21 | EL DESUELLAMENTES
Mike parecía muy seguro de sí mismo cuando tomó un dibujo de la pila de materiales de arte y se lo ofreció a sus amigos. Dustin lo tomó y miró a la criatura parecida a una araña que se elevaba sobre los árboles, envuelta en nubes oscuras.
—El monstruo sombra —dijo Dustin.
—Tomó a Will ese día en el campo de juego —dijo Mike—. El médico dijo que era como un virus. Lo infectó.
—Entonces, ¿este virus lo conecta con los túneles? —preguntó Max.
—Los túneles, los monstruos, el Otro Lado, todo —dijo Mike.
—Más despacio —dijo Steve.
—El monstruo sombra está adentro de todo —explicó Mike—. Y si el virus siente dolor, Will también.
—Y Dart también —dijo Lucas.
—Sí —dijo Mike—. Es como lo que nos enseñó el señor Clarke.
—La mente de enjambre —dijo Lauren, y cuando los ojos de Mike se abrieron, se encogió de hombros—. ¿Qué? Escucho a Connor cuando divaga.
—¿La mente de enjambre? —preguntó Steve.
—Una conciencia colectiva —explicó Lauren.
—Es un superorganismo —agregó Dustin.
—Y esto lo controla todo —dijo Mike, señalando el dibujo—. Es el cerebro.
—Como el desuellamentes —dijo Dustin.
—¿El qué? —preguntaron Steve y Max.
—Ah, ser inocente en el mundo de los nerds —dijo Lauren, acariciando la mejilla de Steve.
—¿Tú sabes lo que es? —preguntó Steve.
Lauren asintió—. Claro. ¿Dónde están los manuales de juego de Will?
Localizaron los libros y Dustin los hojeó para encontrar la página correcta. Nancy y Jonathan se unieron a ellos alrededor de la mesa de la cocina, esperando escuchar una explicación. Hopper salió de la habitación de Joyce por insistencia de Connor.
—El desuellamentes —dijo Dustin.
—¿Qué diablos es eso? —preguntó Hopper.
—Un monstruo de una dimensión desconocida —respondió Dustin—. Tan antiguo que desconoce su verdadero hogar. Esclaviza razas de otras dimensiones al dominar sus cerebros mediante altos poderes psiónicos.
—Dios mío, nada de esto es real —dijo Hopper—. Es un juego de niños.
—No, es un manual —corrigió Dustin—. Y no es para niños. Y a menos que sepas algo que nosotros no, es la mejor metáfora...
—Analogía —corrigió Lucas.
—¿Analogía? —repitió Dustin—. ¿Eso es lo que te preocupa? ¡Bien! Una analogía para entender lo que sea que es esto.
—Bien, entonces este deshonillador de mentes —dijo Nancy.
—Desuellamentes.
Nancy suspiró—. ¿Qué quiere?
—Conquistarnos, en resumen —respondió Dustin—. Cree ser una raza superior.
—Como los alemanes —dijo Steve.
—¿Los nazis? —preguntó Dustin.
—Sí, como los nazis —dijo Steve.
—Si los nazis fueran de otra dimensión —dijo Dustin—. Considera que las otras razas, como la nuestra, son inferiores.
—Desea expandirse y dominar otras dimensiones —dijo Mike.
—Estamos hablando de la destrucción de nuestro mundo tal como lo conocemos —dijo Lucas.
—Magnífico —dijo Steve—. En serio. ¡Cielos!
—Si esta cosa es como un cerebro que lo controla todo, entonces si lo matamos... matamos todo lo que controla —dijo Lauren.
—Ganamos —dijo Dustin.
—En teoría —agregó Lucas.
—Muy bien —dijo Hopper, tomando el manual—. ¿Cómo lo matamos? ¿Le lanzamos bolas de fuego?
—No. Bolas de fuego no —dijo Dustin—. Reclutamos un ejército de muertos vivos, porque los zombis no tienen cerebro. Y al desuellamentes le gustan los cerebros. Es un juego.
—¿Qué demonios hacemos aquí? —preguntó Hopper, tirando el manual.
—Pensé que estábamos esperando tu respaldo militar —replicó Dustin.
—¡Eso hacemos! —dijo Hopper.
—Aunque vengan, ¿cómo van a detener esto? —preguntó Mike—. Las armas no sirven.
