38 | INTERROGATORIO

La puerta se abrió de golpe y Lauren y Steve fueron arrojados hacia atrás, golpeando el suelo y retrocediendo hasta chocar contra la pared. Les apuntaron las armas a la cara y levantaron las manos en señal de rendición. Los guardias los pusieron de pie y los sacaron de la habitación.

Mientras tanto, Robin estaba haciendo todo lo posible para que Connor cooperara.

—¡Es mi hermana! —espetó Connor—. ¡Tengo que volver por ella!

—Sí, ¿con qué? —preguntó Dustin—. ¿Tú y qué ejército? Tenemos que ir a buscar al jefe, él puede ayudarlos.

—Puede que sea demasiado tarde —respondió Connor—. Si muere, nunca me lo perdonaré.

—Oye, tu hermana es inteligente —dijo Robin—. Sabe lo que está haciendo. Ahora mismo, sin embargo, necesitas explicarnos qué diablos está pasando, ¿de acuerdo?

Connor suspiró. Él y Dustin se lanzaron a su historia, comenzando con la aparición de Eleven hablando hasta el presente, donde estaban varados detrás de un ventilador de ventilación.

—Cuando incendiamos el centro, alejamos a los demodogos para que El cerrara el portal —explicó Dustin—. Pero ahora, por alguna locura, los rusos parecen querer reabrirlo. Si lo logran, arriesgamos la vida para nada.

—¿"Arriesgamos" incluye a Lucas? —preguntó Erica.

—Sí, claro —dijo Connor.

—En todo eso que nos contaron, ¿estaba Lucas? —preguntó Erica.

—Sí.

—¿Mi hermano, Lucas Charles Sinclair?

—¡Sí!

—No te creo.

Connor frunció el ceño—. Espera, ¿crees todo sobre El, el portal, los demodogos y el desuellamentes, pero no crees que tu hermano haya participado?

—Correcto.

—Tiene sentido —murmuró Robin—. Dios, extraño a Steve y Lauren.

Steve y Lauren tenían un asunto más urgente que extrañar a sus amigos. Por ejemplo, cuando los levantaron, los arrastraron por un laberinto de pasillos y Lauren hizo una mueca cuando los guardias la sujetaron con fuerza por la parte superior de los brazos. Steve seguía volviéndose para mirarla, apretando los dientes cada vez que la veía hacer una mueca.

—¡Deja de lastimarla! —gritó Steve—. ¡Déjala ir!

—Steve, está bien —dijo Lauren—. Estoy bien.

Fueron arrastrados por diferentes pasillos en una bifurcación en el laberinto, y fue entonces cuando Lauren comenzó a entrar en pánico. Steve estaba gritando su nombre mientras se lo llevaban, pero el corazón de Lauren latía con tanta fuerza que apenas lo escuchó. La llevaron a una sala de interrogación y la ataron a una silla.

Dos soldados rusos se unieron a ella y Lauren los miró—. ¿Qué quieren? ¿Dónde está Steve?

—¿Quién?

—El chico con el que estaba, ¿dónde está? —preguntó Lauren—. ¿Qué hicieron con él?

—Estará bien si nos da respuestas.

—¿Respuestas? ¿A qué? —preguntó Lauren.

—Queremos saber para quién trabajas.

—Scoops Ahoy —respondió Lauren—. Trabajo en Scoops Ahoy.

Un puñetazo golpeó su mandíbula y Lauren gimió, escupiendo sangre al suelo.

—Mientes.

—¿Miento? —preguntó Lauren—. ¡Mire mi ropa! ¿Crees que uso esto por diversión? ¿Soy una espía con uniforme de marinera?

—¿Para quién trabajas?

—¡Scoops Ahoy! —gritó Lauren—. ¡Es una heladería en un centro comercial de mierda!

Pateó al hombre y recibió un puñetazo en el estómago. Ella jadeó cuando se quedó sin aire.

—Te dije... yo no... no sé para quién crees que trabajo...

Otro puñetazo en el estómago la hizo estremecerse.

—Por favor, por favor. ¡No sé para quién crees que trabajo! ¡Por favor!

—¿Para quién trabajas?

—¡Cielos! —gritó Lauren, su cara ardía y su pecho subía y bajaba rápidamente mientras trataba de inhalar suficiente aire para llenar sus pulmones—. ¡Trabajo en Scoops Ahoy con mis amigos y eso es todo!

