53 | LA MALDICIÓN DE VECNA

De pie junto a Steve, Lauren jugaba con sus dedos mientras sostenía una linterna en la otra mano. Dustin y Connor se pararon en la puerta principal, y Dustin tocó el timbre. Cuando no pasó nada, volvió a tocar y no pasó nada, así que Connor se inclinó y golpeó el timbre con el dedo media docena de veces.

—Bueno, con eso basta —dijo Steve—. No está aquí.

Dustin golpeó la puerta—. ¡Eddie! ¡Soy Dustin!

—Genial —murmuró Steve.

—Solo queremos hablar, ¿sí? —dijo Dustin—. Nada de policías, lo juro. ¡Solo queremos ayudar!

Lauren se alejó de Steve, moviéndose para hacer brillar su linterna a través de las ventanas. Ahogó los gritos de Dustin y el timbre de la puerta de Connor, moviéndose hacia un lado de la casa y notando un cobertizo de botes en la orilla. Sin avisarle a sus amigos, se dirigió hacia la puerta y Max, que notó que se alejaba del grupo, la siguió.

—¡Chicos! —dijo Max—. Lauren encontró algo.

—Mierda —murmuró Steve—. No puedo perderla de vista —Lauren estaba junto a la puerta cuando Steve dobló la esquina y corrió tras ella—. ¡Lauren, espera! No entr...

Lauren se giró hacia Steve cuando estaba a mitad de la puerta—. ¿Qué va a hacer? ¿Matarme?

—Probablemente, sí —dijo Steve—. No sabemos si mató a Chrissy.

Lauren puso los ojos en blanco—. Bueno, es bienvenido a intentarlo. Otros lo han hecho —se dio la vuelta y brilló su linterna en la habitación—. ¿Hola? ¿Hay alguien aquí? Venimos en paz.

—Qué basurero —comentó Steve.

Lauren lo vio apagar su linterna y alcanzar un remo, antes de proceder a clavarlo en la lona del bote con bastante agresividad.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Connor—. ¿Qué estás haciendo?

—Podría estar aquí —dijo Steve.

—¡Quita la lona y ya! —dijo Dustin.

—Si eres tan valiente, quítala tú —replicó Steve.

—Dios mío, ustedes me vuelven loca —murmuró Lauren.

—Oigan, miren esto —dijo Max, encontrando restos de envoltorios de comida—. Alguien estuvo aquí.

—Pudo habernos escuchado —sugirió Robin, de pie junto a Max—, se espantó y se fue.

—Tranquilas —dijo Dustin secamente—, Steve lo encontrará con su remo.

—Sé que te parece gracioso, Henderson, pero teniendo en cuenta que todos aquí casi morimos como cien veces, no me parece gracio...

Lauren empujó a Steve—. Esto es ridículo.

Cuando alcanzó la lona y la sacó del bote, una figura sombreada se abalanzó y Steve apenas tuvo tiempo de apartar a Lauren del camino antes de que la figura lo agarrara, lo empujara hacia atrás contra la pared y apuntara con una botella rota a su garganta.

—¡Vaya! —gritó Lauren, retrocediendo y reteniendo a Dustin.

—¡Eddie! —gritó Dustin—. ¡Eddie! ¡Eddie! ¡Detente! ¡Eddie! Eddie, soy yo. Soy Dustin. Él es Steve. No te hará daño, ¿cierto, Steve?

—Sí, claro —susurró Steve.

—Steve, ¿por qué no sueltas el remo? —sugirió Lauren. En el momento en que Steve soltó el remo, Eddie presionó la botella más cerca de la garganta de Steve y Lauren gritó—: ¡Él es bueno! ¡Él es bueno!

—Soy bueno, lo juro —dijo Steve.

—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Eddie.

—Queríamos encontrarte —dijo Dustin.

—Venimos a ayudar —dijo Robin.

—Eddie, estos son mis amigos —dijo Dustin—. Ya conoces a Robin, de la banda —hizo un débil intento de sonar una trompeta—. Ella es mi amiga Max. La que nunca quiere jugar a D&D. Este es Connor, el que vive en California, y conoces a Lauren.

—Eddie —dijo Lauren—, estamos de tu lado.

—Lo juro por mi madre —dijo Dustin—. ¿Verdad? ¡Díganle!

Todos lo juraron por la madre de Dustin.

—No podemos ayudarte a menos que lo sueltes —dijo Lauren, señalando a Steve mientras se acercaba a Eddie—. Por favor, déjalo ir.