—¡No lo sabes! —espetó Hopper—. ¡No sabemos nada!
—Sabemos que mató a todos los del laboratorio —dijo Mike.
—Y que los monstruos volverán a mudar de piel —agregó Lucas.
—Que es cuestión de tiempo hasta que los túneles lleguen al pueblo —continuó Dustin.
—Tienen razón.
Todas las cabezas de la habitación se volvieron para mirar a Joyce, todavía vestida con su bata de hospital.
—Debemos matarlo —dijo Joyce—. Quiero matarlo.
—Yo también, Joyce —dijo Hopper—. ¿Pero cómo? No sabemos bien a qué nos enfrentamos.
—Nosotros no, pero él sí —dijo Mike, señalando a Will—. Si alguien sabe cómo destruir esto, es Will. Está conectado a él. Conocerá su debilidad.
—Pero ya no podemos confiar en él —dijo Max—. Ahora es un espía del desuellamentes.
Lauren miró a Hopper—. Sí, pero no puede espiar si no sabe dónde está.
—
Steve se encontraba en el cobertizo de los Byers con Nancy, y por mucho que pensara que sería incómodo, en realidad no fue tan malo. Tal vez porque había superado lo sucedido, o tal vez porque se enfrentaban a una muerte inminente.
—Lo que hiciste, cómo ayudaste a los chicos —comenzó Nancy, sonando un poco insegura—... fue genial.
—Sí —dijo Steve—. Esos mocosos son terribles.
—Lo sé —sonrió Nancy—. Lauren también lo sabe.
—Sí, fue de gran ayuda —dijo Steve—. No podría haberlo hecho sin ella.
—Eso es bueno —dijo Nancy—. Estoy feliz por ustedes dos.
—¿Qué? —preguntó Steve.
—Tú y Lauren —dijo Nancy—. Es buena para ti, o lo será cuando suceda.
—¿Cuando suceda? —preguntó Steve, despistado.
—Cuando te enamores de ella —respondió Nancy—. Porque lo harás. Puedo verlo... no le rompas el corazón.
—No lo haré —respondió Steve—. Nunca.
Finalmente, se les unieron los demás, incluida Lauren. Los chicos iban armados con rollos de cinta adhesiva y todo el papel que pudieran llevar, listos para cubrir completamente la habitación y evitar que el desuellamentes supiera dónde estaban. Mientras Steve y Lauren ayudaban a los chicos con las áreas más altas, pegando el papel a las paredes y engrapando donde no podían llegar, la habitación finalmente pareció irreconocible.
—Muy bien, chicos, vayan adentro —dijo Hopper—. Lauren, Steve, Nancy, cuídenlos.
Lauren asintió y apretó la mano de Hopper—. Buena suerte.
Hopper le devolvió el gesto—. Todo estará bien.
Al entrar con los niños, Lauren vio a Connor ir y sentarse en el sofá solo. Antes de que pudiera siquiera pensar en ir a consolarlo, vio que Steve se le adelantó, sentándose en el sofá junto a su hermano. Con las cejas levantadas, Lauren se unió a Nancy en la cocina, apoyándose contra la encimera mientras Nancy se apoyaba contra la pared.
—Entonces, ¿tú y Jonathan? —dijo Lauren.
Nancy la miró a los ojos—. ¿Tú y Steve?
—Sí, supongo —respondió Lauren—. Me pidió que fuera a una cita después de todo esto.
—Dios mío, ¿en serio? —preguntó Nancy, uniéndose a Lauren—. Estoy muy feliz por ustedes.
—¿No estas enojada? —preguntó Lauren—. Sé que no debes salir con el ex de tus amigas...
—No estoy enojada —rió Nancy—. Estoy feliz. Ustedes dos merecen ser felices el uno con el otro.
—Tú y Jonathan también —respondió Lauren—. Por favor, no le rompas el corazón.
—No lo haré —respondió Nancy—. Lo prometo.
Lauren le sonrió a su amiga—. Es bueno verte, Nance.
—Lo mismo digo —respondió Nancy—. Lamento que Jonathan y yo te hayamos...
—¿Abandonado? —terminó Lauren—. Sí. Te perdono.
—Bien —respondió Nancy—. La vida es demasiado corta para estar enojado por cosas como esta.
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