59 | LOS DIBUJOS
Los ojos de Max se abrieron de golpe y se dejó caer al suelo, aterrizando con fuerza sobre el césped. Instantáneamente, el resto de ellos se abalanzó sobre ella mientras Lucas la tomaba entre sus brazos.
—Creí que te perdía —gimió Lucas.
—Sigo aquí... sigo aquí —susurró Max.
Lauren colocó su mano en la parte inferior de la pierna de Max, dejando escapar un suspiro de alivio cuando se dio cuenta de que la habían salvado—. Cielos.
—Lauren —dijo Connor, mirando a su hermana—. Tú...
Ella le lanzó una mirada que claramente decía cállate, y Connor cerró la boca a mitad de la oración. Ahora no era el momento para discutir el problema de Lauren. Al menos ahora sabían cómo detener a Vecna, por lo que tenía la oportunidad de superar esto sin que nadie lo supiera.
Una vez que todos se calmaron lo suficiente como para poder moverse, regresaron a la casa de los Wheeler, una vez más congregándose en el sótano. Con la amenaza de Vecna desaparecida por un minuto, todos se durmieron casi tan rápido como se sentaron, esperando una explicación de cómo la música salvó a Max.
Lauren estaba dormida con la cabeza inclinada hacia atrás y apoyada contra el hombro de Steve. Uno de sus brazos colgaba sin fuerzas sobre su cuerpo, y su mano se aferraba a la de él incluso mientras dormía. No fue hasta que escuchó el walkie-talkie sonar que se despertó de un salto, como si le hubieran disparado.
—Tierra a Dustin.
—Hola, habla Lauren —dijo Lauren en voz baja, cuidando de despertar a todos los demás.
—Carter, hola —dijo Eddie—. Eh, voy a necesitar más comida muy pronto, a menos que quieran que salga al mundo exterior. Según recuerdo, me prometiste comida.
—No, no. No hagas eso —dijo Lauren—. Quédate donde estás e iremos allí en cuanto podamos.
—Sí, sí. Escucha, ¿podrías traerme cervezas? —preguntó Eddie—. Sé que es una tontería beber ahora, pero una cerveza fría calmaría mis nervios.
Fue entonces cuando Lauren notó que Max no estaba. Sus ojos se abrieron y dijo—: Escucha, Eddie, voy a tener que llamarte después —cruzó la habitación y sacudió a Dustin—. ¡Henderson! ¡Despierta!
—¿Eh?
—¿No deberías estar cuidando a Max?
—Sí, sí, sí.
—¿Dónde está?
—Está ahí —dijo Dustin, señalando el sofá vacío—. Hace un segundo. Te juro que solo me dormí por —chequeó su reloj—... una hora.
Lauren suspiró—. Cielos.
Subió corriendo los escalones del sótano, con Dustin pisándole los talones, y mientras entraba en la cocina presa del pánico, se detuvo tan abruptamente que Dustin se topó con ella cuando vio a Max sentada en la mesa de la cocina con la hermana pequeña de Nancy.
—Buenos días —dijo Karen—. ¿Todo bien?
—Sí —dijo Lauren—. Sí, todo está bien.
—Me parece muy tierno que permanezcan juntos —dijo Karen.
—Podrían pasar el tiempo en otra casa, para variar —comentó Ted.
Lauren hizo una mueca cuando Karen dijo—: Saben que son bienvenidos aquí.
—Claro que sí, son como familia —dijo Dustin—. ¿Puedo?
—Por supuesto —dijo Karen, dándole a Dustin un plato.
—¿Yo también? —preguntó Lauren, su estómago gruñendo.
—Claro —dijo Karen, ofreciéndole un plato.
—Sí, ¿por qué no? —dijo Ted—. Siéntanse como en su casa.
Dustin y Lauren lo miraron con sonrisas sarcásticas a juego y dijeron—: Gracias —mientras procedían a llenar sus platos con panqueques.
Cuando tuvo un plato, Lauren se dirigió a la mesa y se sentó junto a Max, quien se quitó los auriculares—. Hola.
—Hola —dijo Lauren—. ¿Estás bien?
—No podía dormir —dijo Max—. No sé por qué alguien me ponía música a todo volúmen.
Lauren sonrió—. Me pregunto por qué.
—Pero Holly me prestó algunos crayones —dijo Max—. Nos hemos divertido, ¿no, Holly?
—Hmm.
Lauren miró los papeles esparcidos por la mesa—. ¿Esto es lo que viste anoche?
—Bueno, supuestamente —dijo Max—. Pensé que sería más fácil dibujarlo que explicarlo, pero... no funcionó mucho.
—¿Y eso? —preguntó Lauren, tirando de un pedazo de papel hacia ella.
Representaba dos formas parecidas a árboles, rostros y brazos que sobresalían de ellos, y no hacía falta ser un genio para darse cuenta de que eran Chrissy y Fred.
—Estaban colgados como trofeos —dijo Max—. Y había una niebla roja en todas partes. Era como un sueño. Una pesadilla.
—¿Crees que Vecna solo intenta asustarte? —preguntó Lauren.
—¿Con Billy? Sí —respondió Max—. Pero, cuando llegué aquí, no lo sé, era diferente. Se veía sorprendido. Como si no me quisiera ahí.
—Tal vez te infiltraste en su mente —sugirió Dustin—. Él invadio la tuya, ¿no? ¿Sería tan raro pensar que tú terminaste en la suya? Como las calderas de Freddy Krueger.
—¿Freddy Krueger? —preguntó Holly.
—Es un tipo todo quemado con navajas en vez de dedos —explicó Dustin—. Y te mata en tus sueños...
—Dustin, ¿en serio? —preguntó Lauren—. Tiene como cinco.
—Lo siento, es una película —le dijo Dustin a Holly—. No es real. Pero piénsenlo. ¿Y si hubieras abierto una puerta trasera al mundo de Vecna? Tal vez la respuesta que buscamos esté oculta en este dibujo tan poco claro.
—Dios, necesitamos a Will —dijo Lauren, suspirando.
—Sí, no me digas —respondió Max—. Intenté llamar esta mañana, y la línea sigue ocupada.
—¿Esto es una ventana? —preguntó Nancy de repente, apareciendo detrás de ellos y recogiendo un pedazo de papel—. ¿Un vitral con rosas?
—Sí —dijo Max—. ¿Ven? No dibujo tan mal.
Luego, Nancy comenzó a reorganizar los dibujos, doblándolos en ciertos ángulos hasta formar lo que parecía una casa. Luego tomó un rotulador y dibujó alrededor del contorno mientras Lauren, Dustin y Max observaban.
—Son partes de una casa —dijo Max.
—Y no cualquiera —dijo Nancy, colocando la pieza final en el dibujo—. Es la casa de Victor Creel.
Se puso de pie y Lauren, con la boca llena de panqueques, preguntó—: ¿Adónde vas?
—Despertaré a todos —respondió Nancy.
Lauren asintió, poniéndose de pie y llevándose sus panqueques con ella—. Oye, Nancy, ¿puedo tomar prestado tu auto?
—¿Para qué? —preguntó Nancy.
—Eddie necesita comida, iré a dejarle lo que compré ayer —explicó Lauren—. Tiene un walkie-talkie así que les avisaré cuando esté allí.
Nancy asintió—. Está bien, sí, claro —sacudió a Steve y a Robin para despertarlos—. Despierten, nos vamos.
—¿A dónde?
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