22 | ELEVEN
Steve se sentó junto a Connor, quien se había acomodado en el sofá lejos de sus amigos. Podía ver a Dustin paseando ansiosamente, y sabía que Lucas y Max estaban en el piso del pasillo, pero Connor parecía estar distanciándose de todos, incluida su hermana. Ese solo hecho sorprendió a Steve, quien se encargó de ofrecerle al chico algún tipo de consuelo.
—Oye, amigo, ¿estás bien? —preguntó Steve.
—Sí.
—¿Qué pasa? —preguntó Steve, sentándose a su lado—. Puedes hablar conmigo.
Connor se encogió de hombros—. Yo solo... si tú y Lauren empiezan a salir, ¿eso significa que dejará de tener tiempo para mí?
Steve dejó escapar un suspiro—. ¿Qué?
—Sucedió con Nancy y Mike —dijo Connor—. A medida que fue creciendo, empezó a pasar cada vez menos tiempo con él porque la gente piensa que es extraño. No quiero que eso nos pase a Lauren y a mí.
—¿Por qué piensas eso? —preguntó Steve.
—Porque todos me dejan —respondió Connor—. Primero mi papá, luego mi mamá, luego El... no quiero perder a Lauren.
—No lo harás —prometió Steve—. Si hay algo de lo que estoy cien por ciento seguro, es que Lauren siempre tendrá tiempo para ti, quizás más de lo que tendrá para mí.
Connor lo miró—. ¿Estás seguro?
—Nunca he estado más seguro —respondió Steve—. Y si alguna vez sientes que Lauren pasa demasiado tiempo conmigo, la dejaré por ti y haremos algo divertido.
—¿En serio? —preguntó Connor.
—Claro —asintió Steve—. Nunca tuve un hermano menor.
—Yo nunca tuve un hermano mayor —respondió Connor—. Lauren es genial y todo, pero no es un hermano, ¿sabes?
—No, no lo es —respondió Steve, y vislumbró a Lauren en la cocina con Nancy.
—Entonces, ¿vas a invitarla a salir? —preguntó Connor.
—Bueno, técnicamente ya la invité—respondió Steve—. Simplemente no ha dicho que sí.
Connor sonrió—. Lo hará. Sé que lo hará.
—Bueno, me alegra saber eso —dijo Steve.
—¿Y la cuidarás? —preguntó Connor—. Porque cuando tuvo ese otro novio, dejó de salir conmigo porque dijo que eso era raro.
—Bueno, no me importa con quién salga, especialmente si eres tú —respondió Steve—. Y no te preocupes, no dejaré que le pase nada.
—Bien —dijo Connor—. Gracias, Steve.
Mientras Steve observaba a Connor, el chico de trece años con el trauma suficiente como para romper a un hombre adulto, se dio cuenta de que tal vez esa era la razón por la que los hermanos Carter eran tan cercanos. Su infancia no había sido muy buena y habían perdido más de lo que les habían dado, por lo que su vínculo era más fuerte que cualquier otro que Steve hubiera visto.
Pasar tiempo con Lauren, Connor y Dustin había alterado drásticamente la opinión de Steve sobre la generación más joven, particularmente sobre los chicos a los que Lauren parecía tener tanto cariño. Antes de llegar a conocerlos, los encontraba molestos, pero ahora que veía cómo se parecían más a una familia que cualquier otra cosa, se dio cuenta de que tal vez no estaban tan mal después de todo.
—
Las luces empezaron a parpadear y los ojos de Lauren se agrandaron—. ¿Qué demonios está pasando?
—No tengo ni idea —respondió Nancy.
Después de unos minutos, las luces volvieron a la normalidad y Lauren compartió una mirada con Nancy—. De acuerdo, eso no fue extraño en absoluto.
—No, para nada —respondió ella.
Diez minutos más tarde, Hopper atravesó la puerta, agarrando una libreta de papel y un bolígrafo. Los chicos, Lauren, Steve y Nancy se reunieron inmediatamente.
—¿Qué sucedió? —preguntó Dustin.
—Creo que está hablando —dijo Hopper—, pero no con palabras.