El siguiente golpe la hizo perder el equilibrio y la silla en la que estaba sentada se derrumbó. Lauren cayó al suelo y se quedó allí, demasiado aturdida como para moverse. El gran guardia responsable de golpearla la agarró por el cuello y tiró de ella para que se enderezara una vez más.

—¿Para quién trabajas?

—¡Por millonésima vez, trabajo en Scoops Ahoy!

—¿Cómo entraron?

—Ya se lo dije —dijo Lauren, tratando desesperadamente de evitar otro puñetazo—. No llegó una entrega. Mis amigos y yo pensamos que estaba en el muelle, así que fuimos a la habitación, que se convirtió en un ascensor, entonces caímos y de pronto abrí los ojos y estábamos en estas... fabulosas instalaciones. Pero, se lo juro, nadie sabe de nosotros. Nadie nos vio. Podría dejarnos ir, ¿de acuerdo? No le voy a contar a nadie de esto. Cosas que pasan, la vida sigue. Y... les daré helado. Saben qué es. A todo el mundo le gusta. No sé si hay helado ruso, o si es gelato. No tengo idea, pero lo que quieran, en serio. Tienen que probar el Barco Caramelo. Es delicioso, de verdad.

El guardia se rió y Lauren sintió que sus nervios se disparaban cuando dijo—: Esta chica me cae bien. "Barco Caramelo" —luego se inclinó y la risa se detuvo—. ¿Para quién trabajas?

—Por última vez —dijo Lauren—, Scoops. Ahoy. ¿Quieres que te lo deletree? S-C-O-O...

Recibió un puñetazo que le nubló la vista, y en su aturdimiento vio la sangre gotear de su boca y caer al piso. El hombre volvió a levantar el puño y Lauren se recostó en la silla.

—Por favor, no me vuelvas a pegar —gimió Lauren—. ¡Por favor, por favor!

La sacaron de la habitación, sus pies se arrastraron sin fuerzas contra el suelo mientras los guardias soportaban su peso. Cuando pasaron por la puerta, fue arrojada al suelo y gimió cuando su cabeza golpeó el suelo. Steve estaba acostado a su lado, pero no se movía, y el corazón de Lauren comenzó a latir con fuerza contra sus doloridas costillas.

—¿Steve? —dijo Lauren, inclinándose sobre él y viendo la sangre en su rostro—. Steve, despierta, por favor. Por favor no estés muerto. Dios, oh Dios. ¡Steve! ¡Steve! —el mismo guardia que la interrogó entró y Lauren se sentó—. ¿Qué le hicieron? ¿Qué hicieron?

El hombre la golpeó con fuerza y Lauren cayó al suelo, haciendo una mueca de dolor por la sensación de escozor en su mejilla. Dijo algo en ruso y Lauren fue arrastrada a sus pies.

—No me toquen —dijo Lauren mientras otro guardia levantaba a Steve—. ¡No lo toques! ¡Dije que no lo toques!

Lauren fue obligada a sentarse en una silla, con Steve de espaldas a ella.

—Steve, despierta. Steve, por favor, ¡te necesito! ¡¿Qué le hicieron?! —el hombre levantó la cabeza de Steve agarrándolo del pelo—. ¡No lo toques! Steve, ¿me oyes? ¡Por favor despierta, te necesito!

—Tu amigo necesita un médico —dijo el hombre—. Lo bueno es que... tenemos al mejor —empezaron a reír y Lauren hizo lo único que se le ocurrió. Le escupió en la cara y lo miró fijamente mientras él se limpiaba—. Vas a lamentar eso.

—¡Desgraciados! —gritó Lauren—. ¡Sáquennos de aquí!

Cuando se fueron, Lauren comenzó a llorar. No era su intención, pero estaba asustada. No temía admitir que estaba aterrorizada. Estaba atrapada en algún laboratorio subterráneo secreto de Rusia, su novio inconsciente atado a una silla detrás de ella, su hermano pequeño en algún lugar de la instalación, con suerte a salvo, y no podía hacer nada más que sentarse y llorar.

Deseó que Hopper estuviera allí. Él sabría qué hacer.

Pero no lo estaba, y Lauren y Steve estaban indefensos. No podía sentarse a llorar, rezando para que alguien la encontrara. Tenía que pensar en algo, pero, no podía pensar con claridad. Su rostro estaba casi entumecido por el dolor y estaba segura de que terminaría con una conmoción cerebral, pero en ese momento, todo lo que estaba tratando de pensar era cómo sacarlos a ella y a Steve con vida.

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