque no podía estar sola sin que un gilipollas me molestase, pero también me sentí increíble al tener la ventaja y el poder.
—No creo que me haya equivocado al hacerlo —terminé contestando.
—Tienes que tener cuidado, Ivy. Tomarte la justicia por tu mano no es siempre bueno. Puede dejarte peores secuelas.
Me callé el comentario. ¿Qué peores secuelas y consecuencias podría haber que acabar en un pueblo de mierda perdido de la mano de Dios con vecinos cotillas y pesados? ¿Acabar muerta en un callejón? Había acabado aquí, a parte de porque a ciertas personas le convenía, para no acabar así, pero a veces pensaba que debería haberme quedado en la ciudad de mis padres.
Una parte de mí se quedó con ellos.
La otra estaba siguiendo un camino peligroso que podría acabar igual.
Pero todavía tenía varias tareas que completar antes de ser arrastrada a la oscuridad.
¡Hola!
Qué se van a hacer amigas ¡AAAAAHHH!
Amber, te amo mucho. Ilumina mi vida y llévame donde tú quieras :)
Quiero saber por qué no puede meterse en problemas, jopetas
¿¡QUÉ TE HA PASADO IVY!?
Capítulo dedicado a mi campita. Gracias Campita por leer todas mis historias, por tus mensajes en Whatsapp y por esos comentarios en el drive con los capítulos nuevos <3 t quiero muuuchoooo
Os recuerdo que podéis seguirme en Redes Sociales y si queréis comentar la historia sería increíble. Os dejo mis redes sociales donde suelo subir avances y memes ;)
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