Eddie dudó, luego soltó a Steve, quien gimió y se movió hacia Lauren, quien se abalanzó sobre él y le rodeó los hombros con los brazos—. Cielos.

Observó por encima del hombro de Steve cómo Eddie se agachaba lentamente, y cuando Dustin se acercó a él, Lauren no apartó la vista del chico.

—Eddie —dijo Dustin en voz baja—. Sólo queremos hablar —tomó la botella y Eddie se estremeció. Dustin retiró su mano—. De acuerdo.

Robin se unió a Dustin—. Queremos saber qué pasó.

Eddie suspiró—. No van a creerme.

—Inténtalo —sugirió Max.

—Pero primero, dame la botella —dijo Lauren—. Las personas inestables con objetos afilados me dan ansiedad.

Eddie le entregó la botella sin dudarlo—. ¿Me prometen que no pensarán que estoy loco?

—Si supieras la mitad de la mierda que sabemos, sabrías que no hay forma de que pensemos que estás loco —dijo Lauren—. ¿Qué pasó con Chrissy?

—Ella quería... quería comprar drogas —dijo Eddie—, y pensé que se refería a marihuana, pero quería algo más fuerte, así que la llevé de regreso a mi remolque.

—Bien —dijo Lauren—. ¿Y luego?

—Fui a buscarla, y cuando regresé, ella estaba como, no sé, parada allí —explicó Eddie—. Intenté despertarla, pero no se despertaba, y su cuerpo se levantó en el aire y... y se quedó ahí, en el aire. Y sus huesos, ella...

Lauren, que estaba sentada más cerca de él, cubrió su mano con la suya y la encontró temblando como una hoja—. Está bien, tómate tu tiempo.

—Sus huesos empezaron a romperse en partes —dijo Eddie—. Sus ojos... era como si hubiera algo dentro de su cabeza, tirando. No supe qué hacer, así que... salí corriendo. La dejé ahí —se burló—. Creen que estoy loco, ¿no?

Lauren negó con la cabeza—. No, en absoluto.

—No, no creemos que estés loco —dijo Dustin.

—¡No me digas mentiras! —gritó Eddie—. ¡Sé cómo suena!

—No es mentira —dijo Max.

—Te creemos —agregó Robin.

Eddie exhaló bruscamente cuando Connor se agachó junto a Lauren—. Mira, lo que voy a decirte podría ser un algo... difícil de aceptar.

—¿Bien? —dijo Eddie en voz baja.

—¿Has escuchado decir que Hawkins está... maldito? —dijo Connor—. No se equivocan. Hay otro mundo. Un mundo oculto debajo de Hawkins. A veces, se filtra al nuestro.

—¿Como fantasmas y así? —preguntó Eddie.

—Hay cosas peores que los fantasmas —dijo Max en voz baja.

—¿Peores que los fantasmas? —repitió Eddie.

Lauren asintió—. Sí. De hecho, los llamamos como los personajes de D&D. Estos monstruos del otro mundo... pensamos que se habían ido.

—Pero ya han vuelto otras veces —dijo Dustin—. Y es por eso que necesitábamos encontrarte.

—Si volvieron, tenemos que saberlo —dijo Max.

—Porque tenemos que detenerlos —agregó Lauren.

—Esa noche, ¿viste algo? —preguntó Robin.

—Partículas, por ejemplo —dijo Max.

Eddie negó con la cabeza.

—Puede parecer polvo —dijo Dustin—. Un remolino de polvo.

—No, amigo, no vi nada ni... sentí nada —dijo Eddie.

Lauren volvió a mirar a Steve—. ¿Algo más que el Demogorgon?

—¿Y el Desuellamentes? —preguntó Connor.

—¿Algo más? —preguntó Lauren, con la voz entrecortada.

—Les juro que traté de despertarla —dijo Eddie—. Pero no se movía. Era como si ella... estuviera en trance o algo así.

—O bajo un hechizo —dijo Dustin.

—Una maldición —dijo Eddie.

—La maldición de Vecna —murmuró Dustin.

Steve parecía confundido—. ¿Quién es Vecna?

—Es un muerto viviente de gran poder —explicó Dustin.

—Un poderoso hechicero —dijo Eddie.

—Un mago oscuro —dijo Connor, girándose hacia Lauren—. Si es él... si es Vecna, estamos en problemas.

—Bueno —dijo Lauren con un suspiro—, ¿qué más hay de nuevo?

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