Mensaje de voz

Los ojos brillantes lo miraban de manera traviesa, tenían el color que buscaba, aunque le faltaba ese algo que recordaba vívidamente por el tiempo que pasó observándolos profundamente.

El joven frente a él se acercó aún más, su rostro a escasos centímetros solo lo hizo ser consciente de la realidad.

Piel blanca, cabellos claros, ojos grandes y brillantes, pero no era él, por mucho que quisiera engañarse buscando similitudes, sabía que nadie podía compararse con su chico.

-Vete- soltó fríamente retrocediendo ante el toque ajeno.

-¿Disculpa?- balbuceo el menor con la confusión plasmada en su rostro ante el brusco cambio en su actitud.

-Sal de aquí, vete- repitió con el rostro endurecido esperando que se fuera.

El rubio dudó en su lugar, tratando de entender por qué estaba siendo echado, Íñigo suspiró con frustración, ¿el mocoso estaba sordo o qué?

Se acercó y lo sujetó del brazo, arrastrándolo fuera de la habitación.

-Llévenselo- ordenó una vez fuera empujando al chico al pasillo donde estaban dos de sus guardias -asegúrate de que no regrese- ahora se dirigió directamente a Marc, quien se limitó a asentir sabiendo ya cómo manejar la situación.

Iñigo se dio la vuelta y volvió a ingresar en la habitación, sin molestarse siquiera en darle una última mirada a esa mala imitación.

-¡Mierda!- gritó con frustración tirando al suelo los objetos regados sobre su escritorio. Carpetas y papeles volaron, plumas y lápices rodando en diferentes direcciones, incluso su taza que cayó intacta sobre la alfombra fue recogida y lanzada a la pared, haciéndose añicos al instante.

Pasaron unos pocos minutos de su arrebato hasta que logró tranquilizarse y se dejó caer pesadamente sobre la silla tras el escritorio ahora vacío. Estaba cansado, cansado de buscar algo que sabía que no iba a encontrar, cansado de atormentarse con preguntas que no tenían respuesta, cansado de sentirse culpable, pero sobre todo, estaba cansado de engañarse con que podría seguir adelante cuando llevaba meses atrapado en esa situación.

Se inclinó hacia delante y con un ligero temblor en las manos abrió el pequeño cajón junto a su silla, sacando del interior un portaretrato. Tras el cristal, la foto del hombre que atormentaba sus pensamientos. La imagen era hermosa, matiz brillante debido al día soleado en el que se tomó, una sonrisa radiante con los ojos entrecerrados, formando pequeñas arrugas alrededor de sus ojos.

La primera lágrima se deslizó por su rostro -Lo siento- murmuró disculpándose, esperando que de alguna manera pudiera escucharlo -Lo siento tanto bichito, perdón- sollozó más fuerte aferrándose a la foto.

Estuvo ahí durante horas, encerrado negándose a enfrentar la realidad, no quería soltar la foto, no quería dejarlo ir. Con desesperación cogió su teléfono y buscó el contacto, necesitaba oírlo, necesitaba algo que lo hiciera sentir, aunque fuese una ilusión.

Presionó el botón de llamar, su corazón latiendo con esperanza, como si del otro lado fuesen a contestarle, como si no hubiese llamado miles de veces antes solo para oir un cálido -"Hola, en estos momentos no puedo contestarte, por favor deja tu mensaje" - la melodiosa voz dio pase a un pequeño pitido, el cual indicaba el inicio de la grabación de voz.

Se quedó en silencio durante largos segundos, disfrutando el mensaje y tono que sabía de memoria -Hola- empezó con voz temblorosa -sé que hablamos ayer, pero necesitaba escucharte- soltó una pequeña risa acuosa -¿sabes? Hoy lo intenté de nuevo, seguir adelante, no funcionó- suspiró mirando la foto entre sus manos.

-Se parecía a ti, bajito, con piel blanca y hasta el color de tu cabello- recordó brevemente -lo traje a casa- murmuró sintiéndose culpable como otras veces -puedes estar tranquilo, no lo metí a nuestra habitación- se justificó torpemente.