—¿Qué es eso? —preguntó Steve, mirando la serie de puntos y rayas en el papel frente a Hopper.
—Código Morse —respondieron todos.
—A-Q-U-Í —leyó Hopper.
—Aquí —repitieron los chicos.
—Will sigue ahí —dijo Hopper—. Nos está hablando.
—Eso es bueno —dijo Lauren—. Al menos ahora podemos comunicarnos con él.
Hopper, Joyce y Jonathan regresaron al cobertizo, esta vez armados con uno de los walkies de los chicos. Hopper transmitió las señales a los que estaban en la cocina y, con los chicos reunidos alrededor del papel, se pusieron a trabajar para descifrar el código de Will.
La primera letra fue C, y después de eso vinieron fácilmente: C-I-E-R-R-E-N P-O-R-T-A-L.
—Cierren portal —dijo Lauren.
El teléfono de la pared comenzó a sonar, haciendo que todos se sobresaltaran. Los ojos de Lauren se abrieron cuando se dio cuenta de que Will probablemente podría reconocerlo como su teléfono, y cuando caminó para detenerlo, Dustin se le adelantó.
—¡Mierda! —murmuró Dustin.
El teléfono siguió sonando, así que Lauren hizo lo único lógico que se le ocurrió. Tomó el teléfono, lo arrancó de la pared y lo tiró por el pasillo. Golpeó el suelo con un ruido sordo y no emitió otro sonido.
—¿Creen que escuchó eso? —preguntó Max.
—Es solo un teléfono —dijo Steve—. Podría estar en cualquier lugar, ¿verdad?
—¿De verdad lo crees así de simple? —preguntó Lauren—. No, definitivamente lo sabe. Dios, esto es típico.
Un chillido les llamó la atención y Dustin suspiró—. Eso no es bueno.
Lauren miró a Steve mientras los chicos corrían hacia la ventana. Joyce, Jonathan y Mike entraron, con Jonathan llevando a Will inconsciente en sus brazos. Hopper pronto lo siguió y vio a los chicos junto a las ventanas.
—¡Aléjense de las ventanas! —gritó Hopper, volviéndose para mirar a Jonathan mientras sostenía una escopeta—. ¿Sabes cómo usar esto?
—¿Qué?
—¿Sabes usar esto? —preguntó Hopper.
—Yo sí —respondió Lauren—. Sabes que puedo.
Hopper le arrojó la escopeta y Lauren le entregó su bate de béisbol a Jonathan. Con Steve a su derecha y Hopper a su izquierda, Lauren se aseguró de que todos los chicos estuvieran a salvo detrás de ellos mientras los chillidos en la distancia se volvían más fuertes.
—¿Dónde están? —preguntó Nancy.
Todos giraron hacia la derecha cuando el sonido viajó en esa dirección, y los dedos de Lauren se movieron en el gatillo. Odiaba disparar armas, pero Hopper la había llevado al campo de tiro más veces de las que podía contar, y a menudo dejaba que Connor también la acompañara. Estaba familiarizada con ellas, pero nunca le gustó usarlas.
—¿Qué están haciendo? —preguntó Lauren.
Los chillidos cesaron abruptamente y dos segundos después la ventana se hizo añicos. Un demodogo se estrelló contra la alfombra mientras todos soltaban gritos de terror, y Hopper se acercó cautelosamente al demodogo muerto.
—Mierda —susurró Dustin.
—¿Está muerto? —preguntó Max.
Hopper pateó al demodogo con el pie, confirmando que estaba muerto, y luego la puerta crujió. Lauren se dio la vuelta y levantó la escopeta mientras la cerradura de la puerta se abría con un clic y la cadena se retiraba.
La puerta se abrió, y por esta, entró la persona que Lauren nunca pensó que volvería a ver.
Había tenido un cambio de imagen desde la última vez que Lauren la había visto. Había renunciado a los bonitos vestidos rosas y las pelucas rubias. Ahora vestía jeans azules descoloridos, converse y una chaqueta negra. Incluso se había peinado y maquillado para acentuar el look.
De pie frente a ellos, con la nariz chorreando sangre, estaba Eleven.
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