-Estábamos en el estudio, él parecía muy dispuesto- divago -quiso besarme, pero cuando se acercó lo suficiente simplemente no pude- confesó sintiéndose estúpido.

-No eras tú bichito- soltó volviendo a sollozar -no eran tus ojos, ni tus labios, no tenía tus pecas, ni tu pequeña cicatriz en la barbilla. No quería besarlo, mientras él se acercaba solo podía pensar en lo mucho que quería que fueses tú. Ya no sé qué más hacer, no puedo encontrarte, te extraño mucho- finalizó quebrándose por completo. -Por favor vuelve, no puedo seguir sin ti, no quiero vivir así, te amo- antes de que pudiese decir algo más un texto iluminó su teléfono.

"Bandeja sin espacio, mensaje de voz no enviado"

No se sorprendió, la primera vez que recibió el mensaje tan solo habían pasado unos pocos días desde lo ocurrido.

Se quedó un poco más, sentado en la oscuridad de la habitación, antes de finalmente decidir que debía irse -Buenas noches amor- dejó un beso sobre el cristal que protegía la foto antes de mirarla por última vez para finalmente guardarla otra vez en el cajón.

Caminó a través de la penumbra hasta salir de la habitación, encontrando el vacío pasillo iluminado por luces tenues. Se forzó a no detenerse, mirando solamente por el rabillo del ojo las fotos que adornaban las paredes, se había negado rotundamente a que se tocara cualquier rastro. Cada rincón de la casa seguía impregnado con su toque, porque incluso en el silencio y soledad lograba hacerlo sentir acompañado.

Subió las escaleras con cuidado, girando hacia el salón al llegar al final. Observó que todo estuviera en su lugar, las flores favoritas de su chico colocadas en los grandes jarrones junto a los ventanales, su libro favorito en la mesita de café, las mantas que sacó para calentarse en las frías tardes, aunque ahora fuese verano había pedido que las dejaran en ese lugar.

Conforme volvió a darse la vuelta y avanzó hacia su habitación. Ingresó despacio y cerró la puerta tras él, acercándose hasta la cama y sentándose en el borde. Se desvistió en silencio, quedando en ropa interior antes de deslizarse bajo las sábanas del lado derecho de la cama.

Fijó sus ojos en el techo, la parte más difícil de su día era esa porque aunque quisiera apagar su cerebro, descansar era algo que no sucedía. Siempre era él, en sus sueños, repitiéndose una y otra vez la última vez que se vieron, la discusión que tuvieron.

"-¡No lo entiendes! Para ti es fácil decirlo porque vas de rositas todo el día. En el puto mundo real eso pudo costarnos todo. ¿Qué haríamos si eso sucediera?- preguntó evidentemente frustrado.

-Sé que es importante para ti, es por todo lo que has trabajado- lo tomó de los hombros acercándose -pero si sucediera nada cambiaría, eventualmente te levantarías y volverías más fuerte-.

-Por favor, ¡sé realista!, tardaría meses en recuperarme, y mientras tanto qué, ¿eh?,¿En serio crees que podrías pagar todo esto vendiendo plantitas? No creo que lo sepas porque soy yo quien se encarga de pagar todos tus malditos gastos- soltó sin pensar lo que esas palabras causarían en el contrario.

El agarre en sus hombros desapareció al instante -Que te jodan- murmuró dando la vuelta tratando de alejarse.

-¡Eso!- gritó logrando hacer que se detenga -¡Huye! Puedes darte el lujo de hacerlo, mientras yo me esfuerzo por nosotros. Puedes ir a donde quieras pero la verdad no cambia-.

El menor retrocedió y volvió a plantarse frente a él -Si tanto te molesta entonces me voy, no quiero seguir siendo una carga para ti-

-Adelante, vete, veamos cuanto tiempo te tardas en volver- dijo fríamente"

La culpa lo atormentaba, había sido una estupidez, estaba molesto y se desquitó con su novio. Lo había echado de casa, el contrario se había enojado tanto por su actitud que le hizo caso y se fue sin más. Eso sólo aumentó su enojo, sabía que estaba siendo un imbécil pero simplemente la situación lo había sobrepasado.

La noche avanzó mientras se desataba una tormenta, el invierno provocaba la caída constante de la nieve, la cual empezaba a cubrir las calles de Barcelona. Íñigo se preocupó sintiéndose culpable, su novio simplemente se había colocado un abrigo sobre su pijama y salió de la casa sin mirar atrás.

Le pidió a Marc que los guardias salieran a buscarlo, el muy obstinado no se había llevado nada más que su teléfono consigo, alegando que no necesitaba nada de él. Ni siquiera sabía porque le había recriminado todas esas estupideces, él mismo le había insistido al menor mudarse juntos, le dijo que no tendría que preocuparse por nada y fue quien lo instó a dedicarse a su pasión: la botánica.

"-Jefe- Íñigo giró la cabeza ante el llamado, el rostro abatido dándole una mala sensación. La tormenta se había extendido durante toda la madrugada, habían tenido que desistir de la búsqueda debido a las dificultades para moverse.

Él se había quedado en vela junto a la chimenea, había decidido encenderla con la esperanza de que novio decidiera volver y pudieran acurrucarse mientras se disculpaba por haberlo tratado de mala manera.

-¿Lo encontraron?- preguntó ansioso ante el silencio. Durante el mal tiempo se había comunicado con los amigos de su pareja, pero al parecer no se había contactado con ninguno para que pudiera recibirlo esa noche.

-Anoche hubo un choque cerca a la plaza de Borras, un camión lleno de combustible fue sorprendido por la tormenta- Íñigo sintió su corazón detenerse ante aquello - intentó buscar un lugar para estacionar durante la tormenta pero por lo resbaloso del asfalto no consiguió detenerse. Fue un triple choque, un taxi y una familia en su coche- Marc no lo miraba a la cara, su vista fija en el suelo.

-El combustible se derramó y se originó una explosión, los bomberos no consiguieron llegar debido a la tormenta- los ojos azules cristalizados chocaron con los suyos -No hubieron sobrevivientes- murmuró."

Íñigo giró hacia el lado vacío de la cama, tomó con cuidado la almohada contraria y la apretó contra sí con fuerza -Lo siento, amor, lo siento-.

Estaba volviéndose loco, se negaba a aceptar que el amor de su vida estuviese muerto. Nunca pudieron comprobar que su novio viajaba en el taxi, no encontraron su cuerpo pero sí el abrigo que llevaba aquella noche. Sin embargo, con el pasar de los meses su esperanza iba apagándose poco a poco con su corazón.

Su familia lo había instado a seguir adelante, él había intentado convencerse de que era hora de seguir adelante, pero no pudo. Lo buscaba en cada rostro, buscaba sus ojos, su cabello, su sonrisa, incluso su episodio de hoy ya había sucedido un par de veces con anterioridad.

Sentía que le estaba fallando, el sentimiento de culpa no lo dejaba y el miedo se apoderaba de él. Las incógnitas que no podía resolver lo mantenían anclado a la pequeña posibilidad. ¿Por qué no encontraron sus restos?¿dónde estaba su teléfono?¿por qué seguía funcionando a pesar del tiempo transcurrido?

-Solo una señal, por favor bichito- suplicó en la soledad de su habitación.


















































-Hola- su susurro llenó el espacio silencioso -no quería molestarte tan temprano pero hoy me desperté extraño, ¿sabes?- cerró los ojos apoyándose en la cabecera de su cama -siempre te decía que me vuelves loco, ahora sabrás que no son palabras vacías- soltó con una risita -te vi. Al despertar, estabas aquí, junto a mí- palmeó el lugar vacío a su lado -te veías hermoso como siempre. Tu cabello desordenado y rostro sereno, extrañaba verte al despertar- el primer sollozo escapó de su garganta -solo cerré los ojos un segundo, pero al abrirlos ya no estabas ahí-.

-Lo siento amor, lamento haberte dejado ir- si no hubiese parpadeado, se hubiese quedado más, ¿cierto? -te amo, te extraño, gracias por dejarme verte-.

Finalizó la llamada y lanzó el teléfono al lado vacío de la cama. Un pequeño texto iluminando la pantalla.

"Mensaje de voz enviado"
























































"Nuevo mensaje de voz"



































Fin? ✨️✨️✨️

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Guess who's back